Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de la ONU: ¿por qué preocupa (y seriamente) a sociedad civil y activistas?

Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de la ONU: ¿por qué preocupa (y seriamente) a sociedad civil y activistas?

It is widely agreed our food systems are failing many and that radical change is needed. There is less agreement on what should be done, and who should be leading that change.

(Creative Touch Imaging Ltd/NurPhoto via AFP)

Mientras se prepara la precumbre de la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas (CSANU) de septiembre de 2021, que se celebrará en Roma la semana que viene, los pequeños productores de alimentos, la sociedad civil, los pueblos indígenas y las organizaciones de derechos humanos están haciendo saltar todas las alarmas. Esta creciente alianza de activistas ya está manifestando su profunda preocupación, pues alega que la conferencia se ha organizado para impulsar aún más a nuestros sistemas alimentarios mundiales en la dirección equivocada.

La precumbre será decisiva para determinar el rumbo y los resultados de la reunión histórica que se celebrará el próximo septiembre al margen de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York. La cumbre principal tiene como objetivo transformar los sistemas alimentarios mundiales y emprender acciones para lograr avances en el ámbito de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que están todos vinculados de alguna forma a unos sistemas alimentarios más sostenibles y justos.

Pero aunque su objetivo declarado es que sea una ‘cumbre para el pueblo’, sus detractores han condenado su enfoque limitado a los mercados y a las soluciones de alta tecnología y el hecho de que ignora los derechos humanos, la agroecología (una forma ecológicamente responsable de producir alimentos que utiliza los conocimientos tradicionales y científicos y está basada en la justicia y la equidad) y la soberanía alimentaria (en pocas palabras, el derecho de la gente a controlar su propio sistema alimentario). Según advierten, su enfoque consolidará aún más el control corporativo y neocolonial de los sistemas alimentarios y no propiciará los cambios que se necesitan urgentemente para transformar el modo en que se producen, distribuyen y consumen los alimentos.

“La Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de la ONU no tiene ninguna legitimidad y se diseñó para relegar las ideas, la participación y el papel central de los pequeños productores”, escribió un portavoz de La Vía Campesina Asia del Sur en un comunicado para Equal Times.

Las críticas a la cumbre se han repetido por todo el mundo. El actual relator especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación y dos exrelatores han criticado las deficiencias de la CSANU, mientras que más de 500 organizaciones de la sociedad civil se están organizando para boicotear el acto y celebrar contraeventos. Asimismo, cientos de científicos han hecho un llamamiento para boicotear el acto tras hacer notar el enfoque verticalista de la cumbre y la pobre perspectiva sobre cuál es el conocimiento que importa.

Un sistema listo para la transformación

Junto a la conferencia sobre el cambio climático COP26 que se celebrará el próximo noviembre en Glasgow y la Cumbre sobre Nutrición para el Crecimiento de diciembre en Tokio, la CSANU desempeñará un papel crucial para determinar el modo en que se desarrollarán los sistemas alimentarios durante los siguientes años. Esta cumbre se va a celebrar en un momento crucial. Aunque el mundo produce suficientes alimentos para 10.000 millones de personas, el hambre y la desnutrición han ido aumentando desde 2014 y es probable que el planeta no consiga cumplir el objetivo 2 de los ODS de ‘hambre cero’ para 2030.

Actualmente, 41 millones de personas se enfrentan a una hambruna inminente, 811 millones se acuestan hambrientos cada noche, más de 2.000 millones de adultos sufren de desnutrición y la obesidad adulta está aumentando en todas las regiones del mundo.

La pandemia de la covid-19 ha ampliado la brecha de la desigualdad y el hambre y ha revelado la fragilidad de las cadenas mundiales de suministro.

“Hemos visto cómo el sistema alimentario industrial se ha detenido por completo durante la pandemia, interrumpiendo la producción y distribución de alimentos en todo el mundo. En pleno caos, los sistemas agrícolas locales basados en la producción campesina han demostrado su resiliencia y se han convertido en un sustento vital para muchísimas personas. Además, se ha puesto de relieve la necesidad de construir sistemas alimentarios locales basados en los principios de la soberanía alimentaria”, explicó La Vía Campesina Asia del Sur a Equal Times.

