Entre las altas tasas de VIH/sida y las nuevas leyes punitivas de lucha contra la trata, las trabajadoras sexuales de la India luchan por reivindicar su condición humana

Entre las altas tasas de VIH/sida y las nuevas leyes punitivas de lucha contra la trata, las trabajadoras sexuales de la India luchan por reivindicar su condición humana

Gauri Dobe, una trabajadora sexual que se ha convertido en defensora de las prácticas sexuales seguras, fotografiada el 28 de diciembre de 2018 en su apartamento de una habitación en Bombay (India).

(Rashi Arora)

Gauri Dobe recuerda perfectamente el último día de su infancia. Era una tarde de verano y acababa de zamparse varios mangos. Tratando de retener las lágrimas, su madre la instó a que terminara de empaquetar su ropa. Su tío decía que había encontrado para esta adolescente de 15 años un trabajo de niñera que le permitiría ayudar económicamente a su familia tras la muerte de su padre. Aunque Gauri estaba nerviosa, también estaba ilusionada con poder salir por primera vez de su pueblo del estado de Andhra Pradesh, al sur de la India. Iba a trabajar en Bombay, la “ciudad de los sueños”. Sin embargo, nada más llegar, su vida se transformó en pesadilla: su tío la había vendido como trabajadora sexual.

Han pasado ya 25 años. Gauri sigue trabajando en el mismo sitio al que llegó entonces: un prostíbulo de la ciudad de Bhiwandi, a las afueras de Bombay. Famosa por su industria textil, Bhiwandi cuenta con muchos talleres que emplean a trabajadores migrantes de los estados más pobres de la India. Estos hombres tienen que separarse de sus familias para ganar dinero y, en su soledad, buscan consuelo en el sexo por dinero.

El prostíbulo de Bhiwandi, situado al final de un estrecho y tortuoso callejón repleto de desagües abiertos y de casas de una habitación pintadas de colores vivos, da trabajo a cerca de 600 mujeres. Situado en la periferia de una de las mayores ciudades del mundo, este burdel relativamente pequeño ha puesto en marcha un programa social que ha repercutido enormemente en la vida de Gauri y de otras personas.

Hace tres años, Gauri abandonó la prostitución y empezó a trabajar para la asociación de planificación familiar Family Planning Association of India (FPAI) como educadora en el burdel. Forma parte de un equipo de varios trabajadores sociales, y su trabajo consiste en educar a las mujeres sobre prácticas sexuales seguras, así como ayudar a asignar y organizar campañas de sensibilización en materia de VIH/sida para trabajadoras sexuales mediante la recopilación de datos sobre el uso que hacen estas de los métodos anticonceptivos.

Su giro profesional de trabajadora sexual a educadora sobre prácticas sexuales seguras comenzó cuando descubrió un centro Prajanan Swashthya Kendra (PSK) para la defensa de los derechos en materia de salud sexual y reproducción, gestionado por la FPAI. Como trabajadora sexual, Gauri había tenido varios incidentes en los que el cliente se había negado a utilizar preservativo, y muchas de sus compañeras se quedaron embarazadas por ese motivo y se vieron obligadas a abortar de manera ilegal.

Los incidentes de agresión también eran habituales: “No solo en el dormitorio, donde algunos clientes sacaban un cuchillo para amenazarnos si nos negábamos a hacer alguna cosa”, explica Gauri, “sino incluso en las calles. Nos trataban como mercancía”.

Aunque Gauri no ha recibido ninguna educación formal, siempre quiso hacer algo para mejorar la vida de las mujeres que tenía a su alrededor. Gracias a la popularidad de que disfrutaba entre sus compañeras, consiguió que surgiera cierta confianza entre la asociación FPAI y las trabajadoras sexuales, quienes en un principio se habían mostrado escépticas ante la idea de trabajar con extraños debido a las constantes redadas que la policía lleva a cabo en el prostíbulo.

Pero Gauri no solo habla con las mujeres sobre sexo. “Hablamos sobre nuestras familias y nuestras lejanas ciudades natales. A través de nuestras conversaciones viajamos por todo el país. Hablamos de amor y de esperanza. Nosotras también somos mujeres con sueños y aspiraciones, a pesar de que la sociedad nos ha reducido a ser unas ‘putas asquerosas’”.

Uno de los aspectos más importantes del trabajo de Gauri es la sensibilización sobre el VIH y el sida. “El uso de condones ha aumentado a un 90% en el prostíbulo y estoy orgullosa de haber podido contribuir a ello”, señala. “Este pequeño acto ha facultado a muchas mujeres a ejercer su libertad de elección y a tener una vida mejor. Imagínese si esto pudiera reproducirse en los prostíbulos de todo el país...”, afirma.

Según la organización benéfica internacional de salud sexual Avert, “la India registra la tercera mayor epidemia de VIH del mundo. En 2017, se calculó que la prevalencia del VIH entre los adultos (de 15 a 49 años) era del 0,2%, una cifra aparentemente pequeña en comparación con la mayoría de los países de ingresos medios pero que, debido a la enorme población de la India, equivale a 2,1 millones de personas”.

