Cómo una agricultura respetuosa con el entorno ayuda a los agricultores indios con menos recursos a capear la incertidumbre climática

Cómo una agricultura respetuosa con el entorno ayuda a los agricultores indios con menos recursos a capear la incertidumbre climática

A group of women farmers are being trained to make natural pest repellents with neem leaves for their crops in a village in Jharkhand, India on 30 August 2022.

(Rajiv Kumar Tiwari)
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Cuando era una niña, Gita Devi –una campesina tradicional que cultiva arroz en el estado indio oriental de Jharkhand– no sabía que existían fertilizantes y pesticidas químicos para los cultivos. Lo que recuerda es cómo ayudaba a su padre a preparar pesticidas y abono con los recursos naturales a su entera disposición.

“Todo lo que necesitábamos en la granja lo podíamos obtener allí mismo”, recuerda esta mujer de 45 años que vive en Rochap, un pueblo del distrito de Ramgarh. Sin embargo, con el paso de los años pudo ver cómo iba cambiando el ámbito agrícola, con una mayor dependencia de los productos químicos para producir cada vez más.

Al igual que otros campesinos, utilizaba con frecuencia fosfatos y urea en sus terrenos. Dichos productos químicos impulsados por el mercado fueron agotando gradualmente de nutrientes naturales la granja de su familia, de casi una hectárea. “El arroz perdió su sabor original y la paja que sacábamos del arrozal ya no era un buen forraje para nuestro ganado”, explica a Equal Times.

Aun así, en la última década, el uso cada vez mayor de productos químicos no ha conseguido aumentar el rendimiento de las cosechas. Además, Jharkhand se ha visto gravemente afectada por fenómenos climáticos impredecibles que han provocado frecuentes inundaciones repentinas, precipitaciones irregulares y tardías, sequías y temperaturas extremas. Dichos factores han generado una situación de incertidumbre en el ámbito agrícola y han hecho que ahora se pierdan más cosechas que antes, lo cual ha afectado a la seguridad alimentaria de los pobres de las zonas rurales.

Con una población de aproximadamente 32 millones de personas, Jharkhand se considera uno de los estados más vulnerables ante el cambio climático. Según un informe del gobierno llamado Evaluación de la vulnerabilidad climática para planificar la adaptación en India en base a un marco común, dicho estado, junto a otros ocho, necesita que se prioricen las intervenciones de adaptación.

“Frente a este tipo de incertidumbres, el alza vertiginosa de los precios de los productos, como las semillas, los fertilizantes, los pesticidas y la mano de obra nos ha afectado de un modo gravísimo”, se lamenta Gita.

Los hombres de los pueblos de la zona, que son campesinos tradicionales desde hace generaciones, han ido abandonando la región en busca de trabajo manual. Entre ellos se encuentra el esposo de Gita, un jornalero que ahora trabaja en el estado de Maharashtra, toda una potencia económica en la región.

Sin embargo, en los últimos cuatro años las cosas han empezado a mejorar para Gita. Ahora, no solo sus cosechas son mucho menos vulnerables ante los caprichos del clima, sino que también están teniendo un buen rendimiento. “El número de tallos que salen de las plantas de arroz se ha duplicado o incluso triplicado; las panojas están cargadas de más granos”, explica Gita mientras sonríe.

Este cambio ha sido posible gracias a unas prácticas agrícolas innovadoras que reemplazan los productos químicos por abonos orgánicos y naturales y utilizan semillas específicas según el clima y la región, menos agua y otras técnicas respetuosas con el medio ambiente. Al igual que Gita, casi 1.500 agricultores de 48 pueblos de los distritos de Jamtara y Ramgarh en el estado de Jharkhand están aplicando progresivamente este sistema agrícola en más de 650 hectáreas de terreno.

Todo esto forma parte de un proyecto de adaptación climática auspiciado por el Ministerio de Medio Ambiente, Bosques y Cambio Climático del Gobierno indio, diseñado para aumentar la resiliencia climática en las zonas forestales y las comunidades que dependen de ellas. Los pueblos que participan en el proyecto están ubicados cerca de áreas forestales que brindan a las comunidades locales leña seca para combustible y frutos y verduras silvestres.

