De las corporaciones ‘en búsqueda de beneficios’ a las empresas ‘con una misión’: cuando el capitalismo quiere conciliar ganancias y bien común

De las corporaciones ‘en búsqueda de beneficios' a las empresas ‘con una misión': cuando el capitalismo quiere conciliar ganancias y bien común

Can the inclusion of social or environmental objectives in a company’s articles of association help to make them more virtuous? Whilst it may help promote a shift in business mindsets, it may also amount to little more than ‘fairwashing’.

(calypso77/adobe stock)

Un año más, en noviembre de 2020, el Black Friday (viernes negro) no tuvo lugar en la Camif. Esta empresa francesa de muebles en línea cerró ese día el acceso a su página web, como lo ha hecho desde 2017 cuando su consejo de administración adoptó el estatuto de “empresa con una misión”. Dos años antes de que una ley francesa destinada a modernizar la empresa reconociera oficialmente este estatuto, un comité de partes interesadas —empleados, accionistas, proveedores y clientes— así como “personalidades cualificadas, expertos en desarrollo sostenible”, establecieron para la Camif una línea directriz inscrita a su vez en sus estatutos jurídicos. Esta consiste en “proponer productos y servicios para el hogar, diseñados para el beneficio del ser humano y del planeta”, al tiempo que asocia en su gobernanza a “consumidores, colaboradores, proveedores [y] actores del territorio”.

De acuerdo con esta filosofía, renunciar al día del año que simboliza el consumo desenfrenado parece natural para Emery Jacquillat, propietario desde 2009 de la antigua empresa cooperativa de venta por correspondencia fundada en 1947 y declarada en bancarrota en 2008. Desde su llegada al frente de la Camif, su director general se ha mostrado como el pionero francés, desarrollando la idea de dar a la empresa una misión, es decir, objetivos sociales o medioambientales que formen parte integral de su negocio. “Inmediatamente quise tomar cartas en el asunto”, rememora el propietario para Equal Times. “Cuando les dije a los accionistas: ‘cerramos el sitio’, lo primero que me dijeron es que era imposible porque el ‘viernes negro’ era el día más importante para el comercio electrónico”. Sin embargo, después de convencerlos, está claro que desde el punto de vista de marketing, el proceso ha dado sus frutos. Al adoptar una orientación inversa al consumo excesivo, Emery Jacquillat llamó la atención de los medios de comunicación, desconcertados por la iniciativa. Y el negocio va muy bien.

No obstante, más allá de este efecto de comunicación, el director general de Camif quiere sobre todo reivindicar un compromiso sincero, que se preocupa “por el mundo que queremos dejar a nuestros hijos, y que es distinto al de Amazon”. El objetivo declarado del francés es “consumir de manera diferente. Consumir menos, pero mejor (...) y restituir el poder al consumidor para valorizar la producción local”. La empresa asegura contar con cientos de clientes franceses, que representan el “93% de la facturación”.

En lo relativo al impacto social, Emery Jacquillat contrasta de nuevo su empresa al ogro estadounidense de la venta en línea: “Por un empleo en la Camif, apoyamos a 14 en Francia. En Amazon, un empleo creado destruye dos”.

Es también en Francia donde un equipo de investigadores de la Escuela Nacional Superior de Minas de París y del Colegio de los Bernardinos ha forjado la reflexión sobre este nuevo tipo de sociedad. Armand Hatchuel, profesor de ciencias de la gestión e ingeniería de diseño, es uno de ellos. Con la también profesora Blanche Segrestin, participó en la redacción del libro sobre las sociedades con un objeto social extenso La « Société à Objet Social Étendu », Proposition pour un nouveau statut d’entreprise, propuesta que sienta las bases de un nuevo estatuto de empresa. El objetivo de su trabajo, según el investigador, era “examinar la posibilidad de que una empresa tenga objetos sociales y medioambientales tan legítimos como la obtención de beneficios y que puedan establecerlos en sus estatutos”.

Según la legislación francesa, la liberalización de la creación de sociedades anónimas se remonta a 1867. Antes de esa fecha, dichas sociedades tenían que solicitar la autorización del Estado, quien la expedía siempre que considerara que su finalidad social era de interés colectivo. Las beneficiarias fueron las empresas de instalaciones y equipamientos a gran escala como los canales, arsenales o ferrocarriles. “Sin embargo, con la liberalización de las sociedades anónimas, el objeto social perdió su valor”, explica Armand Hatchuel. Desde entonces, en los estatutos, solo es necesaria la mención de la actividad y su carácter jurídico. Durante todos estos años, el único propósito de una empresa era compartir pérdidas y beneficios entre los socios.

