La Central Única de Trabajadores de Brasil, un sindicato a la vanguardia de la lucha feminista

Artículos

En 2012, las mujeres sindicalistas conquistaban la paridad en el mayor sindicato de Brasil y de América Latina, la Central Única de Trabajadores (CUT), en un país en el que, por ejemplo, la representación femenina en el Parlamento es de las más bajas del mundo y la menor de Suramérica.

Esa medida, que se implementó en 2015, era “el resultado de un largo proceso de construcción de poder”, como asevera la trabajadora social Didice Godinho Delgado, que fuera la primera coordinadora de la Comisión Nacional de la Mujer Trabajadora (CNMT) de la CUT, en su estudio Construyendo poder sindical con paridad de género: el caso de la CUT de Brasil, realizado para la fundación alemana Friedrich Ebert Stiftung.

La CUT es la mayor central sindical de América Latina y la quinta en magnitud en el mundo, congregando al 30,4% del total de trabajadores sindicalizados en Brasil, según el estudio de Godinho. Con la paridad de género, se ha convertido en un sindicato de vanguardia dentro del movimiento de mujeres, y en una excepción “no sólo en el sindicalismo brasileño, sino en toda América Latina, y me atrevería a decir que en todo el mundo”, asegura a Equal Times Junéia Martins Batista, que encabeza la Secretaría Nacional de la Mujer Trabajadora (SNMT, antes CNMT) de la CUT.

“Entendemos que la mujer trabajadora es aún más explotada que los hombres, trabajando igual o más y cobrando menos”, declaró recientemente el presidente de la CUT, Vagner Freitas. Como él, muchos sindicalistas apoyaron desde el principio la paridad. Pero no fueron todos: “Hubo resistencias de los hombres, porque la idea inicial era que para instituir la paridad era necesario que algunos hombres saliesen de la dirección”, subraya Janeslei Aparecida Albuquerque, secretaria de Relación con los Movimientos Sociales de la CUT. “La solución que se encontró fue ampliar el número de secretarías para incluir a las mujeres paritariamente sin excluir a ninguno de ellos. Es decir, la cuestión numérica fue resuelta, pero aún falta un largo recorrido para que más mujeres tengan protagonismo político y ocupen los espacios de decisión”, añade.

“Por eso queremos una mujer en la presidencia de la CUT”, apunta Martins.

Para Godinho, la paridad ha sido una herramienta “decisiva para construir poder institucional para las mujeres”, y ha profundizado la democracia interna en el sindicato, pues “no hay democracia sin las mujeres”.

Porque, ¿pueden los hombres defender los intereses de las mujeres? “Pueden y deben”, responde Martins; pero no es suficiente: “es necesario que las mujeres también ocupen el poder, que pasen de la influencia al poder real”.

En la CUT, tener más mujeres en cargos de responsabilidad ha posibilitado que “las ‘cuestiones de mujeres’ pasen a ser responsabilidad de la Central”.

La paridad ha sido una estrategia exitosa para colocar en la agenda del sindicato asuntos como el derecho a guarderías, lavanderías colectivas y la ampliación de la licencia de paternidad, además de promover el debate sobre la conciliación laboral y la reducción de la jornada de trabajo. Pero, como explica Godinho, fueron necesarios 30 años de lucha para lograrla: primero, se incluyó simbólicamente a una o dos mujeres en cada comité, lo que confirió a esas mujeres “una posición de símbolo, como si fuesen representantes de las mujeres en general”. Después, en 1991, se adoptó un cupo mínimo para mujeres en la CUT que posibilitó “un cambio cualitativo de relaciones de poder” en el sindicato, elabora Godinho.

A lo largo de esta larga lucha, fue esencial la construcción de redes: todos los organismos relacionados con la mujer constituyeron una red, el colectivo de mujeres, y convocaron encuentros regulares para acercar posiciones y compartir estrategias. Las mujeres de la CUT son muy diversas, aunando varias identidades (estrato social, etnia, ocupación, tendencia política), pero supieron colocar en un lugar prioritario su identidad como mujeres. También fueron capaces de ganarse el apoyo de los líderes masculinos, que era una cuestión central para dar impulso a su lucha.

Transversalidad de las luchas

“No todas las sindicalistas de la CUT son feministas, aunque ellas son cada vez más numerosas” y luchan “contra cualquier forma de discriminación, desde un feminismo que articula género, clase y raza”, sostiene Godinho. No en vano, desde su misma fundación en 1983, la CUT responde a un modelo de “nuevo sindicalismo” que se articula con movimientos sociales de barrios populares y de mujeres, entre otros.

