El incesante goteo de refugiados fallecidos y la tambaleante política migratoria de la UE

El incesante goteo de refugiados fallecidos y la tambaleante política migratoria de la UE

3 de febrero de 2017: un joven en una de las manifestaciones de protesta por las recientes muertes de cinco personas en campos de refugiados en Grecia. Grafitis, carteles y ropas que representan a los muertos inundan la fachada de las oficinas del Ministerio de Migración en Atenas, Grecia.

(Isabelle Merminod)
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En el campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos, tres refugiados murieron en tan solo una semana el pasado mes de enero. El 3 de febrero se convocaron manifestaciones de protesta por estas muertes –a las que se sumaron las de un iraquí en la isla de Samos y un bebé sirio en el continente–.

Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), unos 62.000 refugiados se encuentran actualmente atrapados en Grecia en terribles condiciones, debido al intenso frío, como resultado del cierre de las fronteras europeas.

No debería ser así. En septiembre de 2015, la Unión Europea prometió reubicar a los más de 66.000 refugiados desde Grecia hacia otros países de la UE. Pero ahora, poco más de un año después, apenas se ha ofrecido la reubicación de un 20%, y tan solo algo más del 10% ha llegado a salir de Grecia.

Un acuerdo entre la UE y Turquía estableció un procedimiento de “vía rápida” para permitir el retorno de refugiados y migrantes a Turquía. En las islas griegas –utilizadas como punto de llegada a Grecia para aquellos que huyen de conflictos en países como Siria, Afganistán e Iraq– los refugiados permanecen en centros de detención en pésimas condiciones y no son transferidos al territorio continental. Como resultado de ello, los campos de refugiados en las islas están saturados. Hasta 13.000 personas sobreviven en campos con una capacidad para 9.000.

Los refugiados en Grecia están teniendo que soportar un invierno inusualmente frío. Imágenes chocantes de refugiados buscando cobijo en tiendas de campaña han sido publicadas en diversos medios de comunicación internacionales. ACNUR ha respondido habilitando unas 19.000 plazas en apartamentos, hoteles y otros alojamientos para los más vulnerables y aquellos en espera de ser reubicados.

 

Del “podemos hacerlo” al cierre de fronteras

La situación no podría parecer más diferente respecto a 2015. La cifra de muertos entre los refugiados que intentaban llegar a la Europa continental iba en aumento. La muerte del pequeño de tres años Alan Kurdi provocaría una fuerte respuesta de la opinión pública.

En agosto de 2015, la Canciller alemana Angela Merkel pronunció por primera vez su “podemos hacerlo”, dando la bienvenida a decenas de miles de refugiados sirios a Alemania. Pero para marzo de 2016, una fuerte reacción contra los refugiados hizo que se cerrasen las fronteras europeas.

Fuerzas policiales y militares desalojaron a los refugiados atrapados en la frontera entre Macedonia y Grecia a finales de mayo para ser trasladados a campamentos de urgencia, a menudo en antiguos almacenes, mientras que los que consiguieron eludir los campos probarían fortuna con traficantes.

Entre tanto, la promesa europea de aceptar refugiados de Grecia para “repartir la carga” se ha quedado corta. Hasta el 13 de febrero de este año, 8.874 refugiados fueron reubicados de Grecia a países más ricos del norte de Europa.

Por otro lado, la reubicación no es una opción para todas las nacionalidades. Entre los que resultan inelegibles figuran los iraquíes y los afganos, porque únicamente aquellas nacionalidades que tengan más del 75% de probabilidades de éxito en las solicitudes de asilo en Europa se consideran elegibles. El proceso es lento. Se ha denegado incluso la solicitud a algunos sirios –sin aducir un motivo válido para ello y sin posibilidad de apelación–.

Ali (nombre ficticio) está en Grecia con un sobrino, su esposa y sus cinco hijos pequeños. Todos son sirios. Solicitó la reubicación para él y su familia en marzo de 2016, justo antes del cierre de las fronteras. Tuvo una entrevista con una embajada europea en abril de 2016 y su solicitud fue denegada.

Les concedieron una “tarjeta de refugiados” de tres años de duración, que les permite quedarse en Grecia. La ONG Praxis les ha facilitado una vivienda, pero a Ali le preocupa el futuro. “Podemos quedarnos en este apartamento un mes más. ¿Dónde iremos si nos obligan a abandonarlo? ¿Cómo sobreviviremos en la calle?”. No habla griego y es plenamente consciente de la escasez de empleo en Grecia.

Incluso para aquellos a quienes no les es denegado, la espera es larga y dolorosa.

Mohamed (nombre ficticio) es un sirio kurdo que tiene cuatro hijos. Tres de ellos están ya en Alemania y el cuarto siguen en Grecia con él y su mujer. Espera desesperadamente la ocasión de reunirse con sus hijos. “Después de llegar aquí, tardamos dos meses en solicitar la reubicación hacia Alemania… un mes después llegaría la confirmación. Durante seis meses hemos estado esperando la llamada [que nos diga que la solicitud ha sido aceptada]. Espero cada día pegado al teléfono”.

 

“O los integran o los integran”

Aquellos que son rechazados podrían quizás aspirar a obtener el estatus de refugiado en Grecia. Pero Grecia está padeciendo aún los efectos devastadores de las medidas de austeridad impuestas por la UE y un enorme déficit público. Así pues, existen muy pocas oportunidades para que los refugiados consigan ganarse la vida en el país.

Según Roland Schoenbauer, portavoz del ACNUR en Grecia, en declaraciones a Equal Times: “En 2015, en ciertas partes de Europa se aceptaba prácticamente a cualquiera. Desde principios de 2016 es todo lo contrario. [La UE] rechaza a todos, o al mayor número posible de personas”.

En su opinión, Europa no tiene opciones reales en cuanto a qué hacer con los refugiados atrapados en Grecia.

“O los integran o los integran. La mayoría de ellos tendrán que quedarse [en Europa]”, afirmó, añadiendo que la legislación internacional “no permitiría que sean repatriados, en base al Convenio Europeo de Derechos Humanos”.

“Así pues, si de todos modos tendrán que quedarse, ¿por qué no permitirles establecerse formalmente desde el principio?”, argumentó.

Ignorar el problema o esperar a que Grecia lo resuelva sola no es la solución, afirma. “Si Europa cree que el problema desaparecerá, se equivoca. ¿Dónde van a ir todas estas personas? No pueden irse a la luna. No pueden volver atrás. Pero tendrán que ir a algún sitio. Y si Europa piensa que Grecia será capaz de integrar a 50.000 personas en medio de una crisis económica, así sin más… quizás tendría que pensárselo otra vez”, concluye Schoenbauer.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.