¿Dejará de contaminar Países Bajos sus propias aguas por el negocio de alimentar al mundo?

¿Dejará de contaminar Países Bajos sus propias aguas por el negocio de alimentar al mundo?

High-intensity agriculture in the Netherlands, the world’s second largest agricultural exporter, has led to ubiquitous nitrate and pesticide water pollution. Today, researchers and farmers are looking into ways to transition towards more water-friendly agriculture.

(Jelena Prtorić)
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En el despacho de Marina Vijver, científica medioambiental y profesora de ecotoxicología en la Universidad de Leiden, un gran póster de una pulga de agua Daphnia domina la pared detrás de su escritorio. La Daphnia es un crustáceo que vive en diferentes tipos de ambientes acuáticos, mide hasta 5 mm, con un cuerpo ovalado cubierto de un caparazón (casi) translúcido del que sobresalen cinco o seis pares de patas. Difícilmente puede decirse que es un animalito adorable, pero Vijver habla de “la dama” con mucho afecto.

La Daphnia Magna ha sido calificada de “canario en la mina de carbón” para el estudio de los ecosistemas, ya que los cambios en su crecimiento y comportamiento pueden utilizarse para evaluar los efectos de distintos contaminantes (artificiales). Para Vijver, la diminuta pulga de agua representa una referencia perfecta para los efectos de la contaminación en la fauna acuática.

En Leiden, una pintoresca ciudad a solo 30 minutos de Ámsterdam, Vijver investiga el impacto de las actividades humanas en los ecosistemas. “Por lo general pensamos que el estado de nuestra agua es muy bueno: es transparente, no huele mal, así que estamos contentos”, comenta Vijver a Equal Times. “Hoy día es raro ver la muerte masiva de peces [en Europa]. La contaminación es mucho más sutil”.

En los Países Bajos, una potencia agrícola mundial que produce una gran variedad de productos, desde cereales y cultivos para piensos hasta hortalizas y flores, la contaminación invisible, aunque omnipresente, se debe en gran medida a la actividad agrícola. Un país con una superficie de apenas 41.540 km2 se ha impuesto como el segundo mayor exportador de productos agrícolas del mundo, después de Estados Unidos, en términos de valor de las exportaciones (96.600 millones de euros en 2020). Según datos del Banco Mundial de 2020, el 53,9% de la tierra de los Países Bajos se destina a la agricultura.

En el verano de 2022, los agricultores neerlandeses fueron noticia en todo el mundo por sus protestas, en las que bloquearon rutas, incendiaron fardos de heno y vertieron estiércol en las carreteras.

Las protestas fueron provocadas por las propuestas gubernamentales para combatir la contaminación por nitrógeno, lo cual reduciría a la mitad las emisiones de los suelos fertilizados. Propuestas que, además, supondrían el cierre de 11.200 explotaciones.

Con todo, la agricultura intensiva, la limitada disponibilidad de tierras y el elevado uso de pesticidas y fertilizantes inorgánicos también han afectado a la calidad de las aguas del país.

Aunque los datos comunicados por los Países Bajos para el período de 2012 a 2015 han mostrado que aproximadamente el 88% de las estaciones de control de las aguas subterráneas tenían concentraciones de nitrato dentro del umbral legal de la Unión Europea, el 60% de las aguas dulces eran eutróficas y el 13% potencialmente eutróficas. La eutrofización es un proceso provocado por el exceso de nutrientes en el agua, lo que puede dar lugar a la proliferación de algas provocando el agotamiento del oxígeno de la masa de agua y afectando a todo el hábitat acuático. En los seres humanos, se ha relacionado un mayor riesgo de ciertos tipos de cáncer con la ingestión de nitratos en el agua potable.

Las aguas de los Países Bajos también registran superaciones de pesticidas. Una investigación del Instituto Nacional de Salud Pública y Medio Ambiente de los Países Bajos (RIVM), publicada en 2021, ha demostrado que “más de la mitad de las 216 fuentes de agua potable neerlandesas tienen o tendrán problemas con la calidad o la cantidad de agua, actualmente o en un breve lapso de tiempo. Se han encontrado sustancias que contaminan el agua bruta en 135 fuentes de agua potable”.