Así, la reflexión de los investigadores tiene como objetivo retomar “esta antigua noción de objeto social”, manifiesta el investigador. En concreto, con esta reactualización, “la idea es dar otro objetivo [que el económico], que reconcilie la empresa y la sociedad”, creando en la ley “un objeto social, denominado ‘extenso’”. Por consiguiente, la empresa con un objeto social extenso origina “una teoría general”, explica Armand Hatchuel, “materializada en la ley actual por la empresa con una misión”.

De Estados Unidos a Europa, las empresas definen nuevas misiones

Aun cuando desde principios de la década de los años 2010, la reflexión sobre este nuevo tipo de empresa apareció en Francia, los pioneros son los Estados Unidos con sus social purpose corporations o sus benefit corporations (corporaciones con objetivo social o corporaciones de interés para la sociedad). Desde 2010, más de treinta estados de EEUU han aprobado leyes que permiten a las empresas adoptar este estatuto.

Las benefit corporations permiten a las empresas incorporar en sus estatutos objetivos con un impacto social o medioambiental global positivo, sin renunciar a la búsqueda de beneficios. Así es como funciona la famosa marca de ropa para exteriores Patagonia, que desde 2012 ha hecho un “compromiso con la sostenibilidad y el buen trato a los trabajadores”. Al igual que muchas empresas estadounidenses que se benefician de este estatuto, junto con sus filiales europeas, Patagonia también ostenta el sello B-Corp, otorgado por B-Lab, que es una referencia en materia de responsabilidad social empresarial.

Las social purpose companies, otro tipo de empresas en los estados de Washington, California, Florida y otros, tienen un espíritu similar. La diferencia es que estas empresas apuntan a una misión específica, que supuestamente beneficia a sus partes interesadas, a la sociedad o al medio ambiente.

La empresa d-light Solar, que produce generadores de energía solar, se ha atribuido como misión permitir un acceso fiable a la electricidad a las comunidades donde hace falta.

Otra diferencia importante entre estos dos estatutos de empresa es que los objetivos extrafinancieros de las benefit corporations son examinados por un organismo tercero independiente, contrariamente a las social purpose corporations.

Por último, fue el estado de Delaware el que creo, en el año 2013, otro concepto, las public benefit corporations (corporaciones de beneficio público) un modelo híbrido, que incorpora la misión específica de la social purpose corporation con la exigencia de un impacto medioambiental o social positivo de la benefit corporation. A diferencia de esta última, la public benefit corporation no requiere una evaluación de su desempeño por parte de un organismo tercero independiente.

Además de Francia, el movimiento también está extendiéndose a otros lugares de Europa, como en Alemania, donde existen empresas que forman parte del movimiento Purpose (Purpose-Bewegung), como el motor de búsqueda Ecosia. Sin embargo, es en Italia donde los alter egos de los nuevos tipos de empresas estadounidenses aparecieron por primera vez en el Viejo Continente, en 2015, con la società benefit, para conciliar el interés económico de los accionistas, el impacto social o medioambiental positivo y el interés de las partes que participan en la empresa. Todo ello controlado anualmente por un organismo tercero independiente. GreenApes, una red social orientada a la ecología, que promueve iniciativas sostenibles para el planeta, hace las veces de modelo italiano de società benefit.

En Francia, el modelo teórico de la sociedad con un objeto social extenso hizo su aparición en la ley muy recientemente, en 2018. A partir de ese momento, una empresa puede establecer en sus estatutos una “razón de ser” y una “misión”. Para ello, los accionistas deben dar su aprobación por mayoría. Para Armand Hatchuel, la empresa francesa con una misión es una “primicia mundial”. A su juicio, las purpose-corporations estadounidenses, similares en el sentido de que se fijan un objetivo específico, “carecen de todo control, se autoevalúan a sí mismas”. Las misiones de las empresas francesas serán controladas por un organismo tercero independiente. Según el investigador, el que la empresa con una misión ahora esté inscrita en el código civil francés representa “una verdadera revolución”.

¿En qué sentido, en términos prácticos? Contrariamente al concepto de responsabilidad social y ambiental empresarial (RSE), que se mide durante varios años en los balances extrafinancieros y se basa en normas de evaluación, la inclusión de una misión en los estatutos de la empresa tiene, según el investigador, la ventaja de “dejar realmente de distinguir entre la estrategia [comercial] de la empresa y su misión. Ha dejado de ser: ‘sigo una estrategia y luego veremos sus impactos’”. En opinión de Armand Hatchuel, el hecho de que la misión de la empresa pueda ser evaluada por un organismo tercero independiente, al que debe rendir cuentas, es un verdadero paso adelante.

¿Limitar el apetito de los accionistas?

¿Podría decirse que la empresa con misión permite esperar que se ponga fin a los deseos de los accionistas solo interesados en la rentabilidad a corto plazo de sus acciones a expensas de inversiones más sostenibles? Para Armand Hatchuel y los investigadores participantes, la posibilidad de que una empresa establezca objetivos distintos de la rentabilidad económica debe ser, de hecho, un medio para contener las exigencias de los accionistas. No obstante, si se sitúan en pie de igualdad los fines económicos y el objeto social extenso, ¿qué sucederá en caso de que estas dos dimensiones entren en conflicto? ¿Qué pasará cuando los deseos de los accionistas se opongan a la estrategia de los dirigentes?

