¿Decaerá el consumo de carne de animales silvestres en África central?

¿Decaerá el consumo de carne de animales silvestres en África central?

At this weekly market in Yangambi, the Democratic Republic of Congo, pictured here in 2017, you can find the meat of warthogs, monkeys and "Gambian pouched rats" (Cricetomys gambianus), hunted with traps in the forest or with rifles.

(Axel Fassio/CIFOR)

¿Es la carne de animales silvestres el origen de la crisis de la COVID-19? En un llamamiento publicado el 21 de abril, una coalición de ONG, integrada por Global Wildlife Conservation, Wildlife Conservation Society y WildAid Launch Coalition, pide que se ponga fin definitivamente al comercio y la venta de animales salvajes terrestres destinados al consumo humano –en particular los monos, los pangolines y los puercoespines– para prevenir la aparición de nuevas pandemias zoonóticas (es decir, enfermedades transmisibles del animal al ser humano). A pesar de los problemas de salud pública que plantean la caza y el consumo de la carne de animales silvestres, algo que ya se señaló en relación a la transmisión del virus del Ébola y que actualmente se encuentra en el punto de mira por la pandemia provocada por el virus SARS-CoV-2, este tipo de carne sigue siendo muy codiciada en numerosos países de las regiones tropicales, particularmente en África central, ya sea para su consumo inmediato o su venta en los mercados de los grandes centros urbanos.

“Para las personas que viven en el bosque, la carne de caza o de animales silvestres es la principal fuente de alimento y proteínas. Para estos lugareños también constituye la fuente principal de ingresos, ya que les resulta más fácil monetizar su presa para pagar la educación de sus hijos que vivir de los cultivos, que no proporcionan ingresos inmediatos ni seguros”, señala Jean Semeki Ngabinzeke, profesor del departamento de gestión de recursos naturales de la facultad de ciencias agronómicas de Kinsasa, en la República Democrática del Congo (RDC).

En la cuenca del río Congo, según la FAO, se consumen entre 4 y 5 millones de toneladas al año de carne de animales silvestres, es decir, el equivalente a la mitad de la producción bovina de la Unión Europea.

“En la zona rural de Gabón, donde vive el 30% de la población, en pueblos y pequeñas aldeas forestales, nuestros estudios revelan que el promedio de consumo se sitúa entre 50 y 200 gramos de carne diarios por persona”.

“El régimen alimentario varía en función de las zonas, pero en general se basa principalmente en la carne”, indica Philippe Vigneron, investigador de Cirad, un centro francés de investigación agronómica, y coordinador en Gabón del programa Sustainable Wildlife Management.

Sin embargo, en las grandes ciudades de África central, el consumo de carne de animales silvestres no está vinculado en absoluto a la subsistencia (ya que el pollo congelado importado de Brasil es más barato) sino que la carne de animales silvestres, sobre todo de mono o pangolín, es considerada un plato de lujo o para celebraciones por las clases acomodadas o medias, lo que refleja su profunda relación con un legado cultural que otorga valor a la caza. “Cuando nos alejamos de los pueblos, nos encontramos con ciudades secundarias o metrópolis, como Libreville, Franceville, Brazzaville, Pointe Noire, Kinsasa o Yaundé, donde hay un comercio importante de carne de animales silvestres por motivos culturales”, explica Cédric Vermeulen, profesor especialista en gestión de recursos forestales de la Universidad de Lieja. “Estos mercados son ilegales [tanto a nivel nacional como internacional] y son nacionales y transnacionales. El norte de Congo-Brazzaville, por ejemplo, suministra carne de animales silvestres a Camerún. En estos mercados, los colectores y distribuidores son los que obtienen el mayor margen de beneficios, frente a los lugareños, que ganan muy poco”.

“Se necesitan medios para controlarlo; incluso hacer campañas de sensibilización”

Las especies más cazadas son los cefalópodos azules, rojos o de espalda amarilla (bóvidos cercanos a los antílopes), los puercoespines, diversas especies de roedores, los murciélagos, los potamoqueros (jabalíes africanos), los pangolines y los monos. Los animales que se encuentran en las mesas de los cazadores y sus familias y vecinos son las especies más pequeñas, las que pesan menos de 4 o 5 kilos; las otras normalmente se venden en los mercados. Normalmente se cazan con fusil o un cable metálico.

El pangolín, que se ha barajado como posible origen de la transmisión del nuevo coronavirus (que provoca la COVID-19), representa entre el 5 y el 10% de las especies que se cazan en Gabón. Aunque este país ha aprobado un decreto para prohibir el consumo de pangolín y murciélago en el contexto de la pandemia, se trata del único país de África central que ha adoptado este tipo de medidas de prohibición. En Camerún, las autoridades simplemente han recomendado cocinar bien la carne. En Congo-Brazzaville y en la RDC no se ha impuesto ninguna medida para limitar el consumo y la venta de la carne de animales silvestres.

