Indonesia, un país negacionista, es clave en la lucha contra el cambio climático

Indonesia, un país negacionista, es clave en la lucha contra el cambio climático

Zainul Wahyudin patrols the Leuser ecosystem, one of the most biodiverse places on the planet.

(Laura Villadiego)

A sus 24 años, Zainul Wahyudin parece cualquier otro milenial de su generación. Pendiente continuamente de la pantalla de su móvil, enganchado a series diversas y preocupado por el devenir del planeta. Sin embargo, a pesar de que Indonesia, el país en el que nació, es clave en la lucha mundial contra el cambio climático, la inquietud medioambiental de Wahyudin es casi una rareza en el archipiélago asiático. “Aquí falta mucha comprensión sobre lo que significa el cambio climático y cómo nos afecta”, asegura Wahyudin.

Las últimas elecciones presidenciales, celebradas durante el mes de abril, fueron un buen ejemplo de la ausencia de estos temas en el debate público en el país asiático. “En Indonesia, no se le presta tanta atención a los asuntos medioambientales como sí ocurre [por el contrario con los relativos a] la religión o la intolerancia”, asegura Agus Dwi, activista de Walhi, una de las principales organizaciones ecologistas del país. Aunque el gobierno reconoce seis religiones en Indonesia, cerca del 90% del país practica un islam que se ha vuelto más conservador durante los últimos años. “Para nosotros es difícil hacer campañas durante estos periodos”, continúa Agus Dwi. “La identidad política está muy relacionada con la identidad religiosa. El cambio climático es lo último [que pasa por] sus mentes”, añade Ratri Kusumohartono, activista por los bosques de Greenpeace.

Con el objetivo de intentar poner los asuntos medioambientales en la agenda electoral, una coalición de ONG puso en marcha la iniciativa Golongan Hutan (Grupos por los bosques), abreviada en la etiqueta #Golhut, que, a su vez, creó una plataforma para que los electores pudieran enviar preguntas sobre conservación a los candidatos presidenciales. Según Greenpeace –una de las nueve organizaciones parte de la iniciativa–, a pesar de que se recibieron más de 6.000 preguntas –de los 187 millones de personas que estaban registradas para votar–, sólo un partido minoritario ofreció respuestas. Ni el presidente Joko Widodo, que ha revalidado su puesto, ni el principal candidato de la oposición, Prabowo Subianto, comentaron sobre las preocupaciones medioambientales de los indonesios.

Y para muchos en Indonesia, ese desinterés se ha tornado en negación. Así, según un reciente estudio realizado por la Universidad de Cambridge y la consultora YouGov, junto al periódico The Guardian, casi uno de cada cinco indonesios no cree que la desregulación climática esté relacionada con la acción del ser humano. Indonesia ocupaba así la primera posición en el ranking de países con un mayor porcentaje de negacionistas de los 23 analizados en la encuesta (entre los que también se encuentra Arabia Saudí –en segundo lugar–, Estados Unidos, México y Australia, entre otros). “Es más difícil convencer a gente en países en desarrollo, debido a la educación y a sus preocupaciones económicas”, asegura Ratri Kusumohartono. “Pero también [las organizaciones ecologistas] no hemos sabido traducir el problema del medio ambiente para que pueda ser entendido por la gente”, asegura la activista.

Y, sin embargo, algunas de las principales batallas medioambientales a nivel mundial se libran en este archipiélago de más de 17.000 islas. Así, Indonesia es el octavo país del mundo con mayor masa forestal; hoy en día la selva ocupa casi el 50% del territorio del país.

Pero, según datos del Banco Mundial, en 1990 cubría el 66% del área del país; un rápido retroceso de los bosques tropicales que se debe al avance de la industria del aceite de palma y la papelera en las últimas décadas.