Un cambio de paradigma

“Hubo un momento en que se convirtió en algo urgente, si tenemos en cuenta la creciente imprevisibilidad, caprichos y antojos de la naturaleza. Por tanto, nuestra primera prioridad fue conseguir que la agricultura fuera resiliente ante el clima, pues más del 70% de la población del estado son campesinos tradicionales”, aclara Sanjeev Kumar, el director adjunto del departamento de conservación de zonas forestales de Jharkhand.

Kumar, que también es el encargado de formular los planes estatales de adaptación y mitigación del cambio climático, admite que convencer a los campesino no ha resultado fácil. “El proceso exigía un cambio de paradigma en la mentalidad de los campesinos locales: pasar del uso convencional de las semillas híbridas y productos químicos al uso de abonos orgánicos y naturales”, explica. En las últimas décadas, los agricultores han desarrollado la creencia arraigada de que los productos químicos pueden conseguir por sí solos un alto rendimiento, a pesar de las frecuentes malas cosechas y las deudas recurrentes en las que se veían atrapados.

En un principio se alentó a los campesinos a que probaran el proceso en pequeñas parcelas de sus terrenos, explica el asesor climático Rajiv Kumar Tiwari, que trabaja para PricewaterhouseCoopers (PwC) India, la consultora encargada de facilitar dicho proyecto. En colaboración con un grupo de siete expertos de PwC y 20 miembros de los departamentos forestales de Ramgarh y Jamtara, el departamento forestal del ministerio contrató a PwC por su experiencia en las prácticas de adaptación climática y formación especializada.

El proyecto se aprobó en marzo de 2018; se empezó a trabajar en enero de 2019 y se desarrollará hasta marzo de 2023. Actualmente, Tiwari y su equipo están trabajando con 8.500 familias de zonas rurales, enseñándoles diversas prácticas que pueden hacer que sus cultivos sean resistentes a los cambios climáticos. Los campesinos que practican este tipo de agricultura se han beneficiado económicamente –tanto en lo referente a los insumos como a la producción–. Y para cuando el proyecto termine oficialmente, ya se habrán impartido suficientes asesorías, formaciones y capacitaciones como para que el trabajo siga desarrollándose y avance de forma independiente.

Según Tiwari, el objetivo final del proyecto “consiste en concienciar a las comunidades locales e implementar diversas estrategias de resiliencia climática, implicando especialmente a las mujeres”.

Primero se enseña a los campesinos a tratar la tierra con complementos orgánicos como el estiércol del ganado y a plantar leguminosas para revertir los efectos perjudiciales de los productos químicos y enriquecer la tierra con nutrientes naturales.

Lo siguiente es el uso de semillas de calidad resistentes a las sequías en lugar de las semillas híbridas convencionales (que deben complementarse con productos químicos). Antes de plantarlas, las nuevas semillas se someten a un tratamiento con biofertilizantes, como los fungicidas, y los complementos orgánicos de nitrógeno y fosfato se dejan toda la noche.

A continuación se plantan en semilleros elevados y se deja que germinen y crezcan durante unos 12 días, frente al período convencional de unos 25 días. Según Tiwari, reducir el tiempo para trasplantar las plántulas de arroz ayuda al desarrollo de unas raíces más fuertes, produce más panojas y maximiza la producción de los granos.

Después, estas plántulas se trasplantan una a una, manteniendo siempre una distancia de entre 18 y 20 centímetros entre sí, en lugar de los manojos de antes a una distancia de entre siete y diez centímetros. “Se trata de dejar el espacio suficiente entre cada planta para lograr una exposición óptima a la luz solar, al aire y a los nutrientes de la tierra, con el objetivo de fomentar un crecimiento sano, con un mejor follaje y unas raíces más fuertes”, asegura Tiwari.

Y lo que es más importante, para el proceso se necesitan menos semillas, ya que con este método, las plántulas se trasplantan a intervalos más amplios (20-25 centímetros). Si para el método tradicional se necesitaban unos 20 kilos de semillas híbridas por hectárea, el nuevo sistema abarca la misma superficie con unos seis kilos. Esto también significa menos trabajo en el campo, lo cual contribuye a reducir el coste total de la producción entre un 30 y un 35% si se compara con el coste anterior de 15.000 rupias (aproximadamente 169,80 euros) por hectárea.