La Dra. Lokesh Gable, que trabaja en Bhiwandi con la sociedad de lucha contra el sida Maharashtra State Aids Control Society (en cooperación con la FPAI), considera importante empoderar a las trabajadoras sexuales de la india: “Los prostíbulos no son solo espacios de alto riesgo en materia de VIH y sida, sino que [las trabajadoras sexuales] son además las más vulnerables a las injusticias sociales y económicas, y carecen de un acceso adecuado a la asistencia sanitaria y a las oficinas de bienestar laboral. Por eso nuestra intervención es importante”, señala. “Las mujeres necesitan sesiones de concienciación, de orientación y de terapia, que se llevan a cabo mediante técnicas de comunicación para el cambio social y del comportamiento. También proporcionamos pruebas gratuitas de VIH”.

Víctimas de la trata por partida doble

Según cifras de ONUSIDA de 2017, en la India hay 657.829 trabajadoras sexuales, aunque la cifra real sea seguramente mucho mayor debido a que muchas de ellas pasan desapercibidas. Si bien hay mujeres que optan por vender sexo porque es la única forma que encuentran de ganar dinero, la mayoría de las mujeres y niñas son víctimas de la trata, como es el caso de Gauri.

El pasado mes de junio, la Cámara Baja del Parlamento de la India aprobó el proyecto de Ley contra la Trata de Personas (Prevención, Protección y Rehabilitación) 2018. Pero aunque el objetivo es proteger a las víctimas de la trata, este proyecto de ley ha sido enérgicamente criticado por los defensores de los derechos humanos y por dos relatores especiales de la ONU porque “su enfoque en abordar la trata desde una perspectiva de la legislación penal no está suficientemente complementado con un planteamiento basado en los derechos humanos y centrado en las víctimas, de modo que existe el riesgo de perjudicar aún más a personas que ya se encuentran en una situación vulnerable”.

Un informe de 2018 sobre la trata de personas, elaborado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, señala que “en la India había 15.379 casos de trata de personas (sometidas primero a trabajo forzoso y después a explotación sexual), de los cuales 9.034 incumbían a menores de 18 años”. Sin embargo, estas cifras no son más que la punta del iceberg, puesto que la mayoría de los casos no se denuncian. Casi todas las víctimas del estudio procedían de los estratos socioeconómicos más bajos de la India o del denominado cinturón tribal del país.

Para estas mujeres no es fácil escapar de la situación de esclavitud ni del estigma vinculados a la explotación sexual. En la India la prostitución se considera una práctica inmoral. Además, para la mentalidad patriarcal, el papel de la mujer se reduce al trabajo doméstico y a la procreación, sin ningún libre albedrío por su parte, y su prestigio se reduce a su virginidad.

La industria del comercio sexual en la India genera cerca de 8.400 millones de dólares USD anuales, pero la legislación en materia de trabajo sexual sigue siendo ambigua. Según la Ley para la Prevención de la Trata Inmoral de 1956, la prostitución en la India no es ilegal. Una mujer (la ley no reconoce a los trabajadores sexuales varones) puede ganar dinero a cambio de sexo en privado, pero puede ser acusada de “indecencia pública” si realiza su trabajo en público. Esta ambigüedad expone a las trabajadoras sexuales a un elevado riesgo de acoso, violencia y soborno, en particular por parte de la policía.

Los activistas están actualmente movilizándose en favor de la despenalización del comercio sexual en la India. Pero es una cuestión complicada, tal como Medha Dubey, una trabajadora social independiente que trabaja con trabajadoras sexuales en Maharashtra, explica a Equal Times: “Si bien se requieren medidas firmes para la lucha contra la trata, también es imprescindible la despenalización del trabajo sexual, porque algunas trabajadoras sexuales optan por dedicarse a esta profesión por voluntad propia, y algunas de ellas también optan voluntariamente por seguir ejerciéndola”.

Por otra parte, mujeres como Gauri seguirán intentando y encontrando vías para reivindicar su condición humana, a pesar de los enormes retos a que se enfrentan. “Somos las manzanas inmundas y podridas de la sociedad. Este país jamás percibirá nuestra identidad más allá del trabajo sexual, a pesar de que la mayoría de nosotras no estamos aquí por voluntad propia sino por nuestras circunstancias”, lamenta Gauri.

Aun así, Gauri sigue jugando la mejor mano posible con las cartas que le han tocado. “Este trabajo me ha dado una nueva oportunidad en la vida”, señala Gauri. “He aprendido que lo que una mujer decida hacer con su cuerpo debería ser su decisión. Si otras personas dejaran de tomar esa decisión por nosotras y de sexualizar nuestra identidad, entonces ningún tío vendería a su sobrina, y ninguna hija sería separada de su madre. Y, entonces, quizás todas las niñas serían libres de trepar a los árboles, coger mangos y comérselos a su antojo.

Este artículo ha sido traducido del inglés.