¿Cómo puede la OSCE luchar contra la trata de seres humanos sin los sindicatos?

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Sherlock Holmes dijo una vez a un agente de policía: “el curioso incidente del perro a medianoche”. El agente respondió “el perro no hizo nada a medianoche”, lo que dio lugar a la famosa réplica de Holmes: “ese fue el curioso incidente”.

El “curioso incidente” en este caso es la importante conferencia internacional sobre la trata de personas, celebrada en Viena a principios del mes, y su relación con el movimiento sindical internacional.

Los participantes a esa conferencia podrían responder: “pero no había ningún sindicato en la sala”, a lo que replicaríamos que ese fue precisamente el curioso incidente.

La conferencia fue patrocinada por la Alianza contra el tráfico de seres humanos, establecida hace algunos años por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).

Si bien la OSCE reúne a 57 países, principalmente en Europa, la Alianza ha sido descrita como una “amplia plataforma de participación voluntaria de más de 30 miembros que incluyen a organizaciones internacionales y no gubernamentales”.

Todo parece indicar que para los organizadores de ese evento, los sindicatos no son aliados importantes en la lucha contra la trata de seres humanos.

Al comienzo de la conferencia, los oradores felicitaron a la OSCE por su decisión de nombrar a una “Representante Especial y Coordinadora para la Lucha contra la Trata de Personas”.

La Coordinadora en cuestión es Madina Jarbussynova, una diplomática veterana de Kazajstán que, según la OSCE, es una firme promotora de los derechos humanos.

No se puede decir lo mismo de su Gobierno, que aún debe rendir cuentas por la masacre de diciembre de 2011 de trabajadores del petróleo en huelga en Zhanaozen.

En la sesión de apertura hablaron otros oradores prominentes cuyo historial en materia de derechos humanos o el de los gobiernos que representaban, no era idóneo.

Vladimir Garkun, de Belarús, orador en la mesa redonda inicial, representaba un Gobierno descrito en general como “la última dictadura europea”, con un historial notorio en materia de derechos humanos y laborales.

Uno de los primeros participantes que intervino en los debates era el representante del Gobierno de Uzbekistán, que salmodió una lista de leyes que su país había adoptado para luchar contra la trata de personas.

Según el informe de la propia OSCE, la ratificación por Uzbekistán de los convenios de la OIT que prohíben la trata en 2008 ha tenido escasos efectos. La OSCE indicó que “en un informe de 2010 se estimaba que más de la mitad de la cosecha de algodón del país se había realizado con trabajo forzoso de menores”.

Ante el tono autoelogioso de varios de los primeros discursos no podía menos de preguntarse por qué motivo se había organizado la conferencia, visto que una organización como la OSCE no solo habían adoptado “un plan de acción” en 2000 para luchar contra la trata de personas, sino que incluso había aprobado una “Adición” en 2013.

 

Industria casera

Al ser la 14ª edición de la conferencia de la Alianza se podría pensar que la lucha contra la trata de seres humanos ha pasado a convertirse en un especie de industria casera, con una gran cantidad de actores, muchos de los cuales bastante sinceros, que elaboran informes y organizan conferencias.

Y, ¿ha servido todo eso para poner fin a la esclavitud moderna, al flagelo de la trata de personas?

Para William Lacy Swing, Director General de la Organización Internacional de Migraciones, de ochenta años, la respuesta es no. Swing, diplomático veterano estadounidense, pronunció un discurso contundente en el que planteó el grave problema de la escasa eficacia de la respuesta internacional al tráfico.

“Apenas se han registrado progresos en la solución de ese problema”, dijo.

Swing también señaló que Europa se estaba convirtiendo en el destino más peligroso del mundo para los trabajadores migrantes, algunos de los cuales eran víctimas de trata, y criticó la reciente decisión europea de reducir los esfuerzos para rescatar a los inmigrantes en el mar.

Ese fue otro de los temas que pocos participantes quisieron debatir.

No fue sino a última hora de la tarde del primer día que se organizó una mesa redonda que incluía a oradores que no eran diplomáticos, ni representaban a ningún Estado y que decían cosas interesantes acerca de la problemática de la trata de personas.

Igor Kovalchuk, del sindicato de marinos de la Federación de Rusia participó en la mesa redonda.

Kovalchuk mencionó algunos de los éxitos que su sindicato había registrado en los tribunales rusos, y afirmó que la buena relación que tenían con los ministerios del Gobierno era fundamental para su trabajo.

Se refirió con orgullo al “sitio web interactivo” y a las publicaciones impresas de su sindicato y eso fue todo. Fue el único portavoz del movimiento sindical internacional.

Afortunadamente, tres de los otros oradores en la tribuna introdujeron a los sindicatos en la ecuación, aunque ninguno de ellos representaba a un sindicato.

Uno de ellos era John Morrison, del Institute for Human Rights and Businesses de Londres.

Morrison dijo que los sindicatos eran los aliados de las empresas en la lucha por eliminar la trata de personas, aunque, previsiblemente, hizo más hincapié en lo que las empresas podían hacer.

El segundo orador fue el Reverendo Noelle Damico, de los Estados Unidos, que habló de la Coalición de trabajadores Immokalee, que aunque técnicamente no es un sindicato ha tenido algunos resultados en la lucha contra la esclavitud en las granjas de tomates en Florida.

La tercera oradora, que habló más explícitamente acerca de la función primordial que pueden desempeñar los sindicatos en la lucha contra la esclavitud moderna, fue Cindy Berman, de la organización británica, Ethical Trading Initiative (iniciativa de comercio ético).

La ETI es una coalición que representa a empresas, ONG y sindicatos. Su mensaje no podía ser más claro:

“Es muy improbable que los trabajadores sindicalizados sean víctimas de trata. . . .los gobiernos pueden desempeñar una función vital mediante la elaboración de leyes y políticas que permitan a los trabajadores organizarse en sindicatos y reclamar sus derechos en la práctica”, dijo.

“No hay nada que funcione mejor que tener trabajadores sindicalizados, representados democráticamente, que negocien sus propios términos y condiciones de trabajo”.

Esa mesa redonda fue presidida por Beate Andrees, del Programa Especial de Acción de la OIT para Combatir el Trabajo Forzoso, que resaltó la importancia de los convenios de la OIT como el fundamento jurídico para la lucha contra la esclavitud.

Uno de los resultados tangibles de la conferencia fue el informe de 100 páginas titulado Poner fin a la explotación. Si bien en el subtítulo del informe se hablaba del papel de las empresas y los gobiernos, el informe dedicó dos páginas a las “iniciativas de los sindicatos o de las organizaciones de los trabajadores” que incluía a la central sindical nacional italiana, CGIL, y la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte, ITF.

Al concluir la conferencia, la Sra. Jarbussynova declaró: "podemos y debemos pasar de la política a la práctica en la lucha contra la trata de personas”.

Lo que no dejó de ser una observación curiosa, dado que se formuló 14 años después de la adopción por la OSCE de su “plan de acción” y en el curso de su 14ª conferencia sobre el tema.

Quizás la próxima vez se invite a los sindicatos a la mesa. Tendremos claramente mucho que aportar a la conversación.