En Hong Kong, cine y política son indisociables

En Hong Kong, cine y política son indisociables

Hong Kong’s pro-democracy movements in recent years have inspired the emergence of a new crop of indie films that reflect the zeitgeist of the former British colony. A promotional image for the 2020 Hong Kong Independent Film Festival, held before the passing of a controversial new national security law, between 10 and 21 January 2020.

(Hong Kong Independent Film Festival)

Hace cinco años, el director Zune Kwok estrenó una película distópica sobre una camarilla de políticos hongkoneses favorables a Pekín confabulados para promulgar una aterradora ley de seguridad nacional con el objetivo de reprimir las actividades del movimiento a favor de la democracia en la antigua colonia británica. Este largometraje predijo el futuro de un modo inquietante. Extras es un relato corto que forma parte de la famosa película antológica Diez años y que fue aplaudido por la crítica en 2015. Describe un panorama desolador de Hong Kong en 2020, el mismo año en que Pekín ha optado por imponer una estricta ley de seguridad nacional en Hong Kong, una medida que ha conmocionado al planeta entero.

“La coincidencia es extraña. ¿Cómo puedo explicarlo? Todavía estoy asimilando lo que está ocurriendo”, explica el cineasta de 35 años nacido en Hong Kong. “Cuando se estrenó la película en 2015, algunas personas la criticaron alegando que el argumento era demasiado exagerado como para ser real. Otros espectadores aseguraban que era algo que podía ocurrir. Ahora han aprobado la ley. Quizá los cineastas seamos un poco más sensibles a lo que está ocurriendo a nuestro alrededor”.

En general se considera que la ley de seguridad nacional (que entró en vigor en Hong Kong el 30 de junio de 2020) constituye una bomba política lanzada por el Gobierno chino, bajo pretexto de restablecer el orden y la estabilidad tras el movimiento a favor de la democracia del año pasado que duró varios meses, en ocasiones se volvió violento y sumió a Hong Kong en su mayor crisis en décadas. Se cree que dicha ley supondrá un golpe devastador para las libertades en esta ciudad china semiautónoma, un desinhibido centro financiero que formaba parte de Gran Bretaña y cuya soberanía se le devolvió a la China comunista en 1997. Resumiendo bastante, la ley criminaliza la subversión, la secesión, el terrorismo y la colusión con entidades extranjeras, todos ellos delitos sancionados con una pena máxima de cadena perpetua. Pekín la impuso por la vía rápida, esquivando al órgano legislativo electo de Hong Kong para lograr que se aprobara en un período de tan solo unas pocas semanas.

También resulta sorprendente que la ley no solo se aplique a los hongkoneses: una de sus cláusulas especifica que puede aplicarse a cualquier persona, incluidas las que no son residentes permanentes en Hong Kong y los que violen la ley incluso estando fuera de Hong Kong.

Desde que la ley entró en vigor, los acontecimientos en esta ciudad semiautónoma se han ido sucediendo a una velocidad vertiginosa. En una manifestación masiva el 1 de julio, tan solo varias horas tras la promulgación de la ley, la policía detuvo a más de 370 personas, 10 de ellas por haber violado la nueva ley con acciones como enarbolar una bandera independentista de Hong Kong. Las bibliotecas públicas retiraron los libros escritos por activistas a favor de la democracia. La consigna “¡Liberar Hong Kong, la revolución de nuestros tiempos!”, que se escuchó en casi todas las manifestaciones del último año, ahora está prohibida. Preocupados por si incumplen la estricta ley, varios escritores famosos han dejado de publicar sus columnas de opinión en los periódicos y numerosos líderes de la opinión pública, así como miles de manifestantes de a pie, han borrado sus cuentas de Twitter. Ahora, la mayoría de los abogados y académicos rechazan cualquier solicitud de entrevista para comentar la ley. Se puede percibir el miedo generalizado en el ambiente.

Sin embargo, los cineastas independientes como Kwok han decidido que, pese al efecto amedrentador de la ley, el miedo debe relegarse a un segundo plano frente al arte. Aseguran que alzar la voz y contar las historias de su ciudad a través de sus lentes es ahora más importante que nunca.

