"Han olvidado las lecciones del Rana Plaza"

"Han olvidado las lecciones del Rana Plaza"

Garment worker Ziasmin Sultana survived the Rana Plaza building collapse on 24 April 2013, but 1,298 of her peers have been killed in Bangladesh’s garment factories since 2012.

(Musfiq Tajwar)

Tras el derrumbe del Rana Plaza en Bangladés, en el que perdieron la vida 1.134 trabajadores de la confección y varios miles más resultaron heridos, el horror de la catástrofe incentivó la acción internacional y dió lugar a la introducción de importantes mejoras de la seguridad en las 3.000 fábricas de confección con las que cuenta el país.

Pero cinco años después del desastre, ocurrido el 24 de abril de 2013, los organizadores de los trabajadores de la confección en Bangladés afirman que numerosos empleadores siguen sin asegurarse que los lugares de trabajo sean seguros. Afirman además que el Gobierno está haciendo muy poco para garantizar que los trabajadores de la confección puedan ejercer su libertad a formar sindicatos para conseguir condiciones de trabajo seguras. Desde el incendio en la fábrica Tazreen, que costó la vida a 112 trabajadores del vestuario en 2012, unos 1.298 trabajadores del sector han muerto y 3.875 resultaron heridos en incidentes relacionados con incendios, según datos del Centro de Solidaridad.

“La presión de los compradores y las organizaciones internacionales obligó a que se introdujesen muchos cambios”, afirma Tomiza Sultana, organizadora de la Bangladesh Independent Garment Workers Union Federation (BIGUF). “Hemos organizado sindicatos, registrado quejas y brindado formación a muchos trabajadores y trabajadoras. Pero cinco años después de la tragedia, la policía y los líderes locales apoyan a los propietarios de las fábricas y nos están hostigando, así como a cualquiera que pretenda recurrir a nosotros. Han olvidado las lecciones del desastre”, indica.

“Recuerdo perfectamente aquel día. Todavía puedo ver los rostros de las familias que buscaban los cuerpos de sus seres queridos simplemente con una foto de su documento de identidad”, dice la presidenta de BIGUF, Nomita Nath. “Esa catástrofe no puede describirse con palabras”.

El edificio de varias plantas Rana Plaza, que acogía cinco fábricas de confección en las afueras de Daca, se desmoronó a causa de defectos estructurales que habían sido identificados el día antes, lo que hizo que ingenieros de la construcción instasen a que se cerrase el edificio. Pero trabajadores que sobrevivieron al colapso declararon que los directores de las fábricas les amenazaron con que perderían su empleo de no volver al trabajo.

Ziasmin Sultana, una trabajadora que sobrevivió al derrumbe, recuerda que los directores dijeron a los trabajadores en la mañana del 24 de abril que el edificio era seguro, pese a que “el día anterior habíamos visto cómo se formaban grietas [en el edificio] delante de nuestros ojos”. Poco después de reiniciar el trabajo, se produjo un corte de electricidad y el edificio empezó a sacudirse.

Después de intentar escapar abriéndose camino por una escalera congestionada, Ziasmin dice que notó cómo caía.

“Todo ocurrió en un breve instante y estaba muy oscuro. Cuando recuperé el conocimiento, me di cuenta de que solo habíamos sobrevivido tres, todos los demás a nuestro alrededor estaban muertos”.

El desastre constituyó un punto de inflexión: “El mundo se dio cuenta del escaso valor que tenían nuestras vidas para los dueños de las fábricas”, dice Nomita. “No les importaban en absoluto nuestras vidas. Lo único que les importaba era cumplir con las metas de producción”.

Tras el desastre del Rana Plaza, que tuvo lugar apenas meses después de declararse un mortífero incendio en la fábrica Tazreen Fashions, que acabó con la vida de 112 trabajadores, en su mayoría mujeres, la indignación global impulsó diversos esfuerzos internacionales para prevenir muertes y heridos como consecuencia de incendios o fallos estructurales. Se introdujeron medidas de seguridad en más de 1.600 fábricas.

