Cooperativas “4.0”: ¿una alternativa a la explotación laboral de la economía colaborativa?

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Una de las mayores dificultades ante las que se encuentra Estados Unidos es la batalla cada vez más tensa entre el creciente número de “trabajadores por encargo (o gig)”, es decir, contratistas independientes que suelen trabajar con contratos a corto plazo, o que trabajan a la demanda por pequeños encargos, y las plataformas tecnológicas masivas de servicios a la demanda, propiedad de los inversores, que están acaparando la mayor parte del trabajo del país.

Así, el año pasado tuvieron lugar huelgas de conductores de Uber en todo el país, una decisión de Seattle de permitir la sindicalización de los conductores gig vio la luz, y se dio un nuevo impulso a la búsqueda de sistema mejorado que defina a los trabajadores gig.

Estos movimientos se deben al hecho de que, como ha quedado patente, la revolución de "servicios a la demanda" no ha logrado empoderar a los trabajadores. Véase Estados Unidos como ejemplo, un país que registra actualmente una desigualdad récord en materia de riqueza, el estancamiento de los salarios de los ciudadanos de clase media y baja, y un número de contratistas independientes más importante que nunca.

“La desigualdad de ingresos está en el centro de muchos problemas sociales”, afirma Joshua Danielson, uno de los cofundadores de la Cooperativa Loconomics, que se pondrá en marcha en California a finales de este año y cuya misión consiste en “utilizar la tecnología, la propiedad compartida y la comunidad para hacer crecer las economías locales”.

“Las plataformas [a la demanda] están convirtiéndose en gigantescas agencias de trabajo temporal, pero en lugar de cientos de propietarios, en realidad hay uno solo. ¿Es necesario hacerse multimillonario a costa de los trabajadores con bajos salarios?”.

Y es que esta es la realidad: un reducido número de plataformas, propiedad de ricas empresas como Amazon, Uber y AirBnB, por ejemplo, son las que dominan la economía a la demanda. Su objetivo no es maximizar lo que se paga a los trabajadores, sino maximizar la rentabilidad para sus inversores. Esta es la razón por la que la riqueza generada por estas plataformas no “gotea” hasta llegar a aquellos que realizan el trabajo real, ya sea codificando, conduciendo o efectuando un trabajo de almacén físicamente agotador.

La economía del trabajo por encargo se concentra en las empresas que ahora contratan legiones de abogados para reformular las políticas y las leyes a su favor.

“En este momento, [la economía por encargo] se orienta de lleno a la creación de grandes monopolios, un gran Uber en cada espacio”, señala Nathan Schneider, periodista e investigador residente sobre medios de comunicación en la Universidad de Colorado en Boulder. “Es un tipo de mentalidad según el cual el ganador se lo lleva todo”.

Sin embargo, hay esperanzas, ya que un número cada vez más importante de desarrolladores, organizaciones y empresarios están tratando de retomar una idea antigua: las cooperativas propiedad de los trabajadores, y transformarlas en plataformas de cooperación, creado así herramientas innovadoras para autonomizar a los trabajadores en la era digital.

 
Plataformas cooperativas

Las cooperativas existen desde hace décadas, y son un modelo probado tanto de la autonomización de los trabajadores como de la garantía de una remuneración equitativa. Sin embargo, tienden a ser locales, por ejemplo, una tienda de comestibles, una panadería, lo que es en parte el objetivo. Los fondos se conservan en la comunidad y crean un vínculo directo, a menudo interconectado, entre trabajadores y consumidores.

“El movimiento cooperativo moderno surgió como un intento de crear un baluarte y autonomizar a todas aquellas personas que estaban siendo dejadas atrás”, comenta Schneider a Equal Times. Ya conforman un importante segmento de la economía, con más de 29.000 cooperativas en funcionamiento en todos los distritos electorales a lo largo de Estados Unidos, según cifras de la organización International Cooperative Alliance.

Este modelo, en el que las decisiones se toman de forma colaborativa y, a menudo a través del consenso, pone en cuestión la forma de actuar de las grandes empresas tecnológicas, donde la velocidad, el diseño y los parámetros de experiencia del usuario son clave para crear una plataforma que tenga éxito.

