Flexplotación: el ejemplo de la reforma del mercado laboral español

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A finales de abril, se celebró en Atenas el Consejo Informal de Ministros de Empleo, Política Social, Salud y Consumidores (EPSCO) para examinar, entre otros ámbitos, la relación entre las reformas estructurales y una recuperación que conlleve la creación de empleo.

Aun así, los ministros harían bien en estudiar más detenidamente la reforma del mercado laboral introducida por el Gobierno conservador español en febrero de 2012.

Esta reforma no se limita a socavar las instituciones de negociación colectiva vigentes — mediante unas medidas que la OIT reconoció recientementeque vulneran el convenio sobre libertad de asociación — además, abarca el derecho laboral y los contratos de trabajo.

Esta última serie de medidas obedece la consigna que los responsables políticos de toda Europa no se cansan de repetir hasta la saciedad: para abordar la segmentación del mercado laboral, es decir, el elevado número de contratos de trabajo temporales, es preciso reducir la protección de los contratos de duración indefinida.

La reforma laboral redujo y limitó las indemnizaciones por despido a un máximo de 24 meses. Además, eliminó el “despido exprés”, que acarreaba elevados costes de despido, y suprimió el requisito de autorización administrativa para los expedientes de regulación de empleo.

Asimismo, la reforma autoriza la posibilidad de realizar horas extraordinarias y complementarias trabajando a tiempo parcial; prolonga el período de prácticas de uno a tres años, y facilita el despido de los trabajadores cuyas faltas de asistencia al trabajo supongan más del 5% de sus jornadas hábiles, incluidas las ausencias por enfermedad u otras razones justificadas.

 

El deterioro de la calidad de los empleos

Pasados dos años desde la entrada en vigor de la reforma laboral española, el resultado puede resumirse así: los empleos de mala calidad están acabando con los empleos de calidad.

En primer lugar, se ha producido una destrucción masiva de 800.000 empleos a tiempo completo. Paralelamente, se han creado 150.000 empleos a tiempo parcial. Estas cifras ponen de relieve lo activamente que las empresas están transformando los empleos a tiempo completo en contratos a tiempo parcial.

El Gobierno español considera que este aumento del trabajo a tiempo parcial es deseable, porque permite a los trabajadores conciliar mejor la vida laboral y familiar.

Pero la mayoría de los trabajadores y trabajadoras no lo ven así. Según cifras publicadas por El País, el 70% de los hombres y el 60% de las mujeres afirman trabajar a tiempo parcial, no por su propia voluntad, sino porque es imposible encontrar un empleo a tiempo completo.

¿Qué lleva a las empresas a dividir los empleos a tiempo completo en empleos a tiempo parcial?

El motivo no es que los contratos a tiempo parcial ofrezcan a las empresas la flexibilidad que necesitan para organizar su volumen de trabajo.

La respuesta pura y dura es que los contratos a tiempo parcial permiten a las empresas reducir los costes salariales explotando a los trabajadores.

A los trabajadores a tiempo parcial se les paga una retribución por hora (10,80 EUR o 14,8 USD) sustancialmente inferior al salario de los trabajadores a tiempo completo (16,20 EUR o 22,30 USD).

Así que es mucho más barato que el trabajo de los trabajadores a tiempo completo lo realicen trabajadores a tiempo parcial.

Además, parece que las empresas abusan de las horas extra pidiendo a quienes trabajan a tiempo parcial que realicen horas complementarias no retribuidas. Con esta mano de obra “gratuita” a su disposición, no es de extrañar que las empresas opten en masa por los contratos a tiempo parcial.

¿Y qué fue del objetivo de abordar la segmentación del mercado laboral y de limitar el uso de contratos temporales flexibilizando los contratos indefinidos? Según las estadísticas, no se ha producido mejora alguna en este sentido. A finales de 2013, la proporción de contratos indefinidos respecto al número total de contratos de trabajo ascendía al 70,6%, un porcentaje similar al 71% registrado en febrero de 2012.

Si vamos más al detalle y nos fijamos sólo en las nuevas contrataciones, aparece una imagen similar. Antes de la reforma, más del 90% de todas las nuevas contrataciones eran contratos de trabajo de duración determinada.

Dos años más tarde, el panorama es idéntico, es decir, menos del 10% de todos los nuevos contratos son de duración indefinida. ¡Cae por tierra la teoría de que las empresas ofrecerían contratos indefinidos si estos estaban menos protegidos!

Lo que las empresas quieren es flexibilidad total para poder despedir a todos los trabajadores en el acto, sin formalismos ni indemnización que valga.

Aparte de sustituir los contratos a tiempo completo por contratos a tiempo parcial, las empresas no han dejado pasar la oportunidad de utilizar los contratos en prácticas como una vía de minimizar los costes laborales.

El número de contratos en prácticas en marzo de 2014, comparado con el año anterior, aumentó un 40%, mientras el número total de trabajadores contribuyentes a la seguridad social apenas subió un 0,5%.

De nuevo, encontramos aquí una explotación manifiesta, dado que estos jóvenes trabajadores y trabajadoras sólo reciben una retribución mensual mínima, de alrededor de 200 EUR (275 USD), y la empresa puede ahora a disfrutar de esta mano de obra extremadamente barata durante un periodo de tres años.

El Gobierno español se enorgullece de afirmar que el absentismo laboral por razones de salud se ha reducido un 13 %. Pero podría argumentarse que esta caída revela que los trabajadores enfermos se ven obligados a acudir al trabajo por temor a perder su empleo.

 

El trabajo precario propicia una recuperación precaria

Uno de los argumentos que se utilizan con mayor frecuencia es que este tipo de reformas elevan la resistencia del mercado laboral frente a las perturbaciones de la demanda y la actividad económica.

En este sentido, el Gobierno español clama victoria al señalar que cuatro trimestres después de la reforma laboral se destruyeron 87.800 empleos menos en el sector privado que en los cuatro trimestres anteriores a la reforma, y ello con una tasa de crecimiento inferior.

No obstante si, como se explica antes, las empresas han sustituido los empleos a tiempo completo por empleos a tiempo parcial, estas cifras no son significativas en absoluto.

Es más, si nos fijamos en un periodo de tiempo distinto, la conclusión a la que llegamos es diametralmente opuesta.

En 2009, el Producto Interior Bruto (PIB) cayó un 3,8%, el doble que en 2012 (-1,6%).
Durante previo, se destruyeron 648.000 empleos, mientras que el número de empleos eliminados a lo largo de 2012 fue de 540.000.

Según esta comparación, podría decirse que la reforma de 2012 empeoró de hecho la situación.

La funesta experiencia de la reforma laboral en España no es un caso aislado.
Se observan las mismas tendencias en otras reformas orientadas hacia la flexibilización del mercado de trabajo como, por ejemplo, en las reformas introducidas en Alemania a principios y mediados de la pasada década.

Igual que en el caso español, la reforma alemana simplemente aumentó el número de empleos precarios, como los “miniempleos”, los trabajos a tiempo parcial y los contratos temporales, sin elevar el volumen de trabajo.

Esto plantea un problema fundamental: estas reformas se introducen con la idea de que la mayor flexibilidad impulsará una recuperación rica en empleo.

Sin embargo, la recuperación no será sostenible si los empleos creados son empleos mal pagados, a tiempo parcial y precarios.

Los empleos precarios propician una recuperación precaria y el resultado final puede ser un “estancamiento hostil al empleo” en lugar de una “recuperación rica en empleo”.

 

Artículo publicado originalmente en Social Europe.