En el marco de un caso histórico, los trabajadores kenianos del té piden indemnizaciones a un gigante escocés del sector por lesiones musculoesqueléticas

En el marco de un caso histórico, los trabajadores kenianos del té piden indemnizaciones a un gigante escocés del sector por lesiones musculoesqueléticas

Forty-one-year-old Daniel Soi wears an orthopaedic waist brace to help him manage the pain caused by years of back-breaking work as a tea plucker. As many as 3,000 Kenyan workers have come together to file a class action lawsuit against James Finlay Kenya, accusing the company of failing to protect them from gaining workplace injuries.

(Dominic Kirui)
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Moses Bett, de 43 años, se incorporó en 2012 a James Finlay (Kenya) Ltd, una de las mayores empresas de té del mundo, para trabajar como recolector de té en la plantación de Kapsongoi, en el condado de Kericho. Por aquel entonces él era una persona enérgica y llena de vida, pero, tras casi una década de actividad, este padre de tres hijos afirma que su trabajo le ha dejado prácticamente incapacitado.

“Me retuerzo de dolor. Me duele tanto la cintura y la espalda que tengo que ingerir analgésicos a todas horas”, explica. Pero a pesar del dolor crónico que padece, él sigue recolectando té porque está desesperado por poder dar a sus hijos la oportunidad de una vida mejor: “Cuando ves que echan a tus hijos del colegio, te levantas de tu lecho de muerte y vas a dar lo último que te queda de vida con tal de conseguir que vuelvan a la escuela. Quiero que tengan una vida mejor que la que yo he tenido”, afirma Bett, conteniendo las lágrimas.

En Kenia –mayor exportador mundial de té–, esta planta se cultiva en condados situados en el Gran Valle de Rift, a menudo en enormes plantaciones propiedad de multinacionales como James Finlay, Unilever Kenya (ahora conocida como Ekaterra Kenya) y Cargill. Se calcula que Kenia exportó el año pasado 1.070 millones de dólares USD de este cultivo, lo que supuso aproximadamente el 23% de los ingresos exteriores del país. Pero pese a la riqueza generada por las grandes plantaciones de té, las condiciones de trabajo en la industria del té –que da trabajo directo a unas 80.000 personas y contrata a cerca de 3 millones en toda la cadena de valor– son manifiestamente precarias.

Bett ha desarrollado una lesión musculoesquelética alrededor de la cintura como consecuencia de haber estado tirando durante años de una máquina recolectora de té y cargando con una cesta llena de hojas frescas de té durante la recolecta de la hoja verde [nota de la editora: el té recolectado a mano se considera de mayor calidad, puesto que las máquinas recolectan con frecuencia hojas más viejas]. Otros recolectores de té se quejan con frecuencia de dolores de cuello, hombros, caderas, muñecas, rodillas y otras articulaciones, así como de espalda.

Las máquinas que Bett utiliza pesan más de 12 kilos y vibran mientras dos trabajadores las sostienen y tiran de ellas, lado a lado, por las laderas de la plantación. De momento, sus esfuerzos para encontrar ayuda médica han sido en vano. James Finlay no permite que sus trabajadores reciban asistencia médica en otras clínicas que no sean las de la empresa, situadas en el interior de sus plantaciones de té, pero Bett señala que allí no le ayudan, puesto que solo le dan analgésicos y le dicen que vuelva al trabajo.

Bett afirma que sufre dolores insoportables y tiene que llevar un corsé ortopédico para la espalda.

“Un médico de uno de los hospitales privados a los que me llevaron cuando no podía mantenerme en pie ni andar me dijo que había desarrollado lesiones en la espalda, en la columna y en los músculos por el hecho de haber estado tirando durante años de la máquina [de recolección de té]”, explica.

“Actualmente, incluso con dolores, tengo que atarme [la máquina] a la cintura, en lugar de tirar de ella con las manos, porque así me duele menos”, añade.

Según los sindicalistas entrevistados por Equal Times, entre 2.500 y 3.000 trabajadores se han unido para presentar una demanda en Escocia contra James Finlay Kenya, acusando a la empresa de crear las espantosas condiciones de trabajo que le han provocado lesiones musculoesqueléticas que limitan la vida. En el marco de una demanda colectiva (inédita en el sector) presentada por el bufete de abogados de derechos humanos Ronald K. Onyango Advocates, con sede en Nairobi, los trabajadores han denunciado a la empresa por no protegerles de posibles lesiones laborales. Los trabajadores, que interpusieron inicialmente la denuncia en noviembre de 2018, también acusan a la empresa de acoso laboral, incluido acoso sexual por parte de los gerentes.

Ni James Finlay ni los funcionarios del gobierno respondieron a las solicitudes de Equal Times para concertar una entrevista. Pero el director general de James Finlay, Simeon Hutchinson, sí que viajó a Escocia en marzo para asistir a una audiencia judicial en la que argumentó que el tribunal no entendería el contexto cultural de la vida en Kericho, alegando que los trabajadores sufrieron las lesiones siendo niños, a raíz de cargar agua a la espalda.

Bett asegura que eso es completamente falso, señalando que nadie con quien él haya crecido y que no trabaje en una plantación de té padece esas lesiones.

Un caso histórico

Es la primera vez en la industria de producción de té de Kenia que unos trabajadores presentan una demanda contra su empleador por lesiones musculoesqueléticas masivas sufridas en el lugar de trabajo.

Si el tribunal falla a su favor, el caso servirá de precedente para que otros trabajadores, no solo de la industria del té, reclamen indemnizaciones por lesiones sufridas en el lugar de trabajo.