“Hoy en día, todo el mundo está aprovechando la oportunidad para promover sus propias narrativas de los acontecimientos en Hong Kong. Sin duda, las autoridades lo están haciendo. Contar historias es una herramienta muy poderosa. Este es un momento en el que debemos contar las historias de Hong Kong”, advirtió el director. “No puedo aparentar que la ley no existe, pero hasta que no me pase algo prefiero hacer lo que he estado haciendo hasta ahora”.

Chan Tze-woon, de 33 años, es otro cineasta independiente que actualmente está rodando una película sobre hongkoneses de diferentes generaciones que luchan por la libertad en distintas épocas. Él está de acuerdo. “Los días en los que trascendieron las noticias sobre la nueva ley, de repente sentí un fuerte impulso creativo. Rechacé todos los trabajos esporádicos y me centré en hacer películas. Tenemos que producir tantas películas como podamos sobre Hong Kong. Es una época importante de nuestra historia. Si desaprovechamos estos momentos, nuestros pensamientos y sentimientos luego ya no serán los mismos”.

Las restricciones de los financiadores chinos y la autocensura de los artistas

En los últimos años ha surgido una nueva oleada de películas independientes en la debilitada industria cinematográfica de Hong Kong, antiguamente aclamada como ‘el Hollywood del Lejano Oriente’. Estos creadores, algunos veteranos y otros relativamente jóvenes, tienden a hacer películas en sintonía con el espíritu de la época en el Hong Kong contemporáneo y con su historia. Se trata de una tendencia estrechamente relacionada con el paisaje político y social de Hong Kong. Durante las últimas dos décadas, a medida que la injerencia de Pekín en la autonomía de esta ciudad occidentalizada se ha ido haciendo cada día más evidente, también ha ido creciendo un sentimiento de identidad cultural local entre numerosos hongkoneses. Dicho sentimiento se vio aún más reforzado en 2014 durante la llamada Revolución de los Paraguas, una serie de protestas basadas en la ocupación que exigían una mayor libertad política, así como en el movimiento de manifestaciones antigubernamentales de 2019 provocado por una polémica ley que permitía extraditar a los prófugos de Hong Kong a China continental. Todo esto ayudó a sentar las bases para el surgimiento de películas independientes locales con una cierta relevancia política y social.

Dichas películas independientes suelen producirse con bajo presupuesto y estar dotadas de un elenco de actores poco conocidos o aficionados. Asimismo, suelen reflejar, sutil o ingeniosamente, un deseo de libertad y justicia, además de criticar las relaciones desiguales de poder entre China y Hong Kong. Entre los varios temas que han tratado se encuentran la demolición de una aldea rural para construir una línea ferroviaria que conecte la excolonia británica con China continental, la historia de un joven activista y los enfrentamientos entre los manifestantes y la policía en el levantamiento de 2019. Dichas historias resultan refrescantes para el público local que ya está harto de grandes producciones coproducidas con socios de China, un modelo comercial que permite a los cineastas locales acceder al lucrativo mercado chino, pero que les obliga a aplicar restricciones de contenido que pueden hacer que estas películas parezcan predecibles y alejadas de la realidad de la sociedad hongkonesa.

En ocasiones reciben atención, aplausos y premios, pero la trayectoria de estos largometrajes políticamente comprometidos rara vez es fácil.

Aunque obtener financiación es un quebradero de cabeza para muchos cineastas de todo el mundo, los directores independientes de Hong Kong se enfrentan a un reto más: no tienen ninguna posibilidad de conseguir inversores convencionales, pues muchos de ellos tienen vínculos comerciales o están asociados de alguna manera con China y, por tanto, prefieren mantenerse al margen de los proyectos con un trasfondo político.

Incluso si la financiación está garantizada y se ha completado el proyecto, conseguir que una película independiente vea la luz no es tarea fácil.

Vincent Chui, de 55 años, es un veterano cineasta y programador del Festival de Cine Independiente de Hong Kong. Según nos cuenta, desde el éxito sin precedentes de Diez años (que ganó el galardón de Mejor Película en 2016 en los Premios de Cine de Hong Kong), las principales salas de cine han evitado proyectar películas que incluyan contenidos ‘delicados’. La mayoría de las películas independientes con un trasfondo político estrenadas después de 2016 apenas se han mostrado en la gran pantalla y tienen que depender de las proyecciones en una o dos salas de arte y ensayo o en eventos comunitarios de cine local. Yellowing de Chan es un documental de 2016 sobre la Revolución de los Paraguas que fue nominado a Mejor Documental en la 53ª ceremonia de los Premios Caballo Dorado de Taiwán. Sin embargo, tan solo se proyectó cuatro veces en una gran sala de cine financiada con dinero surcoreano.