Cientos de marcas y compañías se sumaron al Acuerdo de Bangladés sobre Seguridad en la Construcción de Edificios y de Instalaciones de Sistemas contra Incendios, un acuerdo vinculante de cinco años de duración, mediante el cual las marcas y las compañías de las que se suministran se comprometen a resolver los posibles riesgos de incendio y seguridad en los edificios, incluyendo a los trabajadores en el proceso. Muchos de los signatarios firmaron recientemente un nuevo acuerdo de renovación de tres años que entrará en vigor el próximo mes de mayo. La renovación del Acuerdo garantiza que centenares de fábricas adicionales serán inspeccionadas y renovadas.

Los trabajadores siguen luchando por lugares de trabajo seguros

En una reciente serie de entrevistas del Centro de Solidaridad, organizadores de varios sindicatos nacionales aplauden las mejoras significativas de seguridad realizadas en los últimos años, pero advierten de que los empleadores están reincidiendo. Y los trabajadores que buscan mejorar la seguridad en sus fábricas a menudo se enfrentan a actos de intimidación, amenazas y violencia física por parte de sus empleadores, se arriesgan a perder su empleo o chocan contra obstáculos impuestos por el Gobierno para el registro de sindicatos.

“El Acuerdo contribuyó a garantizar la seguridad en las fábricas, pero aún queda mucho trabajo más que debe llevarse a cabo”, comenta Khadiza Akhter, vicepresidenta de la Sommilito Garments Sramik Federation (SGSF). Al igual que otros entrevistados, afirma que las fábricas no se inspeccionan de manera regular, los empleadores no se aseguran del mantenimiento apropiado de los extintores y otro equipamiento de seguridad, y los comités de seguridad en ocasiones únicamente existen sobre el papel.

“Ahora estamos trabajando en esta área, para mantener el nivel de seguridad de incendios. Representa una enorme tarea en un futuro inmediato”, indica Khadiza.

El Centro de Solidaridad, que en el transcurso de las dos últimas décadas en Bangladés propulsó el proceso de combatir el trabajo infantil en las fábricas de vestuario y sirvió como catalizador en el resurgimiento de la creación de sindicatos, ha formado a más de 6.000 líderes sindicales y trabajadores en seguridad contra incendios en los últimos años. Trabajadores de las plantas de producción aprenden a vigilar posibles condiciones de trabajo peligrosas, estando habilitados para reclamar que se corrijan las infracciones a la seguridad. Muchos de esos trabajadores, a su vez, comparten su conocimiento con sus compañeros.

Representando el 81% de los ingresos totales, la industria de la confección en Bangladés es la principal fuente de ingresos del país provenientes de las exportaciones. Sin embargo, los salarios son los más bajos de entre las principales naciones manufactureras de vestuario, mientras que el costo de la vida en Daca es equivalente al de Luxemburgo o Montreal.

“Los trabajadores apenas consiguen sobrevivir con salarios tan bajos, cuando sus alquileres e incluso el precio de los alimentos van en aumento”, comenta Momotaz Begum, que ha venido organizando a los trabajadores del vestuario con la ONG local Awaj Foundation desde 2008.

Sin un sindicato, los trabajadores del vestuario pueden verse hostigados o incluso despedidos cuando piden a su empleador que corrija los riesgos en el lugar de trabajo o reclaman salarios vitales. Los defensores de los trabajadores afirman que Bangladés se encuentra en una encrucijada, y confían en que Gobierno y empleadores opten por un futuro en el que los trabajadores estén asociados en el éxito económico del país y tratados con la dignidad y el respeto que se merecen.

Incluso frente al duro acoso por parte de los empleadores y la indiferencia del Gobierno, organizadores como Khadiza, Momotaz, Tomiza y Nomita, que empezaron a trabajar en fábricas de vestuario desde su infancia o adolescencia, están ayudando a los trabajadores a unirse para defender sus derechos en el trabajo. Hoy en días, 445 fábricas con más de 216.000 trabajadores cuentan con sindicatos que representan sus intereses y protegen sus derechos.

“Considero que los trabajadores deben tomar conciencia de sus derechos y estar unidos para conseguirlos”, afirma Shamima Akhter, organizadora en la Bangladesh Garment and Industrial Workers’ Federation (BGIWF). “Les brindamos capacitación para que sepan a lo que pueden aspirar, habilitándolos para que puedan reclamar sus derechos a los propietarios de la fábrica”.

Esta es la versión editada de un artículo publicado inicialmente en el sitio web del Centro de Solidaridad.

Iztiak, becario en la oficina del Centro de Solidaridad en Bangladés, se encargó de entrevistar a las organizadoras en Daca.