Costa Rica: la paradoja verde

Costa Rica: la paradoja verde

Jorge Castro (on the right), a cattle farmer from Los Chiles, in northern Costa Rica, saw his herd wiped out by the “fly plague” linked to intensive pineapple production. He is organising alongside other farmers, like Alvaro Alvarez (centre), to denounce the problem.

(Stéphanie Nedjar)

En las oficinas de Carlos Manuel Rodríguez, ministro costarricense de Ambiente y Energía, en San José, la capital, las citas se suceden de manera ininterrumpida. Costa Rica, pequeño país centroamericano de cinco millones de habitantes, pionero y ejemplar en cuanto a la búsqueda de un desarrollo “verde”, acogió del 8 al 10 de octubre la reunión preparatoria para la COP 25, preludio de la Conferencia Ministerial sobre el Cambio Climático, que se celebrará en diciembre en Madrid (inicialmente en Chile, hasta que este país desistiera por la situación interna que vive actualmente).

Este hombre con barba cuidadosamente recortada conoce a fondo los expedientes, dado que fue ministro del Medio Ambiente bajo un Gobierno anterior, subdirector del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE), director de los Parques Nacionales e incluso vicepresidente de la ONG Conservación Internacional.

“Nuestro ministerio, donde trabajan 2.300 personas y que cuenta con un presupuesto anual de 120 millones de dólares, es más importante que en muchos países más grandes como México y Colombia, más importante que todos los demás ministerios de Medio Ambiente de Centroamérica reunidos”, subraya con orgullo Rodríguez, en declaraciones a Equal Times.

“Vean este mapa”, dice, mostrándonos la pantalla de su celular. “Las zonas en rojo son imágenes de satélite de los bosques que se queman en México, en toda Centroamérica, salvo en Costa Rica, que aparece en verde. No tendría ningún sentido económico para Costa Rica quemar sus bosques”, afirma. La flora y la fauna son efectivamente el principal capital, la riqueza nacional del país, que acoge el 6% de la biodiversidad mundial y recibe cada año a más de dos millones de turistas, amantes de la naturaleza y, sobre todo, que aportan divisas.

El factor “verde” en la industria turística

Desde los años 50, Costa Rica ha convertido en santuarios ciertas zonas en torno a los volcanes, permitiendo la creación de numerosos parques nacionales y reservas privadas, que cubren actualmente cerca del 25% del territorio. En 1996, Costa Rica fue incluso más lejos, adoptando una ley que introduciría el sistema de “pago de servicios ambientales” (PSA) para luchar contra la deforestación. El sistema consiste en remunerar a los agricultores y propietarios de tierras forestales por su aportación de servicios al medio ambiente, mediante la gestión de bosques, plantando árboles y creando más pozos de carbono.

Ha sido un éxito rotundo. En 30 años, Costa Rica triplicó su masa forestal hasta llegar a cerca del 60% de su territorio. “El factor verde en Costa Rica es extremadamente importante hoy en día para la industria del turismo y para la economía en su conjunto. Costa Rica se orienta además realmente hacia la buena gobernanza. El actual presidente, Carlos Alvarado, renovó la prohibición de la exploración petrolera al norte del país y en las aguas territoriales”, indicó a Equal Times Francisco Alpízar, economista costarricense y profesor asociado en la Universidad de Wageningen en los Países Bajos.

El respeto y la protección de la naturaleza se enseñan desde la más tierna infancia en las escuelas públicas y privadas de Costa Rica, donde se aprende a plantar árboles, a cuidar las plantas y los animales, a seleccionar y reciclar residuos, y donde se habla de “ecología” y de “cambio climático”.

“La preservación y el respeto de la naturaleza son valores y principios tan importantes como la democracia, el respeto de los derechos humanos y la paz”, subraya el ministro de Ambiente y Energía.

Aparte de sus espacios protegidos, Costa Rica puede asimismo enorgullecerse de estar cerca de lograr una producción de energía eléctrica 100% verde, gracias a la energía hidroeléctrica, eólica y geotérmica. Para 2050, aspira a convertirse en una economía totalmente descarbonizada y a conseguir cero residuos para el mismo año. Acaba de aprobarse una ley cuyo objetivo es erradicar la comercialización de plástico de un solo uso de aquí a 2021. Y para eliminar totalmente las emisiones, 60% de las cuales provienen del transporte, Costa Rica pretende aprovechar su electricidad “verde” para introducir vehículos, buses y trenes eléctricos, mediante incentivos, aumentando el precio del diésel –tema político altamente sensible– o exonerando a los vehículos eléctricos de cualquier tipo de impuestos.

El Gobierno tiene previsto además la entrada en servicio de un tren eléctrico “verde” que cubrirá un trayecto de 73 kilómetros, conectando las principales ciudades de las cuatro provincias de la Gran Área Metropolitana (GAM): San José, Cartago, Alajuela y Heredia. El costo del proyecto está valorado en 3.000 millones de dólares. “Al mismo tiempo, el objetivo es generar empleo. Y esto es muy importante, teniendo en cuenta que muchos políticos y numerosos sectores están preocupados por el hecho de que nuestra política de descarbonización pudiera frenar el crecimiento”, indica Rodríguez.

Degradación del medio ambiente por el cultivo intensivo de piña

Sin embargo, aunque Costa Rica se muestre tan virtuosa en numerosos frentes, persiste una enorme paradoja: la agricultura intensiva y su excesivo recurso a productos químicos que degradan el medio ambiente y perjudican la salud de la población. ¿Cómo explicar que Costa Rica, tan voluntariosa en su búsqueda del desarrollo sostenible sea además el país que utiliza más pesticidas por hectárea del mundo, unos 20 kg por hectárea, según el Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas de la Universidad Nacional (IRET-UNA)? “En el caso de la piña, la cifra asciende a 45 kg por hectárea, 70 kg por hectárea para el banano y 3 kg por hectárea para el café”, precisa Fernando Ramírez Muñoz, investigador del IRET.

