El sistema de salud ucraniano, a la espera de un tratamiento de choque

El sistema de salud ucraniano, a la espera de un tratamiento de choque

Una paciente en los pasillos del hospital municipal Nº 12 de Kiev, el 20 de septiembre de 2018.

(Mathilde Dorcadie)

Eduard Vitonshynsky tiene 28 años y padece leucemia. Después de varias sesiones de quimioterapia, este joven padre de familia necesitaba un trasplante, que no podía hacerse en Ucrania debido a la falta de servicios hospitalarios competentes y asequibles. Su padre, Igor, asegura haber desembolsado casi 100.000 dólares de su propio bolsillo para pagar todo el tratamiento de Eduard. “Tras el diagnóstico, nos remitieron a un hospital privado. Pero carecíamos de información. Ya no tengo más dinero, vendí todo lo que tenía”, explicaba a Equal Times el pasado mes de septiembre. La familia tiene sus esperanzas puestas en un programa financiado por el Estado ucraniano por el que este se hace cargo excepcionalmente (y sobre todo como último recurso) de algunos tratamientos, como la cirugía en el extranjero.

Durante casi un año, los bloqueos burocráticos y financieros han sumido en la desesperanza a las familias de los pacientes, cuyas semanas están contadas. En el otoño de 2018, los familiares, Igor entre ellos, acamparon durante semanas frente al Ministerio de Sanidad, en Kiev. “Fuimos a pedir ayuda a todas partes, pero no recibimos respuesta. Nos hacen esperar, pero nuestros seres queridos morirán antes. Es como si quisieran eliminarnos”, comentan en un grupo de unas diez personas, reunido en medio de tiendas de campaña de colores cubiertas con fotos de sus hijos enfermos. A finales de 2018, algunos pacientes, entre ellos Eduard, recibieron finalmente sus visados y sus cheques para ser operados en Turquía. Pero no todos llegaron a tiempo de tener esta suerte.

La falta de inversión y la corrupción crónica han deteriorado la situación del sistema de salud ucraniano en los últimos años hasta tal punto, que más vale no enfermar, sobre todo si se tienen unos ingresos modestos. No existe un sistema de salud universal en este país. En la etapa soviética, el acceso a la asistencia sanitaria era gratuito para todos (y aún sigue siendo así en el marco legal), pero en la práctica, los pacientes y sus familias cada vez deben pagar un porcentaje mayor de su propio bolsillo para la mayoría de los tratamientos y los medicamentos. La brecha para acceder a la atención sanitaria entre quienes pueden permitirse pagar un soborno o un médico privado y quienes no, no deja de ampliarse.

Cae la esperanza de vida de los ucranianos

La falta de protección social efectiva, unida a los ínfimos salarios de los médicos ucranianos (entre 140 y 280 dólares USD al mes, dependiendo de las especialidades) y de la mayoría del personal sanitario, contribuye a la sangría de recursos humanos del sistema público hacia el privado, pero, sobre todo, hacia el extranjero. “En Kiev están vacantes en torno al 70% de los puestos de trabajo del sector hospitalario, ya que los jóvenes, una vez formados, se trasladan masivamente a Polonia, Estados Unidos y otros lugares”, explica Larysa Vyacheslavina Kanarovska, del Sindicato Independiente de Trabajadores Médicos de Kiev.

“La falta de profesionales es una catástrofe para el país. Los salarios son bajos y a veces ni siquiera se pagan. El personal se encuentra sometido una intensa presión porque carece de recursos habitualmente. Todos los días mueren pacientes que podrían ser tratados y los médicos están desesperados porque tienen la vida de las personas en sus manos y no pueden hacer nada”, añade.

En los años sesenta la esperanza de vida entre Ucrania y Europa Occidental era similar, pero hoy existe una diferencia de más de diez años por término medio: se ha desplomado a los 67 años para los hombres, mientras que en la mayoría de los países europeos ronda los 80 años.

Las deficiencias estructurarles y los bajos salarios de los cuidadores han conducido a una corrupción endémica y a un sistema de varias velocidades que excluye de la atención a muchos ciudadanos.

Por la falta de políticas de prevención, el número de pacientes con SIDA y de tuberculosis también ha aumentado en los últimos años. Por temor a la factura, muchos pacientes esperan hasta que se encuentran en condiciones críticas para acudir al médico. Según un estudio, el 80% de los pacientes tiene dificultades para comprar medicamentos y, por lo tanto, para seguir su tratamiento, mientras que las empresas farmacéuticas evitan el mercado ucraniano debido a los problemas de corrupción.

Para la doctora y diputada Olga Bogamolets, que fue presidenta de la Comisión Parlamentaria de Salud, Ucrania se encuentra en una situación muy crítica, que podría empeorar aún más: “El 99% de la población se limita hoy a sobrevivir. La clase media está abandonando el país, son fuerzas vivas que ya no pagan impuestos aquí, solo permanecen los más vulnerables y los más pobres. Tenemos casi un millón de personas que padecen cáncer y casi 100.000 nuevos casos cada año, y la cifra seguirá aumentando”, resume en una entrevista concedida en septiembre en Equal Times.

