El intento de “genocidio cultural” de los yeniches en Suiza, un crimen que permanece impune

El intento de “genocidio cultural” de los yeniches en Suiza, un crimen que permanece impune

A montage of archive photographs, from left to right: Yenish children in a caravan in the 1930s; Alfred Siegfried, director of Pro Juventute, with abducted Yenish children; Alfred Siegfried was head of Pro Juventute until 1957; Yenish children being taken into a home by an employee of Pro Juventute.

(Hans Staub/Fotostiftung Schweiz)

Hace solamente 50 años, Suiza separó por la fuerza a los últimos niños yeniches de sus familias, simplemente por ser “viajantes”. Esta comunidad nómada, que habla su propia lengua, una mezcla de jerga alemana y yidis, y vive en Suiza, Alemania, Austria y Alsacia desde hace más de 400 años, fue perseguida de 1926 a 1972 por una fundación privada, Pro Juventute, con la complicidad de la Confederación Helvética.

Con la ayuda de agentes de la policía suiza, esta organización, que se presenta como benéfica, arrancó 600 niños yeniches a sus padres, según los historiadores, y los envió a hogares y familias de acogida lo más lejos posible de sus raíces familiares.

“Mi madre apenas tenía cinco años cuando la policía vino a llevársela de la caravana de su padre. Para los guardianes del orden establecido y sus secuaces, la vida de los gitanos era asocial y perjudicial para la sociedad”, relata Mariella Mehr en su libro autobiográfico L’âge de pierre (Aubier Montaigne, 1992). Al igual que cientos de otras familias yeniches, la famosa escritora suiza vio cómo su vida daba un vuelco a causa de Pro Juventute. A su vez, fue pasando de un hogar de acogida a otro antes de acabar en prisión a los 20 años.

Subvencionada generosamente por el Estado suizo, Pro Juventute actuó impunemente hasta 1972, cuando el escándalo fue revelado por un periodista suizo, Hans Caprez, en el diario Schweizerische Beobachter.

En la actualidad, la fundación sigue existiendo y ninguno de sus dirigentes ha comparecido ante la justicia. Según Willi Wottreng, director de la Radgenossenschaft der Landstrasse, una asociación de víctimas fundada en 1974, Pro Juventute intentó destruir la cultura yeniche mediante la violencia y la separación familiar al amparo de acciones sociales. En los hogares religiosos y en las familias campesinas donde fueron internados, los niños fueron víctimas de violencias físicas, humillaciones y trabajo forzado en las granjas.

“La violación de niñas y niños, la desnutrición, la estigmatización, la prohibición de hablar su lengua materna fueron las peores formas de represión. Además de las víctimas directas, los hijos y nietos suelen verse afectados de diversas formas por las consecuencias de los secuestros de sus padres”, afirma Wottreng, que lucha por sacar a la luz estos crímenes.

Internamientos y esterilizaciones forzosos

Basándose en las teorías eugenésicas de higiene mental en boga en la psiquiatría suiza de la década de los años 1920, próxima a la ideología nacionalsocialista, Pro Juventute continuó estas prácticas racistas hasta los años 1970 en medio de un silencio ensordecedor. La fundación consideraba a los niños yeniches como “anormales” desde su nacimiento y que su deber era sedentarizarlos por la fuerza. “Todo aquel que desee luchar con éxito contra la vagancia debe intentar desarticular la asociación del pueblo itinerante, debe, por muy duro que parezca, desmembrar la comunidad familiar”, escribía en 1943 el fundador de Pro Juventute, Alfred Siegfried.

Conocido pedófilo, se dice que abusó de varios niños yeniches. Murió en 1973 sin haber comparecido nunca ante la justicia ni haber pedido disculpas públicamente. Thomas Huonker, historiador suizo que ha trabajado ampliamente sobre el tema, explica a Equal Times: “Todo ello formaba parte de un antigitanismo institucionalizado para el que la existencia de los gitanos era en principio incompatible con el orden y la seguridad de Suiza”. En 1973, tras el cese de las actividades criminales de Pro Juventute, el país abrió por fin sus fronteras a las comunidades nómadas extranjeras, a las que anteriormente tenía prohibida la entrada.

