El desafío mundial de la lucha contra los mares de plástico

El desafío mundial de la lucha contra los mares de plástico

Waste on a beach in Cornwall, United Kingdom, in September 2017.

(Natasha Ewins / Marine Conservation Society)

Botellas, palillos de los oídos, pajitas, tapones... Numerosos residuos plásticos fueron recogidos el pasado 15 de septiembre por Simon y una veintena de voluntarios en la playa galesa de Hell’s Mouth, en el Reino Unido, con ocasión del Día Mundial de la Limpieza, una enorme operación internacional de limpieza de desechos puesta en marcha por el movimiento cívico Let’s Do It! World (¡Hagámoslo! Mundo).

Millones de personas del mundo entero fueron invitadas a equiparse de guantes y bolsas de basura para recoger los desperdicios esparcidos por los centros urbanos, los campos y las costas. Simon, organizador de una iniciativa destinada a animar a la gente a que recoja al menos cinco desechos por día, y que ha organizado la operación de limpieza en Hell’s Mouth, explica: “Vivo cerca de la playa y paso mucho tiempo en la naturaleza, (...) y veo el daño que ocasionamos a raíz de las masas de plástico que aparecen cada día en la costa”. Ian, otro de los participantes, dice sentirse “sorprendido” y “afligido” por la cantidad y diversidad de objetos recogidos.

“Tenemos que hacer algo al respecto ya. No podemos dejar esta carga a nuestros hijos o a nuestros nietos”. Por su parte, la organización Let’s Do It! World recordaba: “Nuestro objetivo es ayudar a crear un sociedad de ‘cero desechos’, en la que objetos como los plásticos de uso único sean cosa del pasado, en la que los sistemas de gestión de residuos logren evitar la contaminación, y los Gobiernos e industrias se asocien para ayudarnos a reciclar los desperdicios, y a dejar de generarlos en primer lugar”.

Peligrosos para la ecología marina

El plástico, un material ligero, resistente y barato, se utiliza mucho en nuestras sociedades. El problema es que genera efectivamente enormes cantidades de desechos. En el año 2016 se produjeron 335 millones de toneladas de este material a nivel mundial para satisfacer nuestras apetencias en cuanto a vasos, bolsas, juguetes y demás objetos. Una parte de ese plástico termina lamentablemente su trayectoria en el fondo del mar, y así se entiende la presión a que estamos sometiendo los océanos.

Se calcula que cerca de 8 millones de toneladas de residuos plásticos se vierten cada año en los entornos marinos, y se estima que más de 150 millones de toneladas se encuentran ya en mar abierto.

Esta situación tiene evidentemente consecuencias catastróficas para la fauna acuática. “El plástico puede ser ingerido por los animales, señala la Marine Conservation Society, una ONG que lucha por la protección de la ecología marina en el Reino Unido. El fulmar boreal, por ejemplo, es un ave presente en las costas atlánticas que se alimenta del plancton flotante en la superficie del mar, y se le está viendo ingerir con regularidad trozos de plástico. También hay muchos animales que se encuentran enredados o atrapados por objetos, en particular cuerdas y redes de pescar, así como por sacos de plástico, botellas, etc.”.

Según un informe de Naciones Unidas publicado en 2016, cerca de 800 especies animales ya se han visto afectadas por los residuos marinos, compuestos en su mayoría de plástico. El ser humano también podría verse perjudicado tarde o temprano. Un estudio publicado en junio denunciaba por ejemplo la presencia de microplásticos en el interior de los mejillones recogidos en Gran Bretaña. Sin embargo todavía no se ha estudiado el impacto en la salud humana.

Reducir el plástico en su origen

Para tratar de mejorar la situación, las operaciones de limpieza son sin lugar a duda indispensables –como por ejemplo el innovador dispositivo del holandés Boyan Slat que se está utilizando actualmente para limpiar una de las grandes placas de residuos que se encuentra flotando en el Pacífico–, pero no solucionan el problema. Hay que reducir la producción de plástico en su origen y tenemos que encontrar los medios para evitar que los desechos acaben vertiéndose en el medio ambiente.

