‘Hoja de ruta de Taranaki-2050’: ¿Un modelo para la transición justa y el diálogo social en Nueva Zelanda?

‘Hoja de ruta de Taranaki-2050': ¿Un modelo para la transición justa y el diálogo social en Nueva Zelanda?

E tū union members meet Prime Minister Jacinda Ardern at the Taranaki Just Transition Summit in May 2019. The landmark Taranaki 2050 Roadmap was created in 2018 to help the Taranaki region transition away from high-carbon sectors to a prosperous green future by 2050.

(E tū)

La mayoría de la gente fuera de Nueva Zelanda no reconoce instantáneamente el nombre de Taranaki. Esta región verde y fértil situada en la costa occidental de la Isla Norte empezó a hacerse famosa como destino turístico cuando la guía de viajes Lonely Planet la incluyó en el segundo lugar de su lista mundial de ‘las 10 mejores regiones para viajar’ en 2017. Asimismo, esta región de 120.000 habitantes cuenta con una fuerte presencia maorí y es conocida como ‘la Texas de Nueva Zelanda’ debido a sus enormes reservas de petróleo y gas. Además, constituye un importante centro nacional para la producción de derivados lácteos y agrícolas.

Sin embargo, Taranaki ha elaborado un ambicioso modelo para lograr una transición justa que podría atraer la atención de todo el planeta. En 2018, el Gobierno neozelandés prohibió cualquier futura prospección submarina de petróleo o gas en el país, lo cual propició la creación de la ‘Hoja de ruta de Taranaki para 2050’. Este proyecto conjunto constituye un hito en el que participan el Gobierno, los trabajadores, los empleadores, los maorí, las comunidades locales, la sociedad civil y otros interesados. Fue impulsado por la agencia de desarrollo económico de la región, Venture Taranaki, con el objetivo de determinar el aspecto que tendrá el futuro en Taranaki una vez la región abandone sus sectores con altas emisiones de carbono, en especial el petróleo, el gas y la producción de lácteos, y logre unas bajas emisiones de carbono.

Se calcula que todavía se están perforando 20 yacimientos petrolíferos y de gas en Taranaki, que emplean directamente a unas 4.300 personas y sustentan, también, varios miles de puestos de trabajo directamente vinculados a las cadenas de suministro del sector. En un principio, el anuncio en 2018 de la prohibición suscitó bastante preocupación por la pérdida de empleos, debido a un informe que calculó que el desempleo en la región aumentaría en un 4,7%. Pero ahí es donde la estrategia para lograr una transición justa entra en juego: el abandono de los sectores contaminantes no sucederá de la noche a la mañana, no obstante, es fundamental que se fomente un diálogo social sólido entre todos los elementos de la comunidad para garantizar que la descarbonización no excluya a ningún trabajador.

“Con el tiempo, todos nosotros tendremos que enfrentarnos al hecho de que debemos tomar medidas con respecto al cambio climático. En Taranaki lo están haciendo antes que la mayoría”, explica Sam Huggard, un investigador de estrategias de E tū (que significa ‘mantenerse erguido’ en maorí), el mayor sindicato neozelandés del sector privado que representa a seis industrias.

Entre febrero y abril de 2019, E tū participó en varias sesiones de brainstorming y actos públicos organizados por Venture Taranaki con el objetivo de recopilar las ideas del máximo número de personas que viven y trabajan en Taranaki sobre el futuro económico de la región en las próximas tres décadas. “Los trabajadores de las industrias de los combustibles fósiles, que han ayudado a construir la prosperidad de la que Nueva Zelanda disfruta, merecen la certeza de una ruta hacia unos trabajos decentes y bien remunerados en nuevas industrias”, dice Huggard.

Asimismo, se organizaron debates sobre cómo diversificar y ecologizar la economía en Taranaki para la gente que, de otro modo, vería peligrar su seguridad laboral y su subsistencia. Tras recopilar las reflexiones iniciales de todos los ciudadanos, las mejores ideas se incorporaron a ‘planes de acción más concretos para la fase de transición’ y se publicaron de forma progresiva entre finales de 2019 y agosto de 2020. La Hoja de ruta final fue publicada en julio de 2019.

En mayo de 2019, con motivo de la inauguración de la Cumbre sobre la Hoja de ruta de Taranaki para 2050, E tū envió a ocho dirigentes “capacitados específicamente para entender el concepto de la transición justa y servir de enlace entre el proceso de la hoja de ruta y los miembros de los sindicatos en sus respectivos sectores”, señala Huggard.

