‘Condenados’ a un futuro en continua formación, ¿quién pagará por ella?

‘Condenados' a un futuro en continua formación, ¿quién pagará por ella?

Some experts at the World Economic Forum (WEF) believe that people with skills in science, technology, art and mathematics will be in luck in the future. In this September 2022 photograph, researchers at the Joint Research Centre in Ispra, Italy, explore street mobility solutions.

(EC - Audiovisual Service/José-Joaquín Blasco Muñoz)

El vertiginoso desarrollo de la tecnología y la robótica y sus aplicaciones en el mercado laboral en la próxima década harán desaparecer oficios, que serán sustituidos por otros, un 80% de los cuales todavía no tienen nombre.

Expertos e instituciones internacionales advierten de que solamente sobrevivirán quienes sean capaces de adaptarse con rapidez a los cambios mediante la formación continua. ¿Tendremos que aprender todos ingeniería informática para seguir siendo útiles? ¿Qué oficios desaparecerán y cuáles serán más demandados? ¿Cómo actualizar el sistema educativo en un mundo en el que un grado universitario puede quedar obsoleto en apenas una década? Y la pregunta más importante, ¿quién pagará por esta formación continua?

La pandemia de covid-19 ha acelerado una dinámica que ya era patente en las últimas dos décadas. Lo que se conoce como “la cuarta transformación industrial”, la interacción entre seres humanos y las máquinas que estos han creado, ya está sucediendo: hacemos reuniones virtuales, los algoritmos prevén tendencias y descifran nuestros deseos; y los servicios de atención al cliente se han transformado en chatbots.

En la actualidad, se requiere un determinado nivel de competencia digital en más del 90% de los empleos de casi todos los sectores, no obstante, solamente el 56% de los adultos tenía esta competencia básica en 2019. Hay que actualizar y distribuir muchas capacidades y mucho conocimiento. Por lo que sí, todos tendremos, si no ser ingenieros informáticos, al menos alcanzar un nivel de competencia digital mínimo para subsistir en el entorno laboral.

Si ya con el cambio de milenio los empleos dejaron de ser “para toda la vida”, ahora también sucede con las carreras profesionales. Michelle R. Weise, en su libro Long Life Learning, cree que en las próximas décadas, en una sola vida tendremos una media de 12 puestos de trabajo diferentes, considerando que la mejora de la salud a través de la ciencia elevará la esperanza de vida facilitando una trayectoria laboral de hasta cien años.

Las predicciones del mercado laboral indican que en el futuro próximo uno de cada siete trabajadores perderá su trabajo actual a nivel global. Pero pocos preveían hace 15 años que ser youtuber se convertiría en un oficio millonario para algunos mileniales.

Ante este abismo, han aparecido términos como upskilling, que consiste en enseñar a un trabajador nuevas competencias, y reskilling, un reciclaje profesional para que el empleado se adapte a un nuevo puesto.

Algunos puestos que hoy están en demanda pero que los expertos aseguran que desaparecerán son aquellos que implican tareas redundantes o rutinarias, aquellas que puede hacer una máquina: gestión de inventarios, administrativos, contables, auditores, empleados de entrada de datos, de estadística, de finanzas, de seguros, de atención al cliente y logística o diagnóstico médico, entre otros.

Algunas profesiones, como la de conductor de camión, para las que existe una alta demanda ahora mismo –principalmente porque los salarios y las condiciones laborales no son interesantes para atraer a ningún trabajador–, pueden desaparecer en 2030 cuando este tipo de transporte sea autónomo, una tecnología, la de los vehículos sin conductor en la que invierten desde hace años compañías como Google, Uber y Tesla. Si esto llega a suceder, estamos hablando de más de 3 millones de desempleados solamente en Estados Unidos.

Entonces, ¿qué capacitaciones y habilidades son las más solicitadas? Algunos expertos del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) creen que las personas con conocimientos en ciencias, tecnología, arte y matemáticas estarán de suerte en un futuro. En su último informe indican que los profesionales de la salud –física y mental– y la educación estarán muy demandados hasta 2030. Esta es la fecha hacia la que miran la mayoría de informes que se han publicado hasta el momento, cuando todavía los expertos están analizando la incidencia de la pandemia en el sector laboral.

Pero fuera del sector social, los profesionales más demandados serán los que sepan colaborar con las máquinas: los especializados en ciencia de datos (inteligencia artificial y big data), ingeniería y producción, comercial y ventas, informática, tecnología y telecomunicaciones, así como expertos en transición ecológica, derecho medioambiental y economía circular.

También se valorarán más las llamadas soft skills, habilidades interpersonales, incluidas las relacionadas con el emprendimiento como la capacidad para resolver problemas complejos, la innovación, la creatividad, el pensamiento crítico, el trabajo en equipo, la orientación hacia resultados, la ética, la comunicación y la capacidad de adaptarse a los cambios del entorno y tolerar la frustración.