“Otra importante ventaja de este tipo de agricultura”, nos cuenta Kumar, “es que a diferencia del cultivo tradicional de arroz, no necesita agua estancada en los campos”. Según Kumar, es suficiente con mantener la tierra húmeda y no inundada, ya que de lo contrario las raíces tienden a debilitarse. Así se reduce la necesidad de agua en casi un 40% y, lo que es más importante, se recortan las emisiones de gas metano en 22 kilogramos por hectárea. Los metanógenos (es decir, las bacterias que generan el metano) provocan casi 28 veces más calentamiento global que el dióxido de carbono y solo pueden desarrollarse en arrozales inundados, explica. Gracias a este tipo de agricultura, las emisiones de metano en 650 hectáreas se han reducido en 14,3 toneladas.

Métodos caseros para tratar el suelo y los cultivos

En la reciente cumbre mundial sobre el cambio climático, la COP27, se reconoció la importancia que tienen estas prácticas agrícolas regenerativas y soluciones basadas en la naturaleza para reforzar la seguridad alimentaria, pues se constataron las contribuciones definidas a nivel nacional y los planes nacionales de adaptación. Asimismo, en la Unión Europea, un nuevo informe del Foro Económico Mundial sobre las estrategias climáticas que priorizan al agricultor reveló que las emisiones de gases de efecto invernadero podían reducirse inmediatamente en un 6% al año si tan solo se apoyara a una quinta parte de los agricultores europeos con unas prácticas agrícolas respetuosas con el medio ambiente, lo que podría aumentar la salud de los suelos y los ingresos de los agricultores entre 1.900 y 9.300 millones de euros anuales para 2030.

La clave del éxito de esta agricultura baja en carbono reside en el uso de estiércol y pesticidas elaborados con recursos naturales. “La mayoría de las familias tienen vacas en casa, así que fomentamos el uso del estiércol y la orina del ganado como uno de los principales componentes”, explica Tiwari. Asimismo, se compartieron con los campesinos otras preparaciones que usan tierra de los bosques, hojas de nim, guayaba, papaya, chirimoya, suero de leche fermentado, chiles y ajo, entre otros productos naturales, los cuales se mezclan en diferentes proporciones y se utilizan durante unos 105 días hasta que madure el arroz.

Gita está entusiasmada con este regreso a los métodos caseros para tratar el suelo y los cultivos. “Si antes tenía que gastar entre 3.600 y 4.000 rupias (unos 40,74 y 45,28 euros) por hectárea en productos químicos, ahora el gasto se ha reducido a entre 1.000 y 1.200 rupias (aproximadamente 11,32 y 13,58 euros)”, nos cuenta.

Antes producía entre 3 y 3,2 toneladas por hectárea, pero ahora consigue más de 4 toneladas. Con esto, tiene suficiente para el consumo de su familia y también puede reservar entre 10 y 12 quintales de arroz para vender cada temporada (entre 1.000 y 1.200 kg).

Todas estas medidas juntas están logrando unos beneficios netos de entre 10.000 y 12.000 rupias (unos 113,19 y 135,85 euros) por temporada, algo nada desdeñable si se compara con los inestables ingresos del pasado. Motivada por los resultados, su familia está ansiosa por ampliar este tipo de agricultura e incluso ha empezado a probar la diversificación de cultivos.

Sin embargo, Kumar advierte que este sistema también plantea bastantes retos, ya que para que funcione se necesitan conocimientos específicos y formación para los campesinos, los cuales no siempre están fácilmente disponibles. Para solucionarlo, se está utilizando a agricultores ya formados para que transmitan sus conocimientos a otros campesinos. Por ejemplo, Gita dirige un grupo de autoayuda formado por unas 300 mujeres que ha impartido cursos de formación a alrededor de 40 familias.

Sin embargo, ahora lo que más le emociona a Gita es ver cómo sus terrenos vuelven a renacer gracias a la biodiversidad natural. “La tierra estaba muerta debido al uso continuado de productos químicos. Pero hoy en día, ese mismo terreno está lleno de aves cantando y una enorme variedad de mariposas e insectos”, concluye sonriente.