Durante los últimos dos años han empezado a perfilarse varias iniciativas derivadas de la hoja de ruta: en 2019 se creó en Taranaki un centro para el futuro desarrollo energético, Ara Ake, con un presupuesto de 27 millones de dólares neozelandeses (aproximadamente 19 millones de dólares estadounidenses) que liderará la investigación y el desarrollo de las tecnologías de energía limpia como la eólica y la mareomotriz, los proyectos de desarrollo geotérmico y la energía basada en el hidrógeno, y ayudará a las empresas a crear empleos verdes bien remunerados. También surgieron ideas sobre la diversificación de la explotación del suelo para producir más cultivos como el de la quinoa, convertir las tierras agrícolas en forestales o dejar que se conviertan por sí solas en bosques nativos.

“Podemos responder al cambio climático de manera activa o reactiva”

En 2019, Nueva Zelanda –que ostenta uno de los niveles más altos de emisiones per cápita de la OCDE, debido principalmente a su sector agrícola– fue uno de los primeros países en comprometerse a reducir las emisiones netas de todos los gases de efecto invernadero (excepto las de metano biogénico) a cero para 2050, tal y como establece el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático. Sin embargo, hasta la fecha, lo único que ha logrado este país en la lucha contra el cambio climático a nivel nacional ha sido la creación de un marco legislativo. Según el Climate Action Tracker –que analiza las medidas climáticas aprobadas por los gobiernos, en especial las que pretenden limitar el calentamiento global a 1,5°C– el resto de las medidas de Nueva Zelanda se han valorado como insuficientes o muy insuficientes. Algunos analistas han llegado a acusar al Gobierno de la primera ministra Jacinda Ardern de carecer de “integridad, capacidad y voluntad en el ámbito del clima”.

“Efectivamente Nueva Zelanda tiene una tarea enorme por delante. Per cápita, nuestras emisiones son increíblemente elevadas. Uno de los mayores retos al que hacemos frente son las emisiones agrícolas, que constituyen prácticamente la mitad de todas nuestras emisiones, y aparte de ciertos fondos de ciencia e innovación dirigidos al sector para que estudie vías para reducir las emisiones, nos está faltando un plan integral para tratar las emisiones de este sector”, asevera Huggard.

Pero como demuestra la Hoja de ruta de Taranaki, sí se están llevando a cabo múltiples actividades decididas a nivel local y regional. La aplicación de la Hoja de ruta de Taranaki servirá como ejemplo para el resto de Nueva Zelanda. En la región de Southland, el Gobierno se ha comprometido a aplicar una transición justa para el cierre de la fundición de aluminio de Tiwai Point en diciembre de 2024.

El sindicato de docentes NZEI Te Riu Roa (el Instituto de Formación de Nueva Zelanda, en maorí) es otra organización sindical que participó en la redacción de la Hoja de ruta de Taranaki para 2050. La participación de los sindicatos de profesionales de la educación es importante porque los jóvenes son los que tendrán que enfrentarse a los peores efectos de una crisis climática que cada vez se agrava más. Como Barb Curran, miembro del comité ejecutivo nacional del NZEI, declaró recientemente en una entrevista: “El cambio climático es el problema más grave de nuestra época a largo plazo y va a afectar a todos nuestros profesores, al personal auxiliar y a los niños con los que trabajamos. No podemos preocuparnos por esos niños sin preocuparnos por las consecuencias que tendrá el cambio climático para ellos, actualmente y en el futuro. Por eso es tan importante apoyar una transición justa en Taranaki y en otros sitios”.

El presidente del NZEI, Liam Rutherford, está de acuerdo: “Los sindicatos llevan mucho tiempo preocupados por el cambio climático. Cuando el sustento de sus miembros está en riesgo, los sindicatos se alzan –y con el cambio climático el sustento de nuestros miembros está en peligro–. Tenemos dos opciones: podemos responder de manera activa o reactiva. Ahora mismo todavía podemos hacerlo de las dos maneras”.

“Se puede percibir el entusiasmo. A los directores de las escuelas les encanta la idea, pero muchos de ellos todavía no saben cómo [pasar a la acción]. Además, las escuelas de muchas regiones tienen necesidades mucho más acuciantes, especialmente en zonas socioeconómicas menos favorecidas”, añade.

El NZEI Te Riu Roa ha contratado a una coordinadora comunitaria especializada para que trabaje los temas del cambio climático con sus miembros: Conor Twyford. Contactada por Equal Times, esta coordinadora no nos invita a un hui, sino a un zhui. Hui es la palabra tradicional maorí para una reunión de gente con el objetivo de ‘tener una buena charla’ –o kōrero–. Un zhui es como un hui… pero en Zoom. La reunión tiene lugar un martes por la noche poco corriente, con una Nueva Zelanda confinada de nuevo con el nivel máximo de restricciones debido a un nuevo brote de coronavirus. La mayoría de los participantes ya han pasado casi todo el día en línea trabajando o dando clases desde el hogar, a menudo con la casa al completo de familiares, mientras intentaban mantener una sensación de cierta normalidad en un mundo desquiciado. Algunos de ellos han estado físicamente en la escuela.