“¿Cómo se puede pagar el tratamiento de una enfermedad cardiovascular, por ejemplo, —la principal causa de muerte en el país— cuando sólo se ganan 40 euros al mes de pensión y el Estado apenas cubre el 27% del tratamiento?”. La diputada, que se presenta como candidata a las elecciones presidenciales del próximo 31 de marzo, propone, en concreto, aumentar el presupuesto para la Sanidad a cerca del 5% del PIB (en la actualidad es del 2,9%).

Una reforma del sistema sanitario que provoca división

Consciente del problema, el Gobierno de Petro Poroshenko, que accedió al poder en 2014 después de la Revolución de Maïdan, empezó a implantar una reforma aprobada en el Parlamento con una holgada mayoría, que entró en vigor en abril de 2018. La reforma reivindica un “cambio de mentalidad” para combatir la corrupción y mejorar los salarios de los médicos. A partir de ahora, cada ucraniano deberá elegir un “médico de familia” que podrá hacer un seguimiento de hasta 2.000 pacientes y será remunerado por el Estado en función de los servicios prestados. “El principio es que el dinero siga al paciente y dejar de financiar a las instituciones sanitarias”, repiten los promotores de la reforma, apoyada en particular por el FMI y el Banco Mundial.

Pero esta reforma divide a los ucranianos. Para algunos, como la asociación Pacientes de Ucrania, que defiende los derechos de los pacientes, la reforma posee el mérito de, por fin, hacer algo. “Por primera vez en veinte años tenemos una ministra que tiene la voluntad y la oportunidad de reformar las cosas y apoyamos su proyecto. Nos parece más lógico financiar por la atención prestada que por cama de hospital. Además, el seguimiento de un médico de familia podrá promover una mayor prevención, ya que la mentalidad popular dice que solo hay que acudir al médico cuando la dolencia es grave”, explica Olga Brychko, responsable de comunicación de la asociación.

En los primeros meses de aplicación de la reforma, el Ministerio afirma que el 40% de los ciudadanos ya había completado el formulario eligiendo su médico de cabecera. En el centro de asistencia médica y sanitaria del distrito de Pechersk, en el centro de Kiev, una enfermera recibe continuamente formularios y muestra a Equal Times las cajas de cartón llenas de papel.

“Tenemos tres kilos. Está funcionando bastante bien, aunque también tenemos que ser proactivos y animar a la gente a firmar. A veces salimos a las calles para pedirles, sobre todo a las personas mayores, que se animen a hacerlo”, dice esta mujer que anhela el éxito de la reforma.

Los médicos, por su parte, no han recibido muy positivamente la reforma: “El problema es que la gente no está acostumbrada a ir al médico con regularidad”, explica la doctora Tatiana Musina, que lamenta la carrera que ella y sus colegas del sector público se ven obligados a hacer para alcanzar su cuota, porque su salario ahora depende de ello. “Desde julio, mi volumen de trabajo ha aumentado, pero mi salario se ha reducido en dos tercios”, explica esta médico generalista, especializada en pediatría, que antes ganaba unas 10.500 grivnas (375 dólares USD). “La implementación de esta reforma está mal pensada y exige demasiado esfuerzo a los médicos. Además, habría que haber hecho muchas otras cosas antes de esto. Creo que esta reforma está diseñada para romper aún más el sistema público y desalentar a los médicos para empujarles hacia el sector privado”. Esto es lo que tiene previsto hacer Tatiana Musina, que finalmente ha decidido aceptar un puesto en una clínica privada.

Los sindicatos de sanidad denuncian los recortes en el personal de los hospitales y de las ambulancias. Cuando estaban elaborando la reforma no escucharon sus propuestas sobre las condiciones laborales, ni sobre la creación de una auténtica protección social, con un sistema de seguro de enfermedad obligatorio y universal.

Una batalla política enfurecida

Desde el principio, la reforma del sistema sanitario ha generado fuertes tensiones políticas. La planteó la ministra de Sanidad, Ulana Suprun, una radióloga estadounidense de origen ucraniano, y ha sido blanco de ataques por todos lados. A principios de febrero, una demanda presentada por un miembro de la oposición pedía la dimisión de la ministra por supuestas irregularidades en su nombramiento.

Para algunos, su reforma no va lo suficientemente lejos y no está a la altura de los retos que requiere la justicia social; para otros, esconde un proyecto de orientación liberal que pretende establecer un sistema “a la estadounidense”, costoso y desigual. Pero los partidarios de la ministra creen que los ataques también provienen de quienes quieren que nada cambie, especialmente porque el sistema actual ha dado curso durante años a un sinfín de artimañas para la desviación ilícita de dinero.

Por lo tanto, la tarea sigue siendo hercúlea. Porque la guerra contra los separatistas continúa en el este del país y la crisis económica sigue afectando gravemente las finanzas públicas de Ucrania. El país, que acudirá a las urnas a finales de marzo para las elecciones presidenciales y en noviembre para las legislativas, se embarca en una campaña electoral en la que la protección social y la salud de los ucranianos luchan por situarse en el “top” de las prioridades de los candidatos. Antes de que las cosas cambien realmente en Ucrania, muchas familias, como la de Vitonshynsky, tendrán que gastar todos sus ahorros para intentar salvar de la enfermedad a sus seres queridos.

Este artículo ha sido traducido del francés.

Natalie Gryvnyak ha participado en la realización de esta crónica.