¿El programa de los neofascistas de cara a las europeas? Incitar a la violencia contra gitanos en suburbios ‘desencantados’ de Roma

¿El programa de los neofascistas de cara a las europeas? Incitar a la violencia contra gitanos en suburbios ‘desencantados' de Roma

El 8 de mayo de 2019, varios miembros y simpatizantes del partido CasaPound se unieron a residentes del barrio de Casal Bruciato frente al edificio donde recientemente se alojó a una familia gitana bosnia. Los extremistas de ultraderecha habían organizado protestas el día anterior que acabaron con violencia.

(Stefano Fasano)

“¡Te voy a violar, zorra!”. Estas repugnantes palabras se las gritan a Senada, una mujer de 40 años que intenta desesperadamente proteger a su hija de tres años, Violetta, de la muchedumbre enfurecida que les amenaza con insultos indescriptibles. Lo único que separa a esta asustada madre y a su hija de la ira ciega de esta gente –alrededor de 200 residentes locales acompañados por representantes del partido de ultraderecha CasaPound– es un cordón de la policía antidisturbios, que corre con ellas para intentar salir de su bloque de apartamentos. ¿El crimen que cometió Senada? Ser una inmigrante, una mujer de etnia romaní y madre de 12 hijos a la que el ayuntamiento de Roma adjudicó una vivienda social.

El revuelo empezó la mañana anterior, el lunes 6 de mayo de 2019, cuando el marido de Senada, Imer Omerović, empezó a trasladar las pertenencias de la familia desde su caravana en el asentamiento informal gitano de La Barbuta a su nuevo apartamento en el distrito de Casal Bruciato, situado al este de Roma. “Cuando llegué allí, alrededor de las 10 de la mañana, ya había entre 50 y 60 personas esperándome en el patio. A mi hijo le dijeron: ‘Os vamos a matar a todos. Vamos a poner una bomba en vuestra casa’”, recuerda Imer, de 40 años, en el salón sin amueblar de su nueva vivienda municipal.

Mientras se pone el sol todavía se puede ver a los manifestantes y escuchar sus gritos amortiguados desde las ventanas de su apartamento, ubicado en un segundo piso. Entre ellos está Mauro Antonini, el coordinador regional de CasaPound. Este arrogante personaje está de pie con los brazos cruzados repitiendo sus manidas consignas ante la fila de periodistas que tiene delante, justo a tiempo para salir en las noticias de la noche: “No podemos aceptar que se salten la ley así”. “Ese apartamento se lo tenían que haber asignado a una familia italiana, no a delincuentes”. “Los habitantes de este barrio tienen miedo y quieren sentirse seguros”. Los periodistas reproducen sus palabras como si se tratara de un simple suceso; pero en realidad estaba llamando a la acción a los miembros y simpatizantes locales de su partido neofascista.

La familia Omerović no tiene nada que ver con los ‘delincuentes’. Llegaron a Italia a finales de la década de 1990, huyendo de la guerra en Bosnia. El padre, Imer, es el propietario de un pequeño negocio de antigüedades con licencia y todos sus hijos van a la escuela pública, excepto los dos mayores de 18 años que trabajan y tienen pasaporte italiano.

Sin embargo, los hechos son irrelevantes cuando se trata de explotar con fines electorales la adjudicación de una vivienda social a una familia gitana. Las elecciones europeas se celebrarán entre el 23 y el 26 de mayo y los ciudadanos están muy preocupados por el hecho de que los partidos populistas de extrema derecha –como la Liga (Lega) del ministro del Interior italiano Matteo Salvini, el partido alemán ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), el Reagrupamiento Nacional de Francia (Rassemblement National) y muchos otros– reciban una oleada de apoyo en toda Europa. Sin duda, las elecciones se han dejado sentir de un modo intenso en los suburbios de la clase obrera de Roma, donde partidos abiertamente fascistas como CasaPound o Fuerza Nueva (Forza Nuova) llevan semanas provocando una gran tensión social. Su objetivo consiste en fomentar el suficiente malestar y rabia como para recolectar donativos y votos rápidos.

Atacar a los de abajo

La periferia de Roma está plagada de bloques de viviendas sociales llenos de familias de bajos ingresos que luchan por sobrevivir en una Italia asolada por la austeridad. Existen barrios más pobres que Casal Bruciato, pero pocos están tan aislados debido a la escasez de transporte público en la zona. La línea de metro más cercana se encuentra a 25 minutos a pie y muchas de las líneas oficiales de autobuses existen tan solo en la teoría. La enorme deuda pública de la capital italiana imposibilita casi por completo las inversiones en infraestructura, por lo que las mejoras en la movilidad urbana están tan poco financiadas como cualquier intento por mejorar la movilidad social.

