El pueblo palestino: preocupado y resignado ante la presidencia de Trump

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El viernes 20 de enero de 2017, Donald Trump juró oficialmente su cargo como 45° presidente de los Estados Unidos de América entre la consternación generalizada tanto a nivel nacional como internacional. A muchos en el extranjero les preocupan las políticas del nuevo presidente de EEUU, cuya falta de experiencia política y diplomática e impetuosa personalidad hacen que la mayoría de la gente se cuestione qué consecuencias tendrá su carrera presidencial.

Para el pueblo palestino la incertidumbre es aún mayor por la importancia de lo que está en juego. Estados Unidos siempre ha influido enormemente en el conflicto entre Israel y Palestina y el papel que desempeñe Trump en los próximos cuatro años podría resultar un factor decisivo para la lucha palestina, para mejor o para peor.

Aunque los líderes palestinos han manifestado en repetidas ocasiones su voluntad de cooperar con la nueva administración estadounidense, numerosos palestinos se han resignado al apoyo casi incondicional de EEUU a Israel, independientemente de quién ocupe el cargo de presidente.

Según una encuesta del Centro Palestino de Investigación Política (PSR), llevada a cabo en diciembre en la Cisjordania ocupada y la Franja de Gaza, el 83% de los encuestados opinaron que el entonces presidente Barack Obama no había tratado seriamente de resolver el conflicto.

Alrededor del 47% afirmó que espera que Trump apoye a Israel y el 30,4% cree que éste no hará nada para resolver el conflicto.

“Creo que la política exterior estadounidense no se puede cambiar de la noche a la mañana ni en los cuatro años que dura un mandato presidencial”, explicó a Equal Times Lubnah Shomali, que tiene la doble nacionalidad palestina y estadounidense y es directora de departamento de la ONG jurídica BADIL.

“La política exterior estadounidense en lo relacionado con el conflicto entre Israel y Palestina no es inamovible, pero creo que hará falta mucho más que un Trump para que tenga un impacto real en nuestras vidas como palestinos o palestinoestadounidenses”.

Sin embargo, Trump ya ha dado alas a la extrema derecha en Israel, que considera la victoria electoral del empresario como un permiso para ampliar la construcción de asentamientos en los territorios ocupados palestinos y para consolidar aún más sus políticas de ocupación, sepultando en la práctica cualquier esperanza de lograr la solución de dos Estados.

El ministro de Educación israelí, Naftali Bennett, afirmó agresivamente en noviembre que “la victoria de Trump constituye una oportunidad para que Israel rechace de inmediato la noción de un Estado palestino en el centro del país... Se acabaron los tiempos de un Estado palestino”.

Según explicó a Equal Times la diputada palestina Khalida Jarrar: “Es obvio que Israel reforzará” sus políticas opresoras. “Ya se puede adivinar en la situación sobre el terreno: la demolición de casas, el asesinato de ciudadanos, el debate de leyes en el Knesset (el parlamento israelí) para negarse a detener los asentamientos… Cada vez han virado más a la derecha y seguirán adelante con sus políticas de agresión”.

Sin embargo, debido al carácter impredecible de Trump, resulta difícil determinar qué políticas promulgará el nuevo presidente de EEUU.

“Creo que debemos ser prudentes al analizar el futuro de la presidencia de Trump para no caer en la misma trampa en la que caímos hace ocho años, cuando Obama fue nombrado presidente”, aseguró el autor y columnista palestinoestadounidense Ramzy Baroud.

“Entonces se respiraba un gran optimismo. Un optimismo casi exclusivamente basado en sus palabras. Sin embargo, sus acciones resultaron ser bastante diferentes”, añadió.

“Dicho esto, creo que Trump pretende aliarse con Israel”. En su opinión, “Israel es la mayor potencia regional y el Estado militarmente más fuerte de la zona que ejerce una tremenda influencia en la política estadounidense a través del Congreso, los medios de comunicación y la cultura”.

 

“Trump puede ser un factor positivo para la cuestión de Israel y Palestina”

Antes de convertirse en presidente, Trump ya tomó muchas decisiones preocupantes: denunció una resolución de la ONU sobre los asentamientos ilegales isrealíes en los territorios ocupados palestinos; nombró asesor principal de las negociaciones de paz en Oriente Medio a su yerno, un acérrimo defensor de Israel; y prometió trasladar la embajada estadounidense en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, una medida sumamente polémica que la administración de Trump aseguró recientemente se encuentra en las “primeras etapas” de debate.

