En las marismas de Irak, los investigadores se apresuran a documentar un dialecto en vías de extinción

En las marismas de Irak, los investigadores se apresuran a documentar un dialecto en vías de extinción

Two Marsh Arab men float through the Central Marsh, one of three main areas in Iraq’s Mesopotamian Marshlands. Receding water levels and recurring drought are making life in the marshlands increasingly difficult and, as inhabitants are forced to leave, their way of life and dialect are disappearing.

(Kira Walker)

En una cálida mañana de primavera de este año, el investigador Hussein Mohammed Ridha y tres de sus colegas iniciaron una travesía por las marismas mesopotámicas del sur de Irak, surcando canales flanqueados de exuberantes juncos curvados, entre búfalos de agua medio sumergidos y pescadores que lanzaban sus redes en las plácidas aguas, a la búsqueda de hablantes del dialecto árabe de las marismas.

Las sequías recurrentes y el descenso del nivel del agua de estos humedales están dificultando el estilo de vida de subsistencia de la etnia que los habita, los árabes de las marismas. Cada vez más habitantes de esta zona se ven obligados a marcharse y a buscarse la vida en la ciudad, donde todo les presiona para dejar de utilizar su dialecto. Así, además de ir desapareciendo la cultura y el modo de vida de los árabes de las marismas, se va extinguiendo su dialecto, a medida que mueren los ancianos.

Durante varios meses, Ridha, profesor de la Facultad de Arqueología de la Universidad de Thi-Qar (en Nasiriyah, al sureste de Irak) y sus colegas han viajado regularmente a las marismas y sus alrededores, para documentar, por primera vez, el dialecto árabe de las marismas y su vocabulario, lleno de matices para describir el entorno. Por ejemplo, tiene diez palabras para designar las cañas, según su ubicación, tamaño, uso, color y edad.

Ya se habían documentado muchos aspectos de la cultura de los árabes de las marismas, desde sus prácticas de construcción de embarcaciones hasta su arquitectura de caña, pero hasta ahora no se había documentado su dialecto. “Intentar fijar el vocabulario es muy importante para proteger y preservar nuestro patrimonio”, dice Ridha. Con su labor, los investigadores esperan evitar que el idioma se extinga.

Las marismas de Mesopotamia, formadas por tres pantanos rodeados de un paisaje árido, fueron en su día las mayores de Eurasia occidental. Con una extensión de 20.000 kilómetros cuadrados, estos humedales albergaban una rica biodiversidad y eran una de las principales zonas de paso de las aves que migraban entre África y Eurasia. También proporcionaban sustento a los árabes de las marismas, un grupo minoritario de origen sumerio y beduino cuya cultura, modo de vida y dialecto están profundamente entrelazados con el ecosistema que han habitado durante miles de años.

Los árabes de las marismas –a menudo llamados madan, término que ellos consideran despectivo– llevan mucho tiempo sufriendo la marginación, la discriminación y la violencia del Estado iraquí.

A principios de la década de los noventa, Sadam Huseín ordenó el drenaje de las marismas para expulsar a los rebeldes chiíes, que se escondieron allí tras un levantamiento contra éste. La mayoría de sus casi 500.000 habitantes huyó y apenas permanecieron 20.000 personas. Las marismas, reducidas a menos del 7% de su extensión histórica, quedaron casi destruidas.

Después de que Huseín abandonara el poder en 2003, tras la invasión liderada por EEUU, se iniciaron los esfuerzos de repoblación. Con el agua, retornaron también los árabes de las marismas. Muchos volvieron a vivir en las islas aisladas de las marismas y otros en pueblos y pequeñas ciudades a lo largo de las orillas de los ríos Tigris y Éufrates, que las alimentan.

En 2016, la UNESCO incluyó las marismas en la lista del Patrimonio Mundial, como parte del Ahwar del sur de Irak, pero la recuperación parcial que se ha logrado peligra, debido al cambio climático regional y a una serie de presas situadas aguas arriba en Turquía, Siria, Irán y el Kurdistán iraquí, que han reducido el caudal del Tigris, del Éufrates y sus afluentes. La menor afluencia de agua aumenta la salinidad de los humedales algo que, unido a la contaminación por el vertido de aguas residuales, perjudica a los seres humanos, al ganado, a las plantas y a la fauna.

Un dialecto en vías de extinción

Las cada vez más difíciles condiciones ambientales de las marismas empujan a muchos habitantes a emigrar. Ridha y sus colegas han identificado este éxodo como uno de los factores que más contribuyen a la desaparición del dialecto árabe de las marismas. “La sequía recurrente y el descenso del nivel de agua en las marismas han provocado el desplazamiento de muchos lugareños a las ciudades y son muy pocos los que siguen hablando el dialecto”, afirma. Añade que los prejuicios (hacia el árabe de las marismas) vigentes en las zonas urbanas presionan sobre todo a las generaciones más jóvenes a utilizar el vocabulario de la ciudad para no sentirse avergonzados.

Este patrón se repite en todo el mundo. La UNESCO señala que el aumento de la migración y de la rápida urbanización suelen provocar la pérdida de los estilos de vida tradicionales y una presión para hablar la lengua dominante.

Nur Al Ebeid, una estudiante de máster que vive en Canadá y cuya familia es originaria de las marismas, recuerda el abatimiento que le transmitía una pariente que se mudó al casarse a Bagdad, ante las burlas de la gente por su forma de hablar. Le llamó la atención que muchos de los iraquíes que viajan a las marismas por ocio o para grabar vídeos y publicarlos en sus redes sociales son los mismos que después demuestran escaso o ningún respeto por los árabes de las marismas. “A los iraquíes que no son del sur les encanta burlarse de este acento hasta que deciden venir a las marismas y utilizarlo como postureo”, escribió Al Ebeid en un tuit.

