De la ciencia ficción a la práctica: ¿pueden los exoesqueletos reducir las lesiones laborales sin aumentar la carga de trabajo?

De la ciencia ficción a la práctica: ¿pueden los exoesqueletos reducir las lesiones laborales sin aumentar la carga de trabajo?

En esta foto de abril de 2019, profesionales y estudiantes de enfermería prueban el uso de unos chalecos exoesqueletos en un entorno sanitario.

(Jonne Renvall/Tampere University)

Imagine que trabaja en una línea de producción de automóviles y que, cientos de veces al día, tiene que agacharse, arrodillarse o elevar un taladro de 20 kilos por encima de su cabeza. O bien imagine que es una enfermera y tiene que levantar a los pacientes de las sillas de ruedas, una y otra y otra vez. Como es de esperar, lesionarse en estos entornos laborales es muy fácil. En 2017 se produjeron en la Unión Europea alrededor de 900.000 lesiones ocupacionales por “dislocaciones, esguinces y distensiones”. En 2018, las lesiones laborales más comunes en los Estados Unidos fueron los “esguinces, distensiones y desgarros”, que suponen un 34% del total, o 308.630 lesiones.

Los trabajadores con más riesgo de lesionarse podrían beneficiarse pronto de la ayuda de los exoesqueletos, unas estructuras mecánicas, adaptables al cuerpo, que mejoran las capacidades físicas de quien se las pone. Mientras los robots son entidades separadas del cuerpo humano, los exoesqueletos son máquinas que adaptamos a nuestro cuerpo para ayudarnos físicamente a realizar movimientos.

Aunque puedan parecer propios de una película de ciencia ficción, los experimentos con chalecos exoesqueletos son cada vez más populares. Grandes empresas industriales, como Ford, Boeing, Toyota y BMW, están equipando a sus trabajadores con estos chalecos. En Japón, los investigadores están experimentando con exoesqueletos que ayudan a los agricultores envejecidos a realizar su trabajo. En Finlandia, la Universidad de Tampere está probando el uso de chalecos exoesqueletos con enfermeras que trabajan en geriátricos.

El objetivo no consiste en dotar a los trabajadores de una fuerza sobrehumana, sino en reducir el esfuerzo que deben hacer mientras trabajan y las lesiones provocadas por la realización de movimientos repetitivos a lo largo del día.

“Los ingenieros están innovando con rapidez y desarrollando nuevas tecnologías”, dice Jean Theurel, investigador y jefe del Programa de Exoesqueletos del Instituto Nacional de Investigación para la Seguridad y la Salud Ocupacional (INRS). “Se trata de proyectos muy valiosos. Los exoesqueletos pretenden reducir las lesiones laborales y mejorando al trabajador humano, no reemplazándolo”.

Ayudar a los trabajadores, no convertirlos en superhumanos

Existen dos tipos principales de exoesqueletos industriales, los activos y los pasivos. Los primeros ofrecen apoyo gracias a una entrada de energía, como una batería. Los exoesqueletos pasivos, que son los más comunes a día de hoy, no utilizan baterías, y prestan apoyo a través de otros mecanismos, como los resortes.

“No pretendemos que la gente trabaje más rápido o más duro”, explica Sander De Bock, estudiante de doctorado de la Universidad Libre de Bruselas (VUB), donde investiga los exoesqueletos industriales. “Con los exoesqueletos queremos reducir el absentismo laboral, mediante la reducción del esfuerzo a largo plazo y un aumento del confort mientras se trabaja”.

Esta realidad nada tiene que ver con la imagen de los exoesqueletos transmitida por las películas de ciencia ficción como Elysium o Edge of Tomorrow, donde los actores Matt Damon y Tom Cruise usaban los exoesqueletos para convertirse en luchadores con fuerza sobrehumana. El objetivo de De Bock es bien distinto: “No queremos hacer a los trabajadores más fuertes, ni que necesiten menos descansos”, dice. “No pretendemos que la gente levante pesos excesivos. Queremos aportarles el apoyo sutil que consigue transformar una tensión excesiva en un nivel de actividad normal”.

Sin embargo, los exoesqueletos aún suscitan incertidumbres. Las empresas están experimentando con ellos, pero su eficacia aún está en tela de juicio. Theurel menciona que, debido a la implantación relativamente reciente de los exoesqueletos, “el estado actual del conocimiento no permite un respaldo sin reservas del uso de estas tecnologías”.

Cabe la posibilidad de que los propios dispositivos provoquen lesiones. “Hay estudios que revelan consecuencias no deseadas del uso de exoesqueletos durante las tareas de manejo, como distensiones posturales y la regulación del equilibrio”, explica Theurel a Equal Times. Además, aún hay áreas en las que no están claros los efectos a largo plazo de estos dispositivos, como por ejemplo, para la salud de las articulaciones. Incluso existe el riesgo de irritación cutánea o incluso de colisión con objetos o personas alrededor del trabajador, ya que el exoesqueleto aumenta su tamaño y uno puede no estar acostumbrado a ello.

