El afán de Turquía por construir presas ¿añadirá más leña a la crisis regional por la falta de agua?

La presa de Ilısu, uno los proyectos hidroeléctricos más polémicos de Turquía, comenzará a producir energía mismo este mes. Los observadores la consideran un ejemplo más de la sigilosa expansión de la política hídrica turca, que tiene profundas repercusiones para la región.

Turquía está tratando de arrogarse el control de varias vías fluviales naturales transfronterizas y utilizarlas para el regadío y la energía hidroeléctrica del país. En la última década, Turquía viene intensificando su control sobre los ríos de la zona, para alarma de los expertos en abastecimiento de agua.

Ecologistas y activistas por el derecho al agua expresan su preocupación por los efectos en espiral que tendrá el Proyecto de Anatolia Sudoriental (GAP) en la región, dado que la inestabilidad política y la guerra civil han agotado los embalses de Irak y Siria. El GAP prevé la construcción de 22 presas, 19 centrales hidroeléctricas y una gran red de regadío en toda la cuenca de los ríos Tigris y Éufrates.

Akgün İlhan, experto en política turca y activista por el derecho al agua critica que la política hidrográfica del gobierno turco incide en “la cantidad, no en la calidad” —incluso dentro del país—. “Tenemos agua corriente, pero no se puede beber”, afirma, debido a la falta de inversiones en la infraestructura hidráulica nacional. İlhan explica a Equal Times que el gobierno turco está más interesado en controlar las vías fluviales y en exportar agua embotellada que en garantizar el acceso al agua potable.

Enmarca el GAP dentro de la inveterada competencia por las presas que hay entre Turquía, Siria e Irán. Turquía está tratando de crear “una nación más allá de sus fronteras”, dice İlhan. La hegemonía sobre los recursos hídricos cobrará más importancia a medida que el cambio climático transforme la región y encarezca el agua.

Las reservas de agua resultan claves en tiempos de crisis y los gobiernos dependen de los embalses para liberar agua cuando disminuye el caudal río arriba. Aunque el GAP no se ha completado aún, los embalses ya están llenándose —sin contar los que eventualmente formarán parte de la red— y captando un agua que deja de fluir río abajo. El Tigris y el Éufrates nacen en Turquía, pero son fuentes de riego indispensables para los países situados río abajo, Siria e Irak; de ahí la preocupación que suscita el proyecto entre los activistas medioambientales.

Irak tendrá que paliar, además de las deficiencias de su propia gestión de los recursos hídricos, la menor cantidad de agua río arriba procedente de Turquía, debido al GAP. Cuando la presa de Ilısu, una de las mayores del proyecto, comience a producir energía este mes, afectará a cerca de 90 millas del Tigris y a 150 millas de sus afluentes. El gobierno comenzó a llenar el embalse de Ilısu en agosto de 2019, haciendo caso omiso a años de protestas contra la inundación de la histórica ciudad de Hasankeyf y la destrucción de la biodiversidad que supone el embalse. Cuando la cercana presa de Cizre entre en funcionamiento, exacerbará el impacto ecológico negativo en la región.

Además del desplazamiento de las poblaciones cercanas a los proyectos, las presas a lo largo del Tigris disminuirán el caudal de agua de la que disponen los agricultores para el riego. Asimismo, el uso de fertilizantes y plaguicidas químicos entre los agricultores turcos podría contaminar el agua que llega a los países situados río abajo y disminuir la productividad de sus tierras.

“Consecuencias destructivas”

Las nuevas presas situadas río arriba suscitan también preocupación entre los iraquíes, dada la escasez de agua que asola al país. Las autoridades iraquíes culpan a las presas turcas de agravar sus anteriores crisis de agua. El gobierno turco afirmó que la presa Ilısu no contaminaría el agua que entra en Irak o Siria, porque sólo se utilizará para producir energía hidroeléctrica, no para el riego. Sin embargo, la presa de Cizre que Turquía se propone construir río abajo sí se utilizará para el riego.

El ministro de Energía iraní, Hamid Chitchian, afirma que las presas turcas han provocado un efecto dominó que está desecando los ríos de la región. El presidente iraní, Hassan Rouhani, calificó de “peligrosos” dos de los principales proyectos de presas en el Éufrates y el Tigris, y afirmó que tendrían “consecuencias destructivas”. No obstante, las presas y los proyectos hidroeléctricos iraníes también están afectando el caudal de agua que fluye hacia Irak, atrapada entre dos países con un ansia de presas irrefrenable. El extenso programa iraní de construcción de presas está teniendo efectos colaterales drásticos, como la desecación de ríos y lagunas, incluso dentro del país.

Controlar el agua que logra llegar a Siria e Irak es otra contienda. Las reservas hídricas de ambos países han sentido los efectos de la guerra.

Según la ONG por la paz en Irak, Enabling Peace in Irak Center (EPIC), Irak es incapaz de suministrar agua regularmente a sus aproximadamente 38 millones de habitantes, debido a una combinación de sequías prolongadas, de presas ubicadas en países vecinos y de los conflictos. En cuanto a Siria, investigadores de la Universidad de Stanford concluyeron que los embalses de la cuenca del río Yarmouk-Jordán se redujeron a la mitad entre 2012 y 2015. Los embalses bajo control de los rebeldes sirios, sufrieron daños debido a la falta de experiencia y de personal. Los daños en las infraestructuras multiplican las fugas de agua en su almacenamiento y durante su distribución.

