El Informe sobre el desarrollo mundial y el peligro de ignorar a los sindicatos

 

El Banco Mundial ha publicado recientemente la edición 2014 de su publicación insignia, el Informe sobre el desarrollo mundial (IDM). El informe de este año se centra en el papel de las comunidades, las empresas y los Gobiernos en la administración proactiva del riesgo.

Asimismo, hace especial hincapié en el papel del trabajo remunerado como pilar de la “recuperación” frente a los riesgos.

Resulta alentador ver que el Banco Mundial acepte que no cualquier tipo de trabajo puede desempeñar perfectamente esta función.

A los efectos de la administración de riesgos, sostiene que “los puestos de trabajo que proporcionan ingresos seguros y en aumento así como la seguridad en el entorno laboral son preferibles a los empleos que no conllevan esos beneficios”.

Sin embargo, a pesar de que la seguridad del empleo, los salarios y la seguridad en el trabajo son la actividad propia de las organizaciones más importantes y omnipresentes de la sociedad civil, los sindicatos, el papel que el movimiento sindical puede desempeñar en la administración de los riesgos sociales y económicos figura en una sola frase a lo largo de la publicación que reúne, en su conjunto, 326 páginas.

Por supuesto, ignorar el potencial de la sindicalización y la negociación colectiva no es algo nuevo para el Banco.

Mi experiencia en lo que respecta a las opiniones del personal del Grupo del Banco Mundial (y debo decir que no incluye a nadie que participe directamente en la producción del IDM) es que a pesar de que aceptan de buen grado la política oficial consistente en oponerse a la represión de la organización independiente de los trabajadores, tienden a mostrar suma cautela ante la posibilidad de alentarla activamente.

Creen que la acción sindical suele ser política y económicamente contraproducente. Desde su perspectiva, fomentar la sindicalización se asemeja a una forma arriesgada de administrar el riesgo.

Naturalmente, carecería de sentido pretender que los sindicatos resulten siempre totalmente benignos.

A veces utilizan su influencia en intentos motivados por razones políticas para resistirse a planes de organización y estrategias que, de hecho, son racionales y razonables.

A veces, simplemente ven los árboles que ocultan el bosque, y se resisten al cambio porque no se han dado cuenta de que a la larga sería positivo para sus miembros.

A veces, incluso pueden terminar vinculados a estructuras políticas caracterizadas por la corrupción, la delincuencia o la violencia.

 

Buenas noticias desde Uganda

Son situaciones que se producen a veces. Sin embargo, la mayor parte del tiempo ocurren situaciones como la vista en Uganda:

En 2006, la Corporación Financiera Internacional (IFC), la institución del Banco Mundial abocada al sector privado y la inversión, acordó financiar una central hidroeléctrica en las cataratas de Bujagali, en Uganda.

El sindicato Uganda Union Building, con el apoyo y el impulso de la Internacional de Trabajadores de la Construcción y la Madera (ICM), se presentó al contratista principal con la solicitud de ser reconocido como representante de los trabajadores de la construcción en el proyecto.

Se celebraron reuniones, se procedió a la votación, se inscribió a los miembros y finalmente se le concedió el reconocimiento.

El sindicato y la empresa negociaron una serie de convenios colectivos y trabajaron juntos durante los cinco años en que se desarrolló la construcción de la planta. En su momento de mayor actividad, la obra contaba con más de 3.000 trabajadores, miembros del sindicato en su gran mayoría.

El sindicato negoció los salarios y las vacaciones, el equipo de seguridad y la indemnización en caso de accidente.

Se cercioró de que los trabajadores fueran contratados equitativamente, sin sesgos a favor o en contra de los diferentes grupos étnicos.

Se aseguró de que los trabajadores dispusieran de alojamiento adecuado y otros servicios. Insistió en que se contara in situ con un programa de información y detección del VIH/SIDA.

Más aún, el sindicato utilizó el excedente de ingresos, procedente de los miembros suplementarios que afilió durante el proyecto, en la construcción de un centro de formación en los terrenos de sus oficinas a las afueras de Kampala. Se firmó un acuerdo con una escuela profesional local para que impartiera los cursos sobre los oficios de la construcción para los jóvenes, y el centro sindical de formación, Uganda Building Union Training Centre, abrió sus puertas en agosto de este año.

 

Sindicatos invisibles

El problema es que a pesar de este tipo de repercusiones altamente positivas, la IFC, al igual que el resto del Grupo del Banco Mundial, sigue mostrándose reacio a adoptar cualquier medida que impulse activamente la organización sindical.

Desde 2006, la IFC ha exigido a sus clientes y contratistas permitir la organización independiente de los trabajadores cuando ésta se plantea, pero en la práctica, la política consiste solamente en abrir apenas la puerta.

En el caso de Bujagali, todo lo que la IFC tuvo que hacer fue dar un paso atrás y dejar que el contratista y el sindicato siguieran adelante con la organización sindical, pero abundan situaciones en las que una larga lista de motivos sigue haciendo de la sindicalización un sueño imposible para los trabajadores, aun cuando esté permitida sobre el papel. Esta constatación nos remite de nuevo a la evaluación de riesgos.

El problema es que dentro de los procesos de seguimiento y evaluación de la IFC, el impacto positivo de la labor sindical es totalmente invisible.

De los ocho informes de seguimiento social y medioambiental elaborados mientras duró el proyecto de Bujagali, ni uno solo menciona al sindicato.

Los cálculos de la IFC del impacto sobre el desarrollo no van a tener en cuenta el grado en que la relación entre el contratista y los representantes de los trabajadores contribuyó a la buena marcha del proyecto y ayudó a evitar una larga lista de efectos no deseados sobre los trabajadores y la comunidad local.

Desde luego, tampoco tendrán en cuenta el impacto a largo plazo del nuevo centro de formación para las profesiones de la construcción.

Visto que este tipo de información no encuentra su sitio en la base de datos del Banco Mundial, no es de extrañar que el Informe sobre el desarrollo mundial no prevea la posibilidad de que un apoyo sistemático a los sindicatos y otras organizaciones de los trabajadores, así como al desarrollo de sus capacidades, podría contribuir en gran medida a la administración y la reducción del riesgo social y económico.

La evidencia sobre el impacto positivo de la representación independiente de los trabajadores y de la negociación colectiva en el desarrollo económico y social simplemente no se pone en la balanza.

Por esta razón, y cualesquiera que sean sus demás méritos, el Informe sobre el desarrollo mundial 2014 es mala ciencia política.

Mi consejo para el equipo del Informe del año próximo es que antes de empezar a escribir su informe se sienten a conversar con algunos de sus homólogos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

En esa reunión tal vez podrían hablar de los estudios e investigaciones de la OIT sobre el impacto de la negociación colectiva en los bajos salarios, y los efectos que produce elevar el piso salarial sobre el desarrollo económico y la capacidad de recuperación frente a los riesgos.

Podrían preguntar acerca de la fuerte y coherente correlación que existe a nivel internacional entre la presencia sindical y lugares de trabajo más seguros.

Y quizás entonces deberían llamar al sindicato Uganda Building Union y preguntar si pueden visitar el centro de formación que se levanta orgulloso en la carretera de Kampala a Entebbe. Allí también ellos podrían aprender algo.

Conor Cradden es investigador en la Universidad de Lausana, Suiza. Este artículo se basa en la investigación financiada por la Swiss Network for International Studies, un organismo de concesión de ayudas de financiación pública con sede en Ginebra. El autor escribe a título personal.