La agricultura libanesa agoniza por la crisis financiera

La agricultura libanesa agoniza por la crisis financiera

Ali Ghazzwi has been farming in the Bekaa Valley, near the village of Mansour, for 20 years. He still uses pesticides. The economic crisis has left him with mounting debts.

(Inès Gil)

Desde el terreno situado detrás de su modesta choza, Salim Alazwak inspecciona sus campos de rosas: “Algunas son para hacer mermelada, otras para decorar”, dice, señalando las rosas amarillas. “No utilizo ningún producto químico”. Originario de Damasco (Siria), Salim se refugió en el Líbano al estallar la guerra civil, en 2011. Se instaló en Marj, un pueblo del valle de la fértil región de la Bekaa, a menudo llamada el granero del Líbano, donde hace seis años, en 2015, empezó a plantar sus primeras rosas ecológicas. “En Siria caí enfermo por trabajar con fertilizantes químicos agrícolas. No quería volver a pasar por eso, así que hoy utilizo compost y plantas para ahuyentar a los insectos”. Para conseguir sus primeras flores, Salim tuvo que hacer prueba de paciencia, pero hoy no se arrepiente de su inversión. “El primer año fue difícil. Con la crisis, los precios de los productos químicos se dispararon, porque son de importación. Me alegro de no utilizarlos”.

Desde 2019 el Líbano, que ya se encontraba en una situación económica frágil, se hunde día a día en una crisis financiera sin precedentes. En dos años, la moneda local, la libra libanesa, ha perdido cerca del 90% de su valor. Aunque el tipo de cambio oficial fijado por el Banco Central es de 1.500 libras por dólar, y el tipo de cambio que ofrecen los bancos es de 3.900 libras, en realidad, en el mercado negro, un dólar equivale hoy a 13.000 libras. Esta inflación está asestando un golpe durísimo a los agricultores.

Con una economía centrada en el sector bancario y el turismo, el Líbano produce poco e importa el 80% de los bienes que consume, entre ellos las semillas, los fertilizantes, piensos y materiales diversos. Las importaciones, que se pagan en libras a precios del mercado negro, se han vuelto inasequibles para muchos agricultores. Raymond es uno de ellos. En su pueblo de Tanourine, al norte del país, abandonó la cría de cerdos el pasado mes de enero. “Ya no podía alimentar a mis animales. El pienso es importado y se ha vuelto inasequible”, explica a Equal Times.

Ante el aumento de los precios de las importaciones, la inercia del Estado libanés es casi total. Varios grupos políticos han puesto en marcha iniciativas comunales. Hezbolá, por ejemplo, ha llamado a una “yihad agrícola”, con un éxito limitado. Algunos programas internacionales ofrecen ayuda financiera a los agricultores a través de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y del Programa Mundial de Alimentos (PMA), pero el verdadero cambio emana de la sociedad civil.

Transición ecológica a pequeños pasos

En 2017 nacía un proyecto de agricultura sostenible en la localidad de Saadnayel, en la Bekaa. Libaneses, sirios y franceses se unieron para crear Bouzourna Jouzourna, (“Nuestras semillas son nuestras raíces”). Compraron tierras para sembrar semillas sin productos químicos: “Es local, así que es barato, y las ventas no han parado de aumentar desde 2017”, cuenta a Equal Times Charlotte Joubert, miembro del proyecto, para quien la conciencia ecológica, aún sin ser global, “está ganando terreno”.

Para sensibilizar al mundo agrícola sobre los problemas medioambientales, un grupo de ingenieros agrícolas y de agricultores libaneses fundaron Izraa, con el objetivo de promover la producción local y ecológica para hacer frente a la crisis. Creada en enero de 2020, su página de Facebook cuenta ya con más de 125.000 miembros. “Los agricultores se decantan cada vez más por las alternativas ecológicas; es más respetuoso con el medio ambiente y menos costoso, porque no tienen que importar fertilizantes químicos”, señala el cofundador del proyecto, Salim Zwein.

En el norte del Líbano, en la región de Trípoli, Samer Azar siguió el consejo de Izraa. Desde enero de 2020 se ha instalado en una casa móvil en medio de su campo, donde planta lechugas, maíz y pepinos armenios sin producto químico alguno.

“Utilizo insectos y compost”, dice, abriendo un contenedor lleno de pequeñas lombrices, “y vendo la cosecha en tiendas de comestibles ecológicas de Beirut”.

