Ken Loach: “Hoy en día, el cine es un conflicto entre ser un producto o comunicar”

Ken Loach: “Hoy en día, el cine es un conflicto entre ser un producto o comunicar”

En esta fotografía del 1 de octubre de 2022, el director británico de cine Ken Loach aparece retratado delante de la estación de trenes de Bath Spa mientras se dirige a los manifestantes que se han reunido para apoyar la huelga de los trabajadores ferroviarios del sindicato RMT y los de Correos del sindicato CWU.

(Lynchpics/Alamy Live News)
Entrevistas

Ken Loach es uno de los directores de cine más influyentes de su generación. Sus películas han logrado todo un récord: ganar la Palma de Oro del Festival de Cine de Cannes en dos ocasiones y su Premio del Jurado en tres. Asimismo, han homenajeado su obra en los Premios BAFTA y en los festivales de cine de Berlín y Venecia.

A lo largo de toda su carrera que abarca más de 50 años, este director de cine británico ha sido un ardiente defensor del socialismo y un destacado cronista de las historias de la clase trabajadora. Su última película, The Old Oak, cuenta la historia de unos refugiados sirios que recalan en un pueblo minero en decadencia del nordeste de Reino Unido. Se estrenará en 2023. En esta exhaustiva entrevista con Equal Times, Loach aborda temas como los retos que entraña organizar a los trabajadores en la actual industria cinematográfica, el ataque a Jeremy Corbyn “de una desfachatez vergonzosa” por parte de los principales medios de comunicación británicos y la razón por la que todavía no quiere dejar de hacer cine a sus 86 años.

¿Por qué quiso convertirse en director de cine? ¿Hubo alguna película en concreto que le inspiró?

Los neorrealistas italianos recrearon el lugar de trabajo en la gran pantalla y en un primer momento me influyeron enormemente. Las películas ambientadas en el norte de Inglaterra de finales de la década de 1950 y principios de los 60 también desempeñaron un papel importante. Pero las que más me impresionaron fueron las checas de la década de 1960 –Miloš Forman y Jiří Menzel y todas aquellas películas preciosas y tratadas con humanidad que te envolvían y te hacían empatizar con los personajes y reír con ellos para así entender lo que estaba pasando–. Creo que me aportaron mucho y fueron un trampolín para reflexionar sobre todos los aspectos técnicos del cine.

En realidad, cuando era joven me interesaba mucho más el teatro. Viviamos en Warwickshire cerca de Stratford-upon-Avon [donde tiene su sede la famosísima Real Compañía de Shakespeare] y solía ir a ver las obras y a los grandes actores de aquella época. Estaba obsesionado con el teatro y aprovechaba cada oportunidad que tenía para leer obras y actuar con un grupo de niños en el colegio.

¿Qué había en el teatro que le entusiasmara?

Era la experiencia completa: el frenesí de la actuación en directo, el lenguaje, el compromiso emocional y vivir en un mundo tan diferente como el de la fantasía. Cuando acabé la universidad, estaba versado en leyes, pero –para gran consternación de mi padre– acabé metiéndome en el teatro como actor suplente en una revista del West End. Conseguí trabajos de actor –no muchos– y trabajé como profesor sustituto la mayor parte del tiempo. La BBC me contrató como director cuando la cadena BBC Two se estaba expandiendo.

Tuve un enorme golpe de suerte que fue pasar a formar parte del grupo que producía el programa The Wednesday Play (La obra de los miércoles), cuyo objetivo era presentar obras de ficción moderna. Era televisión en las horas de máxima audiencia. Por aquel entonces solo había dos cadenas y media, así que toda la nación veía lo que ponían si le interesaba. Nuestro objetivo consistía en ser provocadores, así que fue como un regalo. La producción era como en el teatro, pues había enormes platós con cámaras. Pero nosotros queríamos salir a la calle, crear algo en medio de situaciones reales y así conseguimos subvertir el sistema de modos bastante pícaros.