Las ofensivas militares de Turquía en Siria han provocado repetidos cortes de agua. Cuando Turquía invadió la ciudad siria de Afrin, en 2018, las tropas turcas se apoderaron de inmediato de la principal presa y de la planta hidroeléctrica cercana y procedieron a cortar el suministro de agua de la ciudad, según informó la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas. En 2019, una vez más, una ofensiva turca en Siria dañó una estación central de agua que abastecía a la ciudad de Hasakah, afectando el acceso al agua de 400.000 sirios.

Ercan Ayboga, activista y miembro fundador de la Iniciativa para Mantener Hasankeyf Viva, considera que Turquía utiliza los proyectos hidrológicos como un eficaz instrumento para la diplomacia regional, que se centra cada vez más en la intervención militar. Las tres principales operaciones militares de Turquía en Siria desde 2016 suponen un importante giro respecto a la política de “cero problemas con los países vecinos”, que preconizaba el ex ministro de Relaciones Exteriores Ahmet Davutoğlu. “Las políticas de Turquía son muy hostiles. Corta el agua cuando quiere”, dice Ayboga.

Dursun Yıldız, ingeniero civil y director de la Asociación de Hidropolítica de Turquía, ve la situación de manera diferente. Afirma que los embalses son necesarios para el sector agrícola turco y ofrecen la oportunidad de gestionar responsablemente el agua de toda la región. “Turquía está dispuesta a compartir el agua de una manera lógica”, afirma.

“Un diálogo tenso”

La debilidad de los Gobiernos de Damasco y Bagdad, deja a Ankara sin apenas oposición política externa a sus construcciones hidráulicas o a futuros cortes en el abastecimiento de agua. Irán parece rechazar los proyectos hidráulicos de Turquía con más ahínco que los demás pero, como potencia regional donde nacen varios afluentes del Tigris, se encuentra en una posición ligeramente distinta.

Ayșegül Kibaroğlu, asesor de relaciones internacionales del GAP entre 2001 y 2003, explica a Equal Times que, en aquel momento, había más cooperación entre los países. “Era posible que burócratas, tecnócratas y académicos como yo, mantuviéramos un diálogo con nuestros homólogos”. Hoy, la sociedad civil y las partes interesadas mantienen “un diálogo tenso. Lleva siendo así desde hace tiempo”, dice Kibaroğlu.

Aunque Siria tiene siete cuencas hidrográficas, “el agua del Éufrates representa más de la mitad de sus recursos hídricos”, dice Kibaroğlu, y añade que la mayor parte de la tierra utilizada para la agricultura en Siria depende del Éufrates.

Incluso si el gobierno turco no corta arbitrariamente el suministro de agua a los países situados río abajo, la reducción del caudal de agua que llega a Irak tendría un efecto dominó, según el profesor Ramadhan Hamza Mohammed, activista iraquí por el derecho al agua, quien predice que se avecinan más sequías y tormentas de arena.

Además de la disminución del agua de Turquía, el cambio climático abocará a una disminución de las precipitaciones en la región, lo que aumentará la probabilidad de sequía. “Turquía no se preocupa más por la evaluación ambiental de la presa [de Ilısu] porque todo el proyecto está construido desde una óptica política”.

Según la agencia de noticias estatal turca TRT, el ministro de Asuntos Exteriores Mevlüt Çavuşoğlu afirmó el año pasado que Turquía aumentaría el caudal de agua que llega a Irak hasta 90 metros cúbicos por segundo, a petición del gobierno iraquí. A pesar de sus garantías, el agua volvió a ser objeto de preocupación en la reunión que mantuvieron Çavuşoğlu y el ministro de Asuntos Exteriores iraquí, Mohammed al-Hakim, en enero de este año. El activista Hamza Mohammed afirma que Irak y su agua estarán bajo el control de las presas y, por ende, de Turquía.

Según Barış Karapınar, profesor de economía del cambio climático y miembro del comité técnico del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, la región corre el peligro de padecer una grave escasez de agua. Las “anticuadas” técnicas de irrigación del GAP, según Karapınar, empeoran la situación, debido a las pérdidas de agua por evaporación. Además, la temporada agrícola coincide en todos los países de la región y “cuando [el agua] es más necesaria, todo el mundo la necesita”.

Karapınar añade que las sequías las padecerán sobre todo los más pobres y vulnerables de la región, quienes viven en las zonas rurales. por otra parte, la sequía conlleva una disminución de la productividad de los cultivos y un aumento de la migración hacia zonas urbanas, cuyos menguantes recursos hídricos ejercen una presión adicional sobre unas poblaciones ya de por sí frágiles.

En cuanto al cambio climático, Karapınar no ve al gobierno turco adoptando políticas para paliar sus efectos o la escasez de agua en la región. Más bien, advierte, cuando se produzca una disminución de los suministros hídricos, “quien tenga la llave del agua la utilizará en detrimento de los demás”.