También está la cuestión de cómo entrarán los exoesqueletos en el lugar de trabajo. Los investigadores pueden tener buenas intenciones pero, en última instancia, el uso que dé a esta nueva tecnología depende del empleador. “Sabemos, por la perenne lucha en los hospitales por obtener dispositivos que ayuden en las tareas de elevación, que la mejora de la salud, la seguridad y la satisfacción laboral de los trabajadores puede no estar entre las prioridades de los empresarios”, dice Rory O’Neill, editor en jefe de la revista Hazards, especializada en seguridad ocupacional, refiriéndose a los problemas que las enfermeras y auxiliares sanitarios suelen tener para conseguir suficientes dispositivos que les ayuden a levantar a los pacientes.

O’Neill argumenta que antes de introducir exoesqueletos, habría que demostrar una mayor voluntad de rediseñar las tareas de trabajo, reducir el nivel de esfuerzo al que están sometidos los trabajadores y poner fin a prácticas como la vinculación de los salarios y bonificaciones al ritmo del trabajo. También advierte que puede haber jefes con la tentación de aumentar el ritmo de trabajo a través del uso de exoesqueletos. Ejemplo de ello fue lo sucedido en el siglo XIX con la Lámpara Davy, una lámpara de seguridad para los mineros, supuestamente introducida para mejorar las condiciones de seguridad, pero que en realidad sirvió para aumentar la producción, ya que permitía a los mineros acceder a vetas de carbón más profundas. “Vale la pena recordar que, a lo largo de la historia, las soluciones de seguridad impuestas por las empresas han tenido como principal propósito el deseo de aumentar la productividad”, advierte O’Neill.

Aportación de los trabajadores

A pesar de estas consideraciones, investigadores como Theurel se muestran esperanzados por el potencial de esta tecnología. Es probable que la inclusión de los trabajadores en la implantación de los exoesqueletos resulte clave para su éxito. Shirley Elprama, investigadora senior en el departamento de Medios, Información y Telecomunicaciones (imec-SMIT) de la Universidad Libre de Bruselas (VUB), está en ello. “Estudio la aceptación de los exoesqueletos en los lugares de trabajo”, dice. “Analizo por qué la gente quiere o no utilizar estas tecnologías en su trabajo”.

Realiza entrevistas y encuestas a trabajadores que ya usan exoesqueletos. “Tienes que prestar atención a la persona”, dice Elprama. “Cada tecnología ocupacional debe examinar el contexto en el que se implementa. No se puede simplemente dejar caer la tecnología sobre los trabajadores. Hay que tomar en consideración el contexto y las aportaciones de quienes lo usarán”.

Las uniones sindicales pueden desempeñar un papel destacado en este sentido. “Los sindicatos deberían reflexionar sobre qué problemas pretende su empresa resolver mediante la introducción de los exoesqueletos”, dice O’Neill. “Si realmente quieren mejorar las condiciones laborales, ¿existen alternativas mejores? Y, si pretenden reducir los costos laborales y aumentar la productividad, los sindicatos deberían preguntarse: quién pagará el precio en la práctica”.

La participación también podría resultar útil a la hora de conseguir exoesqueletos más adaptados a las mujeres. De Bock señala que algunos exoesqueletos no tienen en cuenta lo suficiente las diferencias entre los cuerpos de las mujeres y los hombres. Hay versiones comerciales que sitúan el apoyo en la zona pectoral, lo que dificulta a las mujeres el uso de estos exoesqueletos. De Bock menciona incluso que algunos chalecos ejercen presión hacia arriba, y empujan contra el cuello, cuando los usan las mujeres.

“La tecnología está dando aún sus primeros pasos y algunas empresas siguen centradas en el colectivo más numeroso de trabajadores industriales que realizan trabajos pesados, que en muchos casos son hombres”, continúa. “Sin embargo, cada vez se está prestando más atención a los diseños aptos para mujeres”.

Theurel admite este problema: “Las tecnologías de exoesqueletos específicos para mujeres no han recibido la atención que merecen”, dice. “La eficacia de los exoesqueletos en el lugar de trabajo depende de una interacción compleja entre las especificidades del exoesqueleto, de la tarea y del trabajador”.

En parte debido a inconvenientes como este, los exoesqueletos siguen siendo una tecnología incipiente y tal vez habrá que esperar algunos años hasta su plena introducción en el mercado. “Algunas empresas aún no están convencidas de que los exoesqueletos estén maduros del todo”, dice Elprama. “No siempre son lo suficientemente cómodos y en ocasiones el exoesqueleto no apoya todos los movimientos que el trabajador necesita hacer, lo cual podría incluso limitar su libertad de movimientos”.

De Bock prevé que estos dispositivos se implanten en los próximos cinco a diez años. Abrirán el camino los exoesqueletos pasivos y los activos se implantarán a un paso algo más lento. Sin embargo, el aporte de los trabajadores resultará crucial para el despegue de esta tecnología. “Es fundamental que los trabajadores quieran usar esta tecnología”, dice el investigador. “Necesitamos incluirles en el proceso, para que puedan expresar sus preocupaciones y mantener un diálogo con las personas que están diseñando los exoesqueletos”.

Este artículo ha sido traducido del inglés.