“Hay en la CUT una transversalización de los debates de las mujeres rurales y afrodescendientes”, explica Junéia Martins. Las mujeres campesinas siempre han tenido un protagonismo fundamental en la CUT: la actual vicepresidenta, Carmen Foro, es una mujer rural, por lo que esa agenda llega a la sede central. Y así, recuerda Martins, “el debate de las mujeres del campo se mezcla con la cuestión del medio ambiente: la necesidad de cuidar la tierra que produce nuestra comida y de valorizar el trabajo de producción de alimentos, que nos los provee la agricultura familiar y no las grandes empresas”.

En cuanto a las mujeres negras, la CUT fundó en 2009 una Secretaría de Combate al Racismo. Su secretaria, Maria Júlia Reis, constata que “cuando se es mujer y se es negra en este país, la situación se hace aún más difícil”.

Las desigualdades de género y etnia “son ejes estructurantes de la desigualdad en Brasil”, explica Godinho, y por tanto deben abordarse conjuntamente.

Las mujeres indígenas, por su parte, no han sido incluidas de forma orgánica en la estructura de la CUT, si bien “acabamos dialogando con ellas a través de la Marcha de las Mujeres [a comienzos de 2017]”, apunta Albuquerque.

Además de las mujeres negras y campesinas, la CUT integra la diversidad que es propia al movimiento de mujeres: mujeres de barrios populares, negras, trabajadoras urbanas y rurales, académicas, jóvenes, LGTBI. A estas transversalidades se une la capacidad de las sindicalistas para tender puentes con el mundo académico y trabajar junto con organizaciones sociales. La CUT desarrolla programas de formación en alianza con universidades públicas, y ha aportado al debate teórico el “Núcleo de Reflexión Feminista sobre Trabajo Productivo y Reproductivo”, hecho que la militante feminista Vera Soares califica como “una de las experiencias más interesantes de la articulación entre la CUT, las militantes feministas y las feministas académicas”. De ese modo, la CUT “se tornó constitutiva del movimiento de mujeres”, y no apenas un aliado, según Maria Betânia Ávila, de la ONG SOS Corpo Feminismo e Democracia, de Recife.

Riesgo de retrocesos

Aunque queda mucho por hacer: “El machismo es cultural y ha de ser combatido todos los días en las prácticas cotidianas del movimiento sindical. Esas son barreras más difíciles de romper, porque muchas mujeres en la CUT siguen reproduciendo la sobrecarga de tareas domésticas, la doble o triple jornada. Compartir de forma igualitaria las tareas del hogar y el cuidado es todavía un desafío para nosotras”, argumenta Junéia Martins.

En Brasil, según estadísticas oficiales, en 2014 las mujeres realizaban una jornada total de 59 horas semanales, sumando el “trabajo de reproducción social” (tareas domésticas y de cuidados, no retribuido) con el que se realiza fuera de casa; son, de media, 6 horas más que la jornada total masculina.

Los desafíos para el sindicato son más patentes en la coyuntura política actual.

La CUT mira con desconfianza el Gobierno de Michel Temer, que considera ilegítimo y fruto de una campaña misógina contra la primera mujer que llegó a la presidencia del país, Dilma Rousseff.

“El golpe de Estado que sufrimos tiene la marca del machismo, la misoginia y el patriarcado”, afirma Janeslei Albuquerque.

“Una revista conservadora, portavoz de la derecha, publicó un reportaje con la ‘primera dama’ con el título: ‘Bella, recatada y de su hogar’, y dejó claro cuál es el modelo de mujer ideal para este Gobierno”. Albuquerque también recuerda con “bochorno y vergüenza” el discurso de Temer del pasado 8 de marzo, en el que alababa la capacidad para las finanzas de las mujeres por ser ellas las que van al supermercado.

“Las reformas que está imponiendo el Gobierno son especialmente perversas con las mujeres trabajadoras”, añade Albuquerque. “La PEC 55 que limita los gastos en el sector público, impedirá la continuidad de muchas políticas públicas alineadas con la igualdad; y la reforma de la ley de jubilación, al igualar la edad de hombres y mujeres a los 65 años, ignora que muchas mujeres comienzan a trabajar muy pronto”, ejemplifica Martins, que confía en que la lucha social logre revertir esos retrocesos.

Esa coyuntura política puede afectar a la dinámica dentro de la CUT, pero, cree Godinho, las transformaciones en marcha “cuentan con un grado importante de consolidación”. La autora concluye: “No hay vuelta atrás”.