¿Existe una relación orgánica entre el socialismo y el cine?

El cine como medio puede hacer cualquier cosa. Es como la palabra escrita. Puedes escribir novelas, panfletos, libros, artículos de opinión. ¿Cómo de variada es una biblioteca? En aquellos primeros años desarrollamos nuestro sentido de la política porque los años sesenta fueron un período muy político. Y cuando surgió la Nueva Izquierda, una de sus consignas era ‘Ni Washington ni Moscú’.

Esa era la consigna de la Internacional Socialista

Sí. Era antiestalinista y anticapitalista. Después leímos libros y aprendimos de política para intentar entender cómo funcionaba el mundo. Al mismo tiempo, intentábamos encontrar formas de contar historias que mostraran [lo que habíamos aprendido]. La palabra ‘política’ suena bastante limitada. El hilo conductor siempre ha sido el vínculo que existe entre el modo en que la gente se comporta, sus relaciones y sus decisiones –quizá sus decisiones más profundamente personales – y cómo estas se ven determinadas por sus contextos sociales y económicos.

¿De cuál de sus películas está más orgulloso en ese sentido?

No podría elegir una. El orgullo no es un sentimiento sano. Es lo mismo que ocurre con los hijos. Los que [más] te preocupan son los que menos éxito tienen –o al menos eso parece–.

Mirando atrás, ¿hay alguna película que sienta que no cerró del todo?

No, porque cada una se rodó en una época concreta. El cine es el arte de lo posible. No es como escribir, donde puedes controlar cada punto y coma. En el cine se trata de conseguir lo que puedas en ese día concreto, con ese clima, con ese grupo de gente, tras haber trabajado estrechamente con el guionista, cuya obra es la base de la película. El guionista es el principal creador –no el director–. Se trata de lo que puedes conseguir cuando hay una tormenta mientras estás rodando o alguien ha llegado tarde o no ha hecho acto de presencia. Hay muchas cosas que pueden salir mal.

¿Cuáles cree que son los mayores retos a los que se enfrentan actualmente los trabajadores de este sector?

Es un sector con mucha temporalidad y las finanzas suelen ser muy inestables. A los jóvenes que entran a esta industria les suelen estafar. Les piden que trabajen gratis para mejorar su currículum o para obtener experiencia laboral. Y por supuesto tan solo se hace para que los empleadores obtengan una mano de obra gratis. Las cadenas que siguen apoyando al cine ahora subcontratan casi todo. Pero el dinero que otorgan a las productoras es insuficiente para montar un buen equipo de rodaje o para las cuotas sindicales y esas cosas. Eso es un gran problema, sobre todo en los documentales. Necesitamos un buen sindicato. El nuestro [BECTU] ahora forma parte de la organización Prospect, pero no estamos nada contentos.

¿Cuáles han sido los problemas?

Los altos cargos de Prospect no entienden realmente cómo funciona nuestra industria, por lo que existe una lucha constante con ellos y, como ha ocurrido en muchos sindicatos a lo largo de los años, las bases tienen necesidades diferentes de las que los dirigentes dicen estar intentando resolver.

En otros tiempos, usted rodó películas sobre este tema que fueron censuradas. ¿Es la autocensura ahora un problema mayor, si tenemos en cuenta que los estudios invierten más en superproducciones y efectos especiales que en buenos relatos?

Creo que eso siempre ha sido así. Es el eterno conflicto entre ser un producto o comunicar. Los inversores quieren productos y si deciden arriesgarse, tiene que ser por algo que les atraiga. También está la idea bien arraigada de que en tiempos de crisis, las películas deben ser una distracción, no una investigación sobre lo que está pasando realmente.

Las cadenas también desempeñan un papel propagandístico muy importante. La BBC es un excelente ejemplo y la ITV [la cadena comercial más antigua y grande de Gran Bretaña] suele hacer lo mismo. Uno de los ejemplos más evidentes fue durante la huelga de mineros [de 1984]. La línea que siguió la BBC fue la de mostrar “la violencia de los piquetes”. Solo se oía hablar de eso, mientras que toda la gente que estaba implicada solo veía violencia policial y por supuesto eso salió a la luz.