“Ni siquiera de habla de ello. Se necesitan medios para controlarlo o incluso hacer campañas de sensibilización en la televisión, algo de lo que la RDC carece. La gente sigue sin conocer los riesgos que conlleva la manipulación de carne de animales silvestres o su consumo”, indica Jean Semeki Ngabinzeke, profesor en Kinsasa. “Aquí, en Congo-Brazzaville, estamos en confinamiento, pero el Gobierno todavía no ha abordado el tema de la carne de animales silvestres como fuente de infección y la población no la relaciona con la COVID-19. Si los medios públicos o privados locales, la televisión en particular, trataran el tema, podría haber una toma de conciencia porque los medios de comunicación son los que realmente llegan a la población”, observa Richard Malonga, director de la Wildlife Conservation Society (WCS) en Congo-Brazzaville.

Los riesgos sanitarios que conlleva el consumo de carne de animales silvestres y el impacto en la biodiversidad son bien conocidos. Esta carne de caza, manipulada sin precauciones y vendida ilegalmente en los mercados africanos, sin control veterinario, es mucho más susceptible de contener patógenos infecciosos que una carne de animales de granja.

“El 75% de las enfermedades infecciosas que afectan al hombre provienen de los animales y el 60% de estas zoonosis guardan relación con la fauna silvestre. El consumo y el comercio de la carne de animales silvestres en África central favorecen el contacto entre el ser humano y la fauna silvestre”.

“Además, los riesgos de zoonosis conexos son más importantes que en otros lugares y aumentan como consecuencia de la pérdida de biodiversidad, la ausencia de controles veterinarios y la proliferación de vías y redes comerciales informales que satisfacen la demanda urbana, fuera del consumo de subsistencia. No obstante, todavía sabemos poco sobre la aparición y la frecuencia de zoonosis en una gran parte de estas especies salvajes que, al comercializarse en redes informales, eluden las inspecciones y controles veterinarios y pocas veces son sometidas a pruebas para la detección de enfermedades”, precisa Ferran Jori Massanas, veterinario epidemiólogo de Cirad.

Los grupos taxonómicos de mayor riesgo son los murciélagos, los roedores y los primates: los dos primeros porque viven en colonias muy numerosas en lugares cerrados, y el tercero por su gran cercanía a la especie humana. El aumento del volumen de carne de animales silvestres que se comercializa en los centros urbanos se debe al fuerte crecimiento de la población en la cuenca del Congo, al igual que en el resto de África. Alrededor de las grandes ciudades de África central, como Yaundé, Brazzaville o Kinsasa, se observa el “fenómeno de los bosques vacíos”, es decir, bosques vacíos de animales salvajes, cazados para su consumo o víctimas de la destrucción de su hábitat por la deforestación.

Una cuestión de seguridad alimentaria

¿Se debería prohibir o reglamentar el comercio y el consumo de la carne de animales silvestres? La cuestión es delicada. La prohibición completa del consumo de carne de caza tendría un efecto considerable en la seguridad alimentaria de una gran parte de la población rural. Por el momento, los gobiernos no han encontrado la solución: los empleos son insuficientes en las zonas rurales y los sectores alternativos todavía no han logrado los resultados esperados. La cosecha sigue siendo muy limitada y los intentos por introducir la ganadería y piscicultura locales no funcionan, ya que continúa resultando más fácil y rentable matar a un cefalópodo que criar un pollo.

“En Gabón, se caza más de medio kilo por hora. Es decir, un cazador que pasa seis horas en el bosque traerá tres kilos de carne que se venderán a 2.500 francos CFA por kilo (alrededor de 3,8 euros por kilo; unos 4,2 dólares USD)”, indica Philippe Vigneron, coordinador en Gabón del programa Sustainable Wildlife Management. “Lo hemos medido en las zonas rurales, donde la gente solo tiene la carne de animales silvestres como fuente de proteína animal y la caza local no tiene impacto en la biodiversidad. No tendría sentido prohibir el consumo en estas zonas. Sin embargo, en las ciudades, donde se puede encontrar pollo, carne de ternera, de cerdo o de cordero, la gente puede prescindir de la carne de animales silvestres. Por lo tanto, hay que concienciar a estos consumidores urbanos para cambiar sus hábitos y diversificar su régimen alimentario”, subraya Richard Malonga, de la WCS.

Las posiciones son más categóricas en lo que respecta a las redes comerciales. Algunos investigadores y organizaciones, como la Unión Europea, la FAO o el Centro para la Investigación Forestal Internacional, piden que se establezcan disposiciones jurídicas sostenibles para controlar lo que sucede. En Gabón, donde la comercialización de la carne de animales silvestres está en teoría prohibida, las autoridades reflexionan sobre la forma para legalizar la venta de un número determinado de especies con cuotas y brazaletes que permitan los controles sanitarios y la trazabilidad. Al contrario, las grandes ONG ecologistas desean la prohibición a escala mundial del comercio de carne de animales silvestres, a fin de salvar las especies en grave peligro, como los chimpancés, amenazadas por el comercio nacional, transnacional e internacional, y defienden el refuerzo de los controles y la vigilancia en las rutas, ya que temen que la legalización del comercio pueda ocultar el tráfico ilegal. Según las Naciones Unidas, se estima que el comercio ilegal de animales silvestres alcanzó un valor de 23.000 millones de dólares (unos 20.900 millones de euros) en 2016.

This article has been translated from French.