Desconfianza y malas condiciones laborales: así lucha contra el Ébola el personal sanitario congoleño

Los puntos para lavarse las manos y para controlar la temperatura corporal, instalados en las zonas concurridas de Goma y en las carreteras que conducen a otros centros urbanos de Kivu del Norte, pueden parecer irrisorios para combatir la amenaza que supone la enfermedad del virus del Ébola. “No estoy seguro de que sea suficiente para protegerme”, admite Guillaume Bisimwa, un residente de Goma que se dispone a cruzar la Gran Barrera, como se conoce al puesto fronterizo entre la República Democrática del Congo (RDC) y Ruanda. Pero, aún así, se frota las manos. “El Ébola da miedo, mucho miedo. Aquí hemos vivido guerras, rebeliones, grupos armados.... y sabemos cómo reaccionar ante estas amenazas. Pero frente al Ébola, no sabemos qué hacer, ni en quién confiar ya”.

Y con razón: el Gobierno congoleño, en primera línea, se las vio y se las deseó para dar una respuesta adecuada. La epidemia que azotó en 2014 África Occidental (más de 11.000 muertes) demostró la importancia de una respuesta enérgica, masiva y rápida. Pero en la RDC, la “respuesta” ha comenzado paulatinamente. Se han instalado puestos de control en las carreteras, para medir la temperatura de los viajeros. Se lleva un registro de sus nombres, para poder rastrear el círculo de contactos del potencial paciente. Pero en el corazón de la zona infectada, en los territorios rurales de Kivu del Norte, los residentes apenas han visto personal médico.

Las ONG especializadas en sanidad, muy presentes en la RDC, tomaron enseguida la iniciativa, pero aún no han logrado el éxito. “Desde que comenzó esta epidemia, se viene señalando la inseguridad como un gran obstáculo para la intervención. El noreste de la RDC es una zona de conflicto activo desde hace un cuarto de siglo, plagada de grupos armados” subraya Médicos sin Fronteras en un comunicado. En esta región, presa de grupos armados, hay zonas rurales inaccesibles para los equipos médicos. Sin embargo, la ONG reconoce que esta situación no explica todos los fracasos de la respuesta.

La población: entre el miedo y la ira

La falta de movilización rápida de las autoridades sanitarias locales al detectarse los primeros casos, convirtió unas decenas de casos en cientos de muertes, en un abrir y cerrar de ojos. El último recuento, fechado el 13 de octubre pasado, deja un saldo de 2.150 muertes de los 3.600 casos registrados. Sobre el terreno, el personal sanitario denuncia sus difíciles condiciones de trabajo. “Tengo que conformarme con un salario de 250 dólares. Una miseria, dado que podría morir infectado. Sigo tratando a los enfermos por sentido del deber, pero no estoy satisfecho de trabajar en estas condiciones”, dice un médico local en Beni, una ciudad de 230.000 habitantes en Kivu del Norte. El personal médico, mal preparado, ha pagado un alto precio combatiendo el virus. Al menos 35 miembros del personal sanitario han muerto infectados.

Entre dos consultas, este médico insiste en no que no citemos su nombre. Sobre el terreno, el personal encargado del tratamiento del Ébola tiene miedo. El 19 de abril, el Dr. Richard Valery Mouzoko Kiboung murió en un ataque contra el Hospital de Butembo, segunda ciudad más poblada de Kivu del norte. Este médico camerunés había sido enviado por la OMS como parte de la estrategia de respuesta a la epidemia. Los Centros de Tratamiento del Ébola (CTE) han sido blanco de ataques con armas de fuego o incluso con piedras.

Puede sorprender que las comunidades se vuelvan contra personas que están allí para ayudarlas, pero en una región asolada por la guerra desde hace 25 años ante la indiferencia casi general de la comunidad internacional, todo lo que viene de Occidente es hoy sospechoso.

En la calle se suele oír hablar del “Ébola business”, un concepto que se extiende en paralelo a la implicación del personal sanitario extranjero. En Beni, sus flamantes 4x4 llaman la atención de una población que lleva desde 2014 soportando mucho dolor y rabia. Un desconocido grupo rebelde ugandés, las ADF, (Allied Democratic Forces), realiza regularmente incursiones letales. En cada ataque asesinan a decenas de civiles, a tiros o a machetazos, sin suscitar movimiento de solidaridad internacional alguno.

