Desplazados por el desierto: la expansión del Sahara que rompe familias y es fuente generadora de violencia

Desplazados por el desierto: la expansión del Sahara que rompe familias y es fuente generadora de violencia

Malian girls stand in the shade in Kidal, northern Mali.

(UN Photo/Marco Dormino)

Abdoulaye Maïga enseña orgulloso fotos de él y su familia en una época más feliz, cuando vivían juntos en su casa, en el norte de Mali. Ahora parece que fue hace mucho tiempo y le resulta doloroso recordarlo.

“Vivíamos felices, como una gran familia, antes de la guerra y comíamos y bebíamos tanto como queríamos gracias a nuestros cultivos y ganado”, dice. “Entonces estalló la guerra y nuestras vidas cambiaron para siempre. Nos vimos obligados a desplazarnos hacia el sur y finalmente nos instalamos en la región de Mopti. En 2013 volvimos a casa cuando la situación se estabilizó”, relata Abdoulaye.

En 2012, diferentes grupos de rebeldes tuaregs se unieron para formar y administrar un nuevo Estado en el norte del país llamado Azawad. Según las Naciones Unidas, las contiendas civiles resultantes desplazaron a muchas personas de sus hogares y las comunidades huyeron con su ganado, con lo que terminaron compitiendo entre sí por los escasos recursos naturales en comunidades de acogida hostiles.

Cuando la situación de seguridad empezó a mejorar en 2013, muchos volvieron a sus hogares para reconstruir sus vidas y medios de subsistencia. Sin embargo, pronto fue la expansión del desierto del Sahara, la sequía y la degradación del suelo lo que les llevara de nuevo a desplazarse.

“Con el tiempo, el terreno dejó de servir para nada y nos encontramos sin tierra que trabajar. No crecía ningún alimento y nuestro ganado seguía muriendo debido a la falta de agua y hierba”, recuerda Abdoulaye.

“La sequía en toda la región del Sahel, y posteriormente el conflicto en el norte de Mali, provocó una caída importante de la producción agrícola del país, lo que redujo los recursos de las familias y dejó a una gran parte de la población pobre maliense todavía más vulnerable”, dice la FAO.

“Solíamos ir de un lado para otro con nuestro ganado buscando agua y pasto, pero la mayoría de las veces no encontrábamos nada. La vida era insufrible. El Sahara se nos viene encima, y a una gran velocidad”, asegura entristecido Abdoulaye.

Al final, la familia Maïga tuvo que abandonar su hogar y separarse; Abdoulaye y su hermano Ousmane, tras una breve temporada en Burkina Faso, se trasladaron en 2015 a la capital comercial de Benín, Cotonú, mientras que el resto de la familia se dirigió a la capital de Mali, Bamako.

Una desertificación progresiva

Las Naciones Unidas dicen que cerca del 98% de Mali está amenazado por el avance de la desertificación, causada por la naturaleza y la actividad humana. Además, según la agencia de noticias Reuters, el desierto del Sahara sigue expandiéndose hacia el sur a un ritmo de 48 kilómetros al año, lo que degrada todavía más el suelo y destruye los ya escasos medios de vida de la población.

El Sahara, un área de unos 9 millones de kilómetros cuadrados, es el mayor desierto cálido del mundo y en él viven unas 70 especies de mamíferos, 90 especies de aves residentes y 100 especies de reptiles. Y sigue creciendo: según LiveScience, su tamaño ha aumentado en un 10% desde hace un siglo.

El Sahel, el área comprendida entre el Sahara al norte y la sabana sudanesa al sur, es la región donde las temperaturas están aumentando más rápidamente que en ningún otro sitio del planeta

Según estudios realizados por la secretaría de la Convención de las Naciones Unidas de lucha contra la desertificación (UNCCD, por sus siglas en inglés) sobre economía y desertificación, degradación del suelo y sequía, se estima que el coste de la degradación del suelo asciende actualmente a alrededor de 490.000 millones de dólares estadounidenses al año, una suma que supera con creces el coste de las medidas de prevención.

Según las Naciones Unidas, alrededor del 40% del suelo degradado del mundo se encuentra en las zonas con mayor incidencia de pobreza y afecta directamente a la salud y los medios de vida de unos 1.500 millones de personas.

En un país en el que se utilizan seis millones de toneladas de madera al año, los informes indican que los malienses están destrozando implacablemente su medio ambiente, el cual ya es frágil, al talar 4.000 kilómetros cuadrados de cubierta forestal cada año para obtener madera y combustible.

La falta de lluvia ha empeorado la situación, especialmente para la industria del algodón. Mali sigue siendo el mayor productor del continente, con una producción de 750.000 toneladas en la campaña agrícola 2018-2019. Los ecologistas creen que las precipitaciones medias de Mali han disminuido en más de un 30% desde 1998 y que las sequías son ahora más largas y frecuentes.

