Cuando la ayuda humanitaria y un zarandeo a las convenciones sociales egipcias llega en bici y de manos de mujeres

Cuando la ayuda humanitaria y un zarandeo a las convenciones sociales egipcias llega en bici y de manos de mujeres

Las Geckos ciclistas de El Cairo recorren en bici las calles de El Cairo distribuyendo ayuda humanitaria por los barrios desfavorecidos y promoviendo el uso de la bicicleta, sobre todo entre las mujeres.

(Hossam Rabie)

“¡Mira! ¿Pero quiénes son esas jóvenes que vienen hacia nosotros en bici?”, pregunta a sus amigos Oum Ayman, sin dar crédito a lo que ven sus ojos. Están en Abu Serag, una aldea de Charqiya, en pleno Delta del Nilo, a 80 kilómetros al norte de El Cairo.

Una multitud se arremolina frente a las casas de ladrillo rojo que hay a la entrada de Abu Serag. Las vecinas, con el velo en la cabeza y los brazos cubiertos por la tradicional galabeya, miran fijamente cómo se acercan en bici una veintena de mujeres jóvenes, en vaqueros, con los cabellos al viento. Extravagante escena en esta mísera aldea, donde jamás una mujer se ha montado en bicicleta.

Seguidas por un coche repleto de ropa, zapatos y mantas, unas veinte muchachas, acompañadas por cuatro jóvenes cairotas, eligieron esta aldea para distribuir donaciones a las mujeres, con motivo del Día de la Madre en Egipto, celebrado el 21 de marzo. Apenas empiezan la distribución, decenas de hombres jóvenes irrumpen en tromba con sus motocicletas y rodean a las jóvenes cairotas. La incomodidad de las jóvenes es palpable, a pesar de que la mayoría está acostumbrada a provocar tal grado de curiosidad. Algunos hombres y mujeres de la aldea vienen a ayudarlas a distribuir la ropa, proponiéndoles ir de puerta en puerta.

Desde que el Gobierno retiró los subsidios al combustible en 2014, para reducir el déficit presupuestario, cada vez son más los jóvenes que se desplazan en bici. Pero las mujeres siguen siendo una minoría.

Por esta razón, Nouran Salah decidió en 2016 lanzar la iniciativa de las Geckos Ciclistas de El Cairo, para animar a las mujeres egipcias a utilizar este medio de transporte y, al mismo tiempo, distribuir ayuda humanitaria a los refugiados y a la población egipcia más desfavorecida.

“Me encanta pasear por la calle, pero me acosan sin cesar. La situación empeoró desde que decidí comprarme una bicicleta”, explica Nouran, una arquitecta residente en El Cairo. “Cuando me ven en bici, hay quienes me silban y me dicen obscenidades”, añade esta joven de 27 años.

Para escapar del acoso, a Nouran se le ocurrió una idea: convencer a otras mujeres para que pedalearan con ella, en grupo. Todo comenzó con el mensaje que publicó en su muro de Facebook. “Que una chica vaya en bici por calles muy transitadas, desafiando las convenciones sociales, es todo un riesgo. Creo que la solución es ir en grupo”, explica Nouran.

El acoso sexual, un flagelo social

Un estudio publicado por ONU Mujeres en 2017 revela que el 60% de las mujeres sufrió algún tipo de acoso sexual en Egipto durante el año anterior. Otras encuestas estiman que el 99% de las mujeres egipcias han sido víctimas de acoso en la calle a lo largo de su vida.

Nouran se decidió a lanzar en Facebook su grupo, las Geckos ciclistas de El Cairo, una asociación que permite a las jóvenes organizar paseos en bici por las calles de la megalópolis egipcia, de 25 millones de habitantes. Las apoya la asociación Bicycletta, que alquila bicis para paseos femeninos a precios reducidos.

Durante el mes del Ramadán de 2016, Nouran se montó en su bici y con su mochila a la espalda empezó a distribuir los almuerzos preparados por las mujeres sirias refugiadas en Egipto. Su proyecto sedujo a decenas de mujeres. Luego decidió ampliar las actividades de su asociación e ir a los barrios bajos de El Cairo, distribuyendo ayudas financiadas por varias asociaciones e individuos.

“Quiero demostrar que el deporte también puede servir a la sociedad. Una bici y una cierta cantidad de productos son suficientes para hacer una buena obra”, afirma Nouran.

Desde el lanzamiento de su asociación, se organizan dos paseos en bici al mes por los barrios pobres de El Cairo e incluso llegan a aldeas más remotas. En 2018, Nouran se centró en la ayuda a refugiadas sudanesas y eritreas en Egipto. “Les damos ropa, mantas y alimentos básicos”, dice.