Asimismo, la covid-19 ha generado una mayor conciencia de que la agricultura industrial –la principal causa de la deforestación y la pérdida de biodiversidad y tierras cultivables– es insostenible, pues provoca la destrucción ecológica, crea las condiciones ideales para que prosperen las enfermedades zoonóticas e impulsa el cambio climático; los sistemas alimentarios mundiales son los responsables de entre el 21 y el 37% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero.

Existe un amplio consenso de que nuestros sistemas alimentarios no están funcionando para mucha gente y de que es necesario que se propicie un cambio radical. El consenso es menor sobre lo que habría que hacer al respecto y sobre quién debería liderar dicho cambio.

¿Quiénes están representados en la cumbre?

Los pequeños productores –campesinos, pastores, pescadores, pueblos indígenas, mujeres y jóvenes– proporcionan más del 70% de los alimentos que se consumen en el mundo utilizando menos del 25% de los recursos naturales, mientras que la agricultura industrial usa más del 75% de los recursos naturales y suministra alimentos a menos del 30% de la población mundial.

A pesar de la importancia decisiva que tienen los pequeños productores para los sistemas alimentarios mundiales, se han visto excluidos en gran medida de lo que pretende ser “una cumbre para el pueblo”, para todos y en todas partes. El opaco proceso de preparación de la cumbre y la invitación para que la sociedad civil y los gobiernos participen dentro de unas reglas del juego limitadas y estrictas en cuya formulación no tuvieron ni voz ni voto, han dejado a la sociedad civil con la sensación de que sus inquietudes y objetivos no se han priorizado debidamente, por no decir que se han rechazado de plano.

La carta de marzo de 2020 dirigida al Secretario-General de la ONU António Guterres y firmada por 550 organizaciones en la que se detallaban dichas inquietudes sigue sin respuesta hasta la fecha.

Hakim Baliraine, presidente del Foro de Pequeños Agricultores del Este y Sur de África, una red de organizaciones de base con sede en Uganda y presente en 16 países, asegura que el modo en que se llevaron a cabo las consultas les excluyó en la práctica. “No fue inclusivo... las consultas se iniciaron en los niveles más altos y, por tanto, no nos dieron la oportunidad de expresar nuestra visión sobre el sistema alimentario que queremos”, se lamenta. El formato virtual de la mayoría de los diálogos genera aún más obstáculos para la participación de los agricultores debido a las restricciones que abarcan desde su limitado acceso a los dispositivos tecnológicos hasta los elevados costes del acceso a internet. Por tanto, concluye, “la mayoría de nosotros no hemos contribuido nunca a los procesos”.

“Tenemos que transformar nuestros sistemas alimentarios, pero la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de la ONU no llega a plantear ningún cambio significativo para lograr unos sistemas justos, igualitarios, saludables y sostenibles, por no decir que constituye una amenaza para conseguirlo”, denuncia Sylvia Mallari, la copresidenta mundial de la Coalición de los Pueblos por la Soberanía Alimentaria, con sede en Filipinas. “Sin nosotros –los pueblos marginados y oprimidos– a la mesa al frente de la toma de decisiones, entonces ¿para quién es esta denominada ‘transformación’?”.

Un polémico programa

Después de que Guterres anunciara la cumbre a finales de 2019, muchos observadores se sorprendieron de que no hubiera incluido al Comité de Seguridad Alimentaria Mundial, la plataforma intergubernamental más inclusiva para los temas relacionados con los sistemas alimentarios.

Molly Anderson, catedrática de estudios alimentarios en la universidad Middlebury College del estado de Vermont y miembro del Panel Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios Sostenibles, explica que al no incluir al Comité de Seguridad Alimentaria Mundial, los organizadores de la cumbre han transferido una selección de problemas que se deben abordar y de soluciones en las que se debe hacer hincapié de un espacio intergubernamental, en el que los Estados miembros están obligados a rendir cuentas ante sus ciudadanos, a un espacio con múltiples partes interesadas, que carece de cualquier mecanismo formal de rendición de cuentas.

Además de provocar un grave conflicto de intereses, esto ha desviado la atención “de los movimientos sociales, los pueblos indígenas y otros elementos de la sociedad civil y la ha centrado en los intereses empresariales, los gobiernos poderosos y las grandes instituciones”, asegura Anderson. “Las plataformas con múltiples partes interesadas suelen estar dominadas por intereses que ya son muy poderosos y sirven para incrementar dicho poder”.