Armand Hatchuel opina que “es demasiado pronto” para juzgar los posibles efectos jurídicos de este nuevo estatuto. Para el investigador, este tema es secundario. Prefiere centrarse en el espacio de discusión que este proceso ofrece en la gobernanza empresarial. Ya que, continúa, a diferencia de los comités de empresa, que “no son lugares de discusión sobre la estrategia, el comité de misión completa el trabajo del consejo de administración para que la misión sirva de base a la estrategia”.

Así, la empresa con una misión permite que la empresa surja fortalecida, convirtiéndose realmente en un organismo más democrático, donde los intereses comunes internos y externos se tornan en objetivos tan legítimos como el sacrosanto beneficio económico.

Sin embargo, está claro que algunos grandes grupos, que han mostrado su voluntarismo colectivo, ya están viendo cómo sus buenas intenciones pasan a un segundo plano, o al menos, son ocultadas por las cuestiones de rentabilidad. Por ejemplo, el grupo agroalimentario Danone, que en junio de 2020 adoptó el estatuto de empresa con misión con el objetivo principal de “llevar salud a través de la alimentación al mayor número posible de personas”, anunció hace unos meses, bajo la presión de sus accionistas, una pérdida de empleo de entre 1.500 y 2.000 puestos de trabajo. El director general francés de la multinacional, Emmanuel Faber, que quiere ser el caballero blanco de la responsabilidad social y medioambiental en la empresa, tuvo que satisfacer a los accionistas descontentos con la pérdida de competitividad del grupo en comparación con sus rivales. Entre los compromisos sociales y ambientales que conforman la misión de Danone están “construir el futuro con nuestros equipos” y “dar a cada uno de nuestros empleados el poder de ejercer un impacto en las decisiones de la empresa”. Por el momento, no hay ningún indicio de que los empleados del grupo hayan participado en la decisión del plan social anunciada en noviembre de 2020.

Riesgo de caer en el “lavado ético”

Como Michel Capron, profesor honorario de la Universidad de París VIII y miembro de la plataforma nacional de responsabilidad social empresarial (un organismo público adscrito al Gobierno) comentó a Equal Times, “cada empresa tiene sus lastres, jamás es todo blanco o todo negro. En lo que se refiere a la responsabilidad social empresarial siempre te vas a encontrar entre el gris claro y el gris oscuro”. Sin embargo, este investigador, que publicará en unos meses un libro sobre la société à mission francesa, señala los riesgos del fairwashing o “lavado ético”.

Este universitario teme que este nuevo estatuto permita que “las empresas que no son socialmente responsables se muestren desde un ángulo positivo”. También manifiesta reservas sobre el comité de misión que define el objetivo extrafinanciero de la empresa, así como sobre los organismos terceros independientes responsables de evaluar su cumplimiento, habida cuenta de que son nombrados por la dirección. Esto explica, a su juicio, el espaldarazo de los empleadores franceses, pese a ser tradicionalmente conservadores, a esta nueva legislación: “Las organizaciones profesionales están de acuerdo en cambiar las reglas del juego siempre que sean ellas las que las controlen y verifiquen”.

Por parte de los principales sindicatos franceses, la Confédération générale des travailleurs (CGT) considera que “cambiar el objeto social de la empresa no es suficiente para cambiar realmente las relaciones sociales en su interior y lograr que cumpla y asuma sus responsabilidades sociales y medioambientales”. Por su parte, en el momento de la aprobación de la ley, la Confédération française démocratique du travail (CFDT) aplaudió hasta cierto punto, en un artículo del sitio web Novethic, el “reconocimiento de la responsabilidad social de las empresas”, al tiempo que muestra prudencia acerca de la contribución democrática de la empresa con una misión al estilo francés. La mayoría de los sindicatos creen que todavía queda un largo camino por recorrer para dar un peso real a los trabajadores.

Revolución del espíritu de empresa y de un capitalismo que puede salvar al mundo para algunos, “falsa buena idea” y mercantilización de ámbitos hasta ahora reservados a las actividades de los sectores público y asociativo para otros, las empresas con una misión están solamente en sus primeros balbuceos. Tomará varios años juzgar la importancia de su contribución y sus límites. Ciertamente, la necesidad de reformar la gobernanza empresarial adquiere fuerza y suscita la búsqueda de soluciones. Tras una primera serie de iniciativas nacionales, quizás llegue el turno de la Unión Europea de abordar la cuestión, con una nueva directiva sobre la gobernanza empresarial sostenible que la Comisión ha estado examinando en los últimos meses.

This article has been translated from French.