El lento pero constante avance hacia la igualdad de género en Túnez

Souad Abderrahim ocupó en julio las portadas internacionales tras ser elegida alcaldesa de Túnez y convertirse en la primera mujer de la historia moderna regidora de la capital tunecina. A pesar de que esta gestora farmacéutica de 53 años resultó elegida como candidata independiente del partido conservador Ennahda, ella considera su gesta una victoria para toda la sociedad.

"Nuestro principal reto es cambiar la mentalidad masculina de la gente", comenta Abderrahim a Equal Times. "El rechazo provocado por mi elección así lo demuestra. Por eso me considero –una mujer, elegida alcaldesa— un símbolo para todas las mujeres tunecinas".

La importancia de su elección es indiscutible en esta región, que posee uno de los niveles de representación femenina en política más bajos del mundo. Incluso en Túnez, que cuenta con una de las sociedades más avanzadas de Oriente Medio y el Norte de África en lo que respecta a los derechos de la mujer, los obstáculos en el terreno político siguen siendo numerosos: "Es cierto que el 47% de los elegidos [en las elecciones municipales] son mujeres, pero sólo el 19,5% son alcaldesas. Esto se debe a la mentalidad dominante y a la falta de confianza de las élites en la capacidad de las mujeres".

El avance hacia la igualdad de género en Túnez ha sido constante desde que el país se independizó de Francia en 1956. Inicialmente fue resultado de las medidas introducidas desde la cúpula política para crear un Estado moderno con una economía fuerte; en los años ochenta comenzó a surgir un movimiento independiente de mujeres, aunque limitado por la naturaleza autoritaria del régimen del presidente Zine al-Abidine Ben Ali (1987-2011). Esta tendencia comenzó a cambiar luego de la revolución de 2010-2011, según Khadija Cherif, exministra de Mujer, Familia e Infancia y miembro de la Asociación Tunecina de Mujeres Demócratas (ATFD), una organización independiente que defiende los derechos de las mujeres.

"Desde entonces hemos estado en una fase de construcción, en la que las mujeres hemos tenido un papel determinante. Primero estuvimos en las calles, manifestándonos contra Ben Ali. Después participamos en el debate sobre el proceso constitucional, codo con codo con otros movimientos. La calle ha jugado un papel fundamental en la redacción de la constitución, oponiéndose a las fuerzas reaccionarias", explica a Equal Times.

Esta capacidad de movilización resultó muy efectiva para frenar el intento de los grupos islamistas de la Asamblea Nacional de introducir un artículo sobre la complementariedad de género en el proyecto de Constitución en 2012. "Convocamos una manifestación y logramos ganar esta batalla a favor de la igualdad entre los hombres y las mujeres", afirma, refiriéndose al artículo 21 de la Constitución tunecina que garantiza ahora la igualdad de género "sin discriminación".

En 2014 se dio otro paso importante en la lucha contra la discriminación de género: Túnez se convirtió en el primer país de la región de Oriente Medio y África del Norte en eliminar una serie de reservas clave a la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW, según sus siglas en inglés). La única reserva pendiente hace referencia a los posibles conflictos de la convención con el primer capítulo de la Constitución, que establece que "Túnez es un Estado libre, independiente y soberano; su religión es el islam". Sin embargo, se llegó a un compromiso sobre el papel del islam en la sociedad cuando se decidió que cualquier conflicto que surgiera entre los artículos de la constitución y la convención sería resuelto por el poder judicial, y puede referirse tanto a la legislación nacional como a la convención internacional.

Tres años después, en el verano de 2017, la sociedad civil ejerció presión en apoyo de otra ley histórica para combatir la violencia contra las mujeres y las niñas, una ley que se aprobó con 146 votos de 217 y cero abstenciones. Esta ley introdujo varios cambios importantes, como el reconocimiento que la violencia no sólo es física sino también psicológica, sexual, política y económica, y la modificación del artículo 227 del Código Penal, que permitía a una persona que había cometido un delito sexual contra un menor evitar el enjuiciamiento si se casaba con su víctima.

La batalla por la igualdad hereditaria

“Superadas todas estas batallas, la peor injusticia que enfrentan las mujeres hoy es la discriminación a la hora de la división de la herencia", dice Cherif. El sistema hereditario actual se basa en una interpretación particular del Corán, que considera al hombre como cabeza de familia, y por ello le da derecho a heredar el doble de lo que una mujer puede recibir. En agosto de 2017, el presidente Beji Caid Essebsi anunció la creación de una comisión especial encargada de formular propuestas para promover las libertades individuales y la igualdad de género. El pasado mes de junio, la comisión publicó un informe proponiendo, entre otras cosas, la igualdad para las mujeres en materia hereditaria. En agosto, Essebsi presentó un proyecto de ley (pendiente aún de ser votado en el Parlamento) que establece un derecho de herencia que respeta la igualdad de género. Sin embargo, debido a la fuerte oposición de los conservadores y a meses de manifestaciones, ahora se ofrece a las familias el derecho a optar por el sistema anterior.