Esta es una de las razones por las que el software de código abierto aún no se ha convertido en una alternativa al software de propiedad corporativa, especialmente en el mundo de la tecnología móvil, donde puede encontrarse a la mayoría de las plataformas de la economía a la demanda.

“Cada vez que intento instalar el software de código abierto, se bloquea. Esto tiene que cambiar”, apunta Trebor Scholz, experto en economía gig y profesor asociado de cultura y medios de comunicación en la institución académica New School de Nueva York. “Realmente tenemos que entender que hay que ofrecer una experiencia de usuario competitiva para igualar a [aplicaciones como] Uber”.

Scholz es favorable a la creación de plataformas cooperativas que combinen una base de código abierto, una organización no lucrativa y una cooperativa tradicional. Sería propiedad de los trabajadores, dependería de la tecnología de código abierto y funcionaría de forma transparente, suprimiendo dos de los elementos fundamentales de las plataformas a la demanda: el afán de lucro de alto riesgo y la falta de espacio para la voz de los trabajadores.

Scholz también cree que hay una demanda de los consumidores para este tipo de plataformas cooperativas, y señala los movimientos de comercio justo y de productos orgánicos, donde los consumidores pagan más por productos éticos.

“Lo que ha faltado en el debate sobre el futuro del trabajo es un enfoque que ofrezca a las personas algo que puedan aceptar plenamente”, indica Scholz. Las plataformas cooperativas, a su juicio, pueden ser la alternativa de estilo "comercio justo" a las actuales empresas de plataformas de bajos salarios y explotadoras”.

 
Cambios y oportunidades

Sin embargo, es diferente una panadería cooperativa que compite con una cadena de panaderías en un determinado barrio, a las plataformas cooperativas, que se enfrentan a algunos de los mayores gigantes corporativos del mundo. Uber, por ejemplo, representa un valor estimado en 68 mil millones de USD, mientras que Amazon es la séptima empresa del mundo con mayor capitalización en bolsa.

Otro importante obstáculo con el que se topan plataformas cooperativas son los fondos. No hay contrapartida a los millones inyectados por los fondos de capital riesgo a las plataformas de servicios a la demanda, lo que permite a empresas como Uber reducir enormemente las tarifas de taxi con el fin de ganar cuota de mercado.

Para Danielson, este elemento puede ser positivo. En lugar de preocuparnos por devolver a los inversores el capital riesgo, que a menudo exigen un rápido rendimiento de sus inversiones, podemos centrarnos en incrementar el número de trabajadores propietarios de Loconomics a un ritmo más lento, más natural, manteniendo sus necesidades como la prioridad más importante.

“No tenemos la presión de devolver la inversión multiplicada por 10”, afirma Danielson. “Nuestros beneficios son controlados por los propietarios, y [el personal] percibirá los salarios del mercado, no salarios de ejecutivo”.

Un ejemplo que ya ha demostrado su éxito es Stocksy, una plataforma que reúne fotografías y que se describe a sí misma como una “cooperativa de concesión de licencias digitales propiedad del artista”. Actualmente, esta plataforma ofrece a los usuarios un porcentaje mucho más importante de regalías que plataformas corporativas como Getty Images.

Otro ejemplo es el de Austin, Texas, donde Uber y Lyft optaron recientemente por abandonar el mercado (debido a las nuevas reglamentaciones aprobadas por los votantes), y donde una empresa emergente sin fines de lucro, RideAustin, puesta en marcha en menos de un mes, ha creado una alternativa cooperativa a las empresas de transporte a la demanda respaldadas por inversores.

“De repente, Austin es el epicentro de la innovación y el espíritu empresarial en transporte compartido... en ausencia de los dos gigantes se observa un verdadero impulso de experimentación e innovación”, indica Andy Tryba, uno de los fundadores de RideAustin, en un comunicado de prensa.

RideAustin, Loconomics y Stocksy son un potente comienzo. Pero al final, para que las plataformas cooperativas tengan éxito será preciso que se produzca un cambio societal que asegure la autonomización de los trabajadores y un trabajo equitativo.

“Desde luego, no se trata de un determinado tipo de tecnología. En realidad, consiste en un cambio de mentalidad, un cambio orientado al mutualismo y el cooperativismo”, afirma Scholz. Una economía cuyo control dependa de los trabajadores, no de los inversores de capital riesgo.

 
Este artículo ha sido traducido del inglés.