Indonesia es además un cementerio natural de dióxido de carbono gracias a los 13 millones de hectáreas de turba con los que cuenta, un tipo de suelo que acumula material orgánico secuestrando millones de toneladas de gases de efecto invernadero. Sin embargo, la deforestación hace que el dióxido se libere, a menudo en violentos incendios como los que sumaron a buena parte del Sudeste Asiático en una densa nube de humo en 2015. Por otra parte, Indonesia ocupa el cuarto lugar en el ranking de países más poblados, y el segundo lugar en el de países que más plástico tiran al mar.

Pero los impactos del cambio climático serán palpables no sólo en los bosques y en las costas sino también en los bolsillos de los indonesios. Así, según el Banco Asiático de Desarrollo, el cambio climático supondrá pérdidas económicas en Indonesia de entre el 2,5 y el 7% del PIB hasta 2100, un impacto económico que recaerá fundamentalmente sobre los hombros de la población más pobre. El Gobierno ha anunciado además que va a mover la capital, Yakarta, debido al incremento del nivel del mar, mientras que los residentes de la ciudad acaban de denunciar al gobierno por el insalubre aire que tienen que respirar.

Luces y sombras del ecologismo en Indonesia

Procedente de Aceh, la provincia más conservadora de Indonesia, Zainul Wahyudin vio durante años cómo el avance de las plantaciones de aceite de palma devoraban las selvas que solían rodear su casa en el ecosistema Leuser, uno de los lugares con mayor biodiversidad del planeta. “Ahora el clima se ha vuelto impredecible. Hace más calor y a veces hay lluvias en diciembre (durante la época seca)”, asegura. Y Wahyudin decidió que no quería simplemente quejarse a través de su móvil y se unió a las brigadas forestales que patrullan los bosques para protegerlos de la tala ilegal y de los cazadores furtivos.

Cuando lo hizo, Joko Widodo, más conocido como Jokowi, acababa de llegar a la presidencia del país gracias a su imagen cercana y muchos indonesios tenían la esperanza de que las reglas del juego empezaran a cambiar. En medio de la polémica por la creciente deforestación y los incendios descontrolados, Jokowi puso sobre la mesa el tema medioambiental, lo que se tradujo en “varias políticas positivas”, según Ratri Kusumohartono, de Greenpeace, como la protección de las zonas de turba o una moratoria a las concesiones a nuevas plantaciones de aceite de palma que hoy sigue en vigor. Así, según el World Resources Institute, Indonesia es uno de los pocos países tropicales que redujo su tasa de deforestación en 2017, hasta un 60% con respecto al año anterior. Sin embargo, sólo parte de esa reducción se puede achacar a las políticas del gobierno; otros factores como las mejores condiciones climáticas, que frenaron los incendios, o la caída de los precios del aceite de palma, fueron también determinantes.

No obstante, los activistas temen que Jokowi se olvide de sus promesas en este segundo mandato. Así, el mandatario centró su campaña electoral en el impulso de los programas de infraestructuras como estrategia para modernizar y desarrollar el país.

Uno de los más preocupantes para el movimiento ecologista es la presa en la región de Batang Toru, en la isla de Sumatra, que pondrá en peligro la supervivencia del orangután Tapanuli, recientemente catalogado y del que quedan apenas unos 800 ejemplares. “Este proyecto es parte de la estrategia nacional de Jokowi y tiene el respaldo del gobierno central y local”, asegura Agus Dwi, de Walhi. Uno de los ministros de Jokowi sugirió además que Indonesia podría retirarse de los Acuerdos de París sobre cambio climático, como ya lo hicieron Estados Unidos o Brasil.

Mientras, el futuro se juega con las generaciones más jóvenes. “Tenemos que cambiar la mentalidad según la cual el desarrollo económico significa que tenemos que sacrificar el medio ambiente”, asegura Ratri Kusumohartono. Consciente de ello, Wahyudin combina las patrullas con charlas en los colegios. “Al principio, los niños no entendían que significaba la conservación, pero ahora ya tienen la lección aprendida”, asegura.

This article has been translated from Spanish.