Davos expone las fracturas que dividen al mundo. Solo un nuevo contrato social puede aliviarlo

TLa reunión anual de líderes políticos y empresariales en el Foro Económico Mundial en Davos puso de manifiesto los desafíos que plantea un mundo fracturado, pero a lo largo de la reunión quedaron expuestas las fallas que causan la división.

Siete mujeres copresidentas coincidieron en que existe la necesidad de un nuevo contrato social para garantizar la igualdad de género, incluyendo la igualdad financiera, la prosperidad compartida mediante empleos de calidad, la protección social y los salarios dignos, el respeto de los derechos humanos y laborales, el acceso a la lucha contra el cambio climático y un entorno normativo que apoye tecnologías beneficiosas en un mundo profundamente comprometido con la ciencia.

También había una comunidad cada vez más numerosa de líderes empresariales, sindicales y de la sociedad civil comprometidos a remediar las fracturas del mundo actual, incluyendo el mundo del trabajo, para sentar las bases del futuro: una comunidad diversa preparada para liderar el imperativo de la lucha contra el cambio climático y equilibrar las oportunidades tecnológicas al tiempo que se vela por minimizar los riesgos.

Sin embargo, aún queda el grupo aferrado al modelo de explotación que ha creado el 1% que sostiene la opresión del modelo actual de la cadena de suministro mundial. El discurso de este grupo promovía el optimismo, ya que un crecimiento mundial del 3,4% significa que su mundo está de nuevo en marcha: fusiones y adquisiciones, acciones sobrevaloradas, un futuro tecnológico que permita un mayor arbitraje laboral y haga posible, entre otros aspectos, reducir aún más los costos del sistema y aumentar los beneficios.

Y se observaba una clara división entre los líderes. La canciller alemana, Angela Merkel, reconoció las divisiones que aquejan a la sociedad, incluso en su propio país. El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, reconoció que la globalización no ha beneficiado a todas las personas.

Por su parte, el presidente francés, Emmanuel Macron, subrayó el llamado a la cooperación de los tres países al afirmar: "No seamos ingenuos: la globalización está pasando por una gran crisis y este desafío debe enfrentarse colectivamente por los Estados y la sociedad civil para encontrar e implementar soluciones globales”.

En cambio, la cantinela de "América primero" de Donald Trump se justificaba con la lógica de que todos los países deberían ser su propia prioridad, que Estados Unidos ha sido injustamente tratado por el comercio global y que cualquier acuerdo multilateral tendría que ceñirse a sus condiciones.

Con un enfoque más flexible, el primer ministro indio, Narendra Modi, también vendió sus políticas como un éxito absoluto. Promovió la lucha contra el cambio climático, pero no explicó por qué tantos millones de ciudadanos de su país salieron a las calles y plazas públicas para protestar por la supresión de derechos y prerrogativas de los trabajadores. Ambos líderes no reconocieron la pobreza ni la división que asola el corazón de sus países mientras ellos promueven el estribillo de "abrir las puertas a los negocios".

A su lado estaban los valores atípicos.

El brasileño Michel Temer, designado para ocupar la presidencia por un congreso nacional plagado por la corrupción y que utiliza su propia inmunidad parlamentaria para esconderse de las acusaciones de corrupción que pesan en su contra, cuenta con el apoyo de aproximadamente el 3% de los brasileños. Su "Estado eficiente" no es más que un eufemismo para decir "Mi gobierno entregará la riqueza del país a los que desmantelan los activos nacionales y a los piratas corporativos". El día que Michel Temer pronunció su discurso en Davos, el político más popular de Brasil, Lula, el ex presidente que sacó a decenas de millones de brasileños de la pobreza, fue condenado a 14 años de cárcel sin que existieran pruebas de corrupción en su contra. El juicio de Lula fue más allá de las fantasías más descabelladas de Kafka con un solo propósito: evitar que volviera a ser presidente.

La política de la codicia está corrompiendo nuestras democracias.

Por último, estaba Benjamin Netanyahu, de Israel, cuyo Gobierno no muestra ningún remordimiento porla ocupación de las tierras del pueblo palestino durante 50 años. Por el contrario, se dedicó a alertar a Irán y otros países en relación con las armas nucleares, mientras se espera que pronto se presente a declarar sobre las acusaciones de un contrato de defensa señalado como corrupto.

Desigualdad, desempleo, desplazamiento histórico de personas, violencia contra las mujeres, jóvenes marginados, aumento del conflicto militar con una escalada del gasto en armamentos: un mundo fracturado y muy pocos líderes mundiales con la madurez necesaria para lograr el cambio.

Negociar un futuro común que cumpla las promesas de los objetivos de desarrollo sostenible en un mundo pacífico exige un movimiento a favor del cambio.

Lo que quieren los trabajadores:

El 85% afirma que ya es hora de reescribir las reglas de la economía global.

El 93% quiere que su gobierno ponga fin a los abusos corporativos y apoye el Estado de derecho.

El 95% quiere que los gobiernos estén más comprometidos con el empleo y el trabajo decente.

El 82% quiere que los gobiernos adopten una postura sobre la discriminación contra las mujeres.

Nuestro mundo es tres veces más rico de lo que era hace treinta años. Tenemos los recursos, pero tenemos que unirnos para cambiar las reglas, globalizar la compasión y garantizar un lugar en el mundo para todos.

De lo contrario se permitirá que la paz y la democracia se conviertan en daños colaterales.

Un nuevo contrato social

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo Climático de París son soluciones globales convenidas de común acuerdo. Deben significar una Transición Justa hacia un mundo en el que exista cero pobreza y cero carbono, pero para ello se requiere un nuevo contrato social.

1. Reforma fundamental de la gobernanza para la paz y la justicia social y económica;

2. Política macroeconómica basada en el crecimiento inclusivo, el empleo y el trabajo decente, así como la reforma de las instituciones multilaterales;

3. Salarios mínimos vitales y negociación colectiva;

4. Transiciones justas para los trabajadores y las comunidades afectadas por la lucha contra el cambio climático o el cambio tecnológico;

5. Protección social universal y servicios públicos vitales;

6. Una licencia social para las actividades de las empresas;

7. Leyes que favorezcan a las personas y garanticen sus derechos de conformidad con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y las normas del trabajo de la OIT;

8. Implementación del Pilar Social Europeo reconociendo que brinda la oportunidad de configurar el futuro del trabajo a nivel mundial;

9. La intervención de recursos humanos en la tecnología y en el control de un fondo común de datos;

10. Aprendizaje de por vida;

11. Eliminación de la violencia contra la mujer;

12. Inclusión de migrantes y refugiados;

13. Poner fin a las trampas y la corrupción fiscal corporativa.