“Las autoridades han aprobado estas películas. No es ilegal mostrarlas. Pero las salas de cine no quieren proyectarlas. Han empujado a este género a un ámbito marginal”, explica Chui. “Esto es algo que ya ocurría antes de que se aprobara la ley de seguridad nacional. En todo caso, esta ley tan solo agravará el problema de la autocensura”.

Macartismo a la inversa

Sin embargo, no solo los cineastas practican la autocensura. Poco antes de que se aprobara la ley, el equipo de rodaje de una película independiente alquiló un estudio para, de inmediato, anular el contrato de alquiler después de que algunos actores corearan la consigna “¡Liberar Hong Kong, la revolución de nuestros tiempos!” como parte del guion. Muchas personalidades del mundo del espectáculo también se están moviendo con pies de plomo. Desde la Revolución de los Paraguas, los actores y músicos hongkoneses que apoyan públicamente las manifestaciones a favor de la democracia han acabado siendo marginados por la industria del espectáculo, han perdido patrocinadores y se han incluido en listas negras en la China continental, en una especie de caza de brujas que recuerda a un macartismo a la inversa. El ambiente represivo obliga a muchos famosos a no hablar incluso de temas sociales poco relevantes o a declarar públicamente su apoyo a las posturas prochinas. Ninguna de las dos opciones favorece la producción de películas independientes.

Empero, comparados con sus colegas de China, los cineastas independientes de Hong Kong se encuentran en una posición relativamente privilegiada. En enero de este año, el Festival de Cine Independiente de China, uno de los más importantes de este tipo en el país asiático, decidió echar el cierre ‘indefinidamente’ después de 17 años en la vanguardia. Su organizador declaró que ahora en China es “imposible” montar un festival de cine con “un espíritu absolutamente independiente”. Los directores de China continental, tanto los convencionales como los alternativos, pueden verse en problemas si cruzan ciertas líneas rojas no escritas. Por ejemplo, en 2006 al famoso director Lou Ye le prohibieron realizar películas durante cinco años por haber rodado un largometraje que hacía referencia al movimiento estudiantil de Tiananmen de 1989.

¿Correrá la misma suerte el sector cinematográfico de Hong Kong en un futuro próximo? Chan, que hace poco consiguió recaudar la mitad de los fondos necesarios para su último proyecto a través de la microfinanciación colectiva, sigue siendo optimista. Opina que aunque seguirá dándose la autocensura, todavía hay espacio para sus películas y que a partir de ahora la política no se puede separar del arte cinematográfico en Hong Kong.

“Hoy en día, apenas puedes evitar el contexto político o social de Hong Kong, incluso si estás rodando una comedia romántica. Además, puede que el público extranjero espere ver algo específicamente hongkonés en una película de Hong Kong”, concluye.

Para Chui, resulta bastante trágico que un nuevo género cinematográfico surja de un grupo de gente que lucha por la libertad de su ciudad. Sin embargo, para beneficiar a la industria cinematográfica de Hong Kong y a la ciudad en su conjunto, ningún cineasta con voz propia debería suavizar sus historias a pesar del clima político en constante cambio, advierte.

“Llevo 30 años en esta industria. Definitivamente, la autocensura no entra dentro de mi manera de ser”, declara Chui.

Una resolución en la misma línea a la sutilmente elaborada por el veterano productor de cine Derek Yee cuando anunció Diez años como Mejor Película en los Premios de Cine de Hong Kong en 2016. Dirigiéndose a un público repleto de estrellas, Yee comentó que antes de la ceremonia de entrega de premios, un joven guionista del evento le preguntó tímidamente si el guion podía mencionar las palabras “diez años”. A lo que Yee respondió: “Joven, como en una ocasión ya dijera el presidente Roosevelt, ‘de lo único que tenemos que tener miedo es del propio miedo’”.