El otro momento obvio fue la destrucción del liderazgo de Jeremy Corbyn [del Partido Laborista, del que Loach fue expulsado en 2021 por apoyar a otros seguidores de Corbyn que habían sido defenestrados] y la BBC tuvo un papel primordial en este asunto –un papel de una desfachatez vergonzosa–. Ahora todo ese proyecto político, que casi llegó a gobernar hace tres años, se ha borrado del discurso público.

¿Lo han deslegitimado?

Sí. Han reescrito la historia para que no exista. Es como la fotografía de Trotski que recortó Stalin. Ese hombre no existe en la historia. Ahora Jeremy Corbyn tampoco existe en el relato histórico y todas las purgas [del Partido Laborista], la manipulación de las reglas y la agresión directa son increíbles. Deberían ser increíbles: tanto la manipulación de las reglas contra la izquierda y la imposición de candidatos, como las expulsiones y el hecho de que un mínimo de 200.000 personas por lo que sabemos –aunque puede que sean más– hayan abandonado el Partido Laborista liderado por [el actual líder laborista, Keir] Starmer. ¡Ni siquiera es una noticia! Si necesitábamos un claro ejemplo de manipulación política por parte de las cadenas, ahí lo tenemos. Y por supuesto The Guardian es cómplice, pues forma parte de la prensa liberal. Cuando esos dos [medios de comunicación] deciden silenciar esta extraordinaria historia, entonces es obvio que la prensa de derechas lo va a aprovechar al máximo.

Todavía sigue rodando películas con 86 años. ¿Qué es lo que le sigue dando ese ímpetu?

Es un privilegio. ¿Por qué iba a renunciar a él? La lucha continúa. Evidentemente, llega un momento en que tus facultades disminuyen –eso le pasa a todo el mundo– y tu memoria ya no es tan buena. Todas las personas que llegan a los ochenta y tantos saben lo que pasa. Pero hay que seguir avanzando, tan lejos como sea posible.

Noam Chomsky sigue a buen ritmo y tiene diez años más que usted…

Bueno, él es extraordinario, pero ha puesto el listón muy alto. Yo no creo que llegue tan lejos. Me encanta Noam, le respeto –es un hombre encantador–, pero no creo que, a su edad, haya estado [en el rodaje de la película de 2014 Jimmy’s Hall] metido en un pantano en Irlanda a primera hora de la mañana con los pies mojados, pensando: “¿Qué estoy haciendo aquí?”.

¿Qué consejo le daría a un cineasta que empezara a trabajar hoy?

Consigue un trabajo en este negocio. De alguna manera, gánate la vida con eso. Afíliate a un sindicato, aunque tenemos que transformarlos, y empieza a conocer a gente. Haz amigos. Sé bueno. Llega temprano a tu puesto. Trabaja como un profesional. Si quieres un oficio, tendrás que aprender cierta cantidad de conocimientos técnicos, pero… si ves las películas que te gustan y piensas “¿Cómo podría haberlo hecho yo?”, entonces podrás aprender casi todo.

¿Cree que todavía hay cosas que tiene que decir en sus películas?

¡Claro! Hay muchas cosas, pero no sé si lograré acabar otro largometraje. Creo que ahora no está claro.

¿Puede darnos alguna pista sobre el actual proyecto en el que está trabajando?

No, prefiero no hacerlo. Rodamos dos películas en el nordeste: Yo, Daniel Blake y Lazos de familia. Una más y ya serían tres. Pero el problema [con las pistas] es que generas expectativas falsas. Es mejor cuando el público entra al cine, se sienta y no sabe qué va a ver en la pantalla.

Este artículo ha sido traducido del inglés por Iñigo Rodríguez-Villa