El estigma de ser presidiaria en Camerún cuando se es madre y mujer

El estigma de ser presidiaria en Camerún cuando se es madre y mujer

El equipo de la asociación REPCAM está formado por trabajadores sociales que se encargan de mediar entre las mujeres y sus hijos. También cuentan con numerosos voluntarios que apoyan en el funcionamiento de la asociación. En la imagen, parte del equipo liderado por Meuma Claire, la fundadora, a la salida de la Prisión Central de Yaoundé.

(Aurora Moreno Alcojor)

A la hora del patio, la prisión Central de Yaoundé es un hervidero de gente. Un grupo de hombres juega al fútbol en un partido que levanta pasiones entre los internos; gritos, pitidos, pero también insultos, caldean el ambiente. Alrededor humean los hornillos de los improvisados puestos en los que las mujeres cocinan y venden sus comidas; otros internos pasean, reciben a sus familiares o hacen pequeños trabajos para sacarse algo de dinero.

Hay que atravesar el barullo del patio, sorteando bultos y personas, para llegar al único lugar donde reina la paz: una pequeña sala, de unos 35 metros cuadrados, dividida en dos zonas, cocina y salón. Se siente como un refugio, lo más parecido a un hogar que tienen las internas para estar con sus hijos. Un sofá, una mesa, un par de cuadros y algunos juguetes hacen las veces de improvisada casa por horas para estos niños. Un espacio propio para hablar y enfrentarse a lo que están viviendo; un lugar donde abrazarse, llorar o simplemente jugar con sus niños, aislados del entorno asfixiante del patio de la prisión.

Un espacio para acabar con el silencio y el tabú de la prisión

Es la sala de visitas para menores que la asociación camerunesa Le Relais Enfants-Parents du Cameroun (REPCAM) ha conseguido abrir en la prisión central de Yaoundé, donde conviven hombres y mujeres –como en casi todas las de Camerún–, aunque en módulos separados.

La asociación trabaja con menores cuyas madres se encuentran en prisión. Su objetivo es alejar de ellos el estigma, el miedo y el dolor. “Son niños que sufren casi más que los que se quedan huérfanos”, explica Claire Mimboé Ndi-Samba, fundadora de REPCAM. “Aquí cuando alguien muere se hace un largo proceso de duelo y los niños están siempre acompañados de familiares y vecinos; sin embargo, cuando una persona de la familia es encarcelada, especialmente la madre, nadie les dice nada, no hay explicaciones”.

Se intenta tapar la culpa con silencio, los niños son señalados por sus compañeros y, en ocasiones, terminan pensando que sus madres les han abandonado.

Una situación muy complicada a la que la asociación REPCAM intenta hacer frente desde 2006. Hasta ahora han hecho el seguimiento a casi un millar de menores, a los que ofrecen lo más básico: acompañamiento, apoyo en sus necesidades básicas, y una simple explicación. “Cuando intervenimos, les contamos lo que ha pasado. No se puede mentir a los chicos, les explicamos que sus madres han cometido algún tipo de delito, pero, sobre todo, les dejamos muy claro que no les han abandonado”, explica Meuma Claire –como le llaman coloquialmente–. De contar exactamente lo que sucedió se encargan las propias madres, que deciden cuándo y cómo hacerlo.

“Nunca les preguntamos por qué están en la cárcel”, explican los trabajadores sociales, “ellas nos lo cuentan cuando quieren y sólo si así lo desean”. Generalmente, se trata de mujeres sin recursos (procedente de los sectores más desfavorecidos de la sociedad), con poca o ninguna formación, y muchas han sufrido episodios de violencia, abusos o alcoholismo y sus delitos son, generalmente, pequeños robos, prostitución, enfrentamientos familiares, cuestiones de herencia o tráfico de estupefacientes. Aunque hay excepciones: algunas de las presas provienen de la administración o de grandes empresas y sus delitos están relacionados con el desvío de fondos o el fraude.

