El plebiscito de Chile para la redacción de una nueva Carta Magna: una votación histórica

Chile comienza a escribir su propia historia. Con un 78% de los escrutinios se impuso la opción del ‘apruebo’ en el plebiscito del pasado domingo (25 de octubre). En el horizonte: la redacción de una nueva Constitución [la actual Ley Fundamental es herencia de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), y está vista como la raíz de las movilizaciones que prendieron en 2019*].

Y, con un 79% de los votos, la ciudadanía ha respaldado la opción de que el nuevo texto sea redactado por una convención constitucional [asamblea] formada únicamente por ciudadanos electos [cuya la elección se ha fijado para el 11 de abril de 2021].

Estos resultados llevan a una constatación: el domingo fue un día histórico para nuestro país. Y los jóvenes han dejado su marca con una alta participación. Yo personalmente acudí a votar con mis dos pequeñas hijas, Florencia y Elena, al Estadio Bicentenario de La Florida. Ahí pudimos confirmar el alto nivel de compromiso en esta votación, así como la convicción y la esperanza de la mayoría de las personas que esperaban para hacer válido su voto.

A pesar de la pandemia de covid-19, y de las medidas y protocolos impuestos para evitar los contagios, desde temprano, multitudes de ciudadanos fueron desplazándose a sus lugares de votación [14,7 millones de chilenos estaban llamados a las urnas], donde se formaron inmensas filas.

Esta movilización cívica pone de relieve el fracaso del Gobierno y de los políticos tradicionales, que han intentado instalar el discurso de la violencia para deslegitimar el movimiento social transversal que se inició el 18 de octubre de 2019. Tras el plebiscito, nuestro país amaneció distinto.

En la memoria, el plebiscito de 1988

A pesar de las filas y de las consiguientes esperas, a veces de horas, el sentimiento entre los votantes era de alegría y conciencia de la importancia de esta votación. Eran inevitables las conversaciones en las que nuestros mayores nos contaban su experiencias: pero la del domingo no fue una de esas abúlicas votaciones para presidentes o parlamentarios de los últimos 15 o 20 años, en las que se votaba para evitar el “mal menor” —y en las que mucha gente se veía en la obligación de aceptar el candidato de uno de los dos bloques que viene gobernando el país por los últimos años, para evitar que ganara el adversario—.

Las experiencias que se contaban y debatían eran las del plebiscito del año 1988, con el cual se puso fin a la dictadura, y el ánimo por cambiar las cosas de esa generación. Un ánimo que luego fue absorbido por consideraciones de Estado y excusas múltiples, utilizadas por la política tradicional hegemónica para desmovilizar a la ciudadanía que pretendía, ya en esa época, derogar la Constitución —instalada, no lo olvidemos, por un proceso fraudulento en el año 1980 por la dictadura—.

Pasaron décadas en las que los políticos tradicionales administraron el sistema neoliberal instalado por la Constitución de Pinochet, se acostumbraron y se acomodaron a él y hasta se hicieron sus defensores.

Dicho lo anterior, debe hacerse un paréntesis respecto a quien fuera presidenta de Chile durante dos mandatos (no consecutivos), Michelle Bachelet. Esta intentó instalar un proceso constituyente a través de los diálogos constituyentes (de los cuales quedaron documentos formales que recogieron dicho esfuerzo), pero fueron los políticos, incluyendo ciertos partidos políticos del propio bloque de Gobierno, quienes boicotearon e hicieron fracasar tal intento.

En el esfuerzo en dirección contraria, no debemos olvidar que una de las primeras declaraciones formales del actual presidente de Chile, el multimillonario y de extrema derecha económica Sebastián Piñera, fue declarar que un proceso constituyente no estaba en la agenda de su gobierno y no se realizaría.

Muy a pesar de todos ellos, se instaló un movimiento social transversal en el país que puso los derechos e igualdades sociales en el centro del debate; un movimiento que cuestionó la codicia y el lucro en el que se basa el sistema capitalista neoliberal, y que puso como primera prioridad una nueva Constitución fruto del debate democrático y participativo de la sociedad en su conjunto.

El domingo, en un día histórico, dimos pues el primer paso para ello. Tenemos el desafío y la responsabilidad de construir nuestra propia historia.

Como dijo el compañero presidente Salvador Allende:

“Trabajadores de mi patria: tengo fe en chile y en su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

¡Viva Chile! ¡Viva el Pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

This article has been translated from Spanish.

*Nota de la redacción.