El estancamiento del crecimiento económico no se debe al envejecimiento de la población, sino a la austeridad

“Por más que animes a alguien que tenga los ojos vendados a mirar a través de la venda, jamás verá nada” Kafka, El Castillo

Las últimas proyecciones del FMI para 2015 permanecen sin cambios desde enero.

El crecimiento mundial se mantiene en un 3.5%: un 2.4% en las economías desarrolladas y un 4.3% en las emergentes.

El último número de Perspectivas de la economía mundial del FMI avisa de la debilidad del crecimiento en los mercados avanzados y emergentes y augura que se mantendrá así debido al envejecimiento de la mano de obra y a la escasa inversión de capital.

Este análisis exagera las repercusiones de los factores demográficos en la participación laboral, minimiza la importancia del crecimiento de la productividad y no aborda la razón del estancamiento de las inversiones de capital: el fracaso de la política de austeridad recomendada por el FMI como norma desde 2010.

En Perspectivas de la economía mundial de 2015, el FMI dice: “Se prevé que el crecimiento potencial del empleo disminuya por debajo de las tasas previas a la crisis tanto en las economías avanzadas como en las emergentes. Esto se debe a factores demográficos que influyen negativamente en el crecimiento de la población activa y las tasas tendenciales de participación en la fuerza laboral”.

Pero la realidad es un tanto diferente. El análisis del FMI se basa en 16 países que excluyen a más de mil millones de personas del continente africano, donde la mitad de la población tiene 20 años o menos.

Incluso los 16 países que constituyen el universo del FMI —en su mayoría europeos y anglosajones, además de algunos de los grandes mercados emergentes—, el concepto de que el envejecimiento de la población es la causa principal de la reducción del crecimiento potencial no se ajusta a los hechos.

De acuerdo con la base de datos de la OIT Indicadores Clave del Mercado de Trabajo (ICMT), la media (no ponderada) de participación de los 16 países del FMI aumentó en tres puntos porcentuales entre 1990 y 2007 y solo disminuyó después de la crisis económica.

Solo dos países presentan una disminución sustancial de los índices de participación sostenida, China y Turquía —partiendo el primero de ellos de índices muy elevados, debido a su población rural—.

La caída del índice agregado de participación de la mano de obra en los Estados Unidos se considera unánimemente como resultado de la lenta y frágil recuperación de los empleos y los salarios desde la Gran Recesión de 2007-2008, no debido al envejecimiento de la población americana.

Si disgregamos los datos por edad y analizamos los cambios ocurridos entre 1990 y 2007, encontramos que el descenso de la participación laboral no se debe a que los trabajadores de edad avanzada estén abandonando la mano de obra.

En la práctica totalidad de los países, los trabajadores de entre 55 y 65 años aumentaron su participación, en algunos casos con puntos porcentuales de dos dígitos (Australia, Canadá, Alemania y Rusia).

El descenso de la participación de la mano de obra se debe a la caída de la participación de la generación más joven.

Países como Francia, Alemania, India, Estados Unidos, Reino Unido, Rusia, Italia, Turquía y China registraron una disminución del índice de participación de la población de 15 a 24 años de edad de entre cinco puntos porcentuales (Alemania) a más de 20 (China), en los 17 años previos a la crisis de 2007.

Esta evolución se hace eco, en parte, de los cambios en la educación y, en algunos países, de los flujos migratorios (China, India y México). Esta tendencia no ha hecho sino acusarse durante los años de la crisis (2007-2013), ya que la tasa de desempleo de los jóvenes se mantiene elevada.

España registró un drástico descenso de 12.8 puntos porcentuales en la ratio de participación. ¿Por qué? La respuesta, que sin duda el FMI conoce perfectamente, es que la débil recuperación económica disuade a las personas, sobre todo a los jóvenes, de buscar trabajo.

 

La experiencia de Brasil y México

Las experiencias brasileña y mexicana contradicen la versión del FMI desde otro ángulo.

En estos países, la proporción de la población en situación de dependencia (que incluye a niños y ancianos) con respecto a la población en edad de trabajar descendió debido que un gran número de jóvenes alcanzó la edad de trabajar al tiempo que descendía la tasa de natalidad.

Japón es el único país en el que el envejecimiento de la población incidió significativamente en la mano de obra potencial, al aumentar la población en situación de dependencia en relación a la población en edad de trabajar debido al envejecimiento.

En su argumento sobre el envejecimiento de la mano de obra, el FMI no ignora los factores de la oferta sino de la demanda, y esto dominará el empleo durante el resto de la década.

El papel que el FMI otorga al capital en sus lúgubres previsiones tampoco responde a la realidad.

El informe dice: “Los datos presentados en el estudio hacen pensar que, a falta de medidas que fomenten la innovación, promuevan la inversión en capital productivo y contrarresten el empuje negativo del envejecimiento, los países tendrán que adaptarse a una nueva realidad de límites de velocidad más bajos”.

Que el mundo necesita más inversión de capital para crecer con más rapidez es cierto, pero la falta de inversión no tiene nada que ver con el supuesto impulso negativo del envejecimiento.

Tiene sobre todo que ver con la Gran Recesión, las políticas de austeridad defendidas por el FMI y la tenaz oposición a los aumentos salariales que pueden aumentar la demanda agregada.

El FMI concluye que “para las economías avanzadas al completo, la inversión privada durante 2008-2014 descendió un 25% en comparación con las previsiones hechas a principios de 2007, antes del comienzo de la crisis” y acepta que resultaría positivo “promover la innovación” y “promover las inversiones en capital productivo”.

Las políticas de crisis que debían conseguir exactamente esto, han fallado rotundamente. Las empresas solo invierten cuando prevén un aumento de la demanda de sus productos.

Contraer la demanda agregada y reducir el gasto en consumo de los trabajadores y sus familias no es la mejor manera de motivar a las empresas a invertir en producción para el futuro.

Es asombroso que esta deprimente valoración de las perspectivas del crecimiento futuro considere que la escasez de trabajadores debilitará el crecimiento y, por lo tanto, propugne como prioridad para el futuro “contrarrestar el ímpetu negativo del envejecimiento”, mientras ni menciona el impacto de las radicales reformas laborales y reducciones del gasto social propugnadas por el FMI.

¿Cabría la posibilidad de que culpar a la mano de obra del lento crecimiento esté allanando el terreno para un nuevo ataque contra las normas del trabajo y la erosión de los sistemas de pensiones?

Por último, cuando prácticamente todos los analistas y responsables políticos (incluidos los del FMI) reconocen el papel fundamental que tiene el creciente desequilibrio de la distribución de los ingresos sobre el bienestar económico de muchos países, el FMI nos advierte de que el bajo crecimiento debido al envejecimiento y la modesta inversión debida a la falta de innovación auguran un futuro lóbrego: “Estas determinaciones implican que los niveles de vida podrían mejorar con mayor lentitud en el futuro”.

La realidad, como acertadamente recuerda Oxfam, es que el nivel de vida ha aumentado extraordinariamente en los últimos años, pero sólo para un puñado de privilegiados.

Obviamente, el FMI no se refiere a estas personas. El análisis sobre el futuro económico mundial basado en el “cuello de botella estructural subyacente” del envejecimiento y no en la inadecuada demanda, el fracaso de los programas de austeridad y la desigualdad masiva, le hacen a uno preguntarse qué será lo consigue que el FMI cierre los ojos a la realidad.