El sudeste asiático se replantea sus libros de texto sexistas

El sudeste asiático se replantea sus libros de texto sexistas

Textbooks in tens of thousands of Thai schools present a very narrow view of gender roles. Women, in theory, should “wear skirts, be mild-mannered, look after their appearance, and take an interest in cooking, housework, knitting and flower arranging”. Men, for their part, “should wear trousers and do sports”. Photo from 2017 of Thai schoolchildren.

(AP/Charles Dharapak)

Suphanut tiene 18 años y le acosan en la escuela desde que estudiaba en primaria. Sus compañeros acostumbran a llamarlo “gay” porque su apariencia es robusta y no le gusta jugar a fútbol. En una ocasión, llegaron a decirle que si quería ser gay, “no debería haber nacido”, a pesar de que a él ni siquiera le gustan los chicos.

El joven cree que los libros de texto son gran parte del problema. En las aulas tailandesas, la educación sexual se aborda desde una perspectiva biológica, con poca discusión sobre el bienestar o la salud sexual. De hecho, se describe la homosexualidad como una enfermedad o anormalidad y se sugiere a los estudiantes que se mantengan alejados en las aulas de los “desviados sexuales” LGTB (las siglas que hacen referencia a lesbianas, gais, transexuales y bisexuales).

Uno de los libros para estudiantes de octavo grado, aconseja a los padres “llevar a sus niños LGBT a psiquiatras” para “saber y actuar de acuerdo con los roles de género apropiados y normales”. Cheera Thongkrajai, funcionaria en el Ministerio de Desarrollo Social y Seguridad Humana (MDHS) asegura que los libros fueron aprobados por el comité del Ministerio de Educación y se utilizan en alrededor de 30.000 escuelas de secundaria, tanto públicas como privadas.

Los textos presentan una visión muy limitada sobre los roles de género. Las mujeres, en teoría, deben “usar faldas, ser suaves, cuidar su apariencia, interesarse en cocinar, hacer tareas domésticas, punto y arreglos florales”. Los hombres, por otro lado, “deben usar pantalones y practicar deportes”.

Limitaciones para todos, pero más para las mujeres y LGTBI

En busca de un cambio, un grupo de activistas, incluido Suphanut, solicitó en octubre la revisión de estos libros al gobierno. La funcionaria Cheera dice que, tras recibir la queja, el Ministerio de Educación ha creado un grupo de trabajo nacional con las ONG, pero se desconoce la fecha en la que se va a dar a conocer los resultados del proceso.

El país asiático es conocido internacionalmente como un “oasis” para el colectivo LGTBI, pero en la práctica este no está aceptado por la sociedad.

Por ejemplo, la legislación que reconoce la unión entre personas del mismo sexo, aún pendiente de tramitación parlamentaria, fue consensuada por el Gobierno únicamente a finales del pasado mes de diciembre. Cuando salga adelante, eso sí, este país se convertirá en el primero de Asia en adoptar una medida de este tipo.

Las personas transexuales son muy visibles en la sociedad tailandesa, pero lo tienen especialmente difícil, porque incluso tras pasar por una cirugía completa de reasignación de género, no pueden cambiar de nombre o sexo en los documentos.

Esta imposibilidad de modificar su identidad hace que los transexuales permanezcan expuestos a todo tipo de abusos durante el resto de sus vidas, ya sea a la hora de buscar un trabajo, abrir una cuenta bancaria o solicitar un visado para viajar al extranjero, porque su apariencia no es la misma que la que consta en sus documentos.

Un estudio nacional elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que está pendiente de publicación y al que tuvo acceso Equal Times, demuestra que la población general en Tailandia acepta más a las personas transexuales fuera de su familia que a las de su parentesco, especialmente en las zonas rurales.

Similar a lo que sucede en los libros de texto de Tailandia ocurre en otros países de la zona como Indonesia. En esta sociedad, con una larga tradición de patriarcado, las mujeres ocupan un lugar subordinado y la comunidad LGTB tiene que bregar a diario con el odio.

Según Nina Nurmila, comisaria nacional para la Violencia contra la mujer en Indonesia, los libros de texto generales “todavía contienen imágenes o declaraciones sesgadas de género que tienden a domesticar a las mujeres y poner a los hombres en la esfera pública”.

El Gobierno indonesio recientemente ha realizado algunas evaluaciones críticas de estos textos, pero Nurmila señala que la mayoría de los indonesios ven a los sujetos del colectivo LGBT como desviados y, por lo tanto, estos continúan siendo “vulnerables a la discriminación y la violencia”.

En los últimos años, muchas mujeres en Indonesia han dejado atrás lo que se entiende como la “división natural de las tareas”. La comisaria explica que esto “ha creado tensión y conflicto” en casos en los que un marido no puede cumplir con la responsabilidad de proporcionar dinero a la familia (cuando tradicionalmente esa era su función). También cuando algunos hombres “continúan solicitando a su mujer servir sus comidas diarias, lavar su ropa o proporcionarle servicios sexuales al tiempo que [ellos] no contribuyen a las tareas domésticas y la crianza de los niños”.

Nurmilla explica que, tradicionalmente, a pesar de que algunas esposas se ganan la vida fuera de casa, continúan solicitando a sus maridos dinero porque está estipulado que cuando una mujer trabaja el dinero es para ella misma y no para mantener a la familia.

Pero también se dan casos en los que una mujer sostiene la unidad familiar, al mismo tiempo que hace las tareas domésticas y cuida a los hijos, mientras el marido no hace nada por la familia. Un cúmulo de tensiones, en una nueva realidad social, que ya tiene incidencia sobre el número de divorcios: al alza.

Malasia ha replanteado también sus libros escolares, cuyo contenido avergüenza a las niñas por mantener relaciones sexuales, además de advertirlas de que deben usar ropa que “proteja la modestia de sus genitales”, cerrar la puerta cuando se cambian y evitar lugares poco frecuentados cuando están solas. El viceministro de Educación, Teo Nie Ching, pidió el pasado mes de enero una revisión de inmediato después de que una fotografía de una de las páginas (en la que, entre otras viñetas y textos se advierte de que el peso del honor de una familia recae en los hombros de la niña) se hiciera viral en Twitter.

Los sesgos de género en los libros de las escuelas no solo se encuentran en el sudeste asiático: las mujeres son retratadas en todos los continentes en roles subordinados. En Tanzania y Turquía, por ejemplo, se muestran chicos fuertes y trabajadores en diversos ámbitos laborales, en contraste con chicas vestidas con trajes de novia o realizando tareas domésticas en sus textos e ilustraciones.

La buena noticia es que, según la UNESCO, el contenido en igualdad está mejorando con los años, pero el sesgo de género en los libros de texto continúa siendo un obstáculo oculto en el camino hacia la igualdad en la educación. En Vietnam, por ejemplo, el Gobierno reconoció que la desigualdad es uno de los obstáculos para erradicar la pobreza. Los editores de libros de texto se comprometieron a eliminar los estereotipos de género y promover la igualdad después de ser criticados por utilizar contenido que perpetuaba la discriminación en las aulas.

El joven Suphanut no cree que sea fácil conseguir un cambio pronto en Tailandia, pero considera que su queja es un primer paso para dejar de reproducir las mismas ideas en la sociedad o, en concreto, en las aulas que tanto le discriminan.

This article has been translated from Spanish.