En este contexto, el 7 de mayo montan en el patio del edificio de los Omerović una mesa de información cubierta por banderas del partido CasaPound, llena de folletos, rodeada por jóvenes con cabezas rapadas y tatuajes y flanqueada por dos grandes banderas italianas. La rabia de la muchedumbre se puede palpar claramente y se canaliza de un modo muy profesional lanzando consignas contra la ventana del apartamento de esta familia. “Este barrio ya no vale nada”, asegura Paolo, uno de los habitantes del edificio. “La presencia de estos gitanos es la última bofetada en la cara”. No muy lejos de él, Antonini grita con un megáfono: “¡No toleraremos este racismo a la inversa! ¡Los italianos primero!”.

Aquí animan a los pobres a atacar a los de abajo. En lugar de indignarse con los políticos responsables de sus bajos salarios, sus escuelas infrafinanciadas y su falta de oportunidades, atacan a la gente que es incluso más vulnerable que ellos.

Como ministro del Interior, Salvini ha demostrado una franca hostilidad hacia los inmigrantes y los miembros de la comunidad romaní (que también suelen ser inmigrantes), supervisando personalmente la destrucción de varios asentamientos informales gitanos donde viven muchas familias romaníes.

Asimismo, ha prometido clausurar todos los campamentos romaníes informales y deportar a todos los gitanos no italianos del país. “Tendremos que quedarnos con los que son italianos”, aseguró Salvini el año pasado, según informó la página web de noticias The Daily Beast. “Pero el resto tendrán que irse”.

En el barrio de Casal Bruciato repetían como loros discursos parecidos. “No pueden meterles aquí. No están acostumbrados a vivir en apartamentos como la gente normal”, declara Anna, de 57 años, cuyos padres migraron a Roma en la década de 1960 desde el sur de Italia. Otra vecina de avanzada edad está de acuerdo: “Son ladrones. Sucios. Son asesinos. ¡No pueden quedarse aquí!”. Sin embargo, su acento la delata: “Sí, soy polaca, pero nosotros no somos como ellos”.

A lo largo de las últimas semanas se han repetido escenas parecidas en los suburbios orientales de Roma. El 2 de abril, varios manifestantes prendieron fuego a automóviles y papeleras para evitar que se trasladara temporalmente a 70 hombres, mujeres y niños gitanos a un centro de recepción en el distrito de Torre Maura. Mientras tanto, Suzana, una mujer gitana y madre de cuatro niñas que vive en el barrio de Tor Vergata, se ha convertido en la última víctima de una campaña organizada para echarla de su vivienda social.

“Yo diría que el comentario más agradable que he escuchado es: ‘putos gitanos’”, explica sarcásticamente a Equal Times. “Es como un eco. Durante las primeras semanas en mi casa lo escuchaba al menos una vez al día”. El 4 de mayo, un pequeño grupo de extremistas del movimiento ultraderechista Acción Frontal (Azione Frontale) se unió a varios vecinos en una furiosa manifestación contra la presencia en el barrio de la familia de Suzana.

Sin embargo, la postura de Suzana es firme. “Me he pasado toda la vida viviendo en un contenedor. Y mis hijas también. Yo me quedo aquí. Este es nuestro hogar. Yo y mi hijas tenemos derecho a quedarnos aquí”, afirma. “Estoy integrando a mis hijas; quiero una vida tranquila. No me van a asustar unos pocos fascistas de mierda”.

Acción comunitaria

Afortunadamente, tanto Suzana como los Omerović no han tenido que soportar la carga de su situación totalmente solos. Varios días después de los episodios violentos en Casal Bruciato, el Papa se reunió con la familia Omerović y con otros 500 miembros de la comunidad gitana para ofrecerles su apoyo y sus oraciones. Incluso durante las protestas, los activistas antifascistas organizaron varias contramanifestaciones. En Tor Vergata, numerosos padres, madres y maestros locales de la escuela a la que asisten las hijas de Suzana (el Instituto Simonetta Salacone) han formado un grupo de apoyo para defender a dicha familia y asegurarse de que nunca estén solas, ni de día ni de noche.

En los últimos días, el grupo ha enviado cartas al presidente Sergio Mattarella, a Salvini y a otros para denunciar la violencia y las humillaciones a las que se tienen que enfrentar Suzana y su familia. Para garantizar su propia seguridad, los miembros del grupo prefieren mantenerse en el anonimato. “Estaba buscando una señal, una reacción de esta comunidad”, nos cuenta una de las madres del grupo. “Este grupo es totalmente espontáneo. Muchos de nosotros ni siquiera nos conocíamos”. Pero aunque está lo suficientemente preocupada como para pasar a la acción contra la violencia racista, cuando le preguntamos por su opinión sobre la creciente amenaza del fascismo en Italia, declaró: “Creo que el problema se está sobredimensionando. De hecho, mucha gente no cree en lo que proponen estos grupos fascistas”.