En este sentido, se solicita a los consumidores que tengan más cuidado, y se les invita a hacer sus compras con bolsas, a rechazar pajitas y cubiertos de plástico y a utilizar una cantimplora para no tener que comprar botellas de agua. En Inglaterra, este es el objeto de la campaña Refill (Rellena), que trata de incitar a los británicos a reaprovisionarse de agua del grifo en tiendas o fuentes cercanas, en lugar de volver a comprar una botella nueva cada vez.

Pero todavía hace falta que las empresas y los Gobiernos se sumen a la iniciativa, porque de lo contrario los esfuerzos individuales no van a servir de gran cosa.

Cada vez son más las regiones del mundo que están tomando medidas para evitar la utilización de artículos de uso único, en particular las bolsas de plástico, cuyo uso dura una media de 20 minutos y en cambio tardan más de 400 años en descomponerse. Bangladesh fue el primer país en prohibirlas, en el año 2002, tras ser acusado de haber contribuido a las graves inundaciones que se produjeron en el país, debido a los residuos plásticos que obstruyeron los sistemas de evacuación del agua. En Rwanda se imponen multas y penas de cárcel a quienes no respetan la prohibición.

La Unión Europea tomó en 2015 medidas para reducir el consumo de bolsas. Por otra parte, la Comisión ha propuesto este año prohibir otros objetos de uso único, como los palillos de los oídos, las pajitas y los cubiertos de plástico, entre otros. A pesar de representar enormes cantidades de plástico, de tener una función efímera y de acabar posiblemente en medio de la naturaleza, los objetos de plástico de uso único tienen la ventaja de no causar mayores problemas una vez dejemos de utilizarlos –nos explica la asociación medioambiental WWF (World Wide Fund for Nature) –, a diferencia de determinados tipos de envases necesarios para garantizar la conservación de los alimentos.

Una mejor gestión de los residuos

Además de las medidas para reducir el uso del plástico, también hay que hacer hincapié en lo que respecta a su reutilización. Y todavía estamos lejos de alcanzar nuestro objetivo. Desde los años 1950 se han producido en el mundo 8.300 millones de toneladas de plástico, lo que ha generado 6.300 millones de toneladas de residuos, de los cuales solo un 9% fue reciclado. En Europa, donde se sitúa el índice de reciclaje más alto del mundo, solo se recicla cerca del 30% del plástico recogido, lo que sigue siendo limitado.

En su estrategia propuesta el pasado mes de enero, la Comisión Europea trataba de aumentar la circularidad del plástico, incitando por ejemplo a los productores a reexaminar el diseño de sus envases de plástico para que puedan ser más reciclables, o bien creando normas de calidad para estimular el mercado del plástico reciclado, todavía muy poco desarrollado.

La idea de Bruselas sería alcanzar para 2030 el objetivo de 100% de envases de plástico reciclables o reutilizables.

La contaminación no conoce fronteras, por lo que la lucha también tiene que ser global. Por desgracia, algunos Estados están más preocupados que otros. China, Indonesia, Filipinas y Vietnam estaban considerados en 2015 como el origen de los principales vertidos de residuos plásticos al mar. Dotados de poblaciones importantes y de economías en pleno auge, estos países producen enormes cantidades de residuos que por el momento no consiguen gestionar adecuadamente.

Un fenómeno aún más inquietante es que también importan muchos desperdicios de otros países. No obstante, a principios de año China cerró sus puertas a varios flujos, creando una sensación de pánico en los países exportadores, concretamente europeos. En un informe sobre las soluciones que se pueden aportar en esta zona geográfica, la ONG estadounidense de protección del medio ambiente Ocean Conservancy se muestra no obstante optimista, señalando que se ha producido “una enorme evolución en la toma de conciencia y en la voluntad de comprometerse a resolver el problema en la región”. La ONG estima que una mejor gestión de los residuos en estos países, así como en Tailandia, permitiría reducir en un 45% el vertido mundial de plástico al mar en un plazo de diez años.

This article has been translated from French.