El problema no es solamente Cambridge Analytica o Facebook, es el “capitalismo de vigilancia”

El problema no es solamente Cambridge Analytica o Facebook, es el “capitalismo de vigilancia”

Facebook suspended Cambridge Analytica, a data analysis firm that worked for US President Donald Trump’s 2016 election campaign, amongst many others, over allegations that it held onto improperly obtained user data after telling Facebook it had deleted the information.

(AP/Matt Rourke, file)

La semana pasada se denunció el uso de datos de usuarios de Facebook por parte de una firma de análisis de datos llamada Cambridge Analytica. Sin embargo, aun cuando supuestamente han vulnerado las normas de Facebook, el verdadero problema es el modelo de negocio de esta red social. Este modelo no es exclusivo de Facebook. Se originó con Google, que se dio cuenta de que los datos recopilados a medida que las personas usaban su motor de búsqueda podían analizarse para predecir sus deseos y enviarles publicidad personalizada. Este modelo también es empleado por la mayoría de los servicios en línea “gratuitos”.

No se trata de un problema que atañe solamente a Facebook: es un problema con la red Internet tal como existe actualmente.

El “capitalismo de vigilancia” fue el término acuñado en 2015 por el académico de Harvard Shoshanna Zuboff para describir esta vigilancia a gran escala y la modificación del comportamiento humano con fines de lucro. Implica el análisis predictivo de grandes conjuntos de datos que describen la vida y comportamiento de decenas o de cientos de millones de personas, permitiendo así identificar correlaciones y patrones, inferir información sobre una persona y predecir su comportamiento futuro. A continuación se intenta influir en este comportamiento a través de publicidad personalizada y dinámica.

Este proceso se perfecciona probando numerosas variaciones de anuncios publicitarios con diferentes grupos demográficos para ver cuál funciona mejor.

Cada vez que usted utiliza Internet, probablemente sea el sujeto involuntario de docenas de experimentos que intentan descubrir la forma más efectiva de extraerle dinero.

El capitalismo de vigilancia rentabiliza nuestras vidas para su propio beneficio, convirtiendo todo lo que hacemos en datos que son reunidos en un perfil que nos describe con gran detalle. El acceso a este perfil de datos se vende en el mercado publicitario.

Sin embargo, no solo se vende el acceso a nuestro perfil de datos: se vende el acceso a las poderosas herramientas de modificación del comportamiento desarrolladas por estas corporaciones, a su conocimiento sobre nuestras vulnerabilidades psicológicas, perfeccionadas a través de la experimentación en el transcurso de muchos años. En efecto, a través de su extendido aparato de vigilancia acumulan un conocimiento complejo de la vida y el comportamiento cotidianos de cientos de millones de personas, para luego cobrar a otras empresas el uso de este conocimiento que juega en contra de todos nosotros para su beneficio.

Y, a medida que conoce un número cada vez mayor de personas, el capitalismo de vigilancia no solo beneficia a las empresas, también beneficia a las organizaciones políticas, como la oscura Cambridge Analytica, así como a los principales partidos políticos y a sus candidatos.

La campaña de Obama de 2008 a menudo se describe como la primera campaña de “big data”, es decir, que utilizó gran cantidad de datos, pero fue en 2012 cuando su equipo realmente introdujo innovaciones. Las operaciones del equipo de Obama fueron lo suficientemente sofisticadas como para poder dirigirse a votantes que la campaña de Romney, según admitieron ellos mismos, ni siquiera sabía que existían.

El uso de la microfocalización (microtargeting) basada en el análisis les permitió realizar una campaña digital extremadamente eficaz y estableció un ejemplo que ha sido seguido en múltiples ocasiones desde entonces.

Hoy día, herramientas tales como las audiencias personalizadas y públicos similares de Facebook, permiten a los anunciantes, y también a las organizaciones políticas, subir listas de personas, relacionarlas con su perfil Facebook, filtrar los perfiles de personas similares que no están en su lista y dirigir a todas ellas información orientada. Este procedimiento hace que las campañas políticas pueden ampliar enormemente el alcance de mensajes cuidadosamente diseñados.

Algoritmos y análisis

Zeynep Tufekci, profesor de sociología de la Universidad de Carolina del Norte, afirma que si las campañas políticas del siglo XX utilizaban lupas y bates de béisbol, las del siglo XXI cuentan con telescopios, microscopios y escalpelos en forma de algoritmos y análisis. Las campañas pueden ofrecer distintos argumentos a diferentes grupos de votantes, por lo que es posible que dos personas no vean nunca la misma serie de anuncios o argumentos. Este procedimiento hace que la campaña política deje de ser un proceso público para convertirse en un asunto privado y personalizado, auspiciado por el acceso al aparato del capitalismo de vigilancia.