Según datos de 2012 recogidos por REPCAM, la mayoría de las mujeres encarceladas se encuentra en la franja de edad de entre 20 y 30 años y el 80% de ellas tiene al menos un hijo. Pero la sociedad no perdona. “No tienen derecho al error; por los mismos delitos son condenadas más duramente que los hombres”, cuentan en el informe. Muchas son repudiadas por sus familias y no es raro que sus maridos se vuelvan a casar con otra mujer.

En total, las mujeres representan sólo el 2,1% de los presos en Camerún, un porcentaje muy bajo comparado con el de otros países (la media europea, por ejemplo ronda el 5%), y precisamente por ello apenas se habla de este tema.

Así que el objetivo principal de la asociación es acompañar a los menores para que puedan gestionar sus propios conflictos y rehacer el lazo con sus madres, principalmente a través de encuentros grupales y vis a vis entre madres e hijos.

“Los encuentros en grupo son muy útiles porque estos niños sienten que no son casos aislados, ven que otros están en su misma situación y esto les permite asimilarlo más fácilmente”. Estos encuentros se realizan aprovechando fechas señaladas, como el Día de la Madre, el inicio del curso escolar o las Navidades.

Estas reuniones y la sala de visitas son el gran orgullo de Mimboé Ndi-Samba, quien creó la organización tras observar de primera mano lo que suponía para un niño tener a su madre en prisión. El niño al que se refiere, Joel, hoy un adulto, robaba libros o cualquier otro objeto a su alcance con la esperanza de ser él mismo encarcelado para poder así ver a su madre. Su padre lo había abandonado tras volverse a casar, y él vivía en la calle sin nadie que se ocupara de su suerte. Corría el año 2005 y fue entonces cuando Meuma Ndi-Samba dio un giro radical a su vida. Dejó su trabajo como directora del colegio Samba, que pertenecía a su familia, y se dedicó en cuerpo y alma a la asociación.

Ahora gana menos dinero, ha perdido contacto con su familia –su padre era un conocido magnate de la educación y ni él ni sus hermanos terminaron de entender su dedicación a un tema tan delicado como el de las mujeres presas, que en Camerún es un gran tabú–. Dedica todo su tiempo a la asociación y se pasa el día luchando con la burocracia, pero es feliz.

Mimboé Ndi-Samba cuenta con un equipo de voluntarios y algunos trabajadores para sacar adelante el trabajo. Éste incluye el acompañamiento a las mujeres embarazadas o con niños pequeños que están en prisión y, en los últimos tiempos, a los menores internos en las cárceles, que también conviven en las mismas prisiones, aunque en módulos diferenciados.

Prisiones masificadas y sin recursos

Unas prisiones que, a tenor de los datos oficiales, se encuentran masificadas, con una ocupación que roza el 165%. Dos factores están detrás de esta cifra: por un lado, el aumento de la población del país, que ha pasado de 16,5 millones de habitantes en 2002 a 24 millones en 2016, y por otro, la ausencia de edificación de nuevos centros penitenciarios.

Esto provoca situaciones muy difíciles, como ha plasmado la socióloga Helen Namondo Fonteb en su tesis sobre las condiciones de vida de las mujeres presas en Camerún. Entre otros problemas, existe una grave carencia de facilidades educativas y de reinserción, los tiempos de visita para los familiares son muy reducidos y no hay apenas apoyos para las mujeres embarazadas, algo que confirmó el propio ministro de Estado y Justicia camerunés, Laurent Esso, en un encuentro con los miembros de la Comisión Africana de Derechos del Hombre y de los Pueblos.

En lo que se refiere a los niños cuyas madres están en prisión, puede decirse que muestran una mayor tendencia a ser agresivos y tener un comportamiento antisocial. En muchas ocasiones incluso rechazan a sus progenitoras porque sienten que no tienen ninguna relación con ellas o se han acostumbrado a vivir con las abuelas u otros familiares.

En los casos más extremos, los hijos de las presidiarias terminan engrosando el número de los niños de la calle, sin un lugar donde vivir ni nadie que se ocupe de ellos. Esto supone un nuevo golpe para estas mujeres, que ven cómo a las dificultades que ya de por sí tienen en Camerún (por el hecho de ser mujeres) se añade el rechazo, la falta de habilidades sociales y la pérdida de confianza y de redes de apoyo para empezar una nueva vida lejos de la prisión.