El compromiso del Reino Unido con el desarrollo, bajo lupa

El compromiso del Reino Unido con el desarrollo, bajo lupa

The Commonwealth Development Corporation arm of the UK government aims to “support the building of businesses throughout Africa and South Asia, to create jobs and make a lasting difference to people’s lives in some of the world’s poorest places”, but critics say its shortcomings reveal a deeply flawed model of development aid.

(Gavin Houtheusen/Département du développement international)

El Gobierno del Reino Unido está dando pasos para incrementar la parte de su financiación al desarrollo en beneficio del sector privado. Los planes para multiplicar por ocho el límite máximo de financiación permitido a la institución que se ocupa de su financiación para el desarrollo están siendo actualmente discutidos en el Parlamento. Estas discusiones pueden parecer un detalle meramente técnico, pero que no haya equívocos: ahí está la trampa.

El objetivo de la Commonwealth Development Corporation (Corporación de Desarrollo de la Commonwealth, CDC), antigua Corporación de Desarrollo Colonial, consiste en “apoyar la creación de empresas en África y en el sur de Asia, crear empleo y modificar de forma duradera la vida de las personas en algunos de los lugares más pobres del mundo”. Y lo hace utilizando la ayuda al desarrollo para disponer de otras inversiones, generalmente privadas, utilizando técnicas similares a las del mundo de las finanzas.

Cuando menos, el historial de la CDC es "interesante". Ha invertido fondos del desarrollo en hoteles de lujo, comunidades cerradas (aseguradas con muros de entornos "hostiles"), centros comerciales, costosas escuelas de pago, hospitales privados, cadenas de restaurantes y empresas publicitarias. Pese a ser una empresa pública, ya que es 100% propiedad del Ministerio para el Desarrollo Internacional (DfID), se espera de la CDC que obtenga beneficios.

Entre 2004 y 2007, el rendimiento anual de la inversión alcanzó el 40%. Entre otros gastos de carácter cuestionable, este dinero fue empleado para pagar los salarios astronómicos de sus ejecutivos (más de un millón de libras en el caso del que fuera su jefe ejecutivo). Si el hecho de utilizar dinero público para extraer riqueza de los países en desarrollo de esta manera y a este ritmo le parece a usted sospechoso, es que su brújula moral funciona. Más allá del aspecto moral, no hay ninguna prueba práctica de la eficacia de estas inversiones para contribuir al objetivo que declara perseguir: aliviar la pobreza en los países más pobres del mundo.

Se dice que la CDC es una especie de depredador reformado que ha dejado atrás la tendencia a cometer los excesos en los que incurría en el pasado. En 2010, después de haber sido atrapada demasiadas veces en posturas comprometedoras (de las que se resumen aquí algunos ejemplos), introdujo varias reformas. Entre estas reformas figura la de centrar las inversiones en los países que acusan una mayor pobreza, la reducción de los salarios de los ejecutivos y un enfoque en la creación de empleo. Sin embargo, estas reformas no han cambiado la cultura general de la organización. Por ejemplo, 35 empleados de la CDC ganan a día de hoy más que el primer ministro británico. Lo que ocurre, tal vez, es que estas personas se cuentan entre las mejores y más brillantes de Gran Bretaña, son personas que luchan contra la pobreza de una manera que nosotros solo podemos intentar comprender... o por lo menos eso es lo que quieren hacernos creer.

 

Creación de empleo

La manera principal en la que la CDC pretende beneficiar a los países en desarrollo es mediante la creación de empleo. Y afirma que ha contribuido a la creación de más de un millón de nuevos puestos de trabajo en el último año. Esta es una cifra impresionante. Sin embargo, como destaca un reciente informe de la organización Global Justice Now, esta cifra es muy engañosa. Los empleos indirectos, calculados tomando como base las estimaciones de los posibles efectos de las inversiones, representan el 97% de este número.

Un reciente estudio de la Red Sindical de Cooperación para el Desarrollo (TUDCN) advierte una confianza excesiva en la autoevaluación. De hecho, las cifras sobre el empleo son proporcionadas por los socios inversores de la CDC, incluyendo sus gestores de fondos, y no han sido auditadas de forma independiente, y tampoco verificadas por la propia CDC.

En lo que se refiere a la calidad de los empleos creados, se han omitido incluso las mediciones más elementales. No existe una sola disposición para el control de la calidad de estos nuevos empleos. Para mejorar el perfil de toda cuestión relacionada con el empleo, las mejores prácticas han de incluir a los representantes de los trabajadores en el consejo de administración de las instituciones financieras de desarrollo, tales como la CDC.