Facebook ha llevado a cabo su propia investigación sobre la eficacia de los mensajes políticos personalizados que utilizan su plataforma. En las elecciones parciales de 2010 de EEUU descubrió que podía aumentar la probabilidad de voto de un usuario en torno al 0,4% cuando les decía que sus amigos habían votado y les alentaba a hacer lo mismo. Repitió el experimento en 2012 con resultados similares. Es posible que este porcentaje parezca menor, pero a escala nacional se traduce en alrededor de 340.000 votos adicionales. George Bush ganó las elecciones de 2000 por unos cientos de votos en Florida. Donald Trump ganó en parte porque logró obtener 100.000 votos clave en el cinturón de óxido.

Asimismo, en países como Reino Unido, donde las elecciones a menudo se deciden por relativamente pocos distritos electorales marginales en los que los partidos políticos concentran sus esfuerzos, un reducido número de votos es importante: un estudio de las elecciones del año pasado sugiere que el Partido Conservador no obtuvo la mayoría absoluta por un margen de apenas 401 votos.

En consecuencia, en 2013, los conservadores contrataron al director de campaña de 2012 de Obama y, tanto la campaña Vote Leave (conocida como Brexit) como el Partido Laborista se han jactado de sus operaciones de datos. La oficina de inspectores de la información, que supervisa la protección de datos y la regulación de la privacidad en el Reino Unido, está investigando el uso de estas prácticas. El nuevo Reglamento de la Unión Europea relativo a la protección en lo que respecta al tratamiento de datos personales promete ser un freno cuando entre en vigor, en mayo.

No obstante, existe un tercer grupo que también saca provecho de la gran cantidad de datos que las corporaciones del capitalismo de vigilancia han reunido sobre las minucias de la vida cotidiana de miles de millones de personas: el Estado. Las revelaciones de Snowden en 2013 sobre el GCHQ (uno de los servicios de inteligencia del Reino Unido) y las actividades de la NSA llegaron a los titulares de todo el mundo. Gran parte de la atención se centró en los programas que incluían, por ejemplo, cómo debilitar las normas de encriptación, instalar puertas traseras en equipos de red seguros y colocar interceptores en los cables troncales de Internet para desviar los datos que pasan por su conexión. Estos programas recogen miles de millones de registros de datos cada día, con el objetivo declarado del GCHQ de recopilar un perfil de los hábitos de Internet de cada usuario en la web.

Datos y democracia

No obstante, hubo un elemento más que en gran parte se pasó por alto: el intercambio de datos entre el capitalismo de vigilancia y las agencias de inteligencia y seguridad del Estado. En EEUU, las empresas de tecnología se han visto obligadas desde hace tiempo a entregar datos sobre sus usuarios a la NSA. Cuando la plataforma Yahoo se negó a entregarlos, la amenazaron con una multa diaria de 250.000 dólares USD, y en duplicarla cada semana mientras durara su incumplimiento. Ante la ruina financiera, accedieron a entregar los datos.

En Reino Unido, la ley de regulación de las facultades de investigación, comúnmente conocida como la snooper’s charter (o carta de los fisgones) otorga a las agencias de seguridad e inteligencia la autoridad legal para adquirir paquetes de gran volumen de datos personales de las empresas de tecnología, y el Gobierno está explorando un acuerdo con EEUU que permitiría a las agencias de inteligencia un mejor acceso a estas bases de datos.

Estas son prácticas de vigilancia que plantean preguntas difíciles sobre la relación entre el ciudadano y el Estado.

Ya desde 2013, estas preguntas han sido formuladas por muchas instancias, no solo por el Tribunal Europeo de Justicia (TJCE), que dictaminó en 2016 que la retención indiscriminada de datos de las comunicaciones es incompatible con una sociedad libre y democrática.

Esta decisión dio lugar a la reciente consulta del Gobierno de Reino Unido sobre la revisión de las partes de la ley que regulan las facultades de investigación que permiten al Gobierno exigir a los proveedores de servicios de Internet que conserven registros del historial de navegación de cada usuario en Reino Unido y proporcionarlos a las agencias de seguridad e inteligencia, a la policía y a varias otras autoridades públicas cuando los soliciten, sin necesidad de una orden judicial u otro tipo de supervisión judicial directa. El recurso interpuesto por la ONG Privacy International contra la mayoría de las competencias relativas a los datos personales contenidas en la ley de regulación de las facultades de investigación fue remitida al TJCE en septiembre.

El capitalismo de vigilancia, que observa y rastrea todo lo que hacemos mediante los teléfonos inteligentes, los ordenadores portátiles y el creciente número de dispositivos de “Internet de los objetos”, que forman su infraestructura física, y la participación voluntaria del público, incrementa la capacidad de las empresas, organizaciones políticas y el Estado para rastrear, influenciar y controlar amplias capas de la población.

Este sistema beneficia a dichas empresas, organizaciones políticas y agencias estatales tanto desde el punto de vista económico y político, como también en la búsqueda de demandas cada vez más nebulosas de “seguridad”. Así es como se ha desarrollado la red Internet de hoy. No para nuestro provecho, sino para el de ellos. Este es el futuro al que nos dirigimos con los ojos cerrados. Tenemos que mirar más allá de Cambridge Analytica y Facebook. Es hora de un debate más amplio sobre el papel que desempeña la vigilancia en nuestra cada vez más digitalizada sociedad.