Hoy, este aprendiz de agricultor quiere desarrollar su proyecto exportando sus productos. Vendiendo en el extranjero, los agricultores ganan al cambio porque obtienen dólares. “Pero esta no es la única solución para que el mundo agrícola salga adelante”, dice Mary Lynn, cofundadora de Le Petit Potager. Su empresa social, que pone en contacto a compradores con agricultores que utilizan técnicas respetuosas con el medio ambiente, se asoció recientemente con Fox and Fig, una ‘tienda conceptual agro-artesanal’ con sede en Beirut, para ayudar a los agricultores a transformar sus productos “secando tomates o haciendo salsa de tomate, por ejemplo”. Para ella, “conscientes o no del calentamiento global, los libaneses tendrán que recurrir a lo local para hacer frente a la crisis”, ya que los productos de consumo, en su mayoría importados, han visto aumentar sus precios en un 240% entre octubre de 2019 y octubre de 2020, volviéndose inasequibles para una gran parte de la población.

Los proyectos de agricultura ecológica se multiplican y el éxito de Izraa demuestra que este tipo de agricultura se ha convertido en un fenómeno social. Pero estas iniciativas “siguen siendo artesanales”, explica a Equal Times Riad Fouad Saade, presidente del Centro Libanés de Investigación y Estudios Agrícolas, y “no salvarán la agricultura libanesa”.

¿Riesgo de colapso?

En su oficina del Ministerio de Agricultura en Jnah, un suburbio del sur de Beirut, Chadi Mohanna, director de Desarrollo Rural y Recursos Naturales, está ocupado entre reuniones con agricultores que han venido a pedir ayuda. “El Ministerio intenta apoyar al mundo agrícola, pero contamos con medios limitados ya que nuestro presupuesto asciende al 0,25% del presupuesto nacional (...). Líbano tiene una economía no productiva, por lo que la agricultura no es prioritaria”.

Aunque el Estado sigue subvencionando algunos productos importados considerados esenciales, como el trigo, y permite a los comerciantes comprarlos al tipo de cambio bancario de 3.900 libras por dólar –en lugar de a los precios del mercado negro– las subvenciones “no benefician a los agricultores”, asegura Riad Fouad Saade, “sólo a un puñado de comerciantes oportunistas que importan productos a bajo precio para revenderlos a los agricultores a precios del mercado negro”. Chadi Mohanna indica que “el Ministerio realiza un máximo de controles”, pero admite que “los abusos persisten y los agricultores pagan el precio”.

Wael Yammine, ingeniero agrícola independiente, considera que los agricultores también sufren las consecuencias de las políticas públicas libanesas: “Debe cambiar el sistema al completo”, dice a este medio. Sentado en un café de Beirut, asegura que los agricultores son víctimas de la corrupción de las autoridades públicas. “La página web del Ministerio de Agricultura defiende el uso de plaguicidas caros, porque las empresas de fertilizantes químicos pagan para que publique esta información. Sin embargo, no ofrece información para ayudar a los agricultores a iniciar una transición ecológica”.

Les excluyen, como a Ali Ghazzwi, un agricultor de la Bekaa, en las afueras del pueblo de Mansour, que asegura no haber recibido “ni ayuda ni consejo alguno” para encontrar una alternativa a los fertilizantes químicos. Para poder pagar los productos importados se ha endeudado considerablemente: “Mi situación es crítica”, dice. Una realidad dramática, desde el punto de vista económico y sanitario. Un responsable de compras de una empresa libanesa importadora de fertilizantes químicos, que desea permanecer en el anonimato, nos explica que los agricultores utilizan fertilizantes de menor calidad: “Más baratos, pero peligrosos para la salud y muy problemáticos para el suelo”.

Según Wael Yammine, la agricultura libanesa se encuentra en una situación de absoluta penuria. “Los agricultores acabarán tirando la toalla, o peor aún, suicidándose con fertilizantes químicos, como en la India. Según un análisis realizado por el Dr. Hadi Jaafar, de la Universidad Americana de Beirut, la superficie cultivada en el Valle de la Bekaa se redujo en un 10% entre 2019 y 2020. Líbano tiene una población de 6,7 millones de habitantes, de los cuales 1,7 millones son refugiados sirios y palestinos. El acceso a alimentos ya es complicado, pero si la agricultura se hunde, las consecuencias humanitarias serán catastróficas.

This article has been translated from French by Eva López Cabello