Visitar los barrios bajos en bicicleta no es tarea fácil para estas muchachas. Se arriesgan a que los jóvenes las intimiden, pero eso no las detiene y distribuyen la ayuda en su totalidad. “En cuanto llegamos, la situación se tensa. Algunos jóvenes intentan intimidarnos. Pero cuando entienden que vamos a distribuir ayuda humanitaria, nos dejan en paz”, explica.

Aumentar la presencia de las mujeres en la esfera pública

“Para cada paseo en bicicleta recibimos más de 200 solicitudes de jóvenes que quieren participar”, dice Nouran, que sólo elige a 30 cada vez, para evitar congestiones de tráfico.

Nouran está convencida de que animar a las jóvenes a ir en bici por las calles y los barrios marginales aumentará la presencia femenina en los espacios públicos. “Esa es la finalidad fundamental. Estoy tratando de cambiar la mentalidad de todos a la vez, la de los hombres y la de las mujeres de Egipto, y de lograr que la gente se acostumbre a ver a mujeres en bici”, señala.

¿Les resulta fácil a las jóvenes convencer a sus familias de que las dejen unirse al grupo? “No”, responde Amina al-Halwany, de 24 años, una de las jóvenes que se unió a las Geckos ciclistas de El Cairo a finales de 2016. “Mi familia piensa que una mujer que va en bici por la calle es responsable del acoso que sufre. Siempre me piden que respete las tradiciones sociales”, afirma esta auxiliar de marketing.

Amina convenció primero a su familia para que la dejara unirse a las jóvenes que distribuyen ayuda a los pobres, pero sin ir en bicicleta. Un mes más tarde, Amina se compró una bicicleta en su cumpleaños, y le dijo a su familia que se la había dado una amiga como regalo de cumpleaños.

“Fue un shock para mi madre, que empezó a gritar y a pedirme que le devolviera la bicicleta a mi amiga”, explica esta joven de 24 años que vive en Dokki, uno de los barrios de lujo de El Cairo. A fuerza de ruegos, su madre acabó aceptando que Amina se quedara con la bici, con la condición de que sólo la condujera por los alrededores de la casa. Con el tiempo, Amina logró que se olvidaran de esa condición.

En la calle, los acosadores llegan hasta a poner en peligro a estas ciclistas que zarandean los códigos sociales. “Un día, un chofer golpeó intencionadamente mi bici; me dijo que se trataba de una advertencia, para que no volviera a conducir por la calle”, nos cuenta Amina.

Cambiar mentalidades también en los barrios marginales

Ayudar a las poblaciones pobres y marginadas fue una de las razones por las que Amina se unió a Nouran. “El problema es que la gente de los barrios bajos vive en una burbuja, como nosotros. Ninguno tratamos de entender al otro”, dice.

De hecho, estos encuentros no siempre son bien interpretados por los habitantes de los barrios desfavorecidos, acostumbrados a ser estigmatizados y maltratados por la sociedad egipcia, que se caracteriza por un profundo racismo de clase. El 19 de abril, Amina participó en la distribución de ayuda a los habitantes del barrio marginal cairota de Boulaq. Las mujeres acabaron insultando al grupo, porque no todas recibieron ayudas.

Otras veces, las mujeres se abalanzan sobre el convoy de ayuda y, en cuanto son atendidas, muestran una gran hostilidad hacia estas jóvenes ricas —para ellas— con sus bicicletas. La Geckos ciclistas de El Cairo jamás podrían haberse imaginado que su iniciativa pondría, hasta tal punto, el dedo en la llaga de las crecientes desigualdades sociales en Egipto, ni la cólera que ellas podían llegar a suscitar.

“La gente de los barrios marginales cree que los ricos son responsables de su pobreza”, dice Amina. “Pero si visitamos estos lugares deprimidos muchas veces, acabaremos cambiando a largo plazo esas ideas tan enraizadas”, agrega.

Oum Shahenda, madre de seis hijos, se sorprendió al principio al ver a las jóvenes en bicicleta, porque no está acostumbrada a ver ese tipo de escenas en las calles de su barrio. “La gente de fuera [del barrio de Boulaq] sigue pensando que aquí viven monstruos, forajidos. Les da miedo acercarse a nosotros o entrar en nuestro barrio. Por eso el vecindario se sorprende cuando ve a estas jóvenes en bici por sus calles”, dice. Oum Shahenda, de 35 años de edad, vende verdura a la entrada del barrio y vive con su numerosa familia en una diminuta y destartalada habitación, como la mayoría de los residentes del vecindario. Considera esencial recibir esas ayudas, ya que el Estado no está desplegando suficientes esfuerzos para desarrollar su barrio.

A pesar de las dificultades, Nouran y las Geckos ciclistas de El Cairo tienen la intención de continuar sus recorridos en bici lejos de sus zonas de confort, con la esperanza de que, a largo plazo, las mujeres de los barrios marginales compartan con ellas su pasión por la bicicleta, sin temor a ser acosadas.

Este artículo ha sido traducido del francés.