Iniciativas para devolver la esperanza a los refugiados varados en la isla griega de Samos

Iniciativas para devolver la esperanza a los refugiados varados en la isla griega de Samos

Volunteer Annie Grente teaching Greek to asylum seekers in her home in Samos, Greece, in November 2022.

(Romain Chauvet)
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“Reactivamos la confianza en uno mismo. Es triste necesitar un espacio para eso, pero así están las cosas”, explica para empezar Julia Minder, cofundadora de Skills Factory, una casa-taller abierta a los refugiados y migrantes en la pequeña isla de Samos, en el mar Egeo.

“Cuando empezó la crisis de los refugiados, los europeos dieron muestra de solidaridad y empatía, pero después todo cambió”, explica esta mujer que, junto a su marido, estableció en 2021 un taller de producción para intentar cambiar las cosas. Cada día, decenas de solicitantes de asilo vienen aquí para expresar su creatividad y sus habilidades.

Construir pequeños muebles, reparar bicicletas, arreglar ropa, pintar, imprimir, fotografiar… Se les propone una amplia gama de actividades en diversos campos. Se trata de un concepto en el que las personas son las protagonistas, explica Julia Minder.

“El primer día les preguntamos por sus experiencias pasadas y sobre qué les gustaría hacer. Si alguien dice que antes fabricaba alfombras, montamos en el taller una sección para hacer alfombras con telas viejas que, de lo contrario, habríamos acabado tirando. Intentamos realmente adaptarnos”.

El trabajo es además colaborativo. Se celebran reuniones periódicas con los participantes, con objeto de decidir prioridades o anhelos. Por ejemplo, varias personas han pedido que se confeccionen bolsas para remplazar las que proporcionan las ONG, puesto que estas, debido a los logotipos que llevan marcados, permiten identificar con demasiada facilidad a los solicitantes de asilo.

Uno de los talleres especialmente popular e importante es el de reparación de teléfonos móviles, que suelen estropearse durante la travesía en barco para llegar a Europa. “Para nosotros el teléfono lo es todo. ¡Así que imagínate para ellos! Todo el proceso de solicitud de asilo, todas las comunicaciones se hacen por WhatsApp”, señala Julia Minder.

Skills Factory afirma recibir numerosas solicitudes de reparación de teléfonos. “En muchos casos, el teléfono es el único sitio donde tienen fotos de su familia por ejemplo, de su vida anterior. También es el único medio que les permite estar en comunicación con su familia. Por eso nos esforzamos tanto en intentar repararlos”, añade Julia Minder.

No todas las reparaciones cuestan lo mismo. Algunas pantallas son sumamente caras de reparar. La organización paga un máximo de 40 euros por la reparación de una pantalla cuando el solicitante de asilo no está en condiciones de pagarla.

La mayor parte de los productos fabricados se regalan a los residentes del campamento. A Julia Minder y a su marido les sigue fascinando lo sumamente motivados que están los refugiados y los migrantes, y lamentan que no se les valore mejor.

“Europa se enfrenta a una importante crisis del mercado de trabajo, nos faltan trabajadores, sobran ofertas de empleo en muchos sectores. Aquí tenemos profesionales, pero los denigramos. Es de locos”, concluye.

Despejar y distraer a los solicitantes de asilo

Marc-Antoine Pineau también percibe a diario el potencial de los solicitantes de asilo. En colaboración con la ONG Aasia-On the Road, ha abierto una casa de acogida para refugiados y migrantes, un espacio de libertad donde pueden reunirse, socializar e intercambiar experiencias y conocimientos. “Aquí no hacemos política ni religión, solo estamos para que puedan despejarse y distraerse. Queremos ofrecerles una acogida más digna”.

Cada semana se les ofrecen numerosas actividades, ya sea una excursión a pie o una visita a un museo. También se organizan excursiones a la playa, un lugar con un significado especial. “Muchos de ellos no saben nadar, así que es una oportunidad para reconciliarse con el agua, ya que muchos se quedaron traumatizados durante la travesía”, explica Marc-Antoine Pineau.

Una de las voluntarias, Annie Grente, propone darles clase de griego en su casa, situada justo al lado del albergue. “Probablemente sea la actividad más importante de su proceso de integración”, declara Marc-Antoine Pineau.

