El acuerdo con Alemania, un “insulto” para los pueblos ovaherero y nama de Namibia

El acuerdo con Alemania, un “insulto” para los pueblos ovaherero y nama de Namibia

Miembros de una delegación de líderes ovaherero y nama participan en una ceremonia que se celebró el 30 de septiembre de 2011 en el hospital Charité –Universitätsmedizin de Berlín en la que Alemania devolvió 20 cráneos humanos a Namibia–. Las fuerzas coloniales alemanas enviaron a Berlín cráneos de las víctimas del genocidio ovaherero y nama de 1904 a 1908 para que se llevara a cabo una investigación que demostrara la superioridad racial de los europeos blancos.

(Reuters/Alamy Stock Photo)

En Google Earth parecen un sarpullido en la tierra. Si se amplía el zoom, las protuberancias resultan ser montículos en la arena del desierto, miles de ellos en hileras apretadas. Cada uno de dichos montículos es una fosa común y el recordatorio de una terrible masacre. Entre estas hileras donde yacen sus ancestros, el artista y activista Laidlaw Peringanda lleva a cabo una tarea dolorosa.

Él viene aquí para cuidar las tumbas que rodean la periferia de la localidad namibia de Swakopmund. El peor aspecto de su trabajo es cuando el viento del mar erosiona alguno de los montículos y saca a la luz los huesos y cráneos de sus ancestros.

“No es fácil”, explica Laidlaw. “Para hacer esto hay que tener un corazón fuerte”.

En este cementerio enterraron a miles de ovaherero (también conocidos como herero) que fueron las víctimas del primer genocidio del siglo XX y murieron en los campos de concentración que construyeron los alemanes en los alrededores de Swakopmund.

Nadie sabe exactamente cuántos ovaherero y nama murieron entre 1904 y 1908. Es posible que fallecieran hasta el 80% de los ovaherero, mientras que los nama pueden haber perdido a la mitad de su población.

Durante décadas, los descendientes de los que murieron en lo que empezó como un levantamiento han reclamado a Alemania que reconozca que los asesinatos en masa fueron un genocidio y le han instado a que otorgue indemnizaciones.

El gobierno alemán reconoció oficialmente en 2015 que había cometido un genocidio, pero se negó a pagar indemnizaciones. Desde entonces, las negociaciones han seguido su curso, pero a mediados de mayo salió a la luz la noticia de que los gobiernos de Namibia y Alemania habían alcanzado un acuerdo económico. Durante los próximos 30 años, Alemania va a desembolsar 1.100 millones de euros en concepto de ayuda económica.

Todavía no se han divulgado todos los detalles de dicho paquete de ayudas, pero las autoridades en Berlín revelaron que los fondos se destinarán a proyectos relacionados con la reforma agraria, la infraestructura rural, el suministro de agua y la capacitación. Las comunidades afectadas participarán y se beneficiarán de dichos proyectos.

El gobierno de Namibia anunció que dicho acuerdo constituye “un paso en la dirección correcta”. Pero algunos descendientes de las víctimas aseguran que no es suficiente.

“Lo consideramos un insulto”, afirma Nandiuasora Mazeingo, presidente de la Fundación del Genocidio Ovaherero. “Al gobierno de Namibia tan solo le han otorgado el papel de facilitador en el proceso y a nosotros nos han excluido del acuerdo”.

Enfadado, Nandiuasora revela que la cantidad que han ofrecido equivale al presupuesto anual del ministerio de Educación de Namibia. “Y esto es lo que nos están ofreciendo por haber matado al 80% de mi pueblo y al 50% de los nama. Han saqueado nuestro país y sus hijos siguen ocupando nuestra tierra”.

Según afirma, a los nama y ovaherero habría que dejarles decidir cómo quieren gastar el dinero.

Las implicaciones de la indemnización

El genocidio comenzó como una rebelión de los ovaherero y los nama. En 1904, el general Lothar von Trotha fue enviado a la colonia alemana de África del Sudoeste para que reprimiera la revuelta. Según parece, fue él quien dio la llamada orden de exterminio: “Dentro de las fronteras alemanas, se ejecutará a tiros a todo herero, ya sea armado o desarmado, con o sin ganado. No perdonaré a nadie, ni a mujeres ni a niños”. Las tropas bajo su mando eran brutales.

A los que no fusilaban les obligaban a internarse en el desierto, donde morían de sed o hambre, o les detenían y enviaban a campos de concentración. Los colonos alemanes se apropiaban de sus tierras y se establecieron allí.

“Los académicos como yo sabemos que para entender cómo las atrocidades del régimen nazi desembocaron en una particular estrategia de exterminio, hay que volver a analizar las semillas que se plantaron durante la época colonial alemana”, detalla Henning Melber, un activista político namibio. “Eso no significa que exista una relación de causalidad directa, pero lo que sí existe es un vínculo entre las atrocidades coloniales alemanas y lo que ocurrió 35 años después, en Alemania y en la expansión hacia el este de Europa”.

Henning explica que el problema al que se ha enfrentado Alemania es que ha querido evitar a toda costa pagar cualquier suma que se pudiera definir como indemnización.

