Igualdad salarial por idéntico trabajo: ¿un derecho para los refugiados sirios (también)?

Siria tenía una población de 22 millones de habitantes cuando en 2011 estalló su devastadora guerra. Desde entonces, más de 5,5 millones de personas se han visto obligadas a abandonar su hogar o el país. Antes de 2011, en Turquía vivían 100.000 refugiados. Hoy este país acoge alrededor de 3,5 millones de refugiados sirios, que conviven con aproximadamente 300.000 refugiados de otros países, como Afganistán, Irak, Irán y Pakistán.

Viven y trabajan juntos. Alrededor de 1,6 millones de sirios en Turquía están en edad de trabajar, pero sólo 20.000 tienen permiso de trabajo, por lo que decenas de miles de sirios trabajan en ciudades de toda Turquía sin documentación ni derechos laborales básicos; sobre todo en los sectores de la construcción, los textiles y la agricultura.

Los sirios trabajan más horas que nadie y, sin embargo, ganan menos que los demás. Reciben su salario tarde, cuando lo reciben. No disfrutan de ninguna prestación social ni de estabilidad laboral. Los niños y las mujeres sirias que tratan de ganarse la vida son a menudo víctimas de acoso y discriminación.

En todo el mundo, los trabajadores migrantes realizan los trabajos que los lugareños no quieren hacer. Sin embargo, en Turquía, los trabajadores sirios aceptan los peores trabajos por los salarios más bajos. Según un estudio del Banco Mundial titulado The Impact of Syrian Refugees on the Turkish Labor Market (El impacto de los refugiados sirios en el mercado laboral turco), las poblaciones con un gran número de refugiados tienen una tasa de desempleo superior a la media y salarios que están por debajo incluso del salario mínimo.

No obstante, es importante evitar sacar conclusiones erróneas: no son los refugiados los que nos roban el empleo, sino los empresarios.

El último informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) Perspectivas sociales y del empleo en el mundo – Tendencias 2018 pone de relieve la dimensión global de la situación de Turquía y señala que, en general, el 56% de los solicitantes de asilo sirios en todo el mundo trabajan en empleos a corto plazo y no regulados.

Una ley para los trabajadores sirios y otra para los locales

Desde tiempos inmemoriales, ha habido patrones codiciosos atemorizando a los trabajadores con la cantinela de que “¡Hay miles de desempleados que podrían ocupar tu lugar!”. Hoy, en Turquía les dicen: “¡Hay miles de sirios que lo harían por menos dinero!”.

Los sirios no reciben aumentos ni primas anuales, como bonificaciones por viajes, comida o vacaciones. La idea de las horas extraordinarias es desconocida en la mayoría de las empresas. Allí donde se retribuyen, los sirios no las reciben, a diferencia de sus compañeros de trabajo locales. Los sirios trabajan una media de 12,4 horas al día.

En la agricultura, los refugiados se ven obligados a pagar una comisión de hasta el 25% a los intermediarios para la vivienda y otras necesidades. En Turquía ha surgido un nuevo sistema de subcontratistas en los campos y empresas de todo el país en el que los trabajadores turcos pagan a los sirios por realizar su trabajo, y les pagan por ello una fracción de su salario.

Si escuchas a alguien comentar, “no hay lugareños trabajando en el sector textil”, no es una exageración. El árabe es la nueva lengua franca que se habla desde las maquiladoras hasta las tiendas minoristas. No obstante, uno de los mayores problemas para los sirios que buscan trabajo es, sin duda, el idioma. Hay poetas, escritores y periodistas que se ganaban la vida en su país gracias a su dominio de la lengua. Ahora limpian retretes en Turquía. Como no hablan la lengua del país de acogida, están condenados al ostracismo. Los profesionales sirios con titulación no pueden ejercer sus ocupaciones. Encontramos farmacéuticos y abogados trabajando como camareros o albañiles. Muhammad Ahmed Faris, el primer astronauta sirio, vive hoy como un refugiado más en Estambul, mientras que Turquía sigue intentando establecer su propia estación espacial.

Yo soy refugiado

Los sirios no se benefician de las medidas de prevención de la salud y la seguridad laboral, ni trabajan en lugares donde se realizan inspecciones. Según la Asamblea de Salud y Seguridad Laboral de Turquía (İSİG), en 2016 murieron 63 sirios por accidente laboral y en 2017 fallecieron otros 49 trabajadores sirios más. Lamentablemente, resulta imposible determinar cuántos resultaron heridos.

Las ONG locales e internacionales prestan una parte importante de los servicios sociales a los sirios. En general, se ignoran cuestiones como los derechos laborales. Aparte de las movilizaciones de los zapateros y de los obreros de la construcción, la espinosa situación de los trabajadores sirios queda fuera del radar de los sindicatos turcos, a pesar de que los miembros oprimidos de la clase obrera que hablan varios idiomas podrían sumar mucho al movimiento sindical. En última instancia, todos los trabajadores deben alzar la voz para reivindicar la igualdad salarial por realizar un mismo trabajo, para todos y cada uno.

En Turquía, el país con la mayor cantidad de menores refugiados del mundo, 1,3 millones de jóvenes sirios crecen con enfermedades, en la pobreza y víctimas de la explotación sexual. Como no reciben una educación de calidad, están condenados a un futuro de trabajo no cualificado.

Hoy, casi todos trabajan junto a sus familias en todo tipo de sectores, como el textil, la construcción o la agricultura estacional.

Al igual que los niños, las mujeres sirias padecen acoso, explotación y pobreza. Las profesionales también tienen dificultades para conseguir trabajo y, como era de esperar, su tasa de desempleo está por encima de la media.

Unos 500.000 menores de familias sirias han nacido en Turquía y están creciendo en el país. Se han convertido en parte de la clase obrera turca. La solución última a los problemas de los trabajadores sirios en Turquía radica en alcanzar la paz en Siria, pero hasta que ese día llegue, hay que resolver problemas urgentes. Incluso después de ese día, muchos sirios se quedarán y trabajarán en Turquía.

Estos nuevos entrantes en la población activa deben ser legalizados de inmediato; deben cesar el trabajo no regulado y la negación de sus derechos; el Estado debe identificar a quienes tienen competencias profesionales y quienes tienen necesidades educativas; deben cesar la discriminación y el acoso contra las mujeres y los niños trabajadores; y los sindicatos deben abrir sus puertas a los migrantes.

En última instancia, puede que hayamos nacido en lugares diferentes, pero todos debemos luchar por la igualdad en el trabajo para todos.

Stefan Martens contribuyó en la redacción de este artículo.