El tráfico ilegal de carburante que abastece a Benín

El tráfico ilegal de carburante que abastece a Benín
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En Benín existe una vasta red de tráfico ilegal de gasolina proveniente de Nigeria. Esta excolonia francesa de cerca de 11 millones de habitantes, situada al oeste de Nigeria, no puede competir con los precios del petróleo del país vecino y no cuenta con suficientes estaciones de servicio para cubrir las necesidades de combustible de su población.

De esta necesidad surgió una oportunidad de negocio muy lucrativa. Hace cuatro décadas, los traficantes benineses comenzaron a comprar gasolina al productor de petróleo líder en África, Nigeria, y a trasportarla de forma ilegal hasta su territorio. Actualmente la venta ilegal de gasolina en puestos callejeros, a un precio inferior al que marcan las estaciones de servicio, abastece plenamente a la población del país.

Tras varias décadas de desempeño, los jefes de este tráfico ilegal gozan de popularidad y poder en Benín. Los políticos son designados y derrocados en función de los intereses de aquellos y las autoridades se muestran permisivas, corruptas o temerosas frente a ellos.

Segmentos concretos como el de las mujeres, los discapacitados, estudiantes universitarios e incluso menores dependen y son engranaje útil en esta actividad.

Todos ellos están expuestos a los gases nocivos que la gasolina emite, así como al peligro de las explosiones originadas tras los accidentes de los motoristas durante el transporte de la gasolina, accidentes que han sesgado en los últimos años centenares de vidas.

A estos motoristas/transportistas se les conoce popularmente como “hombres bomba” y son los responsables del transporte por carretera –en motocicletas de 100 centímetros cúbicos– de decenas de litros de gasolina. El riesgo individual es grande cuando recorren los selváticos senderos que cruzan su nación, pero el peligro se convierte en amenaza para todos los transeúntes cuando estos hombres atraviesan las grandes ciudades del sur, Cotonou y Porto Novo entre otras.

La ruta del tráfico de gasolina comienza en Nigeria, donde los traficantes de Benín llenan sus tanques y bidones en las gasolineras nigerianas. A lo largo de la frontera, en unos 800 kilómetros en territorio nigeriano, hay miles de caminos que los transportistas utilizan para llevar la gasolina a Benín. El combustible también pasa por el gran lago Nokoué y por los pequeños ríos que conectan Nigeria con Benín. Hay igualmente rutas marítimas clandestinas en el Golfo de Guinea.

Aunque los traficantes pasan por delante de puestos de control de policía durante sus viajes a Nigeria, casi nunca son detenidos y mucho menos arrestados. Las autoridades les dejan vía libre a cambio de pequeños sobornos, cuyo montante, por lo general, han pactado previamente con los grandes jefes del tráfico.

Los transportistas distribuyen la gasolina a los clientes de sus respectivos jefes por todo el país. Es un negocio muy bien organizado y que depende de la Asociación de Importadores Transportistas y Revendedores de Productos Petroleros (AITRPP), entidad registrada oficialmente pese a su naturaleza ilegal.

Joseph Midodjoho, popularmente conocido como Oloyè, es el presidente de la AITRPP y participa activamente en la vida política del país. Ante él responden los doce jefes de departamento que, a su vez, controlan las 77 regiones del país. En los niveles inferiores de esta jerarquía se encuentran los presidentes de los distritos, barrios y pueblos, y por último los vendedores de los puestos callejeros.

Los puestos de venta se extienden a lo largo de las calles y carreteras de todo Benín. No hay ciudadano que no tenga un amigo o un pariente que trabaje en el tráfico ilegal de gasolina y cuya familia dependa directamente de los ingresos que de éste obtiene.

Los jóvenes ven en ello un recurso práctico para pagarse los estudios en un país cuya tasa de desempleo es elevada, especialmente por debajo de los treinta años. Este negocio genera 105.000 millones de francos CFA cada año a los traficantes (el equivalente a 160 millones de EUR; unos 172 millones de USD), un dinero que no llega a las arcas del Estado dado que no pagan impuestos. El Gobierno se encuentra entre la espada y la pared. El intento de bloqueo de esta actividad encontraría no poca resistencia ciudadana (tanto de los conformantes de la red como de los clientes acostumbrados a precios más asequibles), además de la suspensión inmediata del abastecimiento de combustible a todo un país.

La estabilidad de Benín depende por completo, a día de hoy, de este negocio y de las personas que lo controlan.

 

Jochua Leoto compra gasolina en una estación de combustible nigeriana.

Foto: Javier Corso

Jochua Leoto, transportista de la localidad de Towé (Benín), compra gasolina en una estación de combustible nigeriana, muy próxima a la frontera de la región de Plateau (Benín), para su posterior transporte hasta su país de origen. En la transacción se utiliza la naira, moneda nigeriana. Simultáneamente, uno de los empleados llena los bidones de gasolina.

 

Los hijos de Jochua cargan decenas de bidones llenos de gasolina.

Foto: Javier Corso

Los hijos de Jochua cargan decenas de bidones llenos de gasolina en la parte posterior del vehículo que usará su padre para cruzar la frontera y distribuir la mercancía por el país.

 

Río Ifangni, ruta alternativa del tráfico ilegal de gasolina entre Nigeria y Benín.

Foto: Javier Corso

Otra de las rutas empleadas para esta actividad es el río Ifangni, en la región de Plateau, cuna del tráfico ilegal de gasolina entre Nigeria y Benín. Es una de las vías fluviales más cortas y seguras para evitar los controles fronterizos, descargar miles de bidones y distribuirlos entre los transportistas que se encargan de repartirlo por vía terrestre dentro del país.

 

Cientos de transportistas esperan en la orilla con sus motocicletas.

Foto: Javier Corso

Cuando la mercancía pisa suelo beninés, cientos de transportistas esperan en la orilla con sus motocicletas la llegada de los bidones marcados con las siglas de los patrones. Su primera labor consiste en identificar dichos bidones, cargarlos y asegurarlos debidamente en la motocicleta.

 

Los transportistas llevan los bidones hasta los poblados y ciudades.

Foto: Javier Corso

La misión de los transportistas conocidos como “hombres-bomba” es conducir las motocicletas de 100cc por sinuosos senderos selváticos hasta las vías asfaltadas que comunican los núcleos de población. Un leve accidente de estos motoristas puede llegar a causar cientos de muertes si tiene lugar cerca de los núcleos urbanos. En 2006 hubo una explosión en Cotonou que mató a cerca de un centenar de civiles y dejó decenas de heridos.

 

Comienza la distribución de la mercancía en puestos de venta.

Foto: Javier Corso

Siguiendo una ruta previamente definida, los motoristas distribuyen parte de su mercancía entre los distintos puestos de venta ambulantes de gasolina.

 

Los niños y las mujeres ocupan el último escalafón de la jerarquía del tráfico ilegal de gasolina.

Foto: Javier Corso

Suelen ser ellos los responsables de la venta ambulante. Se reparten a lo largo de carreteras y caminos, y se aglutinan en los pueblos y las ciudades. La exposición constante a los gases, e incluso el consumo accidental, tiene nefastas consecuencias para su salud.