En el sector piñero, en particular, la situación resulta alarmante. “Los productores de piña, mayoritariamente empresas extranjeras, emplean en grandes cantidades productos peligrosos como bromacil y ametrina, prohibidos desde hace años en Europa, o diuron, prohibido en Francia. Estos pesticidas contaminan el agua, degradan la fauna acuática y provocan enfermedades de la piel, del sistema nervioso y estomacales a la población local. Se realizan fumigaciones prácticamente todas las semanas. El bromacil fue prohibido por decreto en Costa Rica en 2018, no obstante, sigue siendo utilizado porque la prohibición se aplica sólo a las importaciones, pero no a las reservas de producto existentes”, indica a este medio Fabiola Pomareda, periodista costarricense especializada en temas medioambientales.

Según la Cámara Nacional de Productores y Exportadores de Piña (CANAPEP), Costa Rica produce 2,9 toneladas de piña por hectárea, más que Filipinas (2,5 t/ha) y Tailandia (1,9 t/ha). En 15 años, se ha convertido en el primer país exportador de piña fresca del mundo, esencialmente con destino a la Unión Europea (44%) y los Estados Unidos (53%). El otro aspecto negativo de la industria piñera es el monocultivo intensivo en algunas regiones (como Los Chiles) y en el norte del país, en particular.

“El monocultivo provoca la erosión del suelo, deforestación, pérdida de la diversidad y la aparición de enfermedades como la peste de la mosca, que decima al ganado”, explica Mauricio Álvarez, geógrafo y coordinador del proyecto Kioscos Ambientales en la Universidad de Costa Rica.

Desde hace varios meses, la Federación Costarricense para la Conservación del Ambiente (FECON) y CoecoCeiba–Amigos de la Tierra exigen una moratoria a la expansión piñera, debido a su impacto sobre el medio ambiente, sobre la población y respecto al cambio climático. Según cálculos de FECON, la agroindustria piñera ha degradado más de 5.560 hectáreas de cobertura forestal entre 2000 y 2015, incrementando en 1,2 Giga-toneladas de CO2 las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero. Y la expansión piñera continúa, cubriendo actualmente 67.000 hectáreas de cultivo.

Un aspecto sorprendente en esta historia es que la piña no aporta gran cosa a Costa Rica. El sector piñero está prácticamente exento de impuestos –la FECON reclama la instauración de un impuesto sobre las exportaciones– y los beneficios en términos de empleo son limitados. Según la CANAPEP, el sector emplea directamente a 32.000 personas, pero el 70% es mano de obra temporal proveniente de Nicaragua, incluyendo un elevado número de inmigrantes indocumentados.

Para Mauricio Álvarez, el problema reside en la falta de control y de regulación en el sector. Costa Rica deja hacer al mercado. “Y los sindicatos en Costa Rica son débiles, poco organizados. La gente se ha acostumbrado a ponerse en manos del Estado”, indica. “Somos un país pequeño y el problema estriba en nuestra capacidad para hacer que se aplique la ley, para controlar”, justifica el ministro de Ambiente y Energía.

“El desarrollo sostenible no está inscrito en el ADN de las grandes agroindustrias extranjeras. Hubo ya una crisis en relación con el cultivo del banano en Costa Rica, vinculada al empleo de pesticidas y los estragos que ocasionaban sobre el medio ambiente, y los productores cambiaron sus prácticas. Pero esas buenas prácticas no se trasladaron al cultivo de la piña”.

En el cantón Los Chiles, al norte del país y cerca de la frontera con Nicaragua, Álvaro Álvarez, de 60 años, pequeño agricultor, está amargado. “El cultivo piñero ha arruinado el medio ambiente en Costa Rica, su diversidad. Los pesticidas contaminan el agua de los pozos, y la tierra queda estéril. La gente se enferma”, nos comenta mientras se ajusta el sombrero de paja. A su lado, Jorge Castro, de 56 años, vestido con una camisa de cuadros rojos, asiente.

Hace tres años, este antiguo ganadero perdió todo su rebaño, una veintena de animales, por culpa de la plaga de la mosca que prolifera en los rastrojos de la piña cultivada de manera intensiva. “Nos arruinamos. La enfermedad deja a los animales anémicos, y terminan muriendo de debilidad. Marché hasta la capital con algunas vacas y mi caballo para manifestarme pacíficamente contra la contaminación provocada por la industria piñera. Pero no me escucharon, incluso llegaron a decir que era un traidor a la patria, que iba en contra del discurso del desarrollo ecológico, que daba una mala imagen del país. Me ofrecieron dinero para que me callara, hasta recibí amenazas”, relata Castro.

En la actualidad, Castro y su compañera Mariana subsisten gracias a un pequeño comercio y a lo que cultivan en su huerto. Participan asimismo en proyectos de reforestación. Castro permanece activo en las redes sociales, denunciando los estragos ocasionados por la industria piñera en Costa Rica.

Para Rodríguez, parte de la solución sería también la toma de conciencia por parte de aquellos que compran la producción agrícola. “En última instancia, son los consumidores quienes establecen las reglas. El día en el que los europeos ya no quieran piñas cultivadas con productos químicos, dejarán de comprarlas y las empresas productoras deberán adaptarse al mercado”. A menos que se orienten a otros mercados. Desde hace dos años, están incrementándose las exportaciones de piña a China, poco exigente en cuanto a las condiciones de producción.

This article has been translated from French.