Crece el rechazo a la ecoimpostura en la lucha por un planeta habitable

Crece el rechazo a la ecoimpostura en la lucha por un planeta habitable

A poster put up by environmental activists from Fridays for Future in front of Deutsche Bank’s headquarters in Frankfurt, Germany, reads: ‘Deutsche Bank - Greenwashing kills, get out of coal, oil and gas!’

(DPA via AFP/Boris Roessler)

Pese a las pruebas irrefutables de los daños mortales que causan a la población y al planeta, y pese a que la extracción de combustibles fósiles sigue siendo su principal negocio, las grandes empresas petroleras continúan lanzando falsos discursos sobre sus modelos de negocio supuestamente “respetuosos con el clima”. ExxonMobil y BP afirman estar “Promoviendo soluciones climáticas” y “Avanzando en la transición energética”, mientras que Shell promete “Cero emisiones netas para 2050” y Chevron, por su parte, afirma estar produciendo una “Energía cada vez más limpia”.

No obstante, la retórica no se corresponde con la realidad. Eso es ecoimpostura.
Pese a que son responsables del 10% de las emisiones mundiales desde 1965, un nuevo trabajo académico arbitrado, relativo a las afirmaciones sobre energías limpias por parte de las cuatro principales compañías petroleras, y que viene a ser el primer y más completo análisis de este tipo, demuestra “una persistente dependencia del modelo de negocio en los combustibles fósiles, junto con un gasto insignificante y opaco en energía limpia”. Básicamente, en realidad, las multinacionales del sector de los combustibles fósiles no están llevando a cabo ninguna transición verde.

De hecho, en un momento en el que deberíamos estar inmersos en una transición a energías 100% renovables, se prevé que las 20 principales petroleras gasten 1,5 billones de dólares USD en el desarrollo de fuentes de combustibles fósiles de aquí a 2041, según Global Witness and Oil Change International. ¿Por qué existe un desajuste tan monumental entre el rumbo que debería estar tomando la economía mundial, lo que quienes más se benefician de ella dicen estar haciendo para evitar las peores consecuencias del caos climático, y lo que realmente están haciendo?

Desde la década de 1980, los científicos han dirigido la respuesta a la emergencia climática que se está desencadenando. En contraposición, se ha desarrollado un complejo industrial, financiado por las empresas de combustibles fósiles más rentables del planeta, para negar lo que está sucediendo e impedir que se adopten medidas adecuadas.

Sus tácticas de ecoimpostura incluyen: la financiación de instituciones y eventos culturales para presentarse bajo un prisma positivo y respetuoso con el clima; pagos por la ciencia y sus conclusiones; grupos de presión corporativos; difusión de desinformación a través de entidades de fachada; y astroturfing, término utilizado para describir a grupos que fingen contar con un apoyo popular masivo. La ecoimpostura se ha desarrollado, tanto en sofisticación como en sofismas.

El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, dejó claras las consecuencias de la ecoimpostura cuando tomó la palabra durante la presentación de un informe histórico del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) hace unos meses: “Algunos líderes gubernamentales y empresariales dicen una cosa pero hacen otra. En pocas palabras, están mintiendo. Y los resultados van a ser catastróficos. Se trata de una emergencia climática”.

Cuestionando narrativas otrora omnipotentes

Sin embargo, el rechazo a la ecoimpostura sigue extendiéndose e innovando. En mayo de 2021, tras las presiones por parte de activistas medioambientales, Ámsterdam se convirtió en la primera ciudad que prohibía la publicidad en espacios públicos de las compañías petroleras y otras grandes entidades contaminantes. Francia le siguió en agosto de 2022 prohibiendo la publicidad de combustibles fósiles en todo el país. Un hecho significativo. Cada año las compañías petroleras invierten cientos de millones de dólares en publicidad para procurarse una licencia social que les permita seguir con su mortífero modelo de negocio. Estas prohibiciones mantienen la propaganda de las empresas petroleras al margen de los espacios públicos.

Las ciudades también están impugnando la ecoimpostura corporativa en los tribunales. Como se recoge en un reciente informe de la London School of Economics, al menos 25 ciudades y gobiernos locales de Estados Unidos están llevando a los tribunales a las grandes petroleras por hacer afirmaciones falsas en su publicidad, y Nueva York ha demandado a ExxonMobil por “tergiversar afirmativamente los efectos beneficiosos para el medio ambiente” de sus combustibles.

Junto a las ciudades, la sociedad civil también está demandando a las grandes petroleras por hacer falsas promesas. Por ejemplo, ClientEarth –una organización que recurre a la vía judicial para frenar los daños medioambientales– se ha unido a una coalición de ONG que ha llevado a TotalEnergies a los tribunales por sus promesas de alcanzar el “cero neto antes de 2050”. En su conjunto, el informe de la LSE muestra que los litigios relacionados con el clima van en aumento: una cuarta parte de las más de 2.000 denuncias se han interpuesto de 2020 en adelante. Desde 2016, los litigios contra la ecoimpostura han sido una parte cada vez más importante de esta historia.

La contrapublicidad constituye otra forma creativa de impedir que las petroleras taladren sus mensajes en la mente de las personas a través de la publicidad. Además de inscribirse en el creciente movimiento contra la publicidad exterior, la contrapublicidad también denuncia la ecoimpostura. Por ejemplo, durante los preparativos de la COP26 en Glasgow, el colectivo de contrapublicidad Brandalism colocó 200 carteles en todo el Reino Unido en los que denunciaba que el apoyo de Barclays Bank a los combustibles fósiles equivalía a “financiar nuestra futura extinción”.