Así como la emigración ha contribuido a la desaparición del dialecto, la llegada de nuevos habitantes en las últimas décadas también ha diluido y transformado el habla de las marismas, dice Ridha.

Jassim Al-Asadi, que creció en las marismas y ahora trabaja para preservarlas como director gerente de la organización local Nature Iraq, atribuye el cambio lingüístico a la profunda transformación que han sufrido las marismas. Han influido “la desintegración del semi aislamiento en el que vivían los lugareños, los efectos de las redes sociales y la mezcla de los habitantes de las marismas con los de la ciudad”, afirma. “Creo que las generaciones futuras hablarán menos en el dialecto local”.

Se calcula que unas 250.000 personas regresaron a las marismas después de que la zona se reinundara parcialmente. La falta de datos impide conocer cuántas personas viven en ellas en la actualidad (posiblemente entre 300.000 y 500.000, estima Al-Asadi) lo que a su vez dificulta la estimación de cuántas hablan el dialecto. Según sus investigaciones, Ridha calcula que sólo entre el 25% y el 30% de la población conoce el dialecto, en su mayoría la población anciana. “A medida que desaparecen las generaciones mayores, la lengua se desvanece”, afirma.

La pandemia de covid-19 ha añadido más urgencia a la importancia de documentar a los pocos hablantes de este dialecto mientras siguen vivos.

Perder lenguas, perder conocimientos

Más del 40% de las más de 7.000 lenguas que hay en el mundo corren el riesgo de desaparecer. La UNESCO calcula que la mitad de las lenguas que se hablan hoy en día desaparecerán a finales de este siglo si no se hace nada por impedirlo, ya que los hablantes se ven presionados a abandonar su idioma materno y a utilizar las lenguas y dialectos dominantes. Suele decirse que sólo 23 lenguas representan más de la mitad de la población mundial.

La lingüista Gabriela Pérez Báez, directora del Laboratorio de Revitalización Lingüística de la Universidad de Oregón (Estados Unidos), afirma que las razones por las que estamos perdiendo tantas lenguas a un ritmo tan rápido son complejas, pero las principales son dos, la marginación y la opresión. Pueden influir los condicionantes de la educación, la sanidad u otros servicios críticos para el uso de una lengua concreta, hasta casos más extremos de daños físicos o incluso muertes asociadas a un idioma, afirma.

Aun cuando no existe una política explícita que pretende reducir el número de hablantes de una lengua, la percepción negativa de una comunidad sobre su propio idioma puede también resultar decisiva para su extinción.

La desaparición de lenguas es preocupante porque reduce el acervo de conocimientos al que podemos recurrir. Cuando muere una lengua suelen morir con ella conocimientos insustituibles, desde la sabiduría sobre los ecosistemas locales a remedios de plantas medicinales o prácticas culturales. Dado que los conocimientos tradicionales e indígenas arraigados a las lenguas se consideran cada vez más importantes para la conservación de la biodiversidad y la adaptación al cambio climático, mantener vivas las lenguas –o al menos documentarlas– se ha vuelto más crucial que nunca.

La desecación de los humedales ha alterado ya las tareas tradicionales de las mujeres árabes de las marismas. Al transmitir las mujeres menos conocimientos sobre las marismas a las generaciones más jóvenes, se están perdiendo valiosos conocimientos ecológicos y prácticas culturales relacionadas con la agricultura, la cría de animales y la utilización de las cañas.

La desaparición del dialecto de los árabes de las marismas podría, a su vez, acelerar la extinción de sus conocimientos tradicionales y prácticas culturales.

Ridha y sus colegas, cuyo trabajo está apoyado por la red Nahrein del University College de Londres y financiado por el fondo británico de investigación UK Arts and Humanities Research Council and Global Challenges Research Fund, pretenden documentar 1.000 palabras del dialecto árabe de las marismas, que recopilarán en un diccionario con su equivalente en árabe estándar. Al equipo le sorprendió descubrir que muchas palabras tienen raíces en las antiguas lenguas sumeria y acadia, y esperan que la concienciación sobre los claros vínculos del dialecto con el pasado provoque un cambio en la forma en que los jóvenes árabes de las marismas, en particular, perciben y utilizan su dialecto. “Es vital que los iraquíes comprendan la importancia del dialecto, especialmente los jóvenes habitantes de las marismas. Esperamos que este conocimiento les permita sentirse orgullosos de su lengua y dejar de avergonzarse de ella”, afirma Ridha.

Según la UNESCO, la creación de condiciones favorables para que los hablantes utilicen su lengua y para su enseñanza a las nuevas generaciones resultan fundamentales para evitar su desaparición, siendo la actitud de una comunidad hacia su propio idioma el factor más decisivo.

A mediados del verano, Ridha y sus colegas tuvieron que suspender sus investigaciones debido a la sequía, que les impidió reanudar los viajes en barco realizados en los meses anteriores. Ridha reconoce que cambiar la percepción del dialecto árabe de las marismas es sólo parte de lo que se necesita para preservarlo. También hay que abordar los problemas crónicos de agua de la región y la prestación de servicios básicos que hagan posible que los árabes de las marismas mantengan su modo de vida.

El agua les permitirá permanecer, hasta cierto punto. Si un día se dejara de hablar este dialecto, tenerlo documentado garantizará que no desaparezca sin dejar rastro, y abrirá la posibilidad de que vuelva a resurgir.