El empuje de la nueva generación de ‘cuellos verdes’ en el sudeste asiático

El empuje de la nueva generación de ‘cuellos verdes' en el sudeste asiático

En la región, una nueva hornada de profesionales desarrolla y se involucra en nuevos proyectos para ayudar a las comunidades, el medioambiente y crear la diferencia. En esta imagen, Trang, que lanzó el proyecto Fargreen, señala que su trabajo principal es “aprovechar la paja de arroz, algo que los agricultores vietnamitas suelen quemar después de la cosecha”, pero que ahora utilizan para cultivar hongos gourmet.

(Fargreen)

Cuando era más joven, la vietnamita Tran Thi Khanh Trang, de 34 años, nunca pensó que se dedicaría a la agricultura, pero es su pasión por el medioambiente, que derivó posteriormente en un proyecto de desarrollo sostenible, lo que le impulsó a entrar en este sector de actividad. Más al sur, la indonesia Audria Evelinn, de 28 años, trabaja para mejorar el sistema alimentario local de Indonesia. Mientras que Tosca Santoso, de 57, tras jubilarse, se ha involucrado en un proyecto de reforestación y cultivo de café.

En la región asiática, muchos jóvenes, y profesionales de diversos sectores y de edad más avanzada, con estudios y nivel de máster, están regresando a sus raíces para crear proyectos que puedan ayudar al medioambiente y apoyar a las comunidades locales.

Una tendencia que según James Chin, director del Instituto de Asia de la Universidad de Tasmania, en Australia, no es exclusiva de esta región, sino que es común “en países donde los ingresos son recientes y hay una nueva clase media que está permitiendo a los jóvenes obtener una mejor educación”.

En el caso de Vietnam, de donde procede la emprendedora Trang, el 70% de la población tiene alguna relación con la agricultura, según FIDA, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola. Con lo cual, se podría decir que es una trayectoria común. Los padres de ella no tenían muchos recursos y nunca pensaron que Trang estudiaría más allá de la escuela secundaria, pero gracias a sus buenas notas, consiguió ingresar en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hanoi, especializándose en inglés técnico, donde encontró su pasión por el desarrollo sostenible realizando proyectos comunitarios.

El sudeste asiático está evolucionando rápido. Según FIDA, tras dos décadas de rápido crecimiento económico, los vietnamitas están dejando atrás su economía de subsistencia para pasar a otra emergente de ingresos medianos bajos, y la estructura económica, también, ha pasado de depender de la agricultura a hacerlo de la industria y de los servicios.

No obstante, la población rural del país (unas 7 de cada 10 personas) tiene pocos ahorros y cuenta con poco apoyo estatal, dependiendo casi totalmente de la recolección de recursos naturales y de la agricultura para subsistir. Por otra parte, la mejora del nivel de vida en las zonas rurales ha traído desigualdad de ingresos y degradación ambiental, según FIDA.

Emprendedores por la comunidad y el medioambiente

Tras estudiar un máster relacionado con la agricultura en la Universidad Estatal de Colorado, Estados Unidos, Trang dio luz a su proyecto Fargreen. Un trabajo que empezó a desarrollarse en 2013 y busca ayudar a las comunidades locales a aprovechar sus recursos en Vietnam.

Esta emprendedora cuenta que desde Fargreen su trabajo principal es “aprovechar la paja de arroz, algo que los agricultores vietnamitas suelen quemar después de la cosecha”, pero que ahora utilizan para cultivar hongos gourmet. Durante este proceso, los hongos sobrantes y los subproductos se utilizan como biofertilizante para enriquecer el suelo, producir más arroz y otros cultivos de hortalizas.

Los productos de Fargreen, por su buena calidad, han logrado hacerse un hueco en la carta de hoteles y restaurantes de alta gama como el hotel Sofitel Metropole de Hanoi, uno de los más prestigiosos del país, que, incidentalmente, acogió en 2019 la cumbre entre el líder norcoreano Kim Jong-un y el presidente estadounidense Donald Trump.

La historia de Andreas Ismar es muy diferente a la de Trang. Nacido y criado en Yakarta, la capital de Indonesia, a diferencia de muchos indonesios, él creció en una familia con buenos recursos y pudo elegir sus propios estudios, trasladándose a la ciudad de Groninga, en los Países Bajos, para estudiar Economía y Empresariales.

Indonesia es la economía más grande del sudeste asiático y, según FIDA, tres de cada cinco indonesios viven en zonas rurales, siendo la agricultura su principal ocupación. El sector agrícola contribuyó con un 8,5% al PIB en 2016 y, si bien este porcentaje ha ido reduciéndose en las últimas cinco décadas, sigue siendo la principal fuente de ingresos para un tercio de la población, y concretamente para el 64% de población pobre.

Por otra parte, la población indonesia con menos recursos sigue concentrada en las zonas rurales, donde en 2014, el 13,8% estaba clasificada como pobre, en comparación con el 8,2% cuando se trata de la población urbana, de acuerdo con los datos de esta agencia.

Durante la etapa en la que Andreas estudió en los Países Bajos, quedó sorprendido al relacionarse con algunos europeos que provenían de familias de agricultores y que no eran pobres en absoluto, a diferencia de lo que suele ocurrir en su país de origen, lo que le llevó a preguntarse cómo es posible que los trabajadores del campo en la fértil Indonesia tengan tan poca educación y recursos.

Al regresar a su país en 2005, Andreas trabajó como periodista financiero para medios de comunicación de renombre y comenzó junto a su primo un pequeño negocio de piscifactoría de peces bagre, actividad empresarial con la que se dio cuenta, dice, “de los costos elevados, el difícil acceso al mercado y una calidad de semillas cuestionable”.

