El rap que caricaturiza a Estado Islámico

El rap que caricaturiza a Estado Islámico

Los raperos Mohamad Zain (izquierda) y Mahdy Alkelany (derecha) en su estudio de Estambul.

(Marga Zambrana)

“Dejaros crecer la barba, afeitaros los bigotes. Venga, soldados, matemos a cualquiera que encontremos en sus casas. ¿Visteis cuántas chicas secuestré en la última batalla?”. Así empieza el rap Daadoush (“El Isicito”), escrito por los raperos sirios Mahdy Alkelany y Mohamad Zain en 2014 y que, hasta que fue eliminado de Youtube, contaba con miles de vistas.

Se trata de un caso inusual que pasó inadvertido para gran parte de los observadores occidentales. Que se sepa, nadie ha escrito canciones contra el autodenominado Estado Islámico (EI, o ISIS, por sus siglas en inglés) desde que el grupo terrorista empezara a invadir un tercio de los territorios de Siria e Iraq en 2013. Al contrario, la audiencia se ha acostumbrado a aterrorizarse ante las sofisticadas producciones musicales –y visuales– de los yihadistas, similares a las de otras facciones radicales islamistas de la oposición siria.

Alkelany y Zain decidieron no tener miedo y rapear una parodia de EI. “La principal razón por la que compusimos esa canción es porque EI es algo horrible. Al principio, cuando EI llegó, la gente empezó a contar las cosas terribles que hacían, ‘nos harán esto’ o ‘nos harán esto otro’. Tenían mucho miedo. Nosotros pensamos, ‘¿de qué estáis hablando? No hay que tener miedo’”, explica Zain, un chiíta nacido en 1991 en Homs.

Su ideología chií, cercana a la alauita del régimen sirio, sólo es relevante en esta historia porque la otra mitad del dueto, Alkelany, es un sunita nacido un año antes en la misma ciudad.

Los dos comparten apartamento en Estambul, e inspiración musical, con un violinista druso, otra de las minorías sirias, y la utopía de que su amistad, opuesta al cruel sectarismo que se ha apoderado del conflicto sirio, sea un ejemplo de convivencia pacífica en un futuro lejano.

En Daadoush, Alkelany interpreta al emir de EI, mofándose de sus soldados, y Zain al jefe de prensa del grupo terrorista. “Es humor negro”, explica el segundo. “Todo el mundo estaba muy preocupado por nosotros. Reírse en la cara de tu enemigo es como insultarlo”. Sin embargo, la canción empezó a calar no sólo entre su audiencia adolescente, sino también entre los padres de ésta: “Algunos de esos padres nos pedían que les dejáramos escuchar Daadoush”, comentan entre risas mientras lían cigarrillos en su apartamento del barrio de Kurtuluş.

El dueto, tímido en las redes sociales, se gana la vida como otros músicos sirios: tocando canciones populares en la calle, mientras intenta proseguir con su producción musical rapera, que después de la guerra y desde que llegaron a Estambul ha ido evolucionando hacia ritmos más electrónicos, intimistas y oníricos.

“La guerra fue un gran paso adelante para nosotros, para nuestra forma de pensar. Entendimos mucho de golpe, cosas que no conocíamos, la experiencia fue rica en ideas. Empezamos a poner ideas inconexas en nuestras canciones, que de alguna manera nos parecía que estaban conectadas”, explica Alkelany. En una de sus últimas producciones, Yabah Yabah, explican con una canción infantil tradicional cómo se desencadenó el conflicto.

El dúo forma parte de un reducido grupo de raperos sirios que componía antes de la guerra. La audiencia para esta música callejera que se introdujo en Siria en la década de 1990 era, y es, mínima.

Detestada por "la mayoría de sirios" (señalan) y sólo desde el principio de la guerra tolerada por el régimen alauí si los contenidos no son críticos, al transcurrir el milenio existían sólo cuatro o cinco raperos relevantes en Siria. Es difícil, también, contabilizar esa relevancia, puesto que Youtube no estaba accesible bajo el régimen y los raperos más veteranos cantaban en sus propios barrios.

Desde que Alkelany y Zain componen desde Turquía, que acoge a casi cuatro millones de refugiados sirios, el rap se ha ido extendiendo entre los refugiados con cierto talento musical, porque es una música de producción casera donde pueden expresar sus ideas.