La cumbre también ha recibido críticas por su captura corporativa y la implicación de particulares y organizaciones vinculados o financiados por empresas multinacionales y sociedades filantrópicas, como Cargill y la Fundación Bill y Melinda Gates.

El nombramiento de Agnes Kalibata –presidenta de la Alianza para una Revolución Verde en África financiada por Bill Gates y que promueve los intereses del agronegocio– para que presida el foro ha provocado un enorme revuelo. Los detractores de la CSANU establecen un claro vínculo entre la influencia que ejercen las grandes empresas en la cumbre y sus objetivos y su visión centrados en soluciones de alta tecnología propicias para las inversiones, como la edición genética y la agricultura controlada por inteligencia artificial.

En enero, el actual relator especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, Michael Fakhri, escribió a Kalibata para mostrar su preocupación por el hecho de que la cumbre da prioridad a las grandes empresas y no a los derechos humanos, que en un principio no se habían incluido en los preparativos de la cumbre. “La cumbre todavía parece sumamente sesgada a favor de… las soluciones basadas en el mercado. Sin embargo, un enfoque para los sistemas alimentarios basado en los derechos humanos coloca a las personas por delante de los beneficios… No lograremos ninguna solución real si nos centramos en la ciencia y la tecnología, los beneficios y los mercados, sin abordar también las cuestiones fundamentales de la igualdad, la rendición de cuentas y la gobernanza”, escribió Fakhri.

Mallari afirma que las soluciones y los procesos que propone la cumbre, impulsados por el sector privado, orientados al mercado y basados en la tecnología, tienen su origen en los mismos marcos neoliberales que provocaron las crisis a las que ahora nos enfrentamos. “Al plantear el hambre como un tema de ‘escasez’ y ‘falta de acceso al mercado’, pasan por alto el hecho de que la pobreza, la injusticia, la ocupación, el neocolonialismo y la desigualdad constituyen la esencia del hambre”, concluye.

Sed de cambios

En su comunicado a este medio, la Vía Campesina Asia del Sur puso en entredicho que la cumbre pueda ofrecer cualquier tipo de solución significativa para el hambre, la desnutrición, el calentamiento global y el despilfarro de alimentos. “Creemos que no es posible lograr ninguna transformación sistémica sin reconocer ni proteger a nivel local los derechos de los que constituyen la esencia de los sistemas alimentarios. Queremos una soberanía alimentaria en nuestros territorios… Queremos un sistema alimentario que… sea diverso y climática y culturalmente apropiado para cada localidad y comunidad. La prioridad debería centrarse en cumplir plenamente los derechos humanos de los productores de alimentos tal y como se estipula en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos”.

Esta es solo una de los cientos de organizaciones de la sociedad civil que llevan tiempo exigiendo una transformación del sistema alimentario basada en la soberanía alimentaria y la agroecología. La soberanía alimentaria se reconoce ampliamente como una estrategia eficaz para abordar las crisis simultáneas del hambre, la desigualdad, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático.

La agroecología se considera crucial para la lucha por la soberanía alimentaria debido a su potencial para transformar los sistemas alimentarios.

Para Baliraine, hay que dar prioridad a la agroecología sin ningún tipo de ambigüedades. “Como se trata del único sistema alimentario de probada eficacia que puede producir alimentos de manera sostenible, [la agroecología] debe promoverse, desarrollarse e integrarse en todos los marcos de las políticas agrarias, desde las bases hasta el nivel global”.

En septiembre se celebrará una Cumbre Mundial de los Pueblos sobre los Sistemas Alimentarios alternativa, en línea y sobre el terreno en los países de todo el mundo que participarán en la misma, organizada conjuntamente con la Coalición de los Pueblos por la Soberanía Alimentaria, para amplificar las voces que se están excluyendo de la Cumbre de la ONU.

Si queremos cambiar nuestros sistemas alimentarios tenemos que escuchar y apoyar a la sociedad civil, que plantea las ideas más progresistas sobre cómo transformarlos para lograr la equidad y la sostenibilidad, concluye Anderson. “Quizá lo más importante sea cuestionar cada ‘solución’ de la que se oiga hablar y preguntar quién la apoya y por qué, a quién beneficiará y a quién perjudicará”.