Frustrado por los bajos precios, que dejaban un margen bruto de sólo 1.000 rupias indonesias por cada kilo de bagre (el equivalente a unos 0,06 euros o 0,07 dólares), Andreas condujo una camioneta y decidió ofrecer el bagre a los puestos del mercado. Antes incluso de salir de su vehículo, fue recibido por un par de matones armados con machetes. Tras esta experiencia Andreas concluyó que sólo unos pocos manejan el negocio.

A pesar del incidente y de la constatación, su piscifactoría se expandió, de nueve estanques a casi 40 en menos de dos años. A finales de 2019, el emprendedor conoció a un agricultor apasionado por reducir los costes utilizando métodos orgánicos y tecnología simple. De esa manera, pensó que incluso si los pequeños agricultores no tienen acceso directo al mercado, “aún pueden disfrutar de ganancias”, comenta.

En 2020 lanzó un nuevo proyecto para producir tentempiés (snacks) a partir de semillas de girasol y firmó un contrato de venta con una empresa local. Andreas cree que si lo hacen rentable podrán erosionar el estigma de que los agricultores son “pobres y sin educación” y atraer a más personas (y jóvenes) al sector, ya que la mayoría de ellos ahora mismo tienen 45 años o más. Su proyecto se llama Horekultura, nombre que deriva de “hurra” y “agricultura”, y su lema es “cultivar hurra”, que significa felicidad creciente.

A medida que la economía del sudeste asiático crece, dice Chin, muchos jóvenes como Trang y Andreas “sienten la necesidad de hacer algo mejor para las nuevas generaciones, más allá de ganar dinero y alimentar a una familia, y esto porque pueden permitirse hacer cosas nuevas y completamente diferentes de las que hacían sus padres”.

La misión de Audria Evelinn también va en este sentido. Según nos explica, lo que ella busca es “mejorar el sistema alimentario local de Indonesia reconciliando las relaciones entre la naturaleza, los agricultores y los consumidores”. Audria tiene un máster de la Universidad de Seattle (Estados Unidos) en Sostenibilidad Urbana. Ha participado en el programa de Agricultura Sostenible de Growing Power, una granja comunitaria que se encuentra en Milwaukee, y en un programa de máster en Estudios de Alimentos y Turismo en Le Cordon Bleu, un reconocido centro de formación en hostelería y cocina de Francia.

El trabajo de Audria tiene el objetivo de empoderar a los agricultores y los programas agrícolas comunitarios. “La comida es un voto poderoso para un cambio que queremos ver en el mundo, y al elegir productos locales, cultivados orgánicamente, directos y de temporada, como cliente, estamos creando una demanda que respalda la economía local sostenible para el sustento de los agricultores”, asegura.

Durante muchos años, a Audria le llamó la atención la cuestión de la granja regenerativa como puerta de entrada a la conservación ecológica. Dado que la agricultura convencional y a gran escala, que constantemente produce alimentos para el consumo humano, está “dañando nuestros preciosos recursos, el suelo para el suministro futuro de alimentos, así como también dañando nuestro propio hábitat y la vida silvestre”, resume, pensó que podía hacer algo para tratar de revertir la tendencia.

En 2018 Audria creó Little Spoon Farm, una granja de hortalizas de invernadero en la isla indonesia de Bali, y diseñó una plataforma en línea para poder realizar pedidos directos de la cosecha. Su trabajo también ayuda a los agricultores locales a adoptar prácticas de cultivo regenerativo. Desde su granja, comparte métodos de cultivo sostenible y facilita la conexión entre los agricultores locales y los consumidores.

Desde el comienzo de sus operaciones, Audria cuenta que han podido mantener prácticas de cultivo orgánico en diez granjas pequeñas asociadas e implementar un programa de restauración de suelos utilizando métodos de cultivo ricos en microbios.

Reciclaje profesional

Pero no solo son jóvenes como Audria quienes regresan al campo y a la agricultura. El indonesio Tosca Santoso dedicó toda su vida profesional al periodismo, y al retirarse, decidió trabajar la tierra. En 2008, cuando Tosca administraba Green Radio en Yakarta, tenía un programa con agricultores en la poblada isla de Java Occidental, sobre la reforestación, que evolucionó en un proyecto de siembra de café para aumentar los ingresos de los trabajadores de la tierra.

Como cuenta Tosca, la agricultura, especialmente combinada a la silvicultura “es muy importante tanto para los agricultores como para el medio ambiente”, de modo que sus esfuerzos fueron en esta dirección, fundando el proyecto Kopi Sarongge.

Gracias al trabajo que ha realizado junto a un granjero, un terreno abierto de 38 hectáreas ha mutado en bosque secundario. En estos momentos, unos cien agricultores de su entorno trabajan en el proyecto de Tosca de gestión de bosques —que suman unas 120 hectáreas—, y que integra la producción agrícola y la protección de los mismos. El proyecto tiene su sede en la ciudad de Cianjur, en el oeste de Java, desde donde Tosca planea expandir la plantación y animar a más agricultores a unirse.

Más allá de los emprendedores, los gobiernos de la región están empezando a aportar su granito de arena a esta tendencia de futuro. Como explican desde la oficina de Vietnam de la FAO, este país puso en marcha una política de formación profesional para trabajadores rurales hasta 2020, que, si bien se ha eliminado, ya anticipan que se “renovará pronto”, posiblemente de 2021 hasta 2025.

La próspera Singapur también se plantea generar más de 55.000 empleos verdes en los próximos diez años en los sectores medioambiental y agrícola, incluidos unos 4.000 este 2021.