En el salón de su casa convertido en aula, esta francesa afincada desde hace varios años en Samos recibe a todo aquel que quiera seguir clases de griego. Ofrece ejercicios para todos los niveles. Dice que se adapta a cada persona, puesto que es consciente de que cada una tiene un nivel de educación distinto, en función de su país de origen, de su edad y de las experiencias vividas.

Marc-Antoine Pineau constata también que los solicitantes de asilo están sumamente motivados. Le gustaría que Europa los acogiera de otra manera.

“Hay mucha falta de mano de obra y de talento, y estas personas lo tienen. Cuando dejas tu país, cuando lo dejas todo, no lo haces simplemente por placer”.

Desde 2015, Europa, y en particular Grecia, se enfrenta a una enorme afluencia de refugiados y migrantes. La isla de Samos, situada a pocos kilómetros de la costa turca, es uno de los puntos de entrada. En 2022 se registraron más de 16.000 personas que llegaron a Grecia, más de 1.900 de las cuales llegaron a Samos, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Estas cifras son superiores a las de años anteriores.

Ante esta situación, en septiembre de 2021 se construyó en Samos un primer campamento cerrado para los solicitantes de asilo, financiado íntegramente por la Unión Europea, por valor de 43 millones de euros. Situado en el valle, a varios kilómetros de la ciudad más cercana, su ubicación ha sido denunciada por varias ONG, que acusan a las autoridades de querer invisibilizar la situación aislando a los solicitantes de asilo.

Para ir a la ciudad tienen que caminar o comprar un billete de autobús, pero no todos pueden permitírselo, afirman las ONG. El albergue de Marc-Antoine Pineau se encuentra precisamente cerca de este campamento cerrado, para ofrecerles una alternativa.

“Ese campamento es una cárcel. Cuando estás recluido en un lugar cerrado como este, no puedes estar bien mentalmente. Además, se les priva de ciertos derechos. ¿Es esto digno de nuestros tiempos? ¡Tengo serias dudas!”, añade.

Gran preocupación

Más de un año después de su apertura, el campamento de refugiados cerrado sigue recibiendo críticas de todos los frentes. “Al verlo por primera vez, recuerda un poco a una cárcel”, cuenta Sae Bosco, coordinadora de Comunicación y Promoción de Samos Volunteers, una ONG local.

El campamento cerrado está rodeado de alambradas de espino y cuenta con un sistema de seguridad equipado, entre otras cosas, con rayos X y cámaras de videovigilancia. Las entradas y salidas están controladas y por la noche hay toque de queda.

Sae Bosco afirma recibir numerosos testimonios de residentes del campamento que declaran que sus libertades se encuentran gravemente restringidas. “Tienen la impresión de haber hecho algo malo, pero eso no es cierto. Les resulta difícil llevar una vida normal. Eso repercute en la salud mental de las personas”.

La mayoría de los solicitantes de asilo que llegan a Samos proceden de Afganistán, Somalia, Siria o de los territorios palestinos, y ya han sufrido traumas.

Las ONG reconocen que en el nuevo campamento las condiciones sanitarias son mejores que en el antiguo campamento situado en la ciudad de Vathy, apodado “la jungla”. El acceso al agua, a la electricidad y a los aseos era limitado, y la presencia de ratas y serpientes era recurrente. Pero las ONG instan a las autoridades europeas y griegas a adoptar un enfoque más humanitario.

La portavoz de la Comisión Europea para Asuntos Internos considera que este tipo de instalaciones “representa una mejora significativa de las condiciones de acogida de los solicitantes de asilo”. Anitta Hipper subraya igualmente que el establecimiento de Samos no es un campamento cerrado, puesto que hay un sistema de entrada y salida.

Desde la apertura de este primer campamento cerrado en Samos, se han abierto otros dos en las islas griegas de Leros y Kos, y se están construyendo otros dos en las islas griegas de Lesbos y Quíos, cuya apertura está prevista para 2023.

“Espero que en un momento dado del futuro miremos hacia atrás y digamos: ¿En qué demonios estábamos pensando al meter a las personas en estas instalaciones aisladas?”, concluye Sae Bosco.

This article has been translated from French by Guiomar Pérez-Rendón