“Un punto de inflexión”

En la actualidad, el agua de los Países Bajos es potable gracias a los sistemas de depuración de alta tecnología. Sin embargo, los excesos de nutrientes y pesticidas son perjudiciales para la vida acuática. La legislación de la Unión Europea relativa a la protección del agua adoptada en 2000, la Directiva Marco del Agua, y sus Directivas derivadas, establecen un marco para los mecanismos de control y protección del agua en todo el bloque, con la intención de lograr un “buen estado” de las masas de agua (el objetivo original era 2015, pero se fijaron plazos posteriores, para 2021 y 2027). Asimismo, define los umbrales para muchos contaminantes; no obstante, muchos científicos han señalado que estos valores no tienen en cuenta las mezclas de sustancias químicas y las interconexiones entre la flora y la fauna acuáticas.

En Leiden, Vijver dirige un “Living Lab”, un laboratorio integrado en la naturaleza donde se simulan circunstancias de la vida real. Aun cuando un laboratorio estandarizado permite realizar análisis rápidos, es decir, pruebas que pueden reproducirse en cualquier parte del mundo y proporcionan datos rápidamente, un laboratorio vivo muestra el impacto de una determinada sustancia en todo un ecosistema.

“En un laboratorio tradicional, puede exponerse una especie a un contaminante. Sin embargo, en la naturaleza, una especie necesita esconderse de sus depredadores y buscar comida; no está bien alimentada ni es mimada por el investigador”, asegura Vijver.

El Living Lab de Leiden consta de zanjas; en invierno, se abren a un canal cercano para que las especies las colonicen. Durante un experimento, las zanjas se cierran, se aplica un contaminante específico a una zanja y luego se vigila a toda la comunidad durante tres o cuatro meses,

“Hay cientos de parásitos, microbios, zooplancton y macroinvertebrados en una sola zanja. Al principio [de un experimento], los contamos todos, cuantificamos y describimos todas las conexiones entre ellos: si compiten entre sí o tienen una relación simbiótica”, explica Vijver. Cuando hicieron una prueba aplicando una gota de neonicotinoides (el grupo de insecticidas más utilizado en el mundo), descubrió que la pulga de agua era 2.500 veces más sensible que en un experimento clásico de laboratorio. El insecticida también provocó una disminución a gran escala de los insectos de agua dulce. El declive de una especie puede perturbar todo el ecosistema; es probable que sus competidores prosperen, mientras que sus depredadores, al quedarse sin alimento, sufran.

“En el campo, a menudo pueden verse zanjas cubiertas de láminas de algas verdes que prosperan debido a los nutrientes. Sin embargo, los niveles de nitrato en esas aguas resultan ser normales. La cuestión es que la presencia de pesticidas desencadena una disminución de los organismos que se alimentan de algas, lo que provoca su proliferación. Este es un ejemplo de que se ha roto una conexión”, señala Vijver. “No sé cuántas conexiones tienen que romperse para que lleguemos a un punto de inflexión”, advierte.

Buscando soluciones, con o sin tecnología

En los últimos años, la Unión Europea ha anunciado una serie de legislaciones y estrategias destinadas a proteger la biodiversidad, reducir el uso y el riesgo de los pesticidas químicos y hacer más sostenibles los sistemas alimentarios. No obstante, en medio de la subida de los precios de la energía y el temor a la escasez de alimentos provocada por la guerra de Ucrania, la elaboración de muchos textos sobre medio ambiente se ha retrasado o ha sido dejada de lado.

En la granja del futuro, Farm of the Future, en la provincia nororiental de Flevoland, los investigadores de la Universidad de Wageningen trabajan con los agricultores para probar cómo pueden alcanzarse algunos de esos objetivos mediante diferentes métodos de cultivo y el uso de la tecnología. “Intentamos que la producción de alimentos sea sostenible en todos los aspectos. Es decir, reducir las emisiones de nitratos y pesticidas, pero también mejorar la biodiversidad y recuperar la salud del suelo”, explica el director del proyecto, Wijnand Sukkel, que lleva 35 años trabajando en el desarrollo de sistemas agrícolas.

Sukkel afirma que el uso actual de maquinaria, el cual aumenta la eficiencia de la mano de obra, pero también resulta costosa, constriñe a los agricultores a dedicarse a los monocultivos, que son más susceptibles a las plagas y enfermedades que los sistemas de cultivos mixtos. La diversidad de cultivos, en cambio, ayuda a los agricultores a obtener un mayor rendimiento con la misma cantidad de insumos, agua y fertilizantes, y favorece la biodiversidad. Las máquinas pesadas también han provocado la compactación del suelo, lo que reduce su fertilidad.

En la granja, Sukkel y sus compañeros exploran sistemas agroforestales, experimentan con el uso de robots para realizar trabajos agrícolas precisos, como la pulverización de pesticidas, y prueban diferentes soluciones para preservar el agua. Los cultivos se plantan en hileras cada 50 metros, con setos de flores entre ellas para preservar la diversidad de insectos.