La pantalla de nuestro ordenador empieza a brillar y las imágenes congeladas se empiezan a mover. Un total de casi 150 personas están retransmitiendo desde todos los rincones del país. El mero hecho de conectarse en estos tiempos tan difíciles para hablar del cambio climático de un modo práctico, motivar y compartir experiencias constituye un testimonio de su entusiasmo. Por ejemplo, algunas escuelas participan en programas de huertos comunitarios que utilizan el maramataka, el calendario lunar tradicional de los maoríes, mientras que las escuelas en Waitara, una pequeña población en Taranaki con altos niveles de carencia, han estado ayudando a los jóvenes y sus familias a cuidar los arroyos y a fomentar la recuperación de los humedales. Twyford nos cuenta: “La mayor parte de las escuelas ya están haciendo algo y nosotros podemos conectar a la gente. Así es como podemos utilizar la sólida estructura del sindicato de docentes, tan bien organizada a lo largo de la historia”.

Combinar la ambición climática con la acción climática

Aunque los sindicatos de Nueva Zelanda están asumiendo rápidamente el impacto que tienen las políticas climáticas en la vida de sus miembros, movilizar a la gente sobre el terreno puede resultar difícil. Algunos sindicalistas creen que el año 2050 está demasiado lejos como para ponerse a pensar en ello, aunque normalmente suelen ser los miembros de más edad los que piensan así. En lo que se refiere al sector de la educación, a pesar de que es posible que los trabajadores del gremio no se tengan que enfrentar a la pérdida de sus empleos como resultado directo del cambio climático, todavía se percibe un gran interés por el tema del clima. Hace tiempo que los docentes han incluido los temas medioambientales en sus interacciones con los alumnos y desempeñan un papel importante en la comunidad más general.

“Podemos ofrecer algo más que clases de nueve a tres”, asegura Rutherford. “Las escuelas son instituciones que inspiran confianza”. Sin embargo, también hace hincapié en que el Gobierno debería tomarse más en serio la transición justa. Muchas cuestiones importantes necesitan más fondos; por ejemplo, la transformación de los sistemas de calefacción en casi la mitad de las escuelas neozelandesas para convertirlos en sistemas de energía renovable. 50 millones de dólares neozelandeses (alrededor de 35 millones de dólares estadounidenses) procedentes de un nuevo fondo para la descarbonización se destinaron a menos de 20 escuelas, pero todavía hay cientos de centros educativos en todo el país que siguen usando combustibles fósiles y carecen del presupuesto para invertir en energías alternativas. El Gobierno parece ignorar la magnitud de este problema.

Volviendo al zhui: es evidente que el tema del cambio climático motiva a las casi 150 personas que participan en la videollamada.

La urgencia de la adopción de medidas es obvia y los participantes están ansiosos por utilizar sus redes, habilidades y roles pedagógicos para lograr cambios en el terreno práctico. Estas personas no lo están haciendo para sacar beneficio de manera individual; se están implicando para intentar salvar a Papatūānuku (la tierra, una poderosa Madre Tierra) y a todos sus habitantes y para cambiar el futuro de sus tamariki (hijos).

De vuelta a Taranaki, la coordinadora climática del NZEI en la región, Kate Paris, tiene planes para proyectar High Tide, Don’t Hide, un documental de 2021 sobre las protestas climáticas lideradas por los jóvenes que hicieron que, en los últimos años, cientos de miles de neozelandeses salieran a las calles a manifestarse. El documental sigue a varios jóvenes organizadores del movimiento en una curva progresiva de aprendizaje, mientras se van implicando y tomando las riendas del activismo en representación de su generación.

La proyección del documental dará la oportunidad a la gente de la zona de conocerse de forma informal, compartir ideas y experiencias y les ayudará a crear un plan de acción. “A menudo pienso que lo mejor que se puede hacer es llevar a nuestros estudiantes a la naturaleza y hacer que conecten con ella. Hacer que identifiquen pájaros, por ejemplo”, propone Paris. “Cosas simples. Cosas que no cuestan dinero. Después de todo ellos son los kaitiaki (guardianes del medioambiente) del futuro. Si se sienten conectados con la naturaleza, la protegerán”.

La realización de esta crónica ha sido posible gracias a los fondos de la Friedrich-Ebert-Stiftung y forma parte de una serie de artículos sobre los sindicatos y la transición justa.