El proceso judicial comenzó en marzo de 2021, cuando siete trabajadores demandaron a JFK por daños y perjuicios ante un tribunal de Escocia especializado en lesiones personales. Para diciembre de ese año, el número de demandantes había aumentado a 700, y entonces se cuestionó la competencia del tribunal para juzgar el caso, alegando la empresa que debería haberlo juzgado un tribunal keniano.

El grupo Finlay es uno de los mayores productores mundiales de té y café, y opera en los cinco continentes. Fue fundado en Escocia, en 1750, por un comerciante de algodón llamado James Finlay. Su filial en Kenia es una empresa escocesa que se constituyó en 1925 con domicilio social en Aberdeen (Escocia).

En enero de 2022, el Scottish Herald informó que los recolectores de té que trabajaban para James Finlay (Kenia) solían cobrar apenas 25 libras esterlinas GBP a la semana (aproximadamente 4.236,52 chelines kenianos KES) por jornadas laborales de hasta 12 horas, trabajando seis días a la semana y cargando hasta 12 kilos de té a la espalda.

La situación en otras plantaciones de té es parecida. David Soi, de 41 años, se vio obligado a dejar de trabajar por las lesiones de espalda y cintura que desarrolló tras pasarse dos décadas trabajando como recolector de té para Ekaterra Tea Kenya (división de té de Unilever). Fue despedido a principios de este año, después de buscar atención médica en un hospital privado de Kericho Town.

“Después de aquello, cuando volví a la clínica de la empresa, la enfermera de turno anotó en la parte posterior de mi ficha médica que yo tenía la costumbre de acudir a otros hospitales. Lo tuve que hacer porque en la plantación solo nos daban analgésicos y nos decían que volviéramos al trabajo. No me ayudaban [a recuperarme]”, explica Soi a Equal Times.

En el peor momento de sus lesiones, cuando Soi no pudo siquiera levantarse de la cama durante casi un mes y medio, su mujer se desplazó desde la casa que tenían en el campo hasta la casa de la plantación, donde él vivía, para poder cuidarlo. Pero la incapacidad de ambos para ganar dinero durante ese tiempo afectó enormemente a la familia: “Mi mujer era la que cuidaba de los niños y trabajaba en nuestra granja para producir alimentos, mientras yo trabajaba aquí para poder conseguir dinero con que pagar las tasas escolares”, cuenta.

Tras su despido, aceptó otro trabajo como vigilante nocturno, pero solo ha podido trabajar tres noches a la semana, y las largas y frías noches no han sido benévolas con su espalda, viéndose obligado a trabajar con dolor. “Con el frío me duele muchísimo más la espalda, sobre todo durante la estación lluviosa. Pero tengo que estar allí para que mis hijos puedan ir a la escuela. No he informado a mi jefe actual de mi estado de salud porque acabaría despidiéndome. Nadie querría contratar a un enfermo”, añade.

Lesiones generalizadas

El Dr. Lang’at Nyigei, cirujano ortopédico del Bomet County Referral Hospital, afirma que una de las causas de las lesiones musculoesqueléticas son las torceduras y los esguinces.

“Al levantar algo demasiado pesado, o no hacerlo de manera segura, uno se puede lesionar músculos, tendones o ligamentos de la espalda, lo que provoca lesiones musculoesqueléticas y dolor de espalda”, explica Nyigei.

Señala que el tratamiento para estas lesiones implica una serie de prácticas médicas, como el uso de medicamentos recetados para aliviar el dolor, fisioterapia para fortalecer los músculos, de modo que puedan sostener adecuadamente la columna vertebral, y mejorar la flexibilidad, lo que ayuda a evitar otra lesión, así como inyecciones de esteroides para aliviar el dolor y reducir la inflamación. Añade que algunas lesiones y afecciones requieren intervención quirúrgica.

Jared Momanyi, secretario de la sección de Bomet de la Kenya Plantations and Agricultural Workers Association (KPAWU), afirma que tanto el gobierno como los empresarios son conscientes de las lesiones que sufren estos trabajadores, pero no quieren hacer nada al respecto.

“Los empleadores afirman que tienen asegurados a los empleados y que les proporcionan servicios médicos para que puedan recibir tratamiento en caso de accidentes y lesiones laborales. Saben esto porque existe la denominada Ley del seguro de prestaciones laborales de 2007 que fue promulgada por el Parlamento y que se utiliza para ayudar a los empleados. Esta ley se aprobó para garantizar la protección de los trabajadores, lo que significa que ambas partes admiten la existencia de estas lesiones”, explica Momanyi.

Afirma asimismo que las lesiones musculoesqueléticas afectan hasta al 90% de todos los trabajadores de las plantaciones de té, debido a los largos periodos de tiempo que pasan cargando las cestas de té a la espalda, a la maquinaria pesada que utilizan para recolectar el té, y a los muchos años que suelen pasar trabajando en estas plantaciones.

“Las investigaciones realizadas por un bufete de abogados que ha estado trabajando para seleccionar a estos trabajadores y extrabajadores como parte del caso concluyen que quien trabaja durante al menos cinco años en estas plantaciones se ve automáticamente afectado y enferma de alguna manera”, afirma Momanyi.

Pero a pesar del dolor, y dado que en Kericho es tan difícil encontrar un trabajo decente, Soi solo tiene un deseo: “Espero que me ofrezcan un buen paquete [de jubilación], o que me vuelvan a aceptar en el trabajo. Estoy dispuesto a seguir trabajando allí para poder mantener a mis hijos”, concluye Soi, apartando la mirada, dolorido.