Conflictos por los recursos

El consultor de Chatham House para África, Paul Melly, dice que la desertificación reduce las posibilidades de que la agricultura y el pastoreo sigan siendo viables. “Y, por supuesto, esto puede llevar a algunos miembros de la población, desengañados –en particular a los hombres jóvenes–, a sentirse atraídos por otras alternativas para ganarse la vida, como el dinero que ofrecen las bandas de traficantes o grupos terroristas”, dice.

Ousmane, el hermano de Abdoulaye, comparte la opinión de Melly: “La tentación es demasiado grande cuando vives en áreas afectadas por la desertificación porque no tienes acceso a suficiente comida o agua. Entonces es cuando los malos empiezan a aparecer en la puerta de tu casa para decirte que si te unes a ellos te darán mucha comida, agua y dinero. La solución es huir tan lejos como puedas para evitar caer en la trampa”.

Por lo tanto, Ousmane y Abdoulaye vendieron los pocos animales que todavía tenía la familia para poder abandonar el país.

En Burkina Faso esperaban encontrar trabajo en el sector de la agricultura. Sin embargo, no siempre eran bien recibidos. “Sentíamos el resentimiento de los habitantes, así que le dije a mi hermano que nos fuéramos antes de que empeorara la situación porque ya había tensiones entre las comunidades locales, aparentemente por recursos de tierra”, dice Ousmane.

Melly, de Chatham House, lo confirma: “No cabe duda de que el contexto general, de aumento de la presión sobre recursos naturales frágiles, y a veces en proceso de degradación, es un factor que contribuye a las presiones generales de la región y, por consiguiente, potencialmente a la tensión”.

Como en el resto del continente, la grave degradación ambiental parece ser una de las causas fundamentales de los conflictos interétnicos.

El Worldwatch Institute, que utiliza la región de Darfur como estudio de caso, apunta: “En gran medida, el conflicto es consecuencia de un desastre de evolución lenta: la desertificación progresiva y las graves sequías han provocado inseguridad alimentaria y hambrunas esporádicas, así como una creciente competencia por la tierra y el agua”.

¿Qué se está haciendo?

Proyectos como el de la Neutralización de la Degradación de las Tierras de la Convención de las Naciones Unidas de lucha contra la desertificación -cuyo objetivo es prevenir y/o revertir la degradación de las tierras-, se cuentan entre las intervenciones para frenar la desertificación. 

Otra iniciativa importante que tiene por objeto luchar para recuperar la tierra que se ha tragado el Sahara es el Great Green Wall (GGW), un proyecto valorado en 8.000 millones de dólares que ha puesto en marcha la Unión Africana, con el beneplácito de la UNCCD y el apoyo de organizaciones como el Banco Mundial, la Unión Europea y la FAO. Desde su lanzamiento en 2007, se han realizado progresos considerables para restaurar la fertilidad de las tierras del Sahel. Según la UNCCD, casi 120 comunidades de Burkina Faso, Mali y Níger han participado en un proyecto de cinturón verde que ha dado lugar a la recuperación de más de 2.500 hectáreas de tierras degradadas y áridas y se han plantado más de dos millones de semillas de 50 especies nativas de árboles.

Sin embargo, siguen existiendo carencias que siguen afectando a muchas personas de Mali. Hassan Badarou es un líder comunitario que ha pasado varios años enseñando el islam en zonas rurales de Mali y Níger. Dice que la situación en Mali es muy compleja: “No es fácil vivir en estas áreas. La población se enfrenta a una doble amenaza. Es el doble de estresante huir al mismo tiempo del conflicto armado y la desertificación. Y estas personas deben ser bien recibidas y asistidas, no consideradas como una amenaza para los medios de vida locales”.

“Por eso predicamos tolerancia y solidaridad allá donde vamos, para evitar llegar a una situación en la que las comunidades locales sientan que sus escasos recursos se ven amenazados por los recién llegados. Debería haber un diálogo honesto y franco en el que las comunidades hablen entre ellas sobre los recursos de tierra y agua”, recomienda.

Todas las personas son iguales frente a la expansión del Sahara. Fadimata, una desplazada interna del norte de Mali, dice que el cambio climático está afectando a todos en el Sahel, incluso a los terroristas. “Vi con mis propios ojos cómo hombres jóvenes fuertemente armados llegaban al pueblo buscando comida. Dijeron que no querían hacer daño a nadie, solo comer”.

“Por supuesto, teníamos mucho miedo, pero los habitantes del pueblo acabamos reuniendo algo para estos pobres jóvenes. Se sentaron, comieron, bebieron mucha agua y después se marcharon. Creo que eso es mejor que matar a los habitantes y robar su comida, ganado y agua”.

Este artículo fue publicado originalmente por IPS News.