“En la agricultura convencional, utilizamos grandes máquinas y rociamos todo. Pero, por lo general, solo un pequeño porcentaje de las plantas está enfermo. Si podemos ser precisos y aplicar cantidades más reducidas de pesticidas, su uso no es tan problemático”, afirma.

Sukkel confía en que el uso de pesticidas pueda reducirse en un 90% con tecnología precisa, sistemas de prevención y resistencia. En cuanto a la aplicación de fertilizantes, su uso podría reducirse asegurándose de que no hay compactación del suelo. De este modo, las raíces pueden penetrar más profundamente en el suelo y extraer los nutrientes. En última instancia, también se lograría un agua más limpia, ya que también disminuirían las escorrentías de plaguicidas y nutrientes.

Aun cuando Sukkel considera que el uso de mejores tecnologías es una forma de avanzar, Joke Wierenga, una pequeña agricultora afincada en las afueras de la ciudad oriental de Zwolle, cree que la solución es cambiar la forma de plantar y consumir. Wierenga trabajaba como profesora de matemáticas y ciencias hasta que, hace siete años, visitó un huerto urbano. “Pensé: ‘Esto es genial’”, relata. Hoy dirige una huerta de una hectárea.

Las huertas pretenden revitalizar los métodos tradicionales de agricultura, son respetuosas con el medio ambiente y venden directamente a los clientes, prescindiendo de los mayoristas. Wierenga desarrolla lo que suele denominarse “sistema de agricultura apoyada por la comunidad (CSA)”.

“Un agricultor corre muchos riesgos en lo que se refiere a los rendimientos. En un sistema apoyado por la comunidad, los clientes también son miembros de la huerta durante al menos un año y comparten los riesgos”. La huerta de Wierenga tiene 100 miembros que pagan por adelantado los productos. “Sé cuáles van a ser mis ingresos ya en marzo, y esto hace toda la diferencia”, explica. Todas las semanas comunica a los socios la evolución de la cosecha, y ellos se acercan a recoger su parte. Algunos se ofrecen como voluntarios en la huerta y ayudan a plantar y desherbar. En su huerta, Wierenga planta una gran variedad de productos: hay calabacines, calabazas, coles, árboles frutales y muchas bayas. Las abejas y las mariposas se pasean por las parcelas de hierba sin cortar entre los cultivos. No se utilizan pesticidas ni fertilizantes sintéticos.

Sin embargo, en los Países Bajos, es difícil que este tipo de agricultura se convierta en algo habitual. El país registró el precio de compra más alto de la Unión Europea por una hectárea de tierra cultivable (una media de 69.632 euros en 2019).

La tierra de Wierenga es propiedad del Gobierno local, y la arrienda por solo 1.000 euros al año. Sin embargo, no tiene garantías de poder trabajar en el huerto dentro de cinco o diez años. Con el dinero aportado por los socios y las actividades educativas con las escuelas que organiza en la granja, a Wierenga le quedan unos ingresos de aproximadamente 15.000 euros al año.

Las cuantiosas subvenciones agrícolas de la Unión Europea suponen un tercio del total del presupuesto del bloque, pero se destinan principalmente a las grandes explotaciones y no a los pequeños agricultores como Wierenga. Esas subvenciones son un salvavidas para legiones de agricultores, pero también los encierran en el sistema de agricultura intensiva. Al pedirle su opinión sobre las protestas de los agricultores, Wierenga asegura que entiende su lucha. “Sobre el papel, parece que son muy ricos. Pero todo el dinero está inmovilizado en la tierra. Es como tener una gran casa que no puedes vender a nadie porque es demasiado cara. Muchos agricultores se sienten atrapados. Les resulta difícil reconvertirse hacia otro tipo de agricultura”.

La reforma de la Política Agrícola Común (PAC) de la Unión Europea, aprobada en diciembre de 2021, “allana el camino para una PAC más justa, más ecológica y más orientada a los resultados”. Es decir, que incluye una mejor redistribución de los ingresos para los pequeños y medianos agricultores, y subvenciones para las reformas respetuosas con el medio ambiente. Los planes estratégicos de la PAC, adoptados por los Estados miembros, deberían comenzar en 2023. Está por ver hasta qué punto cumplirán su promesa, o si el acuerdo ha sido un ejercicio de “blanqueo ecológico”, como ya lo han descrito varias organizaciones medioambientales.

Este artículo se publica con una investigación exhaustiva sobre la contaminación del agua en la agricultura con el apoyo de la beca Bertha Challenge Fellowship 2022.