La contrapublicidad, las denuncias y las prohibiciones publicitarias ya culminaron en el pasado, concretamente contra las grandes tabacaleras. Al igual que las grandes petroleras, esta industria negó inicialmente los peligros científicamente probados asociados a sus productos y a su modelo de negocio.

Uno de los primeros grupos fue BUGA-UP (Billboard Utilising Graffitists Against Unhealthy Promotions, Grafiteros que Utilizan las Vallas Publicitarias en Contra de Promociones no Saludables), que desde finales de los años 1970 empezó a hacer contrapublicidad en Australia contra los anuncios de cigarrillos. Tras numerosos fracasos, el primer caso judicial que prosperó fue el presentado por la familia de Rose Cipollone, la cual obtuvo en 1992 una indemnización de 400.000 USD por daños y perjuicios por el hecho de que, antes de 1966, no se hubiera advertido a la población de los peligros asociados al consumo de tabaco.

Desde entonces, cada vez son más los países que han seguido los pasos de Islandia, primer país en prohibir la publicidad exterior de cigarrillos en 1971. En 2005, la Organización Mundial de la Salud exigió a todos sus países miembros que prohibieran la publicidad del tabaco, gracias a lo cual asegura haber salvado millones de vidas y reducido el número de fumadores año tras año. Al igual que hemos llegado a un punto de inflexión en el que resulta imposible negar la naturaleza altamente adictiva y perjudicial de la nicotina, la capacidad de las empresas petroleras para maquillar de verde sus actividades dañinas se está viendo sometida a un desgaste similar de su legitimidad.

Del mismo modo que las protestas y las campañas fueron cruciales para socavar la industria del tabaco, también lo son para exigir actuaciones contra el cambio climático y, progresivamente, medidas contra la ecoimpostura. Las primeras protestas contra el ecopostureo solían apuntar al patrocinio de eventos culturales por parte de empresas del sector de los combustibles fósiles. Impulsados por más de una década de protestas, y encabezados por el Reino Unido, los activistas han presionado a instituciones culturales como la Royal Shakespeare Company del Reino Unido y el Museo de Van Gogh de Ámsterdam para que dejen el patrocinio del petróleo. No obstante, muchas instituciones siguen rechazando las protestas, en particular el Louvre de París. Una de las críticas a la prohibición publicitaria francesa es que no contempla el cese del patrocinio de eventos culturales o deportivos por parte de las grandes petroleras.

La ciencia del clima y el impacto de la ecoimpostura son ya innegables

Estas protestas contra el patrocinio han hecho que la realidad de la ecoimpostura vaya ganando terreno en la agenda sobre el clima. Pero también se han producido otros cambios sísmicos.

Los modelos de cambio climático elaborados desde la década de 1970 predijeron con exactitud la crisis climática a la que nos enfrentamos actualmente. Un éxito clave de la ecoimpostura de las grandes petroleras fue explotar los grados de incertidumbre que conllevan todas la predicciones científicas. La ciencia es ahora innegable. La magnitud de la crisis resulta evidente. La ciencia que identifica cuáles son las industrias con elevados niveles de emisiones de carbono y los daños que han causado es cada vez más precisa. Los denunciantes y los periodistas de investigación están sacando a la luz lo que las empresas sabían y comparándolo con los contradictorios mensajes que promovieron.

Sin embargo, pese al consenso científico e incluso al consenso político general, las compañías petroleras siguen empeñadas en erosionar cualquier consenso popular, como lo demuestra la persistente ecoimpostura.

Ante este panorama, han surgido nuevos frentes contra la ecoimpostura, en particular científicos que se unen contra las grandes petroleras que sobornan a la ciencia. Dos ejemplos recientes son el boicot por parte de más de 400 docentes británicos al Museo Británico por sus vínculos con la empresa de carbón Adani; y la campaña Fossil Free Research, centrada en sacar el dinero del petróleo de las instituciones académicas, inicialmente en Estados Unidos y el Reino Unido.

Las denuncias y las investigaciones de actividades nefastas han sido clave para desenmascarar la ecoimpostura. Estas filtraciones y revelaciones están sacando a la luz el complejo industrial de la ecoimpostura. Un ejemplo es una filtración de 2021 en la que se describe cómo una empresa petrolera presionó a políticos para que determinadas medidas internacionales contra el cambio climático no fueran efectivas. Otro ejemplo es el de los investigadores sobre el clima Desmog, cuyo trabajo incluye el mapeo de una red de grupos de presión y grupos de fachada, relacionada con la negación del cambio climático y el Brexit, que mantiene estrechos vínculos con el Gobierno británico. Y estos no son en absoluto ejemplos aislados, algo que deja patente el número de denunciantes –desde científicos hasta extrabajadores del sector de los combustibles fósiles y publicistas– que aparecen en el trascendental documental de tres horas de la BBC de 2022: Big Oil vs the World.

Si bien existe una mayor conciencia respecto a las tácticas a las que recurre, e incluso una mayor comprensión respecto al mecanismo de su propio complejo industrial, lo cierto es que la ecoimpostura también está innovando. Puede que parezca impensable prometer un futuro verde y saludable frente al escenario de inundaciones, incendios y demás catástrofes provocadas por el hombre. Pero a juzgar por las tácticas de los prosélitos de la ecoimpostura, eso no les va a impedir intentarlo, aunque el precio de su industria sea la Tierra.