“Hubo varias causas judiciales relacionadas con las atrocidades cometidas por los soldados alemanes durante la Segunda Guerra Mundial en Italia, Grecia, Polonia y otros países del este de Europa. Los tribunales locales de dichos países dictaminaron que Alemania debía pagar indemnizaciones a los descendientes de las víctimas ejecutadas.

El gobierno alemán siempre se ha negado a reconocer las sentencias, aduciendo que no se puede responsabilizar al gobierno de las atrocidades cometidas por algunos soldados”.

Si el gobierno acepta pagar indemnizaciones, las familias de las víctimas de la Segunda Guerra Mundial serían las siguientes en ser indemnizadas, al igual que las de las antiguas colonias alemanas que sufrieron todo tipo de atrocidades a manos de sus amos coloniales.

Henning afirma que este tema va incluso más allá. “Estoy bastante seguro de que a nivel europeo y a puerta cerrada en la UE, los ministros de Asuntos Exteriores de otras antiguas potencias coloniales han advertido a los alemanes en términos muy claros de que tengan cuidado con lo que negocian. Porque si sientan precedente como una antigua potencia colonial que paga indemnizaciones por las injusticias históricas, les saldría muy caro a Reino Unido, Francia o Bélgica”.

“El colonialismo no se ha acabado”

Al igual que Nandiuasora, Henning opina que lo que Alemania está ofreciendo no es suficiente. “Las comunidades que viven en las regiones del sur y el centro-este de Namibia se enfrentan a diario a las vallas de los agricultores blancos. Y esas son las mismas tierras que les expropiaron a sus antepasados. Por tanto, el colonialismo no se ha acabado”.

Según explica, los 1.100 millones de euros que otorgará Alemania equivalen a lo que este país europeo ha donado a Namibia durante los últimos 30 años en concepto de cooperación al desarrollo.

Los representantes de los nama y los ovaherero se han comprometido a seguir oponiéndose al acuerdo. Según los últimos planes, no van a recibir al ministro alemán de Asuntos Exteriores Heiko Maas cuando viaje a Namibia para ratificar el acuerdo.

La Asociación de Líderes Tradicionales Nama y la Fundación del Genocidio Ovaherero han destacado que las comunidades ovaherero y nama que escaparon del genocidio y se asentaron en Botsuana y Sudáfrica no están incluidas en el acuerdo. “Namibia ha fallado a África, pues no ha exigido responsabilidades a una antigua potencia colonial europea y genocida”, se lamentaron en una declaración conjunta.

Ahora están planeando el siguiente paso y han saltado a Internet, donde están elaborando y firmando peticiones. En una petición en Change.org hacen un llamamiento para que las indemnizaciones se les paguen a los descendientes de las víctimas del genocidio y no al gobierno namibio, para que Alemania acepte la responsabilidad plena de los asesinatos y para que el término ‘acuerdo de reconciliación’ se sustituya por ‘acuerdo de indemnización’.

La historia oral

No muy lejos del cementerio en Swakopmund se encuentra la Comunidad de Reasentamiento Democrático o asentamiento de chabolas DRC. Aquí, muchos de los descendientes de las víctimas del genocidio viven sin tierra ni agua potable.

Las generaciones mayores que narran el genocidio han mantenido vivas las historias de los asesinatos, las violaciones y el hambre entre algunos de los habitantes del DRC. Durante mucho tiempo, estas historias nunca llegaron a un público más amplio. Pero ahora esto está cambiando.

En 2020, el antiguo guerrillero Uazuvara Katjivena publicó su libro, Mama Penee: Transcending the Genocide, donde narra la historia de su abuela, que fue testigo del asesinato de sus padres cuando tenía 11 años. Después de verse obligada a sobrevivir en el desierto, los alemanes la capturaron y la movieron de familia en familia. Le llamaron Petronella, que significa pequeña roca, porque era muy terca.

“Si vamos a hablar de reconciliación, primero habrá que contar las cosas como sucedieron. Y eso nunca ha ocurrido en Namibia. Tanto en el caso del genocidio como en el más reciente de la lucha por la liberación de Namibia”, advierte la antropóloga Heike Becker, que ha publicado numerosos trabajos sobre Namibia.

Laidlaw también creció escuchando historias sobre el genocidio en el seno de su familia. “Mi bisabuela me contó la historia del campo de concentración. Yo tenía ocho años y pensaba que solo era un cuento o algo así. Pero cuando fui allí en 2015 y pude ver por primera vez la inmensidad del cementerio, lloré”.

Hoy en día, Laidlaw es guía del recorrido turístico sobre el genocidio en Swakopmund. A veces, cuando los turistas alemanes visitan el cementerio y ven por primera vez los enterramientos, lloran como él. Como descubrió, muchos de ellos nunca habían oído hablar del genocidio.

“Los descendientes de las víctimas y de los verdugos están sufriendo traumas transgeneracionales. Por eso, tenemos que sanar las heridas del pasado: para poder tener un futuro mejor”, concluye Laidlaw.

Este artículo ha sido traducido del inglés por Iñigo Rodríguez-Villa

El presente artículo se publicó por primera vez en New Frame.