El regreso de "1984" a la lista de superventas revela el miedo ciudadano ante un futuro distópico

El regreso de "1984" a la lista de superventas revela el miedo ciudadano ante un futuro distópico

Dystopian and alternate history novels (The Man in the High Castle, 1984 and United States of Japan, among others) are gaining prominence in bookshops throughout the world.

(Generación X)
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La publicación en 1962 de La naranja mecánica (Anthony Burgess) supuso el último hito de un género literario definido como la “representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”, según el diccionario de la Real Academia Española. Los atentados de las Torres Gemelas, la “guerra contra el terror” de George W. Bush y la invasión de Irak inspiraron de nuevo a los creadores de la ficción distópica.

Desde entonces, no ha dejado de crecer gracias a los denominados jóvenes adultos –del inglés young adults–, como recoge la red social de lectores Goodreads.

Ismael Contreras, encargado de Generación X en Madrid, una de las cadenas de librerías decanas de la ciencia ficción en España, destaca su auge. “Se editan muchísimas más novelas de este tipo y además son líderes de ventas. Por un lado, están los clásicos como 1984, con un poso de reflexión social mayor, pensadas para adultos. En los últimos 15 años, las novelas juveniles se han decantado hacia la ‘antiutopía’ –Los Juegos del hambre, Divergente, El corredor en el laberinto–. No sabemos si su éxito genera una visión distópica o si ésta ya existe y gracias a ella estos libros triunfan. Pero que funcionen, implica algo”, matiza.

“En 1992 Francis Fukuyama escribió sobre el triunfo de la democracia liberal occidental y el ‘fin de la Historia’. Durante una década pareció verdad. Entonces los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 tomaron al mundo por sorpresa. No estábamos preparados para este nuevo y oscuro futuro. Las novelas distópicas tuvieron sentido, tal vez incluso nos tranquilizaron, lo que puede explicar su nueva popularidad”, explica a Equal Times el periodista y escritor Guy Saville, autor de The Afrika Reich (El Reich africano) y The Madagascar Plan y (El plan Madagascar).

1984 sigue siendo el gran superventas del género. Único clásico entre los 50 libros más vendidos en España en 2016, está agotado en la actualidad.

“Las ucronías [reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos], como la propuesta por Philip K. Dick en El Hombre en el castillo –donde Alemania gana la Segunda Guerra Mundial– no las hemos vivido y sabemos que no las vamos a vivir. Pero otras historias sí, por eso 1984 es esa novela-referencia”, explica el responsable de Generación X.

“¿Por qué (ésta) es más determinante que, por ejemplo, Un mundo feliz?”, se interroga Contreras: “(Quizá) porque toca un par de temas que ya hemos experimentado, como la idea del Gran Hermano, de estar vigilados las 24 horas. Si estas señales nos las estaba dando el libro, es que ya estamos en la fase distópica”, reflexiona.

Trump, las garantías constitucionales y el futuro distópico

La llegada de Donald J. Trump a la Casa Blanca ha disparado las ventas del libro de George Orwell en Estados Unidos.

“Es impredecible y no comparte la misma realidad que la mayoría de las personas sensatas. Quizás su mayor peligro es que ya está probando los límites de las garantías que deben protegernos, ya sea la responsabilidad constitucional, la judicial o la mediática. Si éstas se rompen, el futuro se vislumbra muy distópico”, afirma Saville.

Análisis que el asesor de comunicación y consultor político Antoni Gutiérrez-Rubí comparte.

“Tres elementos contribuyen a crear este clima de imprevisibilidad y de miedo que caracterizan los inicios de la Administración Trump. Lo objetivo, el dato, lo medible desaparece de la toma de decisiones. Esto lleva a la desaparición de la responsabilidad ‘puedo despreciar el dato que me dice que no haga algo, pero una vez que lo hago, debo pensar qué consecuencias tiene’ y, finalmente, a la desaparición de lo limitado ‘cuando piensas que ser el presidente de la nación más poderosa del mundo te da poder ilimitado y no eres consciente de los límites constitucionales, legales o multilaterales, es todavía más peligroso’”.

Neolengua y discurso político tóxico

Para Saville, dirigentes y lenguaje son los rasgos distópicos del momento actual. “La mayoría de las novelas del género tienen un líder que promete solamente cosas buenas, incluso cuando la realidad muestra una realidad diferente. Y el lenguaje siempre se oculta, su significado se retuerce hasta ser irreconocible, desde los ‘hechos alternativos’ de Trump hasta ‘la paz es guerra’ de Orwell”.

Éste, inspirándose en los mensajes de los políticos y periodistas de los años 40, llamó a esta corrupción del lenguaje neolengua (newspeaking) en su ensayo Politics and the English Language (Política y lengua inglesa, 1946).

El británico veía una relación entre el “uso impreciso del lenguaje y una ideología opresiva” y afirmaba que el discurso político usaba el lenguaje para “defender lo indefendible” mediante eufemismos, preguntas sin respuesta y “pura y confusa vaguedad”.

“Mezclar los hechos con la ficción es propio de regímenes totalitarios, pero no solo de éstos”, matiza Gutiérrez-Rubí. “Si hay una cultura política en la que las ‘cortinas de humo’ han sido especialmente útiles, es la norteamericana. Lo realmente nuevo es la zafiedad para inventar, el desprecio incluso a una mentira bien construida, esa impunidad con la que te permites decir algo que sabes que en un minuto va a quedar revelado como falso. Eso sí que es propio de una cultura totalitaria”, añade respecto a la falsa masacre de Bowling Green o un inexistente atentado en Suecia.

“Un uso perverso y hechicero del lenguaje es capaz de convencer en 2016 a una mayoría política. La persona que más ha destrozado la palabra es hoy presidente de Estados Unidos. Y eso sí que creo que debe llevarnos a una reflexión democrática de fondo: una democracia también puede ser vulnerable, puede ser atacada y cuestionada desde el lenguaje”, advierte.

“Los políticos emplean una retórica tóxica y deshumanizadora, lo que convierte el mundo en un lugar peligroso donde se expande una idea en la mente colectiva: ‘nosotros contra ellos’. En ese sentido, 2016 ha sido un año horrible”, denunciaba Arantxa Vicario, presidenta de AI España durante la presentación de su último informe sobre el estado mundial de los derechos humanos.

“El desplazamiento del juicio al prejuicio me parece que es un signo de los tiempos que se está produciendo en todos los ámbitos y en todas las dimensiones”, afirma G. Rubí. “En un mundo digamos incierto, crecen los prejuicios porque son un atajo. Son cómodos, te arropan, te protegen. Pero también te engañan, te desconectan, te perjudican”, añade.

Dos meses después de la victoria de Trump, las extremas derechas alemana, italiana y holandesa se reunieron en Coblenza (Alemania), bajo la batuta de Marine Le Pen. Como escritor de ucronías, Guy Saville cree que “la Historia nunca se repite, al menos no exactamente”, en relación a su auge y a la atmósfera de los años 30 del siglo pasado.

“Pero esta vez es más insidioso. Se ha hecho [que la extrema derecha/fascismo] parezca más brillante y atractiva para quienes no se considerarían a sí mismos fascistas. Sin embargo, me temo que el destino final puede ser el mismo”, reconoce.

Las ventas de 1984 se han disparado, pero también las de Los orígenes del totalitarismo, donde Hannah Arendt explora las raíces del antisemitismo y otras formas de racismo, y que Amazon confirmaba haber necesitado reponer.

This article has been translated from Spanish.