En este tenso contexto, el volumen de los recursos asignados a la lucha contra el Ébola, escandaliza. “La comunidad internacional no viene a ayudarnos por nuestra cara bonita. Sabe que si la enfermedad se propaga, existe el riesgo de que llegue a los Estados Unidos, a Europa. Por eso se mueven. Pero no hay una voluntad real de ayudarnos”, lamenta Etienne Kambale, relator general adjunto de la Coordinadora de la Sociedad Civil de Kivu del Norte (una estructura que reúne a varias asociaciones de la región). “La población reacciona enérgicamente porque no entiende que se pueda invertir tanto en luchar contra el Ébola mientras que las masacres a machetazos de las ADF chocan contra un muro de total indiferencia”, añade Sylvain Kanyamanda, alcalde de Butembo, para explicar la actitud crítica del pueblo congoleño ante la llegada de la “ayuda”.

Rumores impulsados por la debilidad del sistema sanitario

Esta desconfianza en la comunidad internacional ha propiciado la propagación de rumores. “Muchas personas no entienden por qué pacientes con síntomas similares a los de la malaria son internados en centros de tratamiento del Ébola y mueren pocos días después. Llegan a la conclusión de que es allí donde contraen la enfermedad. En las redes sociales, circulan informaciones de que la enfermedad se utiliza para generar beneficios a las compañías occidentales”, explica Charlie Mathekis, un docente de la ciudad de Katwa, cerca de Butembo.

La ausencia de un sistema de salud local de calidad y reconocido por la población favorece que se transmitan la enfermedad y los rumores.

Las diferencias en el trato que reciben los equipos médicos congoleños y el personal médico extranjero no ayudan a la lucha contra la epidemia. Los médicos locales reciben una media de 300 dólares mensuales, mientras que los extranjeros cobran entre 5.000 y 10.000 dólares, más una dieta de 150 dólares por día laborable. La situación del resto del personal sanitario llama a la reflexión: el salario medio de un médico oficial oscila entre los 91.000 francos congoleños (55 dólares) y los 115.000 (70 dólares).

“La gente contratada para trabajar en la respuesta espera recibir un salario generoso, como los trabajadores de algunas ONG. Cuando descubren a cuánto asciende su primera paga, les invade la rabia”, dice Chernozem Kambale, presidente del Sindicato Nacional de Trabajadores del Congo. “Por si esto fuera poco, a veces hay retrasos en los pagos”, un problema común para los funcionarios congoleños.

Las graves consecuencias de los impagos salariales

Estas condiciones laborales y las desigualdades en el trato pueden conducir a situaciones explosivas. Las protestas han acabado afectando a los equipos de primera línea. En junio pasado, agentes provinciales desplegados en Mangina, al oeste del Beni, se declararon en huelga para exigir el pago de varios meses de atrasos salariales. “Que nos paguen los tres meses que nos deben. Es nuestro derecho”, reivindicaba el personal sanitario. Para desbloquear los fondos hizo falta un arrebato de rabia de Freddy Mbayahi, vicepresidente de la Coordinadora de la Sociedad Civil de Kivu del Norte, y un llamamiento a la OMS, ante el temor de que se acelere la propagación de la enfermedad si la labor de prevención y diagnóstico no se reanudaba cuanto antes.

Estos retrasos en el pago se entienden muy mal, y menos aún cuando las declaraciones de la OMS sugieren que hay fondos disponibles. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, dijo eso mismo durante su "visita de solidaridad" a Goma el 31 de agosto, donde recordó la importancia de la lucha contra la enfermedad. Chernozem Kambale pide más transparencia para hacer frente a las diferencias entre las sumas prometidas y las recibidas por la mayoría de quienes trabajan sobre el terreno, a menudo al servicio de las ONG.

“Debemos acabar con el secretismo sobre las cantidades gastadas. La transparencia ayudará a reducir los malentendidos”.

Desde hace varias semanas, la propagación de la enfermedad parece haber disminuido levemente. El número de nuevos contagios ha pasado de 90 a 20 por semana. El presidente congoleño Etienne Tshisekedi ha confiado al Dr. Jean-Jacques Muyembe, virólogo congolés especialista del Ébola, la coordinación de la respuesta. El descubrimiento de varios casos en la gran ciudad de Goma puede haber tenido un efecto de electrochoque, dada la catástrofe que supondría una epidemia de Ébola en un centro urbano de este tamaño.

Sin embargo, todos mantienen la cautela: “es necesaria una gestión ejemplar de los fondos asignados a la respuesta y que el personal sea tratado con dignidad”, dice Etienne Kambale, de la Coordinadora de la Sociedad Civil de Kivu del Norte. Y, sobre todo, concluye, se debe solucionar el problema de los atrasos en el pago de los salarios: “tiene un impacto terrible en la organización de nuestro sistema de sanidad y en la lucha contra la epidemia. Este mal funcionamiento no es aceptable ante una epidemia como la del Ébola, que ha sido declarada emergencia mundial”.

This article has been translated from French.