Aunque algunos manifestantes recurren a la religión para justificar su oposición a cualquier cambio en las leyes hereditarias tunecinas, Cherif dice que sería inexacto enmarcar este debate en la dicotomía secularista-islamista:

"La oposición a la igualdad de herencia tiene que ver con el poder económico y la dominación de los hombres sobre las mujeres. Por eso encontramos el mismo conservadurismo del partido islamista Ennahda, en parte del partido Nidaa Tounes [un importante partido secularista creado por Essebsi en 2012], y también en las fuerzas progresistas, como el Frente Popular. No hay una posición común sobre el tema de la herencia".

Aunque Ennahda ha recibido duras críticas por su postura conservadora, todavía no ha adoptado una posición clara y unificada sobre las reformas del derecho de herencia. Meherzia Maïza Labidi, diputada de la Asamblea Nacional y primera mujer en ocupar la Vicepresidencia de un órgano legislativo tunecino (de 2011 a 2014), explica a Equal Times que, aunque apoya la iniciativa del presidente, está a favor de mantener los dos sistemas hereditarios. "Yo haría que la igualdad fuera opcional y dejaría el sistema actual como opción predeterminada". Afirma que la legislación actual ya es "armoniosa, dado que las mujeres no tienen la responsabilidad financiera dentro de la familia". Si impusiéramos la igualdad en la herencia, deberíamos hacer cumplir la igualdad en todas las obligaciones financieras. Y esto no puede hacerse inmediatamente. Por eso necesitamos diálogo y un poco de paciencia".

Como recuerda Labidi, el diálogo fue un factor importante durante la fase constitucional: "Había entre los partidos una voluntad transversal de insertar en la Constitución un artículo sobre la necesidad de alcanzar la paridad entre hombres y mujeres en los órganos electos. Se mantuvieron discusiones entre políticos y con la sociedad civil. Trabajamos juntos y, a pesar de la crisis, logramos escribir un texto de consenso, el Artículo 46" –por el cual el Estado se compromete a defender y fortalecer los derechos de las mujeres, a garantizar la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, y a alcanzar la paridad de género en todas las asambleas elegidas–.

Las mujeres tunecinas en la política

La participación de las mujeres en la política formal no es algo nuevo en Túnez. Ben Ali introdujo una cuota de género voluntaria en las elecciones, que se elevó del 20% en 1989 al 30% en 2009. Gracias a esta cuota, el número de mujeres elegidas al Parlamento pasó del 4% en 1989 al 23% en 2004. La participación femenina aumentó aún más en 2011 y, gracias a la presión de la sociedad civil, culminó con la introducción del requisito legal de la paridad entre los géneros en las listas electorales. Por eso, el porcentaje de mujeres diputadas aumentó aún más en la Asamblea Constituyente, hasta el 26%, y en las elecciones legislativas de 2014 llegó al 31%. En las elecciones municipales de mayo de 2018 el 47,5% de los concejales elegidos son mujeres. No obstante, las mujeres continúan excluidas de la mayoría de los puestos ejecutivos y de liderazgo.

Hay, además, un problema de clases. "El movimiento feminista sigue siendo muy elitista", dice Labidi. "Tenemos que salir de nuestros salones, tocar tierra, ensuciarnos las manos y apoyar a las trabajadoras".

La participación de las mujeres tunecinas en el mercado laboral es comprensiblemente una de las prioridades de Naima Hammami, la primera mujer miembro del comité ejecutivo del histórico sindicato tunecino, la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT), ganador del Premio Nobel de la Paz. "Las leyes relativas a la mujer son generalmente positivas para la igualdad de género. Pero, en la práctica, hay resistencia a su aplicación". Como prueba de ello, cita la brecha salarial entre los hombres y las mujeres tunecinos.

Según el Instituto Nacional de Estadística de Túnez, las mujeres cobran, de media, entre un 20% y un 30% menos que los hombres. Esta cifra alcanza el 40% en el sector privado y un asombroso 50% en la agricultura. "Esta misma discriminación la ejercen los empleadores con sus empleados, en el sentido de que las mujeres sufren más explotación y padecen peores condiciones laborales, especialmente en la agricultura. Otro gran problema es el acoso en el sector privado, sin olvidarnos de la Administración. A ello hay que añadir que la mayoría de las mujeres tienen que cuidar de sus casas y de sus hijos: están sobrecargadas".

La elección el año pasado de Hammami como integrante de la ejecutiva nacional –conformada por 13 miembros– de la UGTT, representa un gran paso adelante hacia la igualdad de género en una organización gobernada por hombres desde siempre: "La UGTTT es un reflejo de la mentalidad de la sociedad tunecina, razón por la cual las mujeres sindicalistas han encontrado tantas dificultades para comprometerse con la organización. Se las excluyó particularmente de los puestos de liderazgo. Aunque, por fortuna, ahora estamos trabajando y logrando algunos progresos. Mi elección como miembro de la ejecutiva nacional el año pasado fue un hito en la historia de la UGTT. Además, el congreso de 2017 adoptó una resolución según la cual los comités ejecutivos –a escala nacional, regional y sectorial– deben contar con al menos dos mujeres". Hammami lamenta que este progreso haya llegado bastante tarde si lo comparamos con el resto de la sociedad, pero sigue con la esperanza de que el movimiento sindical recupere con rapidez el tiempo perdido.

Este artículo ha sido traducido del inglés.