Cómo la acción colectiva puede lograr un cambio para las jóvenes urbanitas

Me llamo Bridget Dedaa Amemfi. Soy una joven de 25 años y estudio con la esperanza de llegar a ser médico. Soy además miembro del movimiento de mujeres jóvenes y urbanas Young Urban Women en Accra, Ghana, una organización cuyo objetivo es agrupar a mujeres jóvenes de ciudad, con edades comprendidas entre los 15 y los 35 años, para concienciar y defender la seguridad económica de las mujeres jóvenes, su integridad física y la necesidad de reconocer, reducir y redistribuir las responsabilidades de cuidados no remunerados.

Antes de integrar este movimiento sufrí una considerable explotación económica en el trabajo, estaba sobrecargada de responsabilidades de cuidados en casa y no tenía mucha confianza en mí misma ni tenía conciencia de mis derechos sexuales. Trabajé como operaria en una gasolinera y experimenté en carne propia la explotación de la que son víctimas las mujeres jóvenes. Muchas veces cobraba mi salario con retraso, nunca me facilitaron ningún material de protección y la empresa ni siquiera pagaba las cotizaciones a la seguridad social. Mi salud se deterioró por el hecho de tener que trabajar sin protección alguna, así que tuve que dejar ese trabajo.

Después de unirme al movimiento empecé a tomar conciencia de mis derechos y de cómo defenderlos. Pronto descubrí que la mayoría de las mujeres jóvenes en Ghana están también económicamente explotadas, acosadas sexualmente en el lugar de trabajo y no tienen confianza en sí mismas.

Sin embargo, después de varias formaciones y de tomar parte en conferencias y talleres, me siento ahora empoderada para hacer campaña y defender nuestros derechos y abordar cuestiones relativas al trabajo decente y el trabajo de cuidados no remunerado, así como la salud y los derechos sexuales y reproductivos y la promoción de unos servicios públicos sensibles al género.

En Ghana también trabajamos con la central sindical Ghana Trade Union Congress para conocer nuestros derechos como trabajadoras y reforzar nuestro proceso de construcción del movimiento. Gracias a la movilización y la concienciación, contamos ahora con un grupo de mujeres jóvenes urbanas dispuestas a luchar por un cambio en sus propias comunidades.

Recientemente intervine en los Días Europeos del Desarrollo celebrados en Bruselas, durante una sesión en torno al tema Combatir la violencia de género en el trabajo, organizada conjuntamente por la Confederación Sindical Internacional, ActionAid y la Organización Internacional del Trabajo. Se abordaron los principales desafíos en relación con los derechos de las mujeres, efectuando recomendaciones para poner fin a la violencia de género en el trabajo desde diversas perspectivas.

Entre los desafíos identificados figuran el estigma, la falta de educación y formación profesional, las responsabilidades de cuidados no remunerados, la explotación económica y la falta de seguridad social. Mis recomendaciones se orientaban tanto a las familias como a los Estados. Las familias deben abordar las normas sociales y la redistribución de las responsabilidades de cuidados no remunerados dentro del hogar.

Por su parte, los Estados y los Gobiernos tienen que reconocer el trabajo de cuidados no remunerado, con la adopción de leyes y políticas apropiadas, garantizar el acceso universal a unos servicios públicos universales sensibles al género, incluyendo cuidados infantiles, para así redistribuir las responsabilidades de cuidados entre el Estado y las mujeres.

Los Gobiernos deben asimismo asegurar acceso a la justicia al tiempo que proporcionen espacios y salvaguardias adecuadas para los movimientos sociales, de manera que podamos hacer oír nuestras voces, estemos protegidos y podamos continuar movilizándonos. La acción colectiva, tal como he podido comprobar en mi caso en Ghana, puede mover montañas.