El largo y peligroso viaje de vuelta a casa desde Omán… de un trabajador migrante indio sin papeles

A continuación sigue un extracto del nuevo libro de Rejimon Kuttappan, “Undocumented: Stories of Indian Migrants in the Arab Gulf” (Penguin Random House India, 2021). Kuttappan es investigador y periodista especializado en los derechos de los migrantes, y también colabora con Equal Times. En este libro el autor examina la vida de los inmigrantes indios en la región del Golfo, planteando cuestiones relativas a los derechos humanos, la explotación, la marginación y la trata de personas. El presente extracto editado contiene el testimonio en primera persona de Majeed, un trabajador migrante indio indocumentado, procedente de Kerala, que se quedó bloqueado en Omán en 2011. Al no tener documentación ni dinero, y dado que en aquel momento no se concedía amnistía a los trabajadores inmigrantes de Omán, Majeed decidió hacer a pie la peligrosa travesía hasta los Emiratos Árabes Unidos con la ayuda de varios traficantes pakistaníes y bangladesíes. Una vez allí, Majeed tenía previsto solicitar a la embajada india que lo enviara de vuelta a su país.

 

“Sabes que hicimos todo lo posible para salir de Omán con los papeles que teníamos, ¿verdad? Pero fue imposible. Así que decidí cruzar la frontera. Uno a uno, todos los demás también se apuntaron. Rabiul y Shariful nos dijeron que teníamos que empezar a caminar a las 10 p.m. Rabiul nos dijo que sería una caminata de seis horas por las montañas. Éramos ocho, con los pakistaníes, incluido el conductor, que también era el guía, y yo.

No estaba demasiado oscuro porque brillaba la luna. Mientras caminábamos por un valle, uno de los hombres me dijo que habría serpientes y perros salvajes. Otro me dijo que tendríamos que caminar durante tres horas seguidas por el valle y, después, subir la montaña y continuar otras tres horas más. En aquel momento no tuve nada claro que fuésemos a conseguirlo...

En torno a las 2 a.m. empezamos a subir la montaña.

No había luz. Únicamente el conductor pakistaní conocía la ruta. Él iba delante de nosotros. De repente pisé una botella de cristal rota. El vidrio me atravesó la zapatilla del pie derecho haciéndome un corte profundo.

Se me saltaron las lágrimas del dolor y caí al suelo. Todos los hombres corrieron hacia mí. Uno de ellos me ayudó a incorporarme. Otro hombre encendió la linterna de su teléfono móvil.

El pie me sangraba. Tenía una botella de agua para beber; uno de los hombre me la quitó, abrió la tapa y vertió un poco de agua. Tras lavar la herida consiguieron extraer de la herida un pedazo de vidrio. Me dolía mucho, quería gritar, pero me dijeron que no lo hiciera porque llamaría la atención de la gente y también de los perros del valle.

Los perros del valle de Omán son feroces, atacan a cualquiera. Por eso mis compañeros insistían en que aguantara el dolor y no gritara. Fue horrible. Si bien conseguimos sacar un pedazo grande de cristal de la herida, quedaban varios [fragmentos] que no conseguíamos ver con la luz de la linterna del móvil.

Había que vendar bien la herida, pero no teníamos tela. Caí en la cuenta de que llevaba una camiseta interior, así que me quité la camisa, me saqué la camiseta y la rasgué en trozos largos.

Uno de los hombres me vendó la herida con uno de los jirones y me amarró otro a la pantorrilla. Me ayudaron a levantarme. Me dolía mucho. La pierna lesionada me temblaba. ¿Podría caminar? ¿Podría subir la montaña? Tenía serias dudas.

Pero regresar no era una opción. Ya habíamos recorrido la mitad del camino. Y aunque hubiese querido volver no habría podido hacerlo solo. Me asustaba la oscuridad. No conocía el camino. ¿Quién me acompañaría?

O bien esperaba a que amaneciera y regresaba a pie, o bien seguía caminando. Decidí continuar. Era la mejor opción.

“Sin ellos no lo habría conseguido”

Con la ayuda de mis compañeros, me puse la camisa y me levanté. Cojeaba y tenía que agarrarme a ellos para apoyarme. Sabía que me había convertido en una carga y, sin embargo, no estaban dispuestos a abandonarme.

Me decían: “Bhaii…hum to hain…[Hermano… ya casi estamos…]”. Yo solo conocía el nombre del conductor, que se llamaba Musafar. Me lo había dicho cuando estábamos en el camión. No sabía el nombre de nadie más. Todos se llamaban entre sí, y a mí, Bhaii.

Sin ellos no habría podido cruzar la frontera, Reji.

Aunque tras la lesión mis compañeros me ayudaron a caminar, terminé resbalándome varias veces y cayendo sobre las piedras sueltas, con lo que, además del corte en el pie, sufrí varias contusiones en la mano izquierda y en la mandíbula inferior. No sangraba pero estaba inflamado. En una de las caídas me había mordido además la lengua y me resultaba difícil hablar.

Los bhais decidieron descansar unos minutos por mí. Musafar me dijo que pronto entraríamos en Al Ain [una ciudad fronteriza de los EAU] y que era el último punto donde podríamos hacer una llamada telefónica. Llamé al compañero John [un hombre de Kerala que había estado ayudando a Majeed durante su estancia en Omán]. Estaba esperando mi llamada. No le hablé de las heridas. Solo le dije que, de momento, todo iba bien.

Nos quedaban otras tres horas de trayecto. Todo parecía gris bajo la luz de la luna. Tuvimos que caminar juntos por una zona llena de arbustos donde se escondían serpientes venenosas.

Musafar nos dijo que tuviésemos cuidado. Si una serpiente nos mordía no podríamos hacer nada. Lo único que teníamos era un cuchillo para cortar la herida y un trozo de tela para cubrirla. Y las posibilidades de cruzar la frontera tras una mordedura de serpiente eran muy escasas.

Nos apresuramos a cruzar la frontera antes de que amaneciera, para evitar que nos pillara la policía.

Eran ya las 4 a.m. Solo faltaban tres horas para que amaneciera.

Hacia las 8.30 a.m. llegamos a las afueras de Al Ain. Musafar tenía una tarjeta SIM de los EAU. El compañero John me había dado el número del compañero de Al Ain. Cuando llamé a ese número consiguieron localizar nuestra ubicación. Nos dijeron que esperásemos allí. En 20 minutos llegaron dos compañeros keralitas y uno de ellos me llamó por mi nombre”.