Guiada por su enfoque intrínsecamente eugenésico y carcelario de la protección de la infancia, Pro Juventute llegó a internar a niños en hospitales psiquiátricos donde eran sometidos a tratamientos médicos bárbaros.

Los menores considerados “más turbulentos” eran sometidos a descargas eléctricas forzosas. “No estaba enferma, no estaba loca, y aun así ustedes me hicieron pasar por todo esto. Me defendí y eso bastó para que se convirtieran en bestias furiosas”, escribe también Mariella Mehr en L’âge de pierre, quien fue internada en el centro psiquiátrico de Waldheim a los 15 años.

“La psiquiatría desempeñó un papel esencial. Muchos de los niños retirados de sus padres fueron sometidos a evaluaciones psiquiátricas. Pro Juventute solía utilizar la amenaza de un peritaje o internamiento para presionar a los niños recalcitrantes”, afirma Walter Leimbruger, profesor de antropología cultural en la Universidad de Basilea.

La mutilación del pueblo yeniche llegó hasta lo impensable. Según Willi Wottreng, las jóvenes bajo la tutela de Pro Juventute eran esterilizadas por la fuerza: “Por ejemplo, las autoridades decían: ‘Solo puedes casarte si te haces esterilizar’”. Hoy es imposible saber cuántas mujeres fueron víctimas de estas esterilizaciones forzosas. Faltan registros.

Esta falta de datos no impide a Thomas Huonker afirmar que “muchas instituciones psiquiátricas suizas han practicado esterilizaciones claramente de carácter forzoso. En los expedientes médicos de los yeniches encontrados en la clínica Burgholzli, donde se llevaron a cabo los primeros experimentos de esterilización a partir de 1880 y continuaron hasta la segunda mitad del siglo XX, algunas entradas indican “enfermo desde: su nacimiento”.

La cuestión de un juicio sigue abierta

Medio siglo después del fin de los secuestros de niños, los daños siguen presentes. De adultos, muchos yeniches nunca pudieron reencontrar a sus familias. Durante mucho tiempo, los archivos de Pro Juventute permanecieron secretos, lo que impidió a las víctimas rastrear la identidad de sus padres. En 1987, tras años de lucha, la Radgenossenschaft der Landstrasse consiguió finalmente que los archivos de Pro Juventute se transfirieran al Estado suizo. Tras años de minimizar los hechos por temor a tener que indemnizar económicamente a sus víctimas, la fundación presentó excusas de dientes para afuera. Treinta años más tarde. En 2017, Suiza liberó un fondo de compensación de 300 millones de francos suizos.

Cada superviviente tenía hasta el 1 de marzo de 2018 para presentar un expediente y reclamar una indemnización de 20.000 francos suizos (o 17.400 euros según el tipo de cambio de la época).

Dentro de la comunidad yeniche, varias personalidades públicas, entre ellas los escritores Mariella Mehr y Peter Paul Moser, ambos ahora fallecidos, lamentaron que nunca se hubiera juzgado a los últimos dirigentes de Pro Juventute.

Su última directora, la religiosa Clara Reust, abiertamente racista en su correspondencia, nunca fue procesada. “El genocidio cultural no ha prescrito. La cuestión de un juicio sigue abierta”, espera Wottreng, refiriéndose a la Convención de la ONU de 1948, que define en parte el genocidio como el “traslado forzoso de niños por otro grupo”. Suiza no ratificó esta convención hasta 1999.

En la actualidad, todavía hay unos 30.000 yeniches en Suiza, según cifras oficiales de la Confederación Helvética. La gran mayoría se ha sedentarizado. La fundación Assurer l’avenir des gens du voyage suisses calcula que 5.000 de ellos han conservado un estilo de vida nómada. Los que siguen viajando luchan por obtener zonas de aparcamiento estatales para sus caravanas, la otra gran lucha de la Radgenossenschaft der Landstrasse.

En un informe publicado en enero de 2022, la fundación describe una grave falta de plazas, lo que dificulta que los yeniches puedan “llevar su modo de vida tradicional, el cual está protegido”. Sin embargo, Willi Wottreng sigue mostrándose optimista: “Contrariamente a la voluntad de la Pro Juventute, los crímenes de los que han sido víctimas los yeniches los han llevado a ser más conscientes de su identidad y a aferrarse a ella”.

This article has been translated from French by Patricia de la Cruz