Huelga decir que los esfuerzos de la CDC están muy por debajo de las mejores prácticas. Ni en los países de acogida ni en el Reino Unido se consulta a las organizaciones de los trabajadores en ningún momento del proceso. De hecho, ha quedado demostrado que hay ocasiones en las que la posibilidad de que los trabajadores se organicen en sindicatos, negocien colectivamente o incluso presenten quejas ha sido socavada. Se observa pues una contradicción flagrante entre recurrir a la creación de empleo como principal herramienta para tratar de aliviar la pobreza y el menosprecio de la CDC por los derechos de los trabajadores.

 

Otras deficiencias

El estudio de la Red Sindical de Cooperación para el Desarrollo, que lleva como título La eficacia del desarrollo en lo relativo al apoyo del sector privado con fondos AOD, destaca algunas deficiencias más de la CDC en otros ámbitos clave. Además de no consultar con los trabajadores, los gobiernos de los países en desarrollo también son mantenidos al margen de la toma de decisiones y no se tiene en cuenta su opinión.

Del mismo modo, suele reconocerse que los paraísos fiscales ejercen un impacto negativo en los países en desarrollo. Por lo tanto, resulta asombroso que la CDC los legitime canalizando el 75% de sus inversiones a través de jurisdicciones que se sitúan entre las 20 más secretas del mundo, incluyendo las Islas Caimán, Guernsey y Luxemburgo.

La escasa transparencia de esta organización se ve agravada por las normas deficientes en lo que concierne la presentación de informes, y el costo que implica acceder a las evaluaciones de los proyectos se señala como un importante disuasivo para las partes interesadas en los países en desarrollo. El estudio también reveló que la CDC no realiza evaluaciones sobre el terreno cuando invierte a través de los fondos. Además, la CDC no ha establecido mecanismos de queja independientes para aquellos a los que afirma prestar su ayuda.

Estas deficiencias revelan un modelo profundamente viciado de ayuda al desarrollo. Las inversiones orientadas a obtener beneficios tienen pocos incentivos para invertir en contextos de extrema pobreza, incluso cuando están respaldadas por fondos públicos. Cuando las inversiones son posibles, la estructura de las herramientas del capital privado utilizan métodos que las desvirtúan dando lugar a resultados cuestionables en materia de desarrollo, además de que suelen favorecer la desigualdad. El uso de los escasos fondos destinados al desarrollo para este fin rechaza un gran número de métodos probados que han demostrado ejercer un impacto mucho más importante en la vida de las personas en los países en desarrollo.

Es posible que este cambio no sorprenda a aquellos que conocen a Priti Patel, el secretario de Estado para el Desarrollo Internacional del Reino Unido. Designado entre polémica por el Gobierno de Theresa May, Patel había pedido anteriormente el desmantelamiento del Ministerio para el Desarrollo Internacional, del que ahora es titular. Tras su nombramiento, se comprometió a utilizar la ayuda del Reino Unido para promover los intereses nacionales británicos. El Reino Unido, por su parte, se enfrenta a la incertidumbre en lo que se refiere al futuro de su acceso a los mercados europeos.

En sus prisas por abrir nuevos mercados, se ha anunciado que se prestará de nuevo atención a las antiguas relaciones con los países de la Commonwealth. La historia colonial nos dice que en esta relación siempre hay un único ganador. Sin embargo, no necesitamos mirar tan lejos en el tiempo, este reciente informe muestra que los países en desarrollo siguen siendo, hasta la fecha, acreedores netos al mundo desarrollado. Aun cuando el Reino Unido ha declarado loablemente que continuará dedicando el O,7% de su PIB a la ayuda para el desarrollo, este esfuerzo puede llegar a carecer de sentido sin un verdadero compromiso para utilizar eficazmente estos fondos.

Lamentablemente, este sinsentido no es aislado. Se da en el contexto de la mayor importancia que se concede internacionalmente al papel del sector privado en el desarrollo. De conformidad con la consigna de liberalización del comercio, se alienta a los países a elegir baluartes del sector privado y a promover sus intereses en el país y en el extranjero. Incapaces de crear dichos baluartes en los mercados internos, los países en desarrollo se ven destinados a permanecer confinados a niveles inferiores de las cadenas de valor.

La evasión fiscal y las medidas de austeridad significan que los gobiernos que experimentan escasez de fondos buscan que el sector privado invierta en el esfuerzo de desarrollo. El desequilibrio de poder que hace que los ingresos de las empresas multinacionales reduzcan el PIB de los países en desarrollo demuestra una instrumentalización de la formulación de políticas públicas por parte de los intereses privados, lo cual es exactamente lo contrario de lo que debería suceder. Bajo estas condiciones, el hecho de desdibujar las líneas entre los intereses públicos y los privados no hará sino empeorar los problemas sociales, económicos o medioambientales que ya padecemos.