Los inicios del dueto en su país no fueron fáciles. Sus primeras grabaciones en 2006 apoyaban a los palestinos contra Israel. No esperaban acabar cantando sobre su propia guerra. “Entonces no había fans del rap en Siria. Éramos tan raros. En la comunidad, si eres un rapero, la gente piensa que o bien eres gay o eres el diablo. Lo pasamos muy mal, sufrimos mucho”, explica Zain. Todavía recuerdan cómo en uno de sus pocos conciertos en su barrio de Behit Walid, con equipos prestados por su tío, los vecinos les cortaron la electricidad.

 

Raperos con causas

Los pocos raperos sirios que había entonces se afiliaron a distintos bandos al empezar la guerra. Otro rapero famoso, Volcano, que empezó a componer con Alkelany en 2004, se afilió a las milicias del régimen. Algunas de sus canciones en su canal de Youtube tienen más de tres millones de visualizaciones. En ellas el compositor aparece en medio de esas milicias (alardeando de armamento). Volcano declinó ser entrevistado por motivos de seguridad y dice haberse desvinculado del conflicto.

El caso contrario es el de Esmaeel Tamer (o Tammr/Tamr), que se puso a componer en su huida de Siria porque sólo necesitaba lápiz y papel. Sus canciones han ganado fervientes seguidores entre la oposición religiosa sunita, aunque desde su peluquería de Estambul en el distrito de Fatih asegura que no toma partido. En una de sus composiciones, Fitneh (Lucha), con más de medio millón de visualizaciones en Youtube, Tamer también toma las armas: “Si quieres aprender, leer el Corán es suficiente, es mi guía y me enseñó a rimar”, dice la letra, en la que también se critica el sectarismo. La mitad del contenido de sus canciones es religioso.

“Hablo de religión, pero no de la distorsionada, como la de EI u otros grupos radicales o incluso predicadores que nunca tenderían una mano a los cristianos”, especifica Tamer.

El damasceno de 26 años, que hoy cuenta con seis millones de seguidores en las redes sociales, vio truncado su sueño de convertirse en actor al empezar la guerra en 2011. En su diáspora hacia Líbano y luego Turquía empezó a escribir letras y a dedicarse al diseño.

Tamer habla en tercera persona sobre sí mismo: “Es muy difícil que el rap cale en el mundo árabe. Pero cuando se tienen hasta seis millones de seguidores significa que no es un mal comienzo. Muchos raperos no llegan a 30.000 en un año. No tienen tantos seguidores porque no tienen calidad, porque usan lenguaje callejero. Cuando Esmaeel Tamer tiene tantos seguidores es porque usa un registro idiomático alto. Por ejemplo, empecé a usar mensajes religiosos, contra el racismo, porque cristianos y musulmanes tienen que cooperar. Es mi mensaje hacia el mundo”.

Influenciado por raperos internacionales como Tupak, Eminem o 50 Cents, Tamer dice no tomar partido en el conflicto sirio: “Mi familia todavía vive en Damasco, es un lugar seguro. No quiero causarles ningún daño al afiliarme a un bando, oposición o régimen. Me mantengo al margen y envío mi mensaje a todos los sirios: chiítas, sunitas, cristianos. En 2017 mis canciones estarán escritas en árabe clásico, por lo que se podrán entender en todo el mundo árabe”.

“Estoy con los oprimidos –subraya– con aquellos que mueren bajo los proyectiles. Estoy con la pobre gente de Siria y no pertenezco a nadie, ni al régimen ni a la oposición”.

A pesar del mensaje pacifista, Tamer no digiere bien a los raperos del régimen. “¿Volcano? No lo conozco personalmente, es un buen rapero, con buena voz. Pero es tan diferente a mí, blasfema miles de veces en sus canciones”.

Los sirios de la oposición no parecen muy dispuestos a aceptar ningún mensaje rapero y mucho menos conciliador. Un traductor sirio que trabaja para una de las principales cabeceras estadounidenses lo resume así: “¿Raperos? ¿Sirios que no toman partido? Odiosos. El [grupo terrorista] EI tendría que matarlos a todos”.