El posible traslado de la embajada preocupa especialmente a los palestinos. La polémica se acentuó todavía más por el hecho de que es posible que la embajada se construya en “terrenos supuestamente expropiados a refugiados”.

En todos los territorios ocupados palestinos se organizaron varias manifestaciones para denunciar la medida y el secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina, Saeb Erekat, advirtió que si Trump accedía a las demandas israelíes sepultaría “cualquier esperanza de lograr una paz justa y duradera en la región”.

“Me preocupa que traslade la embajada”, declaró Jarrar. “Quizá no esté preocupada hoy, ni lo estaré mañana, pero la preocupación existe”.

“El traslado de la embajada sería muy peligroso. Constituiría una flagrante violación de las normas internacionales de los derechos humanos y de las conversaciones sobre Jerusalén Este como capital de Palestina”, añadió.

Como muchos otros, Jarrar advirtió que el asunto de la embajada podría provocar una respuesta contundente por parte de la población palestina.

“Creo que nuestro pueblo se negará categóricamente. Habrá una enorme reacción de ira contra la medida”, explicó.

Baroud está de acuerdo con este análisis, aunque añadió que las tensiones preexistentes (en 2017 se conmemoran tanto el centenario de la Declaración de Balfour como los 50 años de la ocupación de Cisjordania y Jerusalén Este) dificultarían la atribución de cualquier futuro levantamiento popular palestino exclusivamente a Trump.

“Es posible que las calles de Palestina se llenen de manifestantes furiosos. Que eso desemboque en una Intifada de larga duración (o no) dependerá de un conjunto de factores difícil de evaluar en este momento”, declaró.

Aunque las perspectivas siguen siendo desalentadoras, algunos palestinos creen que, paradójicamente, Trump podría mejorar la situación a largo plazo al precipitar la degradación del statu quo.

“Creo que ya sabemos que el proceso de paz está muerto, la solución de los dos Estados está sepultada, pero el problema es que Estados Unidos ha mantenido toda esta farsa porque seguía siendo útil a nivel político y diplomático”, explicó Baroud.

“De hecho, opino que [Trump] puede ser positivo para la cuestión de Israel y Palestina”, aseguró Shomali. “El hecho de que tengamos a dos líderes sumamente extremistas (Netanyahu en Israel y Trump en Estados Unidos) hará que la situación se deteriore mucho más rápido, lo cual significa que tocaremos fondo antes y luego empezaremos a remontar”.

Sin embargo, serán necesarios importantes cambios políticos para que los palestinos saquen el máximo provecho de la situación. En el caso de Baroud, no se ha cansado de hacer repetidos llamamientos a la “unidad”.

“Los palestinos tienen que redefinir su movimiento como uno de liberación nacional; todo lo contrario al actual movimiento basado en las instituciones políticas”, aseguró. “Ese fue uno de los principales errores de Oslo; otorgó a la Autoridad Palestina una fachada de soberanía política, pero sobre una nación ocupada militarmente”.

“En cambio, si se incluye a los palestinos en la toma de decisiones (a todas las facciones tanto en el territorio nacional como en la diáspora), los líderes palestinos podrán maniobrar por este complicado terreno político con confianza y con un mandato popular del que carecen desde el inicio del llamado proceso de paz”.

Jarrar se mostró algo más prudente. “Será difícil que haya un cambio, pues los líderes palestinos siguen creyendo en las negociaciones directas entre palestinos e israelíes”, explicó. “Espero que esto signifique una oportunidad para tomar medidas políticas alternativas, aunque hasta la fecha resulta difícil asegurarlo”.

Según Jarrar, las alternativas implicarían ejercer presión para lograr una mayor implicación diplomática de los palestinos en la comunidad internacional al margen de Estados Unidos, interponer recursos ante el Tribunal Penal Intenacional y seguir fomentando los esfuerzos del movimiento por el Boicot, la Desinversión y las Sanciones (BDS) a Israel.

“La sociedad civil, tanto la palestina como la internacional, estará ahora más expuesta a las realidades de esta discriminación, este racismo y esta parcialidad que Estados Unidos muestra en relación a Israel y Palestina y que habían quedado encubiertos debido al proceso de paz”, concluyó Shomali. “Ahora se verán claramente”.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.