A pesar de las recomendaciones que la OIT ha emitido en los últimos años, el reto global se está afrontando con unas pocas soluciones locales y una carencia de visión global con nefastas consecuencias. El informe de 2022 del WEF ya indica una exacerbación de las desigualdades y del desempleo, con cifras escalofriantes: la población global que vive en la pobreza aumentó en 131 millones en 2020, mientras que otros 54 millones dejaron de ser clase media.

El problema actual es que los planes de formación actuales no se adaptan a la realidad que estamos viviendo: por un lado, muchos licenciados se encuentran subempleados o directamente desempleados, mientras que muchas empresas no encuentran los perfiles profesionales que necesitan.

Formación continua, un derecho de los trabajadores

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) o la Unión Europea (UE), llevan años analizando y anticipando los retos de la sostenibilidad y la transformación digital, y consideran que la “formación laboral de por vida”, o formación continua, es un derecho del trabajador, fundamental para afrontar con éxito las transiciones tecnológica y ecológica, y para crear una red de seguridad en tiempos de una gran incertidumbre.

Estas instituciones recomiendan modelos combinados de financiación para esta formación continua, incluso teniendo en cuenta que en un futuro la mayoría de trabajadores serán autónomos. Son estos, junto con los empleados de menor capacitación y recursos, y quienes trabajan en el sector informal, los más vulnerables ante este futuro vertiginoso.

En su informe de 2019, la OIT pronosticaba que en los próximos 20 años el 56% de los puestos de trabajo en el mundo estaban en riesgo de ser sustituidos por la automatización. La solución que propone es reconocer el aprendizaje permanente como un derecho universal y establecer un sistema eficaz en el que participen instituciones como la OMC y las de Bretton Woods. Pero esto es solo una declaración de intenciones.

Al ser las empresas las principales beneficiarias, deberían ser éstas las que contribuyan en mayor medida esta formación. En Estados Unidos, donde a diferencia de la UE no hay un sistema sólido de educación accesible y asequible, algunas pocas empresas ejemplares como Baxter y Anthem cuentan con bolsas de hasta 5.000 dólares anuales para que sus empleados mejoren o desarrollen su formación; BP financia hasta un 90%, y Starbucks y Disney pagan la educación universitaria de sus empleados. Pero ya sabemos que Disney es una fábrica de sueños: son excepciones en un mercado dominado por el sálvese quien pueda.

En este sentido, la OIT sugiere que los gobiernos exploren opciones para incentivar a las empresas privadas a crear un “seguro de empleo” o de “fondo social” para que el trabajador disponga de tiempo libre remunerado para su formación.

Rastreando la cuenta de Twitter de Tim O’Reilly, uno de los gurús de Silicon Valley, y que en 2017 escribió La economía WTF, alguien podría pensar que se ha convertido en un activista de los derechos sociales en el reino del capitalismo: pide mayor poder para los sindicatos, educación gratuita y la protección del empleo. O’Reilly sabe que si se dejan las cosas en manos de las dinámicas neoliberales el problema no se solucionará.

Por su parte, en la UE, y a raíz de la pandemia de covid, se pusieron en marcha los fondos europeos “NextGenerationEU”, dotados con 800.000 millones de euros y orientados a que los países y las empresas mejoren en materia de ecología, reindustrialización y digitalización en su recuperación económica de la pandemia. En cuanto a la formación continua, desde 2021 se usan dos herramientas para abordar el desafío de la transición y la digitalización hasta 2030: las cuentas de aprendizaje individuales (ILA, por siglas en inglés) y las microcredenciales.

Las ILA garantizan que todas las personas tengan acceso a oportunidades de formación con excedencias remuneradas a lo largo de su vida, incluidos desempleados y autónomos. Las Microcredenciales certificarán los resultados del aprendizaje después de una pequeña experiencia de aprendizaje como cursos cortos. El objetivo del Plan de Acción del Pilar Europeo de Derechos Sociales es que el 60% de todos los adultos participen cada año en la formación para 2030, un dato que hasta 2016 ha sido solo de un 37%.

El objetivo de la UE es que antes de 2030 al menos el 78% de la población de entre 20 y 64 años tenga un empleo y que la población europea en riesgo de pobreza y exclusión social se reduzca en al menos 15 millones. Está por ver si estas soluciones serán suficientes.

Los expertos recomiendan tomar las riendas de la situación, imaginar el futuro que queremos e implementarlo. Pero son todavía millones los trabajadores del sector informal en todo el mundo. Ahí la OIT recomienda el establecimiento de un fondo nacional o sectorial de educación y formación. Sin duda, va a ser en ese sector donde será necesaria toda la creatividad para evitar la tragedia.

This article has been translated from Spanish.