Otra madre del grupo está de acuerdo: “No creo que estos grupos de ultraderecha tengan una presencia tan grande en los suburbios. Tan solo reciben mucha atención por parte de los principales medios de comunicación”, afirma. “Sin embargo, nuestras acciones de ‘vigilancia’ para Suzana son una manera de concienciar a la gente sobre el problema y de garantizar que las autoridades se mantengan alerta. Creo que la gente puede ayudar a aplacar estas situaciones estando físicamente presentes y no delegando en otras personas para se ocupen de las acciones, tan necesarias por otra parte”.

Alberto Campailla, un sindicalista de la CGIL y presidente de la asociación Nonna Roma, que trabaja con la pobreza y la desigualdad, también opina que es importante analizar los recientes ataques contra la comunidad romaní con una cierta perspectiva, por muy inaceptables y preocupantes que sean. “Es importante destacar que en los distritos no se está desarrollando ningún disturbio”, explica. “De hecho, no hay muchos residentes que estén participando en estas protestas”.

El apoyo a la extrema derecha en Italia ha sido muy desigual. Según datos de Quorum/YouTrend, es probable que los partidos de extrema derecha obtengan un tercio menos de los votos en las próximas elecciones europeas que en las elecciones generales italianas de 2008. Sin embargo, la Liga de Salvini ha registrado un aumento del apoyo del 16% durante el último año y el apoyo a CasaPound (que obtiene la mayor parte de sus votos en Roma y sus suburbios) se ha multiplicado por seis durante los últimos cinco años.

Campailla, que ha ayudado a la familia de Suzana y a los Omerović en su trabajo con la asociación Nonna Roma, asegura que esta tendencia surge de la desesperación. “En los suburbios, los recortes en el sistema de bienestar social y el mayor empobrecimiento de la clase trabajadora han creado las condiciones para una increíble marginalización social. Estos factores ofrecen enormes oportunidades políticas a aquellos que quieren formular una propuesta muy simple: dar una respuesta fácil y causas inmediatamente identificables a tus problemas”.

Resulta difícil pensar en un mejor ejemplo de todo lo anteriormente mencionado que la consigna ‘los italianos primero’, utilizada tanto por CasaPound como por la Liga etnonacionalista de Salvini. Esto no es ninguna coincidencia. Desde hace algún tiempo, Salvini ha hecho varios guiños a los ‘fascistas del tercer milenio’, como ellos mismos se autodenominan, y no muestra ningún tipo de reparo en hacerlo, a pesar de su fama por ser un grupo violento e ilegal.

Según datos del colectivo antifascista Infoantifa Ecn con sede en Bolonia, entre 2014 y 2018 los militantes de CasaPound fueron responsables de más de 70 ataques violentos en Italia y 65 miembros de Casapound y Fuerza Nueva están acusados de delitos entre los que se encuentran la incitación al odio racial, la violencia y la promoción del fascismo en relación con los incidentes de Casal Bruciato y Torre Maura.

Salvini nunca condena la ideología que genera esta violencia y prefiere tildar cualquier agresión de ‘un incidente aislado’. “La actitud de Salvini es sin duda más ambigua y blanda cuando la agresión la comete un militante de extrema derecha”, advierte Gianluca Passarelli, un profesor de ciencias políticas de la Universidad La Sapienza de Roma. “Ser ambiguo y rebajar la violencia de la extrema derecha a ‘un problema entre muchos otros’ es simplemente un modo de decirles a estos grupos: ‘Contáis con mi protección política’”.

El plan de Salvini de conseguir los votos de la extrema derecha también se ve reflejado en su lanzamiento del grupo Alianza Europea de los Pueblos y las Naciones para el Parlamento Europeo, de corte euroescéptico, populista y anti-migrante, cuyo objetivo consiste en crear una nueva ‘internacional nacionalista’ que unifique a los diversos partidos de extrema derecha de Europa tras las elecciones europeas de esta semana.

Sin embargo, el triunfo de este grupo dista mucho de estar garantizado. “Yo sería muy prudente al hablar de un triunfo que todavía no ha conseguido”, apunta Passarelli, cuyo libro más reciente, La Lega di Salvini - Estrema destra di governo (La Liga de Salvini – la extrema derecha en el gobierno), generó un agrio debate con el partido de Salvini cuando se incluyó en la lista de lecturas de la Universidad de Bolonia.

“No creo que los movimientos europeos de ultraderecha puedan ganar las próximas elecciones europeas”, asegura Passarelli. Sin embargo, hay que prestar una especial atención al modo en que la extrema derecha está influyendo y “homogeneizando los programas de los partidos populares y conservadores de derechas”. A medida que las ideas políticas antes consideradas extremas se vuelven cada vez más comunes, el centro político amenaza con escorarse